“Me hubiera gustado avanzar más con los militares”: De Roux
El padre Francisco de Roux, quien fuera presidente de la Comisión de la Verdad, dice que les faltó comprender mejor a los grandes empresarios y a los militares. Habla de cómo la desconfianza del gobierno de Iván Duque afectó su trabajo.
Gloria Castrillón Pulido
El sacerdote jesuita Francisco de Roux dice que se quitó un gran peso de encima el día que dejó de ser comisionado de la verdad. Hoy se siente libre y, aunque nunca dejó de dar misa, de impartir sacramentos ni de meditar o de trotar cerca de cinco kilómetros al día, tiene más tiempo para pensar en cómo aportará a la reconciliación del país. Ya no quiere dar más entrevistas a los medios y está viendo si su futuro está en Estados Unidos, donde tiene invitación de dos universidades para dedicarse a la docencia. Esta es una mirada crítica al Informe Final que entregaron el 28 de junio.
¿Cómo se siente ahora que ya no es comisionado?
Me siento contento con el resultado. No es perfecto, pero fue hecho con todo el corazón, con la mayor seriedad posible. Me siento admirado de la calidad de mis compañeros de la Comisión y de la gente con la que trabajamos. Me siento impactado de las víctimas de todos los lados y de la grandeza que hay en los colombianos para enfrentar los dolores, las preguntas y las dificultades. Muy impactado también de los responsables que tuvieron el coraje y la grandeza de aceptar responsabilidades. Confiado en que hay un futuro. Queremos entregarle esperanza al país y la convicción de que Colombia es capaz de recoger su verdad y desde allí construir una alternativa de reconciliación. Que todos comprendamos que si bien nos infringimos dolores unos contra otros es posible reconocerlo y construir juntos.
(Navegue aquí en nuestra subsección sobre el Informe Final de la Comisión)
¿Cómo recibió el país el Informe?
La mayoría de los mensajes que recibimos son de agradecimiento, de aprobación, de esperanza. También recibimos críticas, unas muy valiosas porque son rigurosas, académicas o sociales señalando lo que hay que mejorar, lo que falta o lo que se puede replantear. También recibimos una adversidad política muy fuerte que en ocasiones buscaba destruir a la persona. En general, la recepción ha sido positiva.
¿Qué crítica considera acertada?
Yo hubiera querido conversar más en profundidad con el gran empresariado y crear un ambiente de confianza. No logramos lo que esperábamos. De parte de ellos hay temor a las generalizaciones, a que se afecte su reputación y esto afecte los negocios. Ellos tenían la idea de que estábamos haciendo una tarea de la izquierda que ha cuestionado el capitalismo y ha cuestionado el modelo económico y que teníamos una visión crítica que no comprende el esfuerzo de los empresarios por crear empleo, por sacar adelante el país. De nuestro lado hay poco conocimiento de la cultura empresarial, de las cosas que le importan al empresario y de los riesgos que corrieron en medio de las dificultades del conflicto armado interno.
¿Y con los militares?
Me hubiera gustado avanzar muchísimo más. Las relaciones fueron frecuentes, tuvimos más de 60 reuniones y recibimos por lo menos 80 documentos y libros por parte de ellos, pero también había un problema de desconfianza. Y de parte de nosotros poco conocimiento del mundo militar. Hubiésemos necesitado más tiempo para poder ahondar en los temas. Este mundo militar está absolutamente convencido de que todo lo que hicieron era correcto y que la solución a los problemas del país era la vía armada. Nosotros íbamos con otra aproximación: el país tiene que salirse del “modo guerra” y tiene que encontrar un camino distinto, basado en la confianza que debemos darnos unos a otros.
(Lea también: Parqueadero Padilla: 481 personas habrían dado dinero a “paras”)
Se criticó la procedencia de las personas que integraban la Comisión por ser de izquierda y eso generó desconfianzas, ¿cree que faltó diversidad?
Ese fue el equipo que nos dieron, nosotros no lo creamos. Fue establecido por el Comité de Escogencia, que fue absolutamente independiente del gobierno y de las Farc. Ninguno de nosotros era militante de algún partido político, ni de izquierda ni de derecha. Sí teníamos una característica muy clara y era una gran sensibilidad por las heridas de Colombia, por el sufrimiento de las víctimas. Tuvimos a un exmiembro de las Fuerzas Militares. A él no le fue fácil estar con nosotros y tampoco a nosotros nos fue fácil estar con él. Yo hubiera querido que estuviese hasta el final, pero se retiró cinco o seis semanas antes de que terminara el mandato de la Comisión, por eso no alcanzamos a buscar una persona que lo reemplazara.
¿Cómo vio usted el trabajo del mayor Carlos Ospina y su salida de la Comisión?
El mayor Ospina, desde el principio, se hizo a la idea de que nosotros éramos un grupo de izquierda que queríamos desarrollar una narrativa contra el Estado y contra el Ejército colombiano y, francamente, no fue posible que se saliera de esa posición ni que se incorporara a las discusiones del grupo. Nosotros aprobamos una metodología, que él aprobó, y definimos cuáles eran los documentos que constituirían los volúmenes del Informe Final y cómo los íbamos a trabajar colectivamente. Él tuvo un equipo, pagado por la Comisión, para trabajar. Él hubiese podido hacer una gran contribución pero, excepto tres aportes que se tuvieron en cuenta y varios memorandos críticos, en lugar de leer los textos que estábamos trabajando y entregar escritos para la discusión y participar en los debates, se puso a escribir otros volúmenes, por su lado, que no habían sido aprobados para el Informe Final. Un día se presentó a pedir que eso que él había hecho por su cuenta y que no había sido discutido en el pleno, fuera uno de los volúmenes del Informe Final y que la Comisión debía publicarlo. Esto era contrario a lo habíamos acordado y hubo que decirle que esos volúmenes no podían ser parte del Informe. Quedaron como parte del archivo de la Comisión.
¿Usted pudo conversar con él antes de que se fuera?
Sí, claro. Aquí mismo, en esta sala (en la casa de los Jesuitas) estuvimos conversando, vino a traerme su renuncia y le pedí que no se fuera, se lo dije en todas las formas. Incluso los comisionados se sentían molestos por el esfuerzo que yo hacía por contenerlo, porque él actuaba por fuera del reglamento interno y en ocasiones en contra del grupo. La conversación fue muy tranquila. Él me puso las objeciones que tenía. Le contesté que no podíamos publicar esos documentos como parte del Informe Final porque no habían sido analizados ni discutidos por el pleno. Él lo recibió muy tranquilo, insistió en la renuncia irrevocable y se despidió. Para ese momento ya tenía una entrevista grabada, crítica contra la Comisión, que fue emitida a los cinco minutos de su salida de nuestra conversación. Quiero ser franco, el dolor de él por las víctimas militares durante el conflicto es un dolor sincero. Y él llegó a la Comisión a trabajar por las víctimas militares y en algunos momentos en las reflexiones trajo elementos conceptuales de comprensión del Ejército y de su manera de ver el Estado que fueron importantes para nosotros.
(Vea: “No estoy negando ni contradiciendo lo que dice el informe”: Francisco de Roux)
Algunos piensan que el mayor Ospina fue instrumentalizado por un sector político y los militares en retiro para atacar a la Comisión...
No quisiera meterme en eso. Pero puedo decirle que nosotros en la Comisión no nos consideramos representantes de ningún grupo. Y creo que él nunca dejó de pensar que él estaba allí como representante de las Fuerzas Armadas. Y eso, por supuesto, complicaba las cosas. Todos los comisionados estábamos allí para buscar la verdad de las víctimas de todos los lados y ninguno estaba en representación de grupo alguno de la sociedad o institución del Estado. Él aportó elementos útiles que se tuvieron en cuenta, pero no leyó los documentos que habíamos aprobado para el Informe.
¿Qué significó trabajar durante un gobierno que fue adverso al Acuerdo, a la Comisión y a usted?
Trabajamos en un gobierno que se sintió muy incómodo con nuestra tarea. Debo decir que el presidente Iván Duque nos respetó y respetó los recursos públicos y de cooperación que nos fueron asignados, pero no nos tenía confianza. Las críticas iniciales que se hicieron a todo el sistema y particularmente a la JEP, la inseguridad manifiesta por el asesinato de los líderes y de excombatientes de las Farc, la ausencia de un liderazgo que convocara al país a avanzar a la paz a fondo, todo nos daba para pensar que si bien éramos una institución del Estado, la dirección del Estado no estaba con nosotros.
¿Eso afectó su trabajo?
Obviamente si hubiéramos tenido un presidente que por lo menos una vez hubiera hablado bien de la Comisión de la Verdad y hubiera invitado al país a aceptar y apoyar lo que nosotros estábamos haciendo, y si los ministros hubieran creado un entusiasmo por la tarea, muy seguramente hubiéramos podido hacer mucho más. Si se hubiera creado un horizonte de confianza con las Fuerzas Militares, todo hubiera sido distinto. Pero hicimos la tarea a pesar de todo eso y con un gran apoyo de la comunidad internacional, que protegió lo que estábamos haciendo.
(Vea: Francisco de Roux afirma que “falsos positivos” no fueron una política de Estado)
A usted el presidente Duque le entregó unos documentos que, según él, contenían la verdad, ¿cómo fue eso?
Una de las muestras de la desconfianza que había sobre nosotros fue el acto solemne en que el presidente de la República nos entregó el libro de la contribución a la verdad de los militares para que se incorporara al informe. Lo leímos y el texto se cita varias veces en el Informe Final. Cuando el presidente se dirigió a mí, delante de todo el público, y me dijo: “Padre, usted sabe que la verdad no es sino una y aquí se la entrego”, toda la gente invitada y la cúpula militar se pusieron de pie para aplaudir. Me quedé sentado junto con Eduardo Cifuentes, presidente de la JEP, porque no estoy de acuerdo en que hay una sola verdad y menos que sea la verdad del Estado. Lo que nosotros entregamos no es una verdad acabada; es un documento con verdades muy serias que ponemos a la discusión para que se enriquezcan, se complementen, para que se corrijan si hay datos y otras interpretaciones que expliquen mejor.
¿Qué piensa de los documentos que entregaron los militares a la Comisión?
Quiero agradecer esa contribución. Aportes como el informe Génesis, que recoge el conocimiento público que tienen las Fuerzas Militares sobre las Farc y que nos entregó el general Mejía cuando era comandante general de las Fuerzas Militares, nos fueron muy útiles. Los otros documentos son análisis hechos con el propósito de proteger la legitimidad de las fuerzas de seguridad del Estado y esto es comprensible, pero problemático cuando se trata de buscar la verdad. Da lugar a una versión apologética, de defensa de la institución que es importante para crear sentido de pertenencia e identidad para el soldado y esto aporta a la unidad y lealtad corporativa y al entusiasmo por la causa. Pero eso no da lugar a un análisis histórico desinteresado donde lo que importa es la verdad de los hechos, así sea incómoda para la propia institución. La verdad no se construye. Se construye el método, pero la verdad hay que buscarla siempre.
¿Qué cosas se hubieran podido hacer mejor?
Yo hubiese querido tener un contraste más fuerte, de tal suerte que la conversación con los otros puntos de vista hubiese sido más de fondo.
Si bien tuvimos tres años y siete meses de trabajo, cada vez que profundizábamos en un tema nos dábamos cuenta de que faltaban más cosas por conocer. Y eso que – en medio de la emergencia por el Covid- recibimos de la Corte Constitucional la posibilidad de terminar el informe una vez acabada de la campaña política, lo cual fue muy importante. Yo hubiese querido tener un contraste más fuerte, de tal suerte que la conversación con los otros puntos de vista hubiese sido más de fondo. Quiero decir que se hizo un esfuerzo muy grande, se contrastaron más de mil documentos, se tuvieron más de cincuenta actos de reconocimiento en los que lo responsables reconocieron la verdad del mal que causaron ante las víctimas, pero ojalá hubiésemos tenido más tiempo para contrastar más con las organizaciones sociales y de víctimas y sociales, con el mundo académico. También nos hizo falta escuchar a empresarios, políticos, burócratas y militares que fueron responsables. Teníamos limitaciones y no éramos como la JEP que tiene el poder de llamar a los comparecientes. Nosotros únicamente podíamos hacer una invitación voluntaria a los que quisiesen venir y se nos quedaron muchas personas por fuera. Afortunadamente pudimos tener a todos los expresidentes vivos. Sin embargo, quiero insistir en que el esfuerzo fue inmenso por incorporar todo lo posible del gran acumulado que hay en Colombia sobre el conocimiento de la violencia.
Usted es una persona que conoce muy bien el país, que se ha aproximado a todos los grupos armados, no es fácil de sorprender, ¿qué le sorprendió?
Me sorprendió, en primer lugar, la magnitud del crimen de los falsos positivos y el dolor inconmensurable de las mamás y de los demás miembros de las familias de los miles de jóvenes que fueron engañados y asesinados. Me sorprendió encontrar que en este crimen de lesa humanidad lleva al máximo de gravedad de la responsabilidad del Estado en el asesinato perpetrado por varios miles de funcionarios públicos armados, supuestamente para proteger la vida de todos los colombianos, y que actuaron en complicidad con miembros de la fiscalía y de la policía. En mi sentir esto, además de poner en primer plano la pregunta indignada de mamás y papás, “¿Quién dio la orden?” que toca el corazón del Estado, evidencia una corrupción moral corporativa inmensa e inexplicable, también demoledora para la gente honrada que hay en el ejército.
Le puede interesar: Sargento relata cómo “legalizaban” los falsos positivos
Me sorprendió la multitud de niños y niñas llevadas a la guerra por la guerrilla y los paramilitares y no me imaginaba que los números y las manipulaciones y las violaciones hubieran sido de tales proporciones. Me sorprendieron los relatos de ignominia del trato que recibieron las decenas de miles de secuestrados. Me sorprendió el coraje de la multitud sobre todo de mujeres que busca a más de ciento veinte mil desaparecidos. Me sorprendió la perplejidad de los soldados y policías sin piernas ni brazos por las minas antipersona y el reclamo de las viudas de militares que se llevaron los guerrilleros a la selva y nunca volvieron. Me sorprendió el desprecio con que nosotros como sociedad hemos tratado a los grupos étnicos indígenas y negros, raizales y rrom, y la forma como al obrar así hemos destruido nuestro propio valor humano. Y me sorprendió encontrar, sin embargo, en organizaciones de víctimas y sobrevivientes, en grupos populares y de jóvenes, en asociaciones campesinas y de memoria, en comunidades de Iglesia y maestros, en resguardos y comunidades negreas, entre mujeres y grupos LGTBI la decisión de seguir luchando por el futuro y por la paz.
Me sorprendió encontrar que el paramilitarismo, no fue simplemente los hermanos Castaño saliendo a matar a gente para tratar de legitimarse como los campeones contra la subversión sino un entramado en el que había políticos, algunos empresarios, militares, policías, narcotráfico. Me sorprendió la magnitud de la presencia del narcotráfico en el país. La cantidad de políticos que recibieron plata del narcotráfico. Me sorprendió la actitud generosa de muchas víctimas que lejos de pedir venganza, pidieron que su dolor no se repitiera. Me sorprendió el coraje de soldados sin piernas que hoy en día son profesionales y hablan de la paz. Me sorprendió que los excombatientes de la Farc fueron acrecentando la sinceridad y la decisión de reconocer ante las víctimas y públicamente, las equivocaciones y de los crímenes de que fueron responsables en la guerra y su determinación de continuar en la paz a pesar de todos los obstáculos. Me sorprendió el arrepentimiento y la transparencia como oficiales de alto rango del ejército reconocieron ante las familias y delante de la televisión los asesinatos de falsos positivos. Y me sorprendió encontrarme con gente que negaba todo y no quería reconocer absolutamente nada.
Finalmente me sorprendió de mí mismo y de todos nosotros, colombianos y colombianas, nuestra ausencia de conciencia sobre lo que estaba pasando con nosotros mismos – por supuesto con la excepción de quienes no dejaron de resistir – pero no pude evitar que creciera en mi la pregunta sobre ¿dónde estábamos nosotros en esta tragedia humana inmensa, por qué lo permitimos, acaso no era nuestra propia dignidad la que se estaba haciendo trizas?
¿Qué va a hacer usted después de todo esto? ¿Cómo ve usted el informe en diez años?
Me quiero dedicar a la reconciliación de este país. Eso es lo que más me importa. Pero a partir de la verdad, estoy convencido que sin la verdad no se puede. Mi gran interés, confieso, es que comprendamos que la tragedia que vivimos es parte de nuestra identidad. Que incorporemos nuestro dolor y nuestra responsabilidad con las victimas a nuestra historia. Que los sepan los niños y los jóvenes. Somos esos diez millones de víctimas que murieron y que sobrevivieron heridos emocional y físicamente de esa guerra absurda, así como somos también un país bellísimamente intercultural, interétnico, rico en ecología y muy creativo y capaz. Un país que quiere definitivamente salir del “modo guerra”, que nunca más quiere pensar en enemigos internos ni en armas en la política. Un país que tiene que salir del narcotráfico por caminos eficaces que no son la guerra, un país que vuelve a recuperar al campesinado, y que trabaja desde los territorios por la inclusión y la equidad y la protección de nuestros ríos y selvas.
Este es un momento de paz total, de diálogos regionales, ¿se ve en esas búsquedas?
Sí, me veo ahí, para contribuir desde el lugar donde me encuentre. Y lo haré conversando desde el Informe que hemos producido. En el diálogo y la búsqueda. Al principio, en la Comisión, pensábamos que a este informe le iba a pasar lo de muchos otros informes de Comisiones de la Verdad, que vendría un rechazo, por lo que veíamos en el Gobierno anterior y que por allá en 10 años lo sacarían y nos iban a dar la razón. Pero nos pasó al revés; salió el informe y el nivel de aceptación ha desbordado nuestras expectativas. Y el presidente Petro ha dicho que hará cumplir “a rajatabla” las recomendaciones que hicimos a partir del clamor de las víctimas. Y creo que si las cosas siguen en la dirección de lo que este gobierno está planteando y los próximos gobiernos avanzan en esa dirección y sobre todo los jóvenes lo hacen, vamos a salir adelante. Construiremos desde la riqueza de nuestras diferencias y en una ética de respeto a la dignidad igual de todos y todas el pais que se merecen los niños de Colombia.
El sacerdote jesuita Francisco de Roux dice que se quitó un gran peso de encima el día que dejó de ser comisionado de la verdad. Hoy se siente libre y, aunque nunca dejó de dar misa, de impartir sacramentos ni de meditar o de trotar cerca de cinco kilómetros al día, tiene más tiempo para pensar en cómo aportará a la reconciliación del país. Ya no quiere dar más entrevistas a los medios y está viendo si su futuro está en Estados Unidos, donde tiene invitación de dos universidades para dedicarse a la docencia. Esta es una mirada crítica al Informe Final que entregaron el 28 de junio.
¿Cómo se siente ahora que ya no es comisionado?
Me siento contento con el resultado. No es perfecto, pero fue hecho con todo el corazón, con la mayor seriedad posible. Me siento admirado de la calidad de mis compañeros de la Comisión y de la gente con la que trabajamos. Me siento impactado de las víctimas de todos los lados y de la grandeza que hay en los colombianos para enfrentar los dolores, las preguntas y las dificultades. Muy impactado también de los responsables que tuvieron el coraje y la grandeza de aceptar responsabilidades. Confiado en que hay un futuro. Queremos entregarle esperanza al país y la convicción de que Colombia es capaz de recoger su verdad y desde allí construir una alternativa de reconciliación. Que todos comprendamos que si bien nos infringimos dolores unos contra otros es posible reconocerlo y construir juntos.
(Navegue aquí en nuestra subsección sobre el Informe Final de la Comisión)
¿Cómo recibió el país el Informe?
La mayoría de los mensajes que recibimos son de agradecimiento, de aprobación, de esperanza. También recibimos críticas, unas muy valiosas porque son rigurosas, académicas o sociales señalando lo que hay que mejorar, lo que falta o lo que se puede replantear. También recibimos una adversidad política muy fuerte que en ocasiones buscaba destruir a la persona. En general, la recepción ha sido positiva.
¿Qué crítica considera acertada?
Yo hubiera querido conversar más en profundidad con el gran empresariado y crear un ambiente de confianza. No logramos lo que esperábamos. De parte de ellos hay temor a las generalizaciones, a que se afecte su reputación y esto afecte los negocios. Ellos tenían la idea de que estábamos haciendo una tarea de la izquierda que ha cuestionado el capitalismo y ha cuestionado el modelo económico y que teníamos una visión crítica que no comprende el esfuerzo de los empresarios por crear empleo, por sacar adelante el país. De nuestro lado hay poco conocimiento de la cultura empresarial, de las cosas que le importan al empresario y de los riesgos que corrieron en medio de las dificultades del conflicto armado interno.
¿Y con los militares?
Me hubiera gustado avanzar muchísimo más. Las relaciones fueron frecuentes, tuvimos más de 60 reuniones y recibimos por lo menos 80 documentos y libros por parte de ellos, pero también había un problema de desconfianza. Y de parte de nosotros poco conocimiento del mundo militar. Hubiésemos necesitado más tiempo para poder ahondar en los temas. Este mundo militar está absolutamente convencido de que todo lo que hicieron era correcto y que la solución a los problemas del país era la vía armada. Nosotros íbamos con otra aproximación: el país tiene que salirse del “modo guerra” y tiene que encontrar un camino distinto, basado en la confianza que debemos darnos unos a otros.
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Se criticó la procedencia de las personas que integraban la Comisión por ser de izquierda y eso generó desconfianzas, ¿cree que faltó diversidad?
Ese fue el equipo que nos dieron, nosotros no lo creamos. Fue establecido por el Comité de Escogencia, que fue absolutamente independiente del gobierno y de las Farc. Ninguno de nosotros era militante de algún partido político, ni de izquierda ni de derecha. Sí teníamos una característica muy clara y era una gran sensibilidad por las heridas de Colombia, por el sufrimiento de las víctimas. Tuvimos a un exmiembro de las Fuerzas Militares. A él no le fue fácil estar con nosotros y tampoco a nosotros nos fue fácil estar con él. Yo hubiera querido que estuviese hasta el final, pero se retiró cinco o seis semanas antes de que terminara el mandato de la Comisión, por eso no alcanzamos a buscar una persona que lo reemplazara.
¿Cómo vio usted el trabajo del mayor Carlos Ospina y su salida de la Comisión?
El mayor Ospina, desde el principio, se hizo a la idea de que nosotros éramos un grupo de izquierda que queríamos desarrollar una narrativa contra el Estado y contra el Ejército colombiano y, francamente, no fue posible que se saliera de esa posición ni que se incorporara a las discusiones del grupo. Nosotros aprobamos una metodología, que él aprobó, y definimos cuáles eran los documentos que constituirían los volúmenes del Informe Final y cómo los íbamos a trabajar colectivamente. Él tuvo un equipo, pagado por la Comisión, para trabajar. Él hubiese podido hacer una gran contribución pero, excepto tres aportes que se tuvieron en cuenta y varios memorandos críticos, en lugar de leer los textos que estábamos trabajando y entregar escritos para la discusión y participar en los debates, se puso a escribir otros volúmenes, por su lado, que no habían sido aprobados para el Informe Final. Un día se presentó a pedir que eso que él había hecho por su cuenta y que no había sido discutido en el pleno, fuera uno de los volúmenes del Informe Final y que la Comisión debía publicarlo. Esto era contrario a lo habíamos acordado y hubo que decirle que esos volúmenes no podían ser parte del Informe. Quedaron como parte del archivo de la Comisión.
¿Usted pudo conversar con él antes de que se fuera?
Sí, claro. Aquí mismo, en esta sala (en la casa de los Jesuitas) estuvimos conversando, vino a traerme su renuncia y le pedí que no se fuera, se lo dije en todas las formas. Incluso los comisionados se sentían molestos por el esfuerzo que yo hacía por contenerlo, porque él actuaba por fuera del reglamento interno y en ocasiones en contra del grupo. La conversación fue muy tranquila. Él me puso las objeciones que tenía. Le contesté que no podíamos publicar esos documentos como parte del Informe Final porque no habían sido analizados ni discutidos por el pleno. Él lo recibió muy tranquilo, insistió en la renuncia irrevocable y se despidió. Para ese momento ya tenía una entrevista grabada, crítica contra la Comisión, que fue emitida a los cinco minutos de su salida de nuestra conversación. Quiero ser franco, el dolor de él por las víctimas militares durante el conflicto es un dolor sincero. Y él llegó a la Comisión a trabajar por las víctimas militares y en algunos momentos en las reflexiones trajo elementos conceptuales de comprensión del Ejército y de su manera de ver el Estado que fueron importantes para nosotros.
(Vea: “No estoy negando ni contradiciendo lo que dice el informe”: Francisco de Roux)
Algunos piensan que el mayor Ospina fue instrumentalizado por un sector político y los militares en retiro para atacar a la Comisión...
No quisiera meterme en eso. Pero puedo decirle que nosotros en la Comisión no nos consideramos representantes de ningún grupo. Y creo que él nunca dejó de pensar que él estaba allí como representante de las Fuerzas Armadas. Y eso, por supuesto, complicaba las cosas. Todos los comisionados estábamos allí para buscar la verdad de las víctimas de todos los lados y ninguno estaba en representación de grupo alguno de la sociedad o institución del Estado. Él aportó elementos útiles que se tuvieron en cuenta, pero no leyó los documentos que habíamos aprobado para el Informe.
¿Qué significó trabajar durante un gobierno que fue adverso al Acuerdo, a la Comisión y a usted?
Trabajamos en un gobierno que se sintió muy incómodo con nuestra tarea. Debo decir que el presidente Iván Duque nos respetó y respetó los recursos públicos y de cooperación que nos fueron asignados, pero no nos tenía confianza. Las críticas iniciales que se hicieron a todo el sistema y particularmente a la JEP, la inseguridad manifiesta por el asesinato de los líderes y de excombatientes de las Farc, la ausencia de un liderazgo que convocara al país a avanzar a la paz a fondo, todo nos daba para pensar que si bien éramos una institución del Estado, la dirección del Estado no estaba con nosotros.
¿Eso afectó su trabajo?
Obviamente si hubiéramos tenido un presidente que por lo menos una vez hubiera hablado bien de la Comisión de la Verdad y hubiera invitado al país a aceptar y apoyar lo que nosotros estábamos haciendo, y si los ministros hubieran creado un entusiasmo por la tarea, muy seguramente hubiéramos podido hacer mucho más. Si se hubiera creado un horizonte de confianza con las Fuerzas Militares, todo hubiera sido distinto. Pero hicimos la tarea a pesar de todo eso y con un gran apoyo de la comunidad internacional, que protegió lo que estábamos haciendo.
(Vea: Francisco de Roux afirma que “falsos positivos” no fueron una política de Estado)
A usted el presidente Duque le entregó unos documentos que, según él, contenían la verdad, ¿cómo fue eso?
Una de las muestras de la desconfianza que había sobre nosotros fue el acto solemne en que el presidente de la República nos entregó el libro de la contribución a la verdad de los militares para que se incorporara al informe. Lo leímos y el texto se cita varias veces en el Informe Final. Cuando el presidente se dirigió a mí, delante de todo el público, y me dijo: “Padre, usted sabe que la verdad no es sino una y aquí se la entrego”, toda la gente invitada y la cúpula militar se pusieron de pie para aplaudir. Me quedé sentado junto con Eduardo Cifuentes, presidente de la JEP, porque no estoy de acuerdo en que hay una sola verdad y menos que sea la verdad del Estado. Lo que nosotros entregamos no es una verdad acabada; es un documento con verdades muy serias que ponemos a la discusión para que se enriquezcan, se complementen, para que se corrijan si hay datos y otras interpretaciones que expliquen mejor.
¿Qué piensa de los documentos que entregaron los militares a la Comisión?
Quiero agradecer esa contribución. Aportes como el informe Génesis, que recoge el conocimiento público que tienen las Fuerzas Militares sobre las Farc y que nos entregó el general Mejía cuando era comandante general de las Fuerzas Militares, nos fueron muy útiles. Los otros documentos son análisis hechos con el propósito de proteger la legitimidad de las fuerzas de seguridad del Estado y esto es comprensible, pero problemático cuando se trata de buscar la verdad. Da lugar a una versión apologética, de defensa de la institución que es importante para crear sentido de pertenencia e identidad para el soldado y esto aporta a la unidad y lealtad corporativa y al entusiasmo por la causa. Pero eso no da lugar a un análisis histórico desinteresado donde lo que importa es la verdad de los hechos, así sea incómoda para la propia institución. La verdad no se construye. Se construye el método, pero la verdad hay que buscarla siempre.
¿Qué cosas se hubieran podido hacer mejor?
Yo hubiese querido tener un contraste más fuerte, de tal suerte que la conversación con los otros puntos de vista hubiese sido más de fondo.
Si bien tuvimos tres años y siete meses de trabajo, cada vez que profundizábamos en un tema nos dábamos cuenta de que faltaban más cosas por conocer. Y eso que – en medio de la emergencia por el Covid- recibimos de la Corte Constitucional la posibilidad de terminar el informe una vez acabada de la campaña política, lo cual fue muy importante. Yo hubiese querido tener un contraste más fuerte, de tal suerte que la conversación con los otros puntos de vista hubiese sido más de fondo. Quiero decir que se hizo un esfuerzo muy grande, se contrastaron más de mil documentos, se tuvieron más de cincuenta actos de reconocimiento en los que lo responsables reconocieron la verdad del mal que causaron ante las víctimas, pero ojalá hubiésemos tenido más tiempo para contrastar más con las organizaciones sociales y de víctimas y sociales, con el mundo académico. También nos hizo falta escuchar a empresarios, políticos, burócratas y militares que fueron responsables. Teníamos limitaciones y no éramos como la JEP que tiene el poder de llamar a los comparecientes. Nosotros únicamente podíamos hacer una invitación voluntaria a los que quisiesen venir y se nos quedaron muchas personas por fuera. Afortunadamente pudimos tener a todos los expresidentes vivos. Sin embargo, quiero insistir en que el esfuerzo fue inmenso por incorporar todo lo posible del gran acumulado que hay en Colombia sobre el conocimiento de la violencia.
Usted es una persona que conoce muy bien el país, que se ha aproximado a todos los grupos armados, no es fácil de sorprender, ¿qué le sorprendió?
Me sorprendió, en primer lugar, la magnitud del crimen de los falsos positivos y el dolor inconmensurable de las mamás y de los demás miembros de las familias de los miles de jóvenes que fueron engañados y asesinados. Me sorprendió encontrar que en este crimen de lesa humanidad lleva al máximo de gravedad de la responsabilidad del Estado en el asesinato perpetrado por varios miles de funcionarios públicos armados, supuestamente para proteger la vida de todos los colombianos, y que actuaron en complicidad con miembros de la fiscalía y de la policía. En mi sentir esto, además de poner en primer plano la pregunta indignada de mamás y papás, “¿Quién dio la orden?” que toca el corazón del Estado, evidencia una corrupción moral corporativa inmensa e inexplicable, también demoledora para la gente honrada que hay en el ejército.
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Me sorprendió la multitud de niños y niñas llevadas a la guerra por la guerrilla y los paramilitares y no me imaginaba que los números y las manipulaciones y las violaciones hubieran sido de tales proporciones. Me sorprendieron los relatos de ignominia del trato que recibieron las decenas de miles de secuestrados. Me sorprendió el coraje de la multitud sobre todo de mujeres que busca a más de ciento veinte mil desaparecidos. Me sorprendió la perplejidad de los soldados y policías sin piernas ni brazos por las minas antipersona y el reclamo de las viudas de militares que se llevaron los guerrilleros a la selva y nunca volvieron. Me sorprendió el desprecio con que nosotros como sociedad hemos tratado a los grupos étnicos indígenas y negros, raizales y rrom, y la forma como al obrar así hemos destruido nuestro propio valor humano. Y me sorprendió encontrar, sin embargo, en organizaciones de víctimas y sobrevivientes, en grupos populares y de jóvenes, en asociaciones campesinas y de memoria, en comunidades de Iglesia y maestros, en resguardos y comunidades negreas, entre mujeres y grupos LGTBI la decisión de seguir luchando por el futuro y por la paz.
Me sorprendió encontrar que el paramilitarismo, no fue simplemente los hermanos Castaño saliendo a matar a gente para tratar de legitimarse como los campeones contra la subversión sino un entramado en el que había políticos, algunos empresarios, militares, policías, narcotráfico. Me sorprendió la magnitud de la presencia del narcotráfico en el país. La cantidad de políticos que recibieron plata del narcotráfico. Me sorprendió la actitud generosa de muchas víctimas que lejos de pedir venganza, pidieron que su dolor no se repitiera. Me sorprendió el coraje de soldados sin piernas que hoy en día son profesionales y hablan de la paz. Me sorprendió que los excombatientes de la Farc fueron acrecentando la sinceridad y la decisión de reconocer ante las víctimas y públicamente, las equivocaciones y de los crímenes de que fueron responsables en la guerra y su determinación de continuar en la paz a pesar de todos los obstáculos. Me sorprendió el arrepentimiento y la transparencia como oficiales de alto rango del ejército reconocieron ante las familias y delante de la televisión los asesinatos de falsos positivos. Y me sorprendió encontrarme con gente que negaba todo y no quería reconocer absolutamente nada.
Finalmente me sorprendió de mí mismo y de todos nosotros, colombianos y colombianas, nuestra ausencia de conciencia sobre lo que estaba pasando con nosotros mismos – por supuesto con la excepción de quienes no dejaron de resistir – pero no pude evitar que creciera en mi la pregunta sobre ¿dónde estábamos nosotros en esta tragedia humana inmensa, por qué lo permitimos, acaso no era nuestra propia dignidad la que se estaba haciendo trizas?
¿Qué va a hacer usted después de todo esto? ¿Cómo ve usted el informe en diez años?
Me quiero dedicar a la reconciliación de este país. Eso es lo que más me importa. Pero a partir de la verdad, estoy convencido que sin la verdad no se puede. Mi gran interés, confieso, es que comprendamos que la tragedia que vivimos es parte de nuestra identidad. Que incorporemos nuestro dolor y nuestra responsabilidad con las victimas a nuestra historia. Que los sepan los niños y los jóvenes. Somos esos diez millones de víctimas que murieron y que sobrevivieron heridos emocional y físicamente de esa guerra absurda, así como somos también un país bellísimamente intercultural, interétnico, rico en ecología y muy creativo y capaz. Un país que quiere definitivamente salir del “modo guerra”, que nunca más quiere pensar en enemigos internos ni en armas en la política. Un país que tiene que salir del narcotráfico por caminos eficaces que no son la guerra, un país que vuelve a recuperar al campesinado, y que trabaja desde los territorios por la inclusión y la equidad y la protección de nuestros ríos y selvas.
Este es un momento de paz total, de diálogos regionales, ¿se ve en esas búsquedas?
Sí, me veo ahí, para contribuir desde el lugar donde me encuentre. Y lo haré conversando desde el Informe que hemos producido. En el diálogo y la búsqueda. Al principio, en la Comisión, pensábamos que a este informe le iba a pasar lo de muchos otros informes de Comisiones de la Verdad, que vendría un rechazo, por lo que veíamos en el Gobierno anterior y que por allá en 10 años lo sacarían y nos iban a dar la razón. Pero nos pasó al revés; salió el informe y el nivel de aceptación ha desbordado nuestras expectativas. Y el presidente Petro ha dicho que hará cumplir “a rajatabla” las recomendaciones que hicimos a partir del clamor de las víctimas. Y creo que si las cosas siguen en la dirección de lo que este gobierno está planteando y los próximos gobiernos avanzan en esa dirección y sobre todo los jóvenes lo hacen, vamos a salir adelante. Construiremos desde la riqueza de nuestras diferencias y en una ética de respeto a la dignidad igual de todos y todas el pais que se merecen los niños de Colombia.