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“Este informe de la Comisión de la Verdad de Colombia comienza hablando de las víctimas y del impacto de la guerra en la sociedad. No lo hace desde el análisis histórico ni de otros aspectos que son profundamente relevantes y que entran en nuestro mandato. Lo hace desde la consideración de que reconocer este impacto y el respeto por la vida humana son el punto de partida para cualquier proceso de reconstrucción, diálogo social y propuesta de transformación”, afirmó la Comisión de la Verdad en el primero de sus hallazgos.
‘La Colombia Herida’ es el nombre que recibe este hallazgo en el que la Comisión resaltó, entre otras, que “durante décadas las víctimas no han sido visibles para el país” y que fue a partir de las movilizaciones contra el secuestro y las demandas de movimientos sociales, de derechos humanos y víctimas como el Movimiento de Crímenes de Estado (Movice) que se dieron los primeros pasos para plantear las demandas de reconocimiento y reparación.
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Según explica la Comisión de la Verdad en el Capítulo de Síntesis, Hallazgos y Recomendaciones, esto se debe a un estado de naturalización de la violencia en la que cayó la población colombiana y en la que se normalizó la guerra e, incluso, llegó a ser justificada. En el documento se muestra cómo la guerra afectó principalmente a zonas rurales, y especialmente a poblaciones históricamente discriminadas como los pueblos étnicos, afrodescendientes, las mujeres y los menores de edad terminaron siendo las principales víctimas de estos hechos (ver gráfica).
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Cuerpos de mujeres violentadas, ríos contaminados por la sangre de la guerra donde reposan los restos de cientos de personas que aún sus familiares continúan buscando, familias destruidas, población en el exilio, entre muchos otros escenarios, son algunas de las heridas que la Comisión de la Verdad referenció para dar cuenta de las múltiples heridas que debe sanar la sociedad colombiana en los próximos años.
Sin embargo, el relato no se queda en el dolor, también resalta cómo a pesar de todo esto, Colombia cuenta con diversas práctica de resistencias, movimientos sociales y la pujanza de la gente que se han abierto camino para que sus voces sean escuchadas, sus historias no olvidadas y finalmente, encontrar reparación y justicia.
El impacto de la guerra
Durante los cuatro años de trabajo de la Comisión de la Verdad, la entidad escuchó a 14.000 personas entre víctimas, testigos y responsables, realizó más de 50 Encuentros por la Verdad, a los que asistieron más de 30.000 personas. En estos ejercicios de escucha, la Comisión de la Verdad identificó que los impactos de la guerra son transferidos de generación en generación por la impunidad, el silencio y el medio, causando que se agudizaran con el paso de los años y cree nuevas afectaciones, principalmente, en la salud de las personas.
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“Cada testimonio que tomó la Comisión de la Verdad tenía detrás una historia de hechos sufridos en primera persona o por familiares o antepasados cercanos que, vistos en su conjunto, muestran violencias consecutivas y resultados sufridos por las siguientes generaciones. Pero esos impactos transgeneracionales no solo se deben a la violencia, sino también a la impunidad y el silencio (...) La herida en lo individual, lo familiar y lo colectivo que deja el conflicto armado trasciende el cuerpo y perfora el alma colectiva”, referenció la Comisión en su informe.
Estas afectaciones generacionales se identifican en muchos relatos recolectados por la Comisión en los que las personas narraron haber cambiado la partida de nacimiento de sus hijos o hijas para evitar el estigma sobre ellos por ser de algún territorio con alta presencia de guerrillas o paramilitares donde fueran señalados por ser de un bando u otro. También mentir sobre su lugar de origen para no ser perseguido, hostigado o amenazado por estas mismas razones.
Los impactos de la guerra también son corporales y vuelven una y otra vez sobre las víctimas y sobrevivientes. A partir de las labores de investigación de la Comisión de la Verdad, algunas personas que vivieron en carne propia las tortura o el secuestro, a pesar de haber pasado muchos años, aún reviven corporalmente lo que vivieron durante esos episodios. “Víctimas que sufrieron torturas durante el Estatuto de Seguridad del presidente Turbay Ayala (1978 a 1982) hace 40 años todavía hoy sienten muchas veces el ahogo o la angustia de los ojos vendados…Víctimas de secuestro de varias maneras vuelven a sentir con el tiempo detalles o humillaciones que los marcaron profundamente”, explicó la Comisión en el capítulo de Síntesis, Hallazgos y Recomendaciones.
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A pesar del dolor, el miedo y las heridas que ha dejado la guerra en la población colombiana, también ha forjado procesos de resistencia y persistencia que se pueden observar en los cientos de movimientos sociales, campesinos, étnicos y de derechos humanos que se han creado y han rodeado a los y las sobrevivientes del conflicto armado en el país. Este hallazgo de la ‘La Colombia Herida’ buscó también recordar el papel de estas organizaciones en romper con el silencio y el miedo para continuar una lucha por la reparación, la verdad y la no repetición, al igual que las múltiples formas que han encontrado de hacerle frente a la guerra.
La Comisión de la Verdad identificó que los impactos de la guerra son transferidos de generación en generación por la impunidad, el silencio y el medio, causando que se agudizaran con el paso de los años y cree nuevas afectaciones, principalmente, en la salud de las personas.
“El impacto de esta herida es parte de lo que se necesita cicatrizar, pero también ha sido un factor de persistencia, pese a la habilidad de resistir de la gente… Negarse a olvidar es el primer acto de resistencia que ha concebido construir en la memoria una apuesta política personal y colectiva para las víctimas”, se lee en el informe.
“Ojalá toda esta verdad haga que todos lloremos y nos sanemos y queramos cambiar porque [...] todo se volvió como noticia, ¿no? Parte del paisaje, ¿me entiendes? Que mataron a Dilan, que mataron a tal, que hay otro por allá jodido; todos los días, no han rebajado día sin que se muera un líder social”, narró un hombre sindicalista en una entrevista a la Comisión de la Verdad.
En 73 páginas la Comisión de la Verdad hizo un llamado a no desviar la mirada del impacto que ha dejado la guerra en la población civil, principalmente, en el respeto a la vida humana y en continuar sumando esfuerzos para la reconstrucción de una sociedad que busca el diálogo y la transformación de raíz.
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La deuda interna de la guerra
“Honrar una por una a cada víctima con un minuto que reivindique su nombre y su historia haría que Colombia estuviera 17 años reivindicando sus vidas ”, es una de las frases célebres de este informe y que el presidente de la Comisión de la Verdad, Francisco de Roux, a expresado en diferentes espacios públicos.
Estar frase no solo dimensiona la magnitud de la guerra en Colombia sino que también trae nuevamente al centro a las víctimas y el interés por reivindicar el rol que realmente tienen dentro de la sociedad. Para la Comisión de la Verdad, la centralidad de las víctimas consiste en “escuchar y reconocer tanto la injusticia de lo vivido, como sus derechos a la verdad, la justicia y la reparación. Una política no solo para las víctimas sino con ellas”.
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La principal deuda interna con las víctimas que dejó la guerra e identificó la Comisión de la Verdad es la reparación, pues según documento esta entidad, solo el 12% de las víctimas, en 2021, pudieron acceder a indemnizaciones principalmente económicas.
Pero no hay que reducir la reparación a lo estrictamente monetario, sino con un compromiso de reparación integral donde se apunte a la búsqueda de verdad y justicia. Para ello, la Comisión resaltó los avances que introdujo la Ley 1448 de 2011 o Ley de Víctimas en el reconocimiento del conflicto y la propuesta de reparación integral a las miles de víctimas del país que sobrevivieron a más de seis décadas de guerra.
Con toda esta reflexión, la Comisión finaliza su hallazgo sobre ‘La Colombia Herida’ con algunos consejos que deben tomarse para transitar los caminos de la reconstrucción. “La empatía –el reconocimiento de lo sufrido, de la dimensión de sus consecuencias– forma parte también de un proceso de sanación individual y colectiva que permite una memoria compartida. El papel de esa memoria reivindicada por múltiples iniciativas de las víctimas y procesos locales en muchas comunidades no es focalizarse en el pasado, sino traerlo al presente para que pueda ser parte del proceso de reconstrucción”.