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Esa mañana, cuando llegó al jardín donde atendería la entrevista, las palabras del padre Francisco de Roux habían sonado en varios rincones del mundo. Decenas de medios de comunicación lo habían llamado para que contara los principales esclarecimientos de la guerra en Colombia. Horas antes, el martes 28 de junio de 2022, el sacerdote lideró la presentación del Informe Final de la Comisión de la Verdad, entidad que presidió durante tres años y medio, cuya misión fue escudriñar en los hechos que marcaron el conflicto armado del país y presentar una serie de hallazgos y recomendaciones para la no repetición.
Esta vez, cuando se acerca el primer aniversario de la presentación del Informe, De Roux respondió las preguntas de Colombia+20 en medio de una de sus semanas más ajetreadas. El martes, en México, recibió un doctorado Honoris Causa concedido por el Sistema Universitario Jesuita. Al día siguiente viajó a Estados Unidos, para un seminario de filosofía y conflicto.
De Roux cumplirá 80 años en dos semanas, de los cuales ha dedicado más de la mitad a trabajar por las víctimas. Lleva varios meses fuera del país, pero sigue al tanto de lo que ocurre. Asegura que Colombia no ha logrado “salir del modo guerra”, pero tiene esperanzas en que la apuesta de la “paz total” del gobierno de Gustavo Petro llegue a buen puerto.
Tras un año de la presentación del Informe Final, ¿cuáles son los principales avances en la implementación de las recomendaciones?
Pienso que la movilización nacional, que al lado de las víctimas hizo el equipo de la Comisión con muchos aliados nacionales e internacionales, puso al país en la convicción de que el cambio en serio era necesario y por eso la movilización por la verdad sigue viva en el país, no obstante las dificultades políticas e institucionales, los asesinatos y la incertidumbre que tiene todo momento de cambio. Eso me parece el avance más de fondo logrado por el esfuerzo de todos los que desde las víctimas pusimos como consigna: “Hay futuro si hay verdad”.
Rememore la entrega del Informe Final de la Comisión de la Verdad:
El presidente Petro se había comprometido a implementar las recomendaciones, pero se hundió el artículo del Plan de Desarrollo sobre el tema. ¿Ha hablado con él sobre si se mantiene ese compromiso?
Después de la decisión del Congreso de quitar el artículo sobre las recomendaciones, tuve unas palabras con él en el acto de finalización de la liquidación y entrega del Fondo Documental de la Comisión, realizado a finales de mayo. Lo sentí en la misma disposición de ir adelante con las recomendaciones. De estas, lo importante es que presentan los asuntos cruciales que tiene que resolver Colombia para que termine la violencia armada brutal contra la vida. Las formas concretas que propone la Comisión han de discutirse en los escenarios de la democracia.
Lo que ha de mantenerse es la política de Estado y sociedad para responder a la gravedad de esos asuntos que si no se solucionan no habrá nunca paz ni tranquilidad en el país y seguirá la insania de lado y lado de resolver con la guerra que se ha hecho cada vez peor en 60 años. Es indiscutible que Colombia tiene muchos logros culturales, institucionales, políticos y económicos y miles han contribuido a hacerlos posibles, pero todo eso se erige sobre una tragedia humana que día a día nos desbarata.
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“Lo que ha de mantenerse es la política de Estado y sociedad para responder a la gravedad de esos asuntos que si no se solucionan no habrá nunca paz”
Francisco de Roux
Algunas voces han advertido que “estamos olvidando el Informe Final”. ¿Qué piensa sobre eso?
Ya la Comisión no está, y por eso no existe la entidad del Estado que tenía la autoridad y los recursos para la tarea pedagógica y la enorme presencia pública que se hizo durante la movilización. Eso no quiere decir que se haya olvidado el Informe. La labor de pedagogía y socialización se ha mantenido tanto en Colombia como fuera del país. De eso hemos sido testigos los integrantes de la Comisión.
Vea: ¿Ya olvidamos el Informe Final de la Comisión de la Verdad?
La plataforma digital que produjimos justo con la intención de permanencia en el tiempo lleva más de 1,7 millones de visitas en 11 meses, lo que significa más de 13.000 visitas diarias. Hay más de 5.000 colegios vinculados con procesos de pedagogía del Informe Final para los distintos grados de bachillerato, casi todas las universidades del país nos han invitado a espacios de conversación y pedagogía durante este año, sin mencionar los espacios, eventos y reconocimientos en el exterior. La Universidad de Notre Dame ha colocado a nivel mundial el acceso en redes de los contenidos de la movilización y del Informe, el Fondo Documental ha pasado a manos de la JEP con la administración del Archivo General de la Nación y hay una copia encriptada que protege el Estado suizo. Hay mucho más por hacer, necesitamos una conversación permanente de país para poder transitar hacia el futuro que nos merecemos.
Uno de los desafíos que ustedes advirtieron en el informe final es que la guerra se mantiene vigente. ¿Cuáles son sus preocupaciones sobre la situación de conflicto que atraviesa el país actualmente?
Quiero llamar la atención sobre el logro inmenso que se alcanzó en la negociación entre el Estado y las FARC-EP, sea lo que fuere esa negociación exitosa es única en el mundo y exige ser protegida y llevada a su implementación hasta el final. Me preocupa el que no acabamos de salir del modo de guerra, de enemigos internos, señalamientos, activación de odios, conspiraciones, peleas inútiles de lado y lado en las que se quema el tiempo que se tiene para llegar a acuerdos y hacer los cambios necesarios. Colombia escogió el cambio cuando eligió para la segunda vuelta a los dos candidatos que de diversas formas lo ofrecieron. Y ahora estamos a punto de perdernos en la misma palabrería política estéril, en lugar de poner el debate y la negociación en los grandes asuntos y negociar transformaciones profundas, con la perspectiva de un país sin más guerras, sin más víctimas, capaz de contener la riqueza de sus diferencias, que piensa en los niños de hoy y de mañana y tiene el coraje de la reconciliación.
“Me preocupa el que no acabamos de salir del modo de guerra, de enemigos internos, señalamientos, activación de odios, conspiraciones, peleas inútiles de lado y lado en las que se quema el tiempo que se tiene para llegar a acuerdos y hacer los cambios necesarios”
Francisco de Roux
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El gobierno de Gustavo Petro plantea buscar la paz con los principales grupos armados y criminales del país. ¿Cómo ve esa apuesta de tener siete mesas de diálogo en simultanea?
La Comisión recomendó la salida negociada con todos los grupos armados con política y las conversaciones para el sometimiento a la justicia de las organizaciones armadas y violentas del narcotráfico. La dimensión de la simultaneidad es parte del proceso, tiene todo sentido, necesita una planeación y rigor. Difícil porque son problemas con muchos elementos imprevisibles y requiere mucha escucha de los distintos grupos de la sociedad que se ven impactados por la diversidad de las violencias.
¿Qué no puede olvidar el Gobierno para que ese proyecto salga bien?
Que la inmensa mayoría del país quiere el cambio y quiere estar en el proceso del cambio, que un proceso de cambio es controversial porque entra en riesgos y temores y hay que escuchar. Las críticas, aun las más duras, no hay que recibirlas como declaraciones de guerra sino como expresiones de intereses que hay que atender; que no hay que aflojar en nada en cambiar lo que haya que cambiar para que la vida con dignidad y la protección de la naturaleza sean posibles, pero que entre menos se busque el protagonismo personal tanto más grandes serán los logros y serán de muchos incluidos los que no están de acuerdo con todo, y finalmente que el presidente continúe en la determinación de poner primero el dolor humano de las víctimas, y el dolor de la naturaleza.
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Usted ha dicho desde hace años que Colombia debe buscar “la paz grande”. ¿Identifica la “paz total” de Petro con su planteamiento?
Sí, la idea de la “paz grande” hace referencia a un proceso que compromete a cada persona, a todos los grupos de la sociedad, la reconciliación nacional y desde allí a los acuerdos políticos, económicos y sociales. Esa idea incluye la “paz total” con todos los grupos armados, pero a partir de una sostenida convocatoria nacional de todos los ciudadanos desde todos los lugares. El futuro lo construimos entre todos y todas hasta donde sea posible o no habrá posibilidad seria y tranquila para nadie.
El diálogo más avanzado es con el ELN. ¿Cómo ha visto ese proceso?
No he seguido los detalles del proceso pero tengo la impresión de que nunca antes se había ido tan lejos, de parte y parte con el ELN. Eso me da esperanzas. Pero tengo tres preocupaciones: que el ELN exija transformaciones estructurales puestas en marcha como condición para firmar la paz; que se plantee como condición de la firma la participación organizada y acogida constitucionalmente y en marcha de la sociedad total, en términos imposibles durante este periodo presidencial, porque esta idea de democracia directa tiene sentido, pero exige transformaciones que requieren mucho más de tres años, y tercero, que la gente está esperando que el ELN diga que ha decidido hacer la paz durante este Gobierno.
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El ELN sabe que con excepción de grupos pequeños de liderazgos y organizaciones de territorios que dominan, cerca de 50 millones de colombianas y colombianos sienten que todos los que están en la guerra están contra el pueblo y ven al ELN como a otro perpetrador de la victimización insoportable. Es muy importante la participación de la sociedad civil en el proceso siempre preservando su naturaleza intrínseca: independiente y autónoma del ELN y del Gobierno.
En general, los grupos que se han sumado a la “paz total” siguen cometiendo crímenes y causando daños. ¿Cuál es su opinión frente a eso?
Que no es cierto que esos grupos quieran al pueblo de Colombia. Ellos saben que la guerra alejará cada día más la posibilidad de hacer los cambios necesarios y cada día de guerra aumenta el dolor de este país. Pienso que, además del esfuerzo del Estado, es indispensable una llegada en terreno de los jefes de estos grupo a hablar con personas creíbles de las comunidades y de los liderazgos espirituales, étnicos y académicos para plantearles en diálogo franco al ¡basta ya!
Erradicar las violencias requiere cambios estructurales, que son bandera de este gobierno. Sin embargo, las reformas no la han tenido fácil. ¿Qué tiene eso de fondo?
Antes he dicho de la necesidad de que el presidente, mientras mantiene la profundidad de los cambios, construya el camino con el diálogo y la incorporación de todos los posibles. Hay que añadir que lo mismo es de esperar de los partidos políticos en este momento, pero no ha habido la grandeza humana que el país reclama a pesar de que lo que está en juego es la vida de miles y la pérdida de sentido humano de nosotros. No podemos conformarnos con una paz chiquita y una política chiquita sujeta a ambiciones de corto plazo.
“No podemos conformarnos con una paz chiquita y una política chiquita sujeta a ambiciones de corto plazo”
Francisco de Roux
Si la Paz Total llega a buen puerto, el país podría necesitar de otra comisión de la verdad. ¿Qué lecciones le dejó su trabajo en la CEV para posteriores instituciones o mecanismos con objetivos similares?
Creo que si la paz lo pide hay que hacer las comisiones e instituciones necesarios. De darse un nueva comisión rescataría muchas cosas de la nuestra como la disposición total a estar al lado de las víctimas y de escuchar a los responsables, aumentaría el dialogo con los sectores que toman las decisiones en el país y ahondaría la presencia de la academia, daría más presencia a la dimensión espiritual porque creo que hay una crisis del sentido del ser humano entre nosotros, y cuidaría mucho más del equipo de personas que hacen parte de la Comisión y que son sometidas a tensiones emocionales y riesgos inmensos. Por supuesto espero que continúen la JEP (Jurisdicción Especial para la Paz) con la justicia restaurativa, y la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas con las transformaciones que sean necesarias.
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Luego de la entrega del informe usted salió del país. ¿A qué se ha dedicado desde entonces?
A seguir trabajando desde mi lugar como jesuita, desde la iglesia Católica y como ciudadano de una sociedad pluralista, por la reconciliación del país.
En 2022, durante sus últimos meses de trabajo, la Comisión recibió una serie de ataques para deslegitimar su labor y el Informe Final. Un año después, ¿cómo ve el efecto de eso?
Veo muy importantes las críticas sólidas y los análisis reflexivos de quienes han estudiado a fondo los documentos. La Comisión estableció una plataforma, un nuevo punto de partida bien fundamentado, para avanzar en la conversación y llegar a soluciones serias en democracia, pero nunca hay una última palabra en la búsqueda de la verdad. El Informe Final inevitablemente es polémico porque toca muchos intereses y está llevado por el objetivo de la verdad de las víctimas y no por la preocupación de satisfacer expectativas de grupos, instituciones o partidos. A la crítica de partidos políticos en campaña no voy a responder porque nosotros no estamos haciendo campaña. Damos la bienvenida con entusiasmo a la deliberación, la controversia, pero siempre con rigor sabiendo que las versiones o narrativas por si solas no son verdades.
“El Informe Final inevitablemente es polémico porque toca muchos intereses y está llevado por el objetivo de la verdad de las víctimas y no por la preocupación de satisfacer expectativas de grupos, instituciones o partidos”
Francisco de Roux
La reconciliación sigue siendo un reto en este país. ¿Se puede lograr?
Sí. Y es posible si tomamos el riesgo de tener confianza los unos en los otros, y se pone la visión en el derecho de los niños a vivir en paz y el derecho de las generaciones futuras a tener la Colombia que soñamos, pero no alcanzamos a ver nosotros.
¿Cuál es su mensaje para las víctimas que siguen resistiendo al conflicto en los territorios y para el país en general?
A las víctimas, que no pierdan la esperanza y que comprendan que desde su clamor de justicia y su dolor tienen una autoridad moral que nadie tiene en Colombia para exigir el final de las guerras y de las violencias. Por eso que no restrinjan el lugar de su causa a tener reivindicaciones individuales que se merecen en justicia, sino que pongan todo lo que significan moralmente para que todos y todas podamos cambiar. Agradecerles la generosidad que han tenido en la búsqueda de la paz y las enormes contribuciones que hacen a diario para construir un futuro reconciliado. Al país, que no tengamos miedo en participar positivamente, creativamente, críticamente, pero convencidos de que es posible construir un país en paz y que ello comporta cambios ineludibles.