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El pacto se selló en territorio venezolano y cuatro testigos que estuvieron en él contaron al portal Verdad Abierta que al comienzo los jefes guerrilleros que habían asistido estaban tensos, aunque luego recordaron anécdotas de los tiempos de la Cordinadora Guerrillera Simón Bolívar y los diálogos de paz de Tlaxcala en México, pues todos eran viejos conocidos.
La tensión era, por lo menos, obvia: las FARC y el ELN ajustaban cinco años de un confrontación brutal en el departamento de Arauca, que se agudizó en diciembre de 2006 cuando “La Ñeca”, un comandante del ELN, asesinó a “El Ché”, jefe de las FARC, esto en medio de una reunión donde pretendían solucionar un roce puntual. Al final, esa guerra que acabó definitivamente en 2011 dejó como saldo la muerte de 500 combatientes de ambos bandos, también cerca de 600 civiles.
Estas escenas volvieron a la memoria de los araucanos por cuenta del conflicto desatado el 1 de enero de 2022 entre el ELN y las disidencias de las FARC autodenominadas frentes 10 y 28, que hacen presencia en aquel departamento. En los primeros días de enero de 2022 ocurrieron medio centenar de asesinatos en todo el departamento, atribuidos al ELN, contra quienes se suponía eran colaboradores o miembros de las disidencias.
La disidencia respondió con ataques con granadas a emisoras, empresas comunitarias y sedes de organizaciones que ellos acusaban de pertenecer al ELN, y en febrero detonó un carrobomba que destruyó por completo la sede de las organizaciones sociales en Saravena mientras adentro había decenas de líderes reunidos para un taller de derechos humanos. Esta confrontación sigue vigente y ha cobrado, de acuerdo con las Fuerzas Militares, más de 300 víctimas.
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Una rivalidad de viejos conocidos
La Comisión de la Verdad estudió la guerra anterior entre ambas guerrillas, por considerarla un caso emblemático del conflicto armado, puntualizando que ambas tenían un viejo arraigo en el departamento aunque el ELN había sido el primer grupo en hacer presencia, gestado durante los paros campesinos del Sarare en la década del 70 en lo que denominaron “una apuesta desde unas comprensiones reivindicativas distintas a la legalidad estatal por parte de algunos líderes” después de que estos fueran capturados, torturados o perseguidos por su militancia izquierdista.
“La historia del ELN en Arauca crece y se entrama con las necesidades del territorio y las masas. Durante los años 60 y 70 se cultivaron en el Sarare generaciones cuya presencia, autoridad y referente fue el liderazgo social, campesino que abogaba por una reivindicación social, política y económica en el territorio. En Arauca, a su vez, dirigentes campesinos de la ANUC, Coagrosarare y las JAC veredales, como Efraín Pabón, Raimundo Cruz y William Ospina ingresan al ELN en 1972″, estableció la Comisión.
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Aunque las FARC no tenían el mismo arraigo, también llevaban décadas en el departamento, pues una directriz de la sexta conferencia de esa guerrilla promovió su llegada a la región y hay registros de su presencia por lo menos desde 1980 con la toma de Fortul.
Las FARC crearon el frente 45 en 1985, que logró consolidarse y con él las primeras tensiones: “Y resulta que hubo un problema [...] hubo dos familias: la una se mete con el ELN y la otra con las FARC, pero tienen contradicciones por el lindero, por la vaca, por celos, por güevonadas y habían tenido peleas. Entonces, cuando ya todos tuvieron fierros, a diario era que se mataban. Enemistades fuertes”, dijo a la Comisión una persona que conoció aquel contexto, pues fue uno de los fundadores del ELN en Arauca.
Sin embargo, el ELN siempre fue el actor hegemónico en el departamento, pues como lo explica la Comisión, captó las rentas del petróleo y la administración pública cooptando a gobernadores y alcaldes por medio de la violencia armada. Las cifras hablan por sí solas: entre 1988 y 2013 fueron asesinados 25 líderes políticos del Partido Liberal y veinte de estos casos serían responsabilidad del ELN. Por su parte, fueron asesinados 45 líderes del Partido Comunista y la Unión Patriótica en el mismo período, 26 de estos crímenes, más de la mitad, se atribuyen también al ELN.
Comienza la guerra
De acuerdo con la Comisión, los choques empezaron desde 2003, en la vereda Filipinas, de Arauquita, cuando grupos de milicianos de ambas guerrillas se enfrentaron. Ese año las FARC habían perdido una caleta con armas que pertenecía al frente 28 y ese robo fue cometido por el ELN, que incluso reconoció el hecho.
Pero otros testimonios indican que fue el asesinato de El Ché por parte de un jefe del ELN en 2006 el que desató la ira de Grannobles (hermano del Mono Jojoy), quien dio la orden a los frentes 10 y 28 de exterminar y expulsar al ELN del departamento. Los elenos, por su parte, movieron un frente completo que estaba apostado en Casanare, para que respaldara al frente Domingo Laín en la confrontación con las FARC.
Desde entonces los hechos fueron idénticos a los que se viven hoy en el departamento, según el relato de la Comisión: “entre 2006 y 2009 también se incrementaron los asesinatos de líderes sociales, políticos y comunitarios en los territorios [...] sucedieron más de 50 asesinatos al liderazgo de las Juntas de Acción Comunal”, una estrategia que era “recíproca entre los dos grupos, se asesinaba a los líderes por causar daño moral y de guerra en el territorio, así como una estrategia de las guerrillas de controlar las administraciones locales, y por esta vía los recursos públicos que les permitieran financiar su accionar en el departamento”.
Los datos de la Unidad de Víctimas son una buena radiografía de aquel momento. Entre 2005 y el año 2011, cuando se firma la paz entre ambos grupos, se reportaron 72.426 hechos victimizantes. El 2007 fue el peor año.
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La paz se logró, de acuerdo con la CEV, gracias a una orden de los máximos jefes de ambas guerrillas, Alfonso Cano por las FARC y Nicolás Rodríguez Bautista “Gabino” por el ELN, quienes habían pactado en 2009 detener la guerra. Cano ordeno que Grannobles saliera de Arauca y que se trasladará a dos de los comandantes que más se habían confrontado con el ELN, mientras que Gabino indicó a Pablito, Lenin y Nacho que debían sentarse con los comandantes locales de las FARC para repartirse los territorios y buscar un acuerdo, que fue acompañado por la iglesia católica y la Comisión de Conciliación y Paz. Estos comandantes aceptaron a regañadientes, pues según el portal Verdad Abierta, iban ganando la guerra y habían conseguido expulsar a las FARC de buena parte del territorio.
Después de varias reuniones entre los mandos locales de ambas guerrillas, que se prolongaron hasta 2011, se logró un acuerdo que incluía la repartición de territorios y rentas ilegales, también reparación a las víctimas y devolución de propiedades que habían sido usurpadas e medio de la confrontación.
La Comisión de la verdad concluyó en su estudio que “actualmente, después de la firma de los Acuerdos de la Habana, los grupos guerrilleros consolidaron una tensa paz, abonada por límites fronterizos, que tiene alto riesgo de incumplimiento”, puntualizando que “existe un debilitamiento del pacto de no agresión entre el ELN y las disidencias, pues hay uso de minas antipersona, presiones a las comunidades y a líderes sociales”.
La ruptura de ese pacto es la que hoy se verifica dejando 359 muertos desde el 1 de enero de 2022 hasta la fecha, y una situación de zozobra continua que aún persiste.