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De la mano del legado de sus padres, de los pueblos indígenas, y de su propia historia, Patricia Tobón Yagarí lleva años en una cruzada contra los prejuicios y la discriminación derivada del racismo. Indígena, mujer, joven, abogada, con estudios en especialización de derecho constitucional, Tobón Yagarí es una de las comisionadas de la Verdad. Tuvo a su cargo el capítulo del Informe Final de la Comisión de la Verdad que recoge los hallazgos y las conclusiones sobre los impactos de la guerra en las poblaciones étnicas (que incluye también a los afro y los rrom). Sin embargo esa tarea no fue fácil. A pesar de que su perfil profesional convenció a los magistrados internacionales encargados de escoger a las once personas que conformaron la Comisión, rasgos como su edad (35 años) la llevaron a dar reflexiones necesarias para el país y que empezaron al interior de ese diverso plenario.
“Yo creo realmente que el mundo tiene prejuicios. Mi lucha es una contra esos prejuicios. Yo soy una mujer indígena, joven. Todo eso pudo llevar a que el plenario tuviera unas ideas sobre mí que no soy. Entonces, creo que conmigo se encontraron la destrucción de todos esos prejuicios porque, bueno, creo que se esperaban una mujer indígena distinta. Llevo encima una generación de jóvenes indígenas que le ha tocado tramitar muchos asuntos. Fui la comisionada más joven, pero me tocaron las mismas responsabilidades que al resto de comisionados: investigar, escribir, analizar, debatir, dialogar. Creo que me hice un lugar en la Comisión de la Verdad ”, relata la jurista.
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Patricia Tobón Yagarí es indígena embera-chamí del resguardo Karmatarrúa (Antioquia), hablante de dos de las variedades dialectales del pueblo embera. Para ella, ser joven y llevar tantos años dedicada a la defensa de los derechos de los pueblos étnicos es, sobre todo, un mérito: “Empecé muy joven”, dice con orgullo. De hecho, todo lo que hoy la define comenzó cuando apenas era una niña, viendo y viviendo el quehacer de sus padres.
Es hija de una dirigente indígena y un líder social, dedicados a trabajar por la organización comunitaria de lo que hoy se conoce como cabildos. La labor de su familia le permitió formarse en asuntos étnicos, y también conocer las inhumanas realidades que muchas poblaciones llamadas ‘minoritarias’ viven. Por ese antecedente, desde antes de terminar su carrera de derecho ya acompañaba a algunas organizaciones indígenas, de afrocolombianos y campesinas a tramitar demandas y otros procesos. Así, las crisis humanitarias como consecuencia de la disputa armada en los territorios, contextos que conoció muy de cerca, marcaron su visión: “Yo vengo de dos padres que toda la vida han trabajado de manera solidaria con muchas comunidades que han visitado y han acompañado, que son comunidades muy sufridas, muy golpeadas por el conflicto. De ellos aprendí esa solidaridad Y ese humanismo hacia las comunidades y creo que eso queda y me acompaña en este trabajo también”.
Desde entonces, la jurista embera ha actuado en clave de solidaridad y en contra de los estereotipos culturales que niegan los derechos de las personas étnicas. “Derecho a los derechos”, la famosa frase de la filósofa alemana-judía Hannah Arendt, resume en pocas palabras el compromiso de Tobón Yagarí. Uno que se fortaleció acompañando a víctimas de la discriminación, y que se robusteció gracias a varios roles que ha tenido. Antes de llegar a la Comisión de la Verdad, la abogada coordinó diálogos entre el Estado colombiano y los pueblos indígenas en la defensa de los derechos territoriales étnicos, e hizo parte del equipo que ayudó a redactar el apartado étnico del Acuerdo de Paz firmado en 2016 en La Habana, Cuba. Luego de estas experiencias, la Organización Nacional Indígena de Colombia (Onic) la postuló al cargo de comisionada de la Verdad.
“La Onic postuló a un grupo de personas, entre ellas a mí. Yo era la más joven de ese grupo, por eso pensé para mis adentros que la oportunidad servía para intentarlo, pero seguro iba a quedar alguien mucho mayor que yo, con más experiencia. Y bueno, aquí estoy como comisionada de la Verdad”, recuerda.
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La llegada de Patricia Tobón Yagarí a la Comisión de la Verdad no fue algo menor y tampoco pintoresco. Fue un hito. Esta entidad en Colombia fue la primera en el mundo en pensar su análisis sobre las causas estructurales del conflicto armado teniendo en cuenta los testimonios de las personas étnicas, de las mujeres y personas LGBT+ y de los millones de hombres y mujeres que se exiliaron para salvar su vida. Para implementar esos enfoques diferenciados, la Comisión de la Verdad en sí misma debía, por medio de los integrantes del plenario, expresar la diversidad cultural y social del país. Así las cosas, mientras Ángela Salazar y posteriormente Leyner Palacios llegaron al cargo en nombre de los afro, la jurista embera tuvo la responsabilidad histórica de ser la única indígena en asumir el rol de comisionada de la Verdad.
“Suena muy místico, pero creo que sí era importante que alguien que venga de la realidad de las comunidades estuviera aquí, en la Comisión. Es muy distinto escribir una historia que a uno no le ha tocado, a ayudar a escribir una de la que ha sido testigo, una que ha vivido”, afirma Tobón Yagarí.
En efecto, la participación de la abogada fue un acierto para los y las indígenas pues su experiencia de vida sirvió para sentar las bases del proceso de escucha de estas comunidades. En palabras más, palabras menos, Patricia Tobón Yagarí dio las batallas suficientes para que la entidad reconociera que, para tener en cuenta la verdad sobre cómo los étnicos vivieron y resistieron el conflicto armado, era necesario ofrecer desde el día uno de trabajo una infraestructura institucional que se ajustara a la autonomía de gobierno y a la realidad lingüística de las poblaciones originarias.
Sus debates al interior de la Comisión sirvieron para que la mirada técnica de los investigadores no estuviera basada en el prejuicio respecto a los pueblos étnicos. En esa línea, tuvo claro que la institución se tenía que adaptar a las particularidades de los pueblos étnicos, para evitar lo que comúnmente ha ocurrido en esa relación entre el Estado y los indígenas: que ellos y ellas se adaptaran a la institucionalidad.
“Nosotros queríamos que la Comisión de la Verdad llegará a los territorios a hacer su trabajo, pero de manera eficiente, y no que los equipos de investigadores abordaran a los testimoniantes hablando las 24 horas en español para que después tuvieran que traducir el diálogo a distintos idiomas. Si un Estado tiene una población que habla en otros idiomas, pues el equipo de trabajo del Estado tiene que ser hablante en otros idiomas, porque esa es la realidad del país. Para evitar esto, aplicamos un proceso que se llama metodología étnica contra el racismo, la discriminación racial y otras formas conexas de intolerancia”, rememora. Realizar una consulta previa, afros, y rrom, y contar con equipos interculturales (en los que se integró a personas étnicas con otras no étnicas), fueron claves en la ardua tarea de escudriñar y comprender la verdad de estas comunidades.
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Pensar en lo que ha sido su paso por la Comisión de la Verdad le trae a la mente imágenes claras que ejemplifican estos casi cuatro años de escucha: “Me acuerdo mucho de una discusión que tuvimos en la mesa de concertación con los pueblos indígenas. En ella estaba el padre Francisco de Roux conmigo, cuando un indígena del Chocó le dijo: ‘padre, uno no puede ir a estudiar la historia de los musulmanes con la biblia católica en la mano porque no le da, y tampoco uno puede ir a estudiar la historia de los indígenas con la mentalidad occidental porque no le va a dar. Ustedes tienen que garantizar que lo que vamos a contar a la Comisión de la Verdad tenga un lugar y un respeto dentro de la narrativa, pues es una historia que Occidente ha negado’. En ese espacio los indígenas preguntaron si esta sería una Comisión de la Verdad de Colombia, o una Comisión de los colonos”, cuenta.
La anécdota que trae a colación Tobón Yagarí habla sobre un tema que tuvo peso en las discusiones de la entidad: se trata de cómo el plenario iba a entender la historia de despojo de los y las indígenas. Esto es clave pues durante décadas enteras la voz de los más de 100 pueblos fue relegada a un segundo plano. En vez de ser tenidos en cuenta para la construcción de un país multicultural y pluriétnico, se ha privilegiado la mirada de los colonos y los campesinos en la historia del conflicto armado.
“El asunto étnico fue un debate duro al interior de la Comisión. Esto porque los pueblos étnicos tiene una propia historia que existe mucho antes de que se creara el Estado- nación. Reconocer a estas poblaciones implica reconocer también sus historias antes de que este país se constituyera como uno, y así mismo reconocer las particularidades epistemológicas sobre el conflicto”, agrega. El debate sobre este punto fue intenso pues la mayoría del plenario de la Comisión está compuesto por personas que no pertenecen a ninguno de estos grupos.
Pese a la dificultad, la consigna de “derecho a tener derechos” que lleva por dentro Tobón Yagarí se mantuvo. Su huella en el Informe Final sobre la verdad del conflicto armado sostendrá las múltiples miradas de los étnicos, de los gitanos, de los afrodescendientes. Un ejemplo de este logro es comprender qué papel jugó en el conflicto un asunto de vieja data como la esclavización: “El asunto de la esclavización en los afros es algo importante. Se debe analizar cómo ese momento histórico de la esclavización marcó la relación cultural entre la sociedad blanca mestiza y la gente afrodescendiente, negra, palenquera y raizal, y cómo Colombia sigue basada en unas relaciones raciales que no le permiten a un sector muy grande de poblaciones afrodescendientes acceder a políticas igualitarias, algo que pasa también con el resto de territorios que no son afrodescendientes”, explica.
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Sobre el racismo, la comisionada adhiere a que ha sido una causa del conflicto armado y que, junto con otros factores, ha generado impactos diferenciados contra las poblaciones racializadas. “Yo creo que en el país hemos entendido el racismo como como un asunto del color de la piel. Entonces, cuando alguien cree que el racismo es un asunto del color de la piel únicamente, seguramente también que no hace parte del problema, y por ende que este no tiene una relación con el conflicto. No obstante, la discusión de fondo tiene que ver con el nacimiento del proyecto de Estado- nación que no incluyó a una parte de la sociedad, que seguía siendo indígena, afro, y que son poblaciones en las que está la guerra y el conflicto. La repercusión del conflicto armado es enorme en un grupo de personas sumidos en la desigualdad”.
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El paso de Patricia Tobón Yagarí por la Comisión de la Verdad es un escalón más que recorre para alcanzar la igualdad y derribar la discriminación estructural que tanto se ha profundizado con el conflicto interno. “Mucha gente me decía que yo debía de llorar mucho con los testimonios de la guerra. Yo estos testimonios los he escuchado desde niña. Antes de llegar a la Comisión documenté muchos casos terribles de víctimas, mucho dolor. Sin embargo, puedo decir que la Comisión de la Verdad me sacó lágrimas de indignación. Con todo lo que este proceso ha implicado, me siento tranquila porque he dado debates que le preocupaban a los pueblos étnicos y así poner en contexto realidades que de pronto el resto del plenario no conocía. Algo que me generó esperanza fue ver a las comunidades étnicas dialogando con los responsables en los procesos de reconocimiento de la verdad y esclarecimiento. Creo que esos procesos donde los responsables responden ante las comunidades y reconocen los hechos, creo que es un aporte importante y creo que es una ruta de trabajo importante hacia el futuro. Es una reflexión que debe hacer el país para que esto no siga ocurriendo y para ello los colombianos tendrán el Informe Final”, concluye.