‘El problema con las drogas nunca debió ser una guerra’: comisionada Marta Ruiz
En el volumen “No matarás”, que es la narrativa histórica del conflicto en el Informe Final de la Comisión de la Verdad, se muestran factores que permitieron una guerra tan larga en el país, entre ellos el rol fundamental del narcotráfico.
El volumen No matarás, recuento histórico de la guerra en Colombia dentro del Informe Final de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad (CEV), tiene narrativas (muchas de ellas explicativas) que de forma cronológica cuentan por qué inició el conflicto y cuáles fueron los factores que le permitieron un desarrollo tan largo, casi 60 años de sufrimiento en las zonas periféricas del país.
En las 557 páginas que componen a esta entrega, los lectores se podrán encontrar con testimonios de expresidentes, excongresistas, antiguos comisionados de paz, perpetradores y víctimas del conflicto, que dentro de sus lecciones para la no repetición de la guerra dejan clara una premisa que para ellos es irrenunciable: la vida es sagrada, un pilar básico de la existencia y espacio para reflexionar sobre nosotros mismos; examinarnos para entender por qué entre hermanos nos hicimos tanto daño durante muchísimo tiempo.
En contexto: La cobertura del Informe Final de la Comisión de la Verdad
Este es un texto que en su epílogo hace un ‘jalón de orejas’ a la sociedad colombiana en su conjunto por la persistencia de las formas de violencia armada. Es un documento para repensar cómo nos queremos proyectar a futuro sin seguir repitiendo viejos errores y faltas a la dignidad del prójimo.
“Es un problema de salud pública, no de vía militar”
En la mañana de este martes, la comisionada de la Verdad, Marta Ruiz (doliente de este volumen junto al fallecido comisionado Alfredo Molano Bravo), habló ante distintos medios de comunicación sobre la estructura de No matarás, destacando puntos altos que fueron clave para el análisis que el organismo extrajudicial le dio a la guerra en Colombia. Ruiz habló de negociaciones de paz exitosas -y fallidas-, alcances territoriales de las guerrillas, trasegares paramilitares (desde los “Escopeteros” de Puerto Boyacá, pasando por las MAS, Accu y el auge de criminalidad con las Auc), continuidades de la guerra en varios departamentos y una unión entre el pasado y el presente: ¿por qué seguimos fracasando en la lucha contra las drogas?
Lea: No matarás: un “mandamiento” de la Comisión de la Verdad para no repetir la guerra
Sobre esto, la periodista y comisionada Ruiz sostuvo que una de las grandes fallas que se cometieron desde los poderes del Estado fue el acuñar a la ilegalización de los narcóticos como una guerra, como un mal que solo se podía extinguir vía militar, sin pensar en los daños a millones de familias en la ruralidad.
“El problema con las drogas nunca debió ser una guerra, siempre ha sido un problema de salud pública. ¿O es que acaso hablamos de guerra contra el alcohol u otras adicciones? Evidentemente lo que generaron los narcóticos fue un problema criminal, de seguridad también, pero no algo para combatir exclusivamente de forma militar. El tiempo le está dando la razón a ese pensamiento. Esa fórmula nunca funcionó -mucho menos después del fin de la Guerra Fría, cuando los Estados Unidos empeñaron sus esfuerzos de política exterior latinoamericana a ese campo. Para no producir tantas muertes como las que se produjeron por pensar así debemos romper ese paradigma”, insistió la comisionada.
De hecho, dentro del volumen, el expresidente Ernesto Samper reconoció que el uso de las fumigaciones con glifosato y el despliegue militar para la erradicación del problema de las drogas no eran decisiones fructíferas, que dañaron más que establecer soluciones reales y de largo plazo.
“El camino es un diálogo regional, ya Colombia no es el único país en el continente con problemas graves relacionados al narcotráfico. Brasil, Paraguay o Ecuador también viven este flagelo y para ello es clave la unión. Si durante el conflicto, personajes como Don Berna y los hermanos Castaño optaron por el narcotráfico fue porque la guerra era un escenario propicio para acumular poder. Esto tiene que acabar ahora, ya veremos si con el catastro multipropósito se muestra la tierra real, o lo más exacto posible, que tienen los narcotraficantes”, sintetizó Ruiz.
No matarás sirve también como un recordatorio para aquellos que piensan erróneamente que el narcotráfico en Colombia nació con las bonanzas marimberas de la década de los setenta. El narcotráfico no era nuevo en Colombia. “Hay registros de tráfico de sustancias psicoactivas desde los años veinte y para los años cincuenta Medellín era «un centro internacional de narcotráfico donde al igual que en Cuba existían laboratorios para el procesamiento de morfina, heroína y cocaína», sustancias que eran fabricadas y comercializadas por algunas personas de clase alta que tenían conexiones internacionales, especialmente Medellín-La Habana”, se lee en ese capítulo del Informe Final.
Vea aquí el contenido transmedia completo del Informe Final de la CEV
Industrialmente, este proceso se vio mecanizado y “perfeccionado” desde junio de 1976, cuando Pablo Escobar Gaviria inició con su negocio ilícito, que con los años lo convirtieron en uno de los capos de la droga más representativos de todos los tiempos. Es más, como señala el Informe Final, es desde esa época cuando en el país esos cultivos fueron declarados como ilícitos. Dos años después, en la presidencia de Julio César Turbay Ayala, comenzó una guerra vertical contra esas labranzas, mediante la utilización de “paraquat” (el famoso agente naranja, citado así por la Comisión de la Verdad) en el Caribe. Esto con el apoyo de EE.UU. y uno de los antecedentes al uso indiscriminado del glifosato.
¿A qué va todo esto? Simplemente a que para esta parte del Informe Final es relevante estudiar la trayectoria histórica del narcotráfico, con el fin de entender sus contextos, las decisiones de raíz que llevaron a pensar al problema de las drogas como una batalla llena de armas y sin tregua, que tuvo como mayores afectados a poblaciones campesinas inocentes.
Le puede interesar: Los guardianes de las recomendaciones de la Comisión de la Verdad
Esto no es una apología a la sumisión frente al narcotráfico, simplemente el mensaje central de No matarás: la vida es el centro de todo. Hubo acciones estatales que si en su momento oportuno se hubieran frenado o medido mejor, tal vez el conteo de muertos o afectados no sería igual de escandaloso.
Los herederos del narcotráfico: hora de negociar con ellos
Tanto el volumen, como la comisionada Ruiz, llevaron el debate sobre la historia de las organizaciones criminales asociadas al narcotráfico hacia las dinámicas de guerra que persisten durante el posconflicto. Eso incluye las proyecciones y recomendaciones que la CEV y sus comisionados tienen para la no repetición; cuestiones que a corto plazo involucran la agenda política y social del gobierno recién posesionado.
“Nuestros detractores dicen que Gustavo Petro nos dictó el Informe Final. Si compartimos algunas posturas que mencionó en campaña para parar la violencia, no significa que seamos parte de su gobierno… estamos en la obligación de ver hacia el pasado y ver experiencias para avanzar. En negociaciones hay que retomar prácticas de Barco y Betancur, y tener lecturas muy territoriales sobre los grupos que están vigentes”, dijo Ruiz, apoyada de su equipo de investigación.
En video: Sí, el Informe Final de la Comisión de la Verdad debe llegar a los colegios
Esta alusión de la comisionada está especialmente dirigida al Eln, una guerrilla inspirada inicialmente en la Revolución cubana, que con el paso de las décadas se marginó de su ideología para atarse al narcotráfico.
“En el informe hay menciones al Eln y a través de la historia podemos observar un cambio en sus continuidades, cómo perciben la democracia directa y cómo se han movido sus líneas históricas. Desde hace años han tenido voluntad de hacer pactos humanitarios para parar la guerra y creemos en que se pueden llegar a negociaciones con ellos. Claro, esto no dependerá solo de las agendas de gobierno, el debate es mucho más local… el Eln de Arauca es diferente al Eln de Chocó, por ejemplo”, concluyó Ruiz.
Una conversación nacional es obligatoria para llevar a cabo con el Eln y grupos armados activos que se dediquen al narcotráfico y a generar crisis humanitarias, que irremediablemente no cesan. Un apartado completo del volumen es dedicado a esta guerrilla y dentro de las conclusiones está explícitamente detallado que como país no estamos condenados ni a la guerra ni a la violencia.
Para ello, los modelos de seguridad y defensa deben ser repensados, nuevamente para no recaer en falencias y dualidades nefastas del pasado como: “negociar como si no hubiera guerra y pelear como si no hubiera negociación”.
El volumen No matarás, recuento histórico de la guerra en Colombia dentro del Informe Final de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad (CEV), tiene narrativas (muchas de ellas explicativas) que de forma cronológica cuentan por qué inició el conflicto y cuáles fueron los factores que le permitieron un desarrollo tan largo, casi 60 años de sufrimiento en las zonas periféricas del país.
En las 557 páginas que componen a esta entrega, los lectores se podrán encontrar con testimonios de expresidentes, excongresistas, antiguos comisionados de paz, perpetradores y víctimas del conflicto, que dentro de sus lecciones para la no repetición de la guerra dejan clara una premisa que para ellos es irrenunciable: la vida es sagrada, un pilar básico de la existencia y espacio para reflexionar sobre nosotros mismos; examinarnos para entender por qué entre hermanos nos hicimos tanto daño durante muchísimo tiempo.
En contexto: La cobertura del Informe Final de la Comisión de la Verdad
Este es un texto que en su epílogo hace un ‘jalón de orejas’ a la sociedad colombiana en su conjunto por la persistencia de las formas de violencia armada. Es un documento para repensar cómo nos queremos proyectar a futuro sin seguir repitiendo viejos errores y faltas a la dignidad del prójimo.
“Es un problema de salud pública, no de vía militar”
En la mañana de este martes, la comisionada de la Verdad, Marta Ruiz (doliente de este volumen junto al fallecido comisionado Alfredo Molano Bravo), habló ante distintos medios de comunicación sobre la estructura de No matarás, destacando puntos altos que fueron clave para el análisis que el organismo extrajudicial le dio a la guerra en Colombia. Ruiz habló de negociaciones de paz exitosas -y fallidas-, alcances territoriales de las guerrillas, trasegares paramilitares (desde los “Escopeteros” de Puerto Boyacá, pasando por las MAS, Accu y el auge de criminalidad con las Auc), continuidades de la guerra en varios departamentos y una unión entre el pasado y el presente: ¿por qué seguimos fracasando en la lucha contra las drogas?
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Sobre esto, la periodista y comisionada Ruiz sostuvo que una de las grandes fallas que se cometieron desde los poderes del Estado fue el acuñar a la ilegalización de los narcóticos como una guerra, como un mal que solo se podía extinguir vía militar, sin pensar en los daños a millones de familias en la ruralidad.
“El problema con las drogas nunca debió ser una guerra, siempre ha sido un problema de salud pública. ¿O es que acaso hablamos de guerra contra el alcohol u otras adicciones? Evidentemente lo que generaron los narcóticos fue un problema criminal, de seguridad también, pero no algo para combatir exclusivamente de forma militar. El tiempo le está dando la razón a ese pensamiento. Esa fórmula nunca funcionó -mucho menos después del fin de la Guerra Fría, cuando los Estados Unidos empeñaron sus esfuerzos de política exterior latinoamericana a ese campo. Para no producir tantas muertes como las que se produjeron por pensar así debemos romper ese paradigma”, insistió la comisionada.
De hecho, dentro del volumen, el expresidente Ernesto Samper reconoció que el uso de las fumigaciones con glifosato y el despliegue militar para la erradicación del problema de las drogas no eran decisiones fructíferas, que dañaron más que establecer soluciones reales y de largo plazo.
“El camino es un diálogo regional, ya Colombia no es el único país en el continente con problemas graves relacionados al narcotráfico. Brasil, Paraguay o Ecuador también viven este flagelo y para ello es clave la unión. Si durante el conflicto, personajes como Don Berna y los hermanos Castaño optaron por el narcotráfico fue porque la guerra era un escenario propicio para acumular poder. Esto tiene que acabar ahora, ya veremos si con el catastro multipropósito se muestra la tierra real, o lo más exacto posible, que tienen los narcotraficantes”, sintetizó Ruiz.
No matarás sirve también como un recordatorio para aquellos que piensan erróneamente que el narcotráfico en Colombia nació con las bonanzas marimberas de la década de los setenta. El narcotráfico no era nuevo en Colombia. “Hay registros de tráfico de sustancias psicoactivas desde los años veinte y para los años cincuenta Medellín era «un centro internacional de narcotráfico donde al igual que en Cuba existían laboratorios para el procesamiento de morfina, heroína y cocaína», sustancias que eran fabricadas y comercializadas por algunas personas de clase alta que tenían conexiones internacionales, especialmente Medellín-La Habana”, se lee en ese capítulo del Informe Final.
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Industrialmente, este proceso se vio mecanizado y “perfeccionado” desde junio de 1976, cuando Pablo Escobar Gaviria inició con su negocio ilícito, que con los años lo convirtieron en uno de los capos de la droga más representativos de todos los tiempos. Es más, como señala el Informe Final, es desde esa época cuando en el país esos cultivos fueron declarados como ilícitos. Dos años después, en la presidencia de Julio César Turbay Ayala, comenzó una guerra vertical contra esas labranzas, mediante la utilización de “paraquat” (el famoso agente naranja, citado así por la Comisión de la Verdad) en el Caribe. Esto con el apoyo de EE.UU. y uno de los antecedentes al uso indiscriminado del glifosato.
¿A qué va todo esto? Simplemente a que para esta parte del Informe Final es relevante estudiar la trayectoria histórica del narcotráfico, con el fin de entender sus contextos, las decisiones de raíz que llevaron a pensar al problema de las drogas como una batalla llena de armas y sin tregua, que tuvo como mayores afectados a poblaciones campesinas inocentes.
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Esto no es una apología a la sumisión frente al narcotráfico, simplemente el mensaje central de No matarás: la vida es el centro de todo. Hubo acciones estatales que si en su momento oportuno se hubieran frenado o medido mejor, tal vez el conteo de muertos o afectados no sería igual de escandaloso.
Los herederos del narcotráfico: hora de negociar con ellos
Tanto el volumen, como la comisionada Ruiz, llevaron el debate sobre la historia de las organizaciones criminales asociadas al narcotráfico hacia las dinámicas de guerra que persisten durante el posconflicto. Eso incluye las proyecciones y recomendaciones que la CEV y sus comisionados tienen para la no repetición; cuestiones que a corto plazo involucran la agenda política y social del gobierno recién posesionado.
“Nuestros detractores dicen que Gustavo Petro nos dictó el Informe Final. Si compartimos algunas posturas que mencionó en campaña para parar la violencia, no significa que seamos parte de su gobierno… estamos en la obligación de ver hacia el pasado y ver experiencias para avanzar. En negociaciones hay que retomar prácticas de Barco y Betancur, y tener lecturas muy territoriales sobre los grupos que están vigentes”, dijo Ruiz, apoyada de su equipo de investigación.
En video: Sí, el Informe Final de la Comisión de la Verdad debe llegar a los colegios
Esta alusión de la comisionada está especialmente dirigida al Eln, una guerrilla inspirada inicialmente en la Revolución cubana, que con el paso de las décadas se marginó de su ideología para atarse al narcotráfico.
“En el informe hay menciones al Eln y a través de la historia podemos observar un cambio en sus continuidades, cómo perciben la democracia directa y cómo se han movido sus líneas históricas. Desde hace años han tenido voluntad de hacer pactos humanitarios para parar la guerra y creemos en que se pueden llegar a negociaciones con ellos. Claro, esto no dependerá solo de las agendas de gobierno, el debate es mucho más local… el Eln de Arauca es diferente al Eln de Chocó, por ejemplo”, concluyó Ruiz.
Una conversación nacional es obligatoria para llevar a cabo con el Eln y grupos armados activos que se dediquen al narcotráfico y a generar crisis humanitarias, que irremediablemente no cesan. Un apartado completo del volumen es dedicado a esta guerrilla y dentro de las conclusiones está explícitamente detallado que como país no estamos condenados ni a la guerra ni a la violencia.
Para ello, los modelos de seguridad y defensa deben ser repensados, nuevamente para no recaer en falencias y dualidades nefastas del pasado como: “negociar como si no hubiera guerra y pelear como si no hubiera negociación”.