Suicidio y uso excesivo de sustancias: impacto en la salud mental de las víctimas

El volumen ‘Sufrir la guerra y rehacer la vida’ del Informe Final de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad (CEV) encontró que estos dos eventos son los más frecuentes en población víctima del conflicto y los que exponen la magnitud del impacto de la violencia en la salud mental.

Silvia Corredor Rodríguez
14 de agosto de 2022 - 04:00 p. m.
La Organización Mundial de Salud (OMS) informa que en el mundo hay alrededor de mil millones de personas que viven con un trastorno mental.
La Organización Mundial de Salud (OMS) informa que en el mundo hay alrededor de mil millones de personas que viven con un trastorno mental.
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Millones de colombianos y colombianas han sufrido uno o más hechos victimizantes durante las casi seis décadas de conflicto. Los impactos y afectaciones que esto ha generado no solo en la salud física, sino también mental fue uno de los temas abordados por el equipo liderado por el comisionado Saúl Franco en el volumen de impactos, enfrentamientos y resistencias.

El principal hallazgo de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad sobre este tema fue el siguiente: “El uso de sustancias psicoactivas y el suicidio son dos de los eventos que más ponen en evidencia la magnitud del impacto de la violencia en la salud mental de la población. Es frecuente que las personas víctimas o sus familiares traten de afrontar la situación con el uso excesivo de alcohol, tabaco y sustancias psicoactivas”, se lee en el volumen ‘Sufrir la guerra y rehacer la vida’.

Para Miguel Gutiérrez Peláez, psicoanalista y profesor titular de la Universidad del Rosario, este hallazgo permite brindar una radiografía de la situación actual del país, en materia de salud mental, que evidencia la desconexión entre lo real y lo imaginario de las personas que fueron testigos o sobrevivieron a hechos de violencia.

“Sin duda, el consumo de sustancias y el suicidio son dos elementos súper clave para analizar estos contextos, y más cuando se usan para encubrir, anestesiar o soportar una realidad que se hace muy difícil. Pero también se suman otros como la ansiedad y la depresión con las que la Comisión ha creado una radiografía de la situación en la que está el país después de seis décadas de conflicto”, señaló Gutiérrez.

Muchas veces, estas afectaciones no son reconocidas o tratadas a tiempo porque en algunas ocasiones, explicó Gutiérrez, los síntomas no se manifiestan de forma evidente en el comportamiento de las personas o simplemente se transfieren generacionalmente. “Vemos abuelos que soportaron, lograron sobrevivir o hacerle frente a las violencias por las que fueron afectados de una determinada manera, y eso lleva a una crianza particular de los hijos y genera una situación compleja porque muchas veces también son personas que no han vivido directamente la violencia, sino que son una segunda o tercera generación pero se ven afectados”, resaltó Gutiérrez.

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En el caso del suicidio, la Comisión de la Verdad halló, a partir de datos del Observatorio Nacional de Salud, que en Colombia las víctimas del conflicto armado cometen 1.6 veces más intentos de suicidio que la población en general. Los hombres y mujeres que fueron víctimas de desplazamiento forzado, secuestro o tortura son las principalmente acuden al suicidio.

“El 12,5 % de la población víctima de desplazamiento forzado tuvo algún tipo de conducta suicida; de este porcentaje, el 51,5 % llegó a planear el suicidio y el 5,5 % intentó suicidarse”

Comisión de la Verdad.

“Yo me cortaba mucho mis venas, cada vez que me imaginaba eso. Cada vez que eso venía otra vez a mi mente, quería sentir otro dolor aparte del que sentía por dentro y me cortaba muchas veces para sentir mejor el dolor aquí y no el dolor que tenía por dentro… Dormía con la cuchilla debajo de la almohada”, le contó una mujer víctima de secuestro y violencia sexual a la Comisión de la Verdad.

El equipo de investigadores de este volumen abordó las diferentes modalidades de violencia que se han vivido en el país, que han afectado todos los aspectos de la vida de los y las colombianas. Los homicidios, las masacres, las desapariciones forzadas, las torturas, las violencias sexuales, las minas antipersona, los reclutamientos ilegales, los robos, la destrucción de bienes, los despojos, los desplazamientos forzados, los secuestros, las extorsiones, entre otras, son algunos de los analizados en el documento.

Las víctimas del país también sufrieron un impacto económico que muchas veces los dejó sin la posibilidad de satisfacer sus necesidades básicas y acceder a la tierra, lo que generó la ruptura de vínculos con el territorios y el reto de iniciar una vida en otro lugar del país o el mundo. La naturaleza, los territorios sagrados y la estigmatización sobre poblaciones enteras fueron consecuencias que dejó la guerra y que llevó a que 450.664 personas hayan perdido la vida a causa del conflicto entre 1985 y 2018, y a que 7.752.964 personas fuerzan desplazadas entre 1985 y 2019, según registros de la Comisión de la Verdad.

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Los pueblos indígenas también sufrieron afectaciones a la salud mental, a raíz de incursiones de grupos armados ilegales a sus territorios y la perpetración de violencias, que afectaron sus rituales y dinámicas ancestrales. “Una comunidad de la etnia Emberá, en Antioquia, le explicó a la Comisión por qué la ocurrencia de suicidios en su población fue una consecuencia de prohibiciones e imposiciones de grupos armados. Según la comunidad, los espíritus de los muertos que “no hicieron sanación” invitan a otros espíritus a irse con ellos, lo que puede llevar a suicidios de otros miembros”, se lee en el volumen.

Con todo este panorama, Gutiérrez aseguró que también es clave entender que la diversidad de Colombia también aplica en la forma de abordar la salud mental en cada pueblo y comunidad. “No se puede pensar que se pueda trabajar a nivel de salud mental de la misma manera en toda Colombia porque es muy diversa, hay muchas comunidades distintas, diferentes comprensiones de la realidad y debe usarse para favorecer los tratamientos que hacemos con esas personas, comunidades y poblaciones”, resaltó.

Los retos para atender la salud mental de las víctimas

Durante las últimas décadas de conflicto, algunas víctimas han acudido a alternativas artísticas como la danza, el canto, el teatro o los costureros para tramitar las emociones. En el caso de los costureros, la Comisión resaltó esta práctica como una experiencia cultural que ha sido utilizada por las víctimas para tramitar los dolores del conflicto.

El uso de una tela, una aguja y un hilo crea un lenguaje no verbal donde se reúnen, principalmente mujeres, en espacios de confidencialidad y reconocimiento de los sufrimientos que padecieron de forma similar. “Si este tapiz hablara, diría cuántas lágrimas caían ahí. A medida que vamos cosiendo se produce algo en nosotras, y es que ese tapiz […] nos sirve porque nosotras sabemos el trauma que tenemos encima. Cada puntada que dábamos era una diferencia que se sentía en nuestro corazón”, expresaron las tejedoras de Mampuján, un grupo de mujeres sobrevivientes de masacres ocurridas en el caribe colombiano.

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Aunque este tipo de alternativas ayudan a procesar y minimizar los impactos de la violencia en la salud mental de las víctimas, Miguel Gutiérrez explicó la importancia de tener cuidado de no caer en entenderlas como el único remedio para la salud mental en Colombia. “Hay que tener cuidado de pensar que entonces el arte es el remedio para la salud mental de Colombia, que es una solución mágica porque no es así, a todas las personas no siempre les funciona. Hay que encontrar maneras para que en lugares de difícil acceso a la salud, las personas puedan obtener la intervención que necesiten”, explicó.

Por esto, uno de los principales retos que trae estas discusiones del Informe Final de la Comisión de la Verdad es acoger las verdades de las víctimas, animar a otras a hablar para tramitar los dolores que se han guardado por años y encontrar procesos terapéuticos idóneos para seguir sanando las heridas del país.

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