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Hace exactamente un mes, la CEV lanzó al mundo su Informe Final. En estas cuatro semanas hemos sido testigos de relatos históricos de la guerra, recomendaciones y hallazgos que este órgano extrajudicial documentó durante su mandato en lo referente a violencia sexual, afectaciones a menores de edad, crímenes de guerra y de lesa humanidad, exilio como consecuencia del conflicto, entre otros puntos, que conectan con un legado que la Comisión le dejará a Colombia para conocer verdades de las décadas de dolor que padeció el país, para aprender de lo sucedido y no repetirlo nunca más.
En contexto: La cobertura del Informe Final de la Comisión de la Verdad
Ahora, el turno es para el volumen “No matarás”, un conjunto de relatos históricos sobre el conflicto, cuyo inicio data de 1958, año en el que el inicio del Frente Nacional da rienda a un escalamiento de la violencia bipartidista que reposaría para los años siguientes una cruenta violencia contrainsurgente. Esta narrativa histórica estuvo a cargo de la periodista y comisionada de la Verdad, Marta Ruiz.
Vea aquí el transmedia completo del Informe Final
Un punto clave que tiene este volumen es que su composición no solo está hecha a partir de relatos de víctimas, sino que también se tuvieron en cuenta voces desde el poder, bien sean expresidentes, comisionados de paz, congresistas y actores de todas las orillas de la guerra.
También, otra acotación es que el contenido no solo se centra en formas de luchas armadas ni de violencias, sino en cómo el país ha aprendido a construir paz a partir de negociaciones (muchas veces fallidas) multilaterales en escenarios complejos como el alza de guerrillas, paramilitares y narcotraficantes, como los que afrontó el expresidente Belisario Betancur en los años 80.
Todos esos años fueron irremediablemente protagonizados por altísimas tasas de homicidios y demás afectaciones colectivas, que hicieron de muchas regiones de Colombia lugares invivibles. No es casualidad que incluso antes del índice de capítulos del volumen, la CEV marcara la siguiente frase: “No matarás. El primer mandamiento de la democracia colombiana”. Y es que un sello identitario de este volumen es que el país atravesó por casi 60 años miles de series de provocaciones, agravios, represiones, lógicas de enemigo interno, guerras sucias, desplazamientos y deshumanizaciones que nos hicieron pensar, en conjunto, que podríamos estar condenados a una guerra perpetua.
Lea el volumen:
El anhelo de una democracia robusta
La década de los noventa es recordada por muchos como un periodo de tiempo ambivalente en Colombia. Así como tuvo avances históricos para el país, como la Constitución de 1991 o la desmovilización de la antigua guerrilla del M-19, en marzo de 1990, no se puede olvidar la sangre que no dejó de correr en los territorios.
Más de un tercio del total de casos de exilio por la guerra comenzaron en esa década, la política se vio permeada por diferentes actores armados en esos años y la guerra armada se centró en atacar con mayor verticalidad al oponente, así eso significara acabar con poblaciones inocentes enteras. “Es una década explicativa del entramado del narcotráfico y su financiación de la política. Cómo en la guerra la disputa por el territorio es central. Por ejemplo, el proceso de paz de Pastrana. La apertura democrática se va cerrando con violencia”, enfatizó la CEV.
El maestro Alfredo Molano Bravo fue la persona que en la CEV promovió la divulgación de este tipo de temas. Fue el comisionado que recogió la mayoría de discusiones centradas en la narrativa histórica colombiana, para dar cuenta de las tensiones políticas entre guerra y paz, entre democratización y cierre del espacio político, entre reforma social y exclusión, entre humanización y degradación. En el volumen de No matarás se ven estos diálogos centrales y deja abierta la discusión para que se introduzcan otros que sean relevantes y que, sin embargo, no se han considerado. Explícitamente, el texto hace mención al trabajo del fallecido comisionado de la Verdad.
En línea con esto y retomando la década de los 90, el volumen de la CEV priorizó narrativas que dieran cuenta que en esa década las comunidades “comenzaron a ser despojadas por parte de paramilitares que ya estaban constituidos en un proyecto nacional bajo el nombre de Autodefensas Unidas de Colombia (Auc), auspiciadas por el narcotráfico, un sector importante de las Fuerzas Militares y élites políticas y económicas. Mientras tanto, las Farc intentaron fallidamente saltar a la guerra de movimientos, apuntaladas también en los recursos de la coca. La disputa comenzó a darse por el control del territorio y la población, llegando a los niveles de violencia más altos en la historia del conflicto”.
Esto, en conjunto, tuvo como respuesta territorial un fuerte movimiento por la paz, en especial el de las mujeres. Reanudaron en el país grandes movilizaciones sociales y se gestaron experiencias de resistencia como la Guardia Indígena en el Cauca, las comunidades de paz, como la de San José de Apartadó, y los programas de desarrollo y paz; en línea con objetivos constitucionales.
De una guerra total a la firma de la paz
Comenzando el milenio, la lucha acrecentada contra las extintas Farc, el inicio de la Seguridad Democrática, el proceso de paz con los paramilitares y el inicio de las investigaciones por parapolítica y por las campañas militares masivas de ejecuciones extrajudiciales acapararon la agenda nacional. La guerra en Colombia tomó un rumbo difícil de controlar por la desconfianza institucional y los crímenes incontables en los territorios perpetrados por los grupos armados.
Hubo un quiebre de élites políticas en torno a las negociaciones de paz, como explica el volumen de la CEV, lo que terminó de polarizar al país, sin disminuir la violencia. Aún así sucedieron hitos importantísimos para la paz, como la Ley 1448 de 2011 (Ley de Víctimas), por medio de la cual esta población se volvió un actor más visible, participativo y emisor de un mensaje a los países de que la guerra debía acabar con justicia social.
El gobierno de Juan Manuel Santos, firmante de paz con las Farc, supuso también lecturas disímiles sobre la guerra y su fin, situación que lo llevó, entre otros factores, a no ganar el plebiscito por la paz en octubre de 2016. Sin embargo, a pesar de ese tropiezo, la movilización social en Colombia y el deseo masivo de superar tantos años de dolor cambiaron la narrativa belicista por construcciones de paz comunitarias, políticas y nacionales.
Como documenta la CEV en esta parte del Informe Final, “reconocer que la violencia responde a múltiples factores y no a la naturaleza de nuestra sociedad nos permite mirar al pasado, examinarnos, ofrecer un contexto y actuar de cara al futuro”.
Como epílogo, teniendo como inicio al posconflicto -tras la firma en el Teatro Colón, el 24 de noviembre de 2016, la Comisión de la Verdad manifestó una realidad agria: la paz está incompleta y está abierta la puerta a la repetición. Esto, lejos de ser una amenaza o un mensaje desalentador, quiere ser entendido como una pauta para explorar todas las alternativas de paz con los grupos armados activos que están al margen de la ley y para saber mirar el pasado con más respeto para no recaer en las mismas decisiones que cobraron tantas vidas.
Este volumen, No matarás, tiene como centro a la vida como pilar básico. Matarnos como compatriotas fue la atrocidad más grande que pudimos cometer como sociedad y en la reflexión de estas páginas está el valor, a partir de múltiples aprendizajes, de vivir y compartir en paz.