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En Cali la noche del 27 de abril estaba cargada de zozobra. A pocas horas del 28-A, como se denomina el día que dio inicio al estallido social del año pasado en el país, la posibilidad de nuevas protestas tenía en tensión a múltiples sectores de una ciudad que todavía hace catarsis de lo sucedido en el 2021. La policía alertaba por la posibilidad de disturbios, mientras en redes sociales se movían cadenas falsas convocando nuevas manifestaciones. A la par, la respuesta de los movimientos sociales que trataban de desmentirlo calificándolos de “provocación”. La intención, sin embargo, no era quedarse quietos, pero si evitar a toda costa la instrumentación del aniversario en medio de la contienda electoral y, sobre todo, la de empañar la conmemoración de la fecha con nuevos lamentos. “Ni un muerto, ni un desaparecido más”, comentaba Playita, un joven líder de la Juntanza Popular por la transformación social de Cali.
Así lo hizo este colectivo que agrupa jóvenes de diferentes sectores de la ciudad que participaron en los llamados puntos de resistencia. El colectivo se centra en actividades de memoria sobre lo ocurrido, formación política y diálogos sociales para la ciudad; actividad última con la que iniciaron el miércoles 27 en la casa de la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali. Hace un año parecía bastante improbable un encuentro de esta naturaleza, que contó con un saludo de apertura por parte de monseñor Darío Monsalve, arzobispo de Cali. Además de los jóvenes de la Juntanza, asistieron organizaciones de DDHH y feministas, la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, representantes de los gremios empresariales, e incluso residentes del oeste de Cali y de Ciudad Jardín.
Con el apoyo metodológico del CINEP, se transitó de foros en la mañana a mesas de diálogo en la tarde que buscaron ir más allá de las causas del paro. Los mismos jóvenes, algunos de estos participantes de las primeras líneas, moderaron los momentos donde salieron a relucir las historias personales. Ante tensiones evidentes en las lecturas de lo sucedido, lograron que primara el respeto por la experiencia de cada persona, evitando a toda costa que la diferencia se hiciera agresión.
Vea el documental “Cali, la ciudad de la furia”, producido por El Espectador
Al día siguiente, resignificar lo sucedido supuso volver al espacio público con una intensión colectiva. Así dieron inicio al 28A, con una agenda de foros y actos de memoria en el Parque Palestina del barrio República de Israel, a pocas calles de Puerto Resistencia. Al espacio llegaron sindicatos, jóvenes, funcionarias de espacio público, la Mapp-OEA, Naciones Unidas, entre otros.
Mientras bregaban por encender una fogata para la aguapanela, Natalia Lucio, comunicadora de la Universidad del Valle, presentó su video-instalación “Manos resistentes”. Una experiencia de quince minutos de inmersión transmedia donde se simula un día de protesta. Para Natalia las imágenes de violencia son protagónicas por obvias razones, pero también porque existe “un deber de recoger los momentos de cuidado que se expresan en las madres de las ollas comunitarias o en las brigadas de salud”.
Hacia el mediodía, bajo un par de carpas sobre la cancha del parque, se dio pasó al foro “La protesta social en Colombia: memoria, derechos humanos y marco legal”. Por hora y media el micrófono se rotó entre el profesor de economía Daniel Libreros; Beatrice Quadranti, coordinadora de la Oficina en Cali de ONU Derechos Humanos; Víctor Barrera, investigador de la línea Estado, conflicto y paz del CINEP; y Argeli Arango, del equipo territorial de la Comisión en el Valle del Cauca.
Tras bambalinas, apareció “Madre ya regreso”, una iniciativa del grupo de cantadoras “Comadreo por la Vida”, que busca “visibilizar los asesinadxs, desaparecidxs y mujeres violentadas sexualmente”. Terminado el foro, dieron inicio a un performance con quema de plantas, cantos del Pacífico y varios asistentes acostados “llenando el espacio de los cuerpos de los asesinados”. Como haciéndole el quite a la sombra de la muerte, las mayoras entonaron: “Al pasar por una playa/ una sombra blanca vi / yo me retiraba de ella y ella/ se acercaba a mí”; “Muerte, ¿qué andás haciendo? / ¿y qué venís a buscar? / cuidado con mis parientes/ no te los vas a llevar”. Acto seguido, leyeron 80 nombres de las personas asesinadas en el país en el marco del paro, 45 de estas en Cali según datos de Indepaz. Del “presente, presente, presente” por cada nombre, cerraron con un “Dales señor el descanso eterno. Brille para ellos la luz perpetua”.
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La jornada continuó en otros dos espacios. En el punto de Puerto Resistencia, donde se erige el puño de cemento con la palabra “Resiste”, se realizó una velatón. A las 6 de la tarde llegó al lugar Monseñor Darío Monsalve para encabezar el homenaje. Lo acompañaron la pastoral multiétnica del pacífico y el jesuita Jorge Camacho, director del centro San Pedro Claver de Cartagena, quien durante las manifestaciones del 2021 escribió doce homilías sobre el paro. Una de estas homilías fue incluida en la novena navideña que publicó la Biblioteca Popular de Puerto Resistencia en diciembre del año pasado.
En el intermedio, los familiares de Angie Johanna Valencia y Harold Antonio Rodríguez intervinieron para recordar a los dos jóvenes asesinados. Allí, como en otros momentos, se sintió que hablar de reconciliación es aún un asunto difícil. Las partes reclaman primero el esclarecimiento de los hechos, investigaciones a profundidad y fallos en la rama judicial. Así, mientras se encendieron las velas y se recitaron los nombres, una joven activista pidió la palabra para hablar sobre los jóvenes presos durante el paro y de aquellos que se han tenido que ir del país por amenazas. Manifestando su no creencia, se dirigió al arzobispo diciendo: “A los amigos encarcelados y exiliados, Monseñor, con todo respeto; si existe Dios, que ojalá los acompañe”.
Aunque el monumento se construyó en junio de 2021, dos acontecimientos disimuladamente se colaron en la conmemoración. El mismo 28 de abril, en medio de la pugna por el uso del espacio público el Departamento Administrativo de Planeación de la ciudad expidió una resolución “por medio de la cual se autoriza una ocupación temporal del espacio público” en Puerto Resistencia. Durante 3 meses las 24 casetas que se dedican a la venta de artesanías en el punto tendrán permiso para seguir operando.
La noticia se empató con el cumpleaños de Uber, “el viejo”, el maestro de construcción que a mitad del año pasado dirigió la edificación del monumento. Cuenta con orgullo que “a pesar de no contar con ingenieros, y con todo el movimiento de las construcciones del MIO, toca hacerle solo algunas reparaciones. Le hicieron estudio de suelos y el brazo no se ha movido ni un centímetro”. Mientras recibe cervezas y felicitaciones, empata con una sensación contradictoria. “Por estar en esto he perdido mucha familia, pero llegué aquí el 28 de abril en mi cumpleaños, y llevo un año que no me he ido”.
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También estuvieron Laura Guerrero y Arlex Piedrahita, padres de Nicolás Guerrero, el joven asesinado el 3 de mayo de 2021 mientras se encontraba en una velatón. A pocos días de un año de la muerte de su hijo comentan que les darán un espacio para pintar el rostro de ‘Nico’ en un costado de las casetas, pero con una condición: “que no sea solo la imagen de él, porque él no fue el único”.
Ya entrada la noche, Laura y Arlex también llegaron al coliseo María Isabel Urrutia donde se presentaba el cacerolazo sinfónico. Con apoyos logísticos de la alcaldía, diversos sectores se reunieron para cantar “El pueblo unido jamás será vencido”, “Duque chao” -el “bella ciao” colombiano- y hacer un minuto de silencio, brazo en alto, al compás de una trompeta fúnebre. Quizá lo que más llamó la atención fue la participación de la niñez. Allí se presentaron la crew evolución infinita y la crew feminal power, dos grupos de hip-hop de la comuna 11 de Cali conformados por niños y niñas, con canciones como Los Corruptos y Respeto a la mujer, respectivamente. También, se oyeron cánticos en alusión a la guardia indígena que para la mayoría de los caleños movilizados representó una fuerza integradora y articuladora para preservar la vida en los momentos de tensión.
Por su puesto, nadie aquí es ajeno al ambiente político electoral. Algunos espacios, como la Juntanza, prefieren desligarse de etiquetas para apostarle a programas comunitarios de largo aliento. Sin embargo, en el ambiente se observa una clara favorabilidad a Gustavo Petro; pero este apoyo no es irrestricto. En Puerto Resistencia, a la solución de problemas estructurales, ponen sobre la mesa una condición concreta: reconocimiento. Piden estabilizar el punto, un apoyo “desde arriba” para que no haya dudas por el uso del espacio en las casetas y la huerta que la acompaña. Sobre el resto de problemas existentes, la actitud tampoco es complaciente: “si los problemas siguen sin resolverse, incluso con Petro, si es necesario nos paramos de nuevo”.
Cuando la tensión se trasladó al domingo primero de mayo, las tradicionales marchas de los sindicatos se desarrollaron sin mayores contratiempos. Varios de los jóvenes de la Juntanza, por su parte, se tomaron el día “para descansar”.
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En suma, nos recordaron que del estallido arrancó un poderoso movimiento que removió las estructuras de la ciudad. Tanto de las que tradicionalmente marcaban el ritmo de la protesta como de aquellas que históricamente les negaron habitar y vivir dignamente. A un año del estallido, mientras algunos observadores desprevenidos sólo repararon en la destrucción del mobiliario de una parte de la ciudad, otros vimos en acción el esfuerzo de un grupo de jóvenes abiertos a la aventura de un futuro no proyectado, construido sobre nuevos lazos de solidaridad que comienzan a tejerse.
*Investigadores línea Estado, conflicto y paz del CINEP/PPP.