Arauca: el reto de buscar a sus 2.700 desaparecidos por el conflicto armado

Un grupo de víctimas, la mayoría de ellas mujeres buscadoras, conformó una asociación en Arauca para encontrar a sus parientes desaparecidos en medio del conflicto armado. Esta es su historia.

Redacción Colombia +20
02 de septiembre de 2023 - 04:45 p. m.
Miembros de Asofavida conmemoran el día internacional del desaparecido en Saravena, Arauca.
Miembros de Asofavida conmemoran el día internacional del desaparecido en Saravena, Arauca.
Foto: Camilo Alzate González

A sus 81 años José Daniel Franco puede contar, con pleno conocimiento de causa, lo que cuesta enfrentarse a la selva y la impotencia.

A la primera le ganó el pulso a mano limpia, descuajando las maniguas espesas del Sarare en la briega, contra trochas y bejucos, contra serpientes, tigres y mosquitos, espantando el hambre a tiros de escopeta, cada que encontraba, de vez en vez, alguna presa de monte.

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Franco fue uno de los colonos fundadores de Saravena, en tiempos en que Arauca ni siquiera era un departamento, apenas una intendencia remota en los llanos orientales, a mediados de los años sesenta, cuando ingresó a lo que en esa época era una selva virgen por la trocha de La Soberanía, buscándose la vida a estas tierras, tan lejanas de las montañas de Antioquia que lo vieron nacer.

Pero con la impotencia no pudo José Daniel. La desgracia visitó a su familia en 1997, el año en que se perdió el rastro de Ana Isabel Camacho, quien había sido su esposa y la madre de media docena de hijos que aún lo acompañan. Esos hijos la estuvieron buscando por todo el departamento de Arauca, acudieron a estaciones de Policía, consultaron a “brujas” y yerbateros, recuerda Wilmer, uno de los menores, incluso viajaron a Boyacá con la única fotografía que conservaban de ella, siempre sin éxito.

Aquella impotencia volvió a derrotar a José Daniel el 30 de agosto en un salón de la Concentración de Desarrollo Rural de Saravena, después que le entregaran el cuadro de Ana Isabel para que lo colocara junto a otro centenar de fotografías durante el acto conmemorativo del día mundial de las víctimas de desaparición forzada.

El viejo miraba fijamente y sostenía el cuadro con sus manos temblorosas y agotadas de pelear con la selva, pero ahora era él quien parecía un árbol vencido y derribado. “Lleva 25 años perdida”, alcanzó a decir antes de que las lágrimas le apagaran por completo la voz.

La historia de José Daniel se suma a la de miles de personas que han sufrido el rigor de la desaparición forzada en el departamento de Arauca, donde según los reportes del Registro Único de Víctimas, hay 1.350 personas que padecieron directamente aquel crimen y por lo menos otras 4.321 víctimas indirectas, es decir, familiares como José Daniel que perdieron y buscaron a sus familiares.

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Los datos de la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD) son mayores: se estima que el universo de víctimas de desaparición forzada en Arauca y el norte de Casanare supera las 2.700 personas. La Comisión de la Verdad habló con cifras cuyo corte era el 2022, de 2.236 personas solo en Arauca.

De acuerdo con Clara Inés Moreno, del equipo territorial de la Unidad en Arauca y el norte de Casanare, a la fecha se han logrado seis recuperaciones en norte de Casanare y las sabanas de Arauca, también otras doce en la región del Sarare. La misma jornada en que las víctimas conmemoraban el día mundial de los desaparecidos, un grupo forense de la Unidad de Búsqueda se encontraba en un punto no especificado del departamento, realizando la exhumación de otros cuatro cuerpos que, se presume, serían de víctimas de desaparición oriundos de la región del Sarare.

Buscarlos en medio del conflicto

Yolanda Montes explica que todo empezó en el reencuentro con quienes habían sido sus amigas de infancia en Saravena, porque todas tenían algún hijo o pariente que había desaparecido en el marco del conflicto armado.

Montes, abogada y profesora, es hija de dos colonos que también fueron fundadores de Saravena y ella misma lleva a cuestas el drama de la desaparición, porque su hermano Ómar Alfonso Montes, militante de la Unión Patriótica en Boyacá, fue detenido, torturado y desaparecido por tropas del Ejército cuando viajaba entre Tunja y Sogamoso. Por eso desde los noventa Yolanda pertenecía a ASFADES, una de las primeras organizaciones dedicadas a buscar desaparecidos en el país.

En el año 2008, cuenta Yolanda, se apersonó del caso de Margarita Bonilla, cuyo hijo Richard Alexánder Rodríguez Bonilla había desaparecido el 17 de diciembre de 1997. Richard salió de la casa a realizar lo que en las sabanas llaman “trabajo de llano”: internarse con otros vaqueros durante varios días en la llanura para arrear y cuidar del ganado. Antes de irse había pedido a su madre que le guardara tamales para la navidad, sin embargo, Richard nunca regresó.

Su madre Margarita recuerda que en esos mismos días, una mañana en medio de las labores domésticas, sintió un “vuelco en el corazón” cuando escuchó por la radio la noticia de que la Policía había abatido un comandante del ELN cerca de Puerto Rondón.

Tuvieron que pasar diez años para que una anciana que lavaba la ropa de la estación de Policía en Puerto Rondón se enterara que dos mujeres de Saravena andaban buscando a un muchacho desaparecido. En su tercer viaje al cementerio de Puerto Rondón, la mujer las estaba esperando y les dijo que a Richard lo había asesinado la Policía para presentarlo como un guerrillero muerto, y que ella sabía en dónde estaba enterrado, un secreto que no quería llevarse a la tumba. Las fechas coincidían con la noticia que Margarita había escuchado en la radio.

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“La señora la llevó y Margarita le puso una crucecita allá a su muchacho”, asegura Yolanda. Después, lo primero que hicieron fue una solicitud formal ante la Fiscalía en noviembre de 2008 para que se recuperara el cuerpo, un proceso burocrático lento y tortuoso que finalizó cinco años después, en el 2013, cuando un equipo forense abrió la fosa común. A Richard lo reconocieron por las indicaciones de su madre que indicó que portaba un pequeño anillo en el dedo meñique, recuerdo de una novia que él quiso mucho.

Poco después vino la búsqueda de Dámaso Uribe Chinchilla, un campesino muerto en un operativo del Ejército en la zona rural, cuyo cuerpo pudo ser identificado por una fractura que había sufrido en su pierna cuando estaba vivo. Con esas dos experiencias, Yolanda y sus amigas comenzaron a ubicar otras víctimas y familias que estaban buscando a sus parientes, en un contexto muy duro de confrontación armada que además incluía la guerra entre las FARC y el ELN que azotaba al departamento: “siempre hemos vivido con mucho miedo y zozobra”, dice Yolanda.

“No teníamos ni idea de que iba a haber un acuerdo de paz, el presidente en esa época era Álvaro Uribe”, explica Yolanda Montes. En 2016, cuando se enteraron que en La Habana se iba a firmar un acuerdo entre las FARC y el gobierno de Juan Manuel Santos, ya llevaban 55 casos de desaparición documentados, fue por eso que decidieron conformarse como una organización legalmente constituida que prosiguiera la labor de buscadoras que habían ejercido por casi una década.

Así nació la Asociación de Familiares de Desaparecidos de Arauca, Asofavida, que ha logrado documentar 164 casos de desaparición forzada en el departamento, nueve de ellos ya encontrados y entregados a sus familias.

“Es la única organización en el departamento de Arauca que está conformada específicamente por personas buscadoras de desaparecidos en el marco del conflicto”, explica Clara Inés Moreno, del grupo de trabajo territorial de la UBPD en Arauca: “pero además Asofavida tiene un posicionamiento y un reconocimiento en el territorio, en articulación con otros actores como la iglesia y las instituciones educativas”.

Cada año Asofavida realiza -desde el 2017- un encuentro anual en agosto, para conmemorar el día mundial de los desaparecidos, que esta vez contó además con presencia del Centro Nacional de Memoria Histórica. Durante el evento, realizado en Saravena entre el 30 de agosto y el 1 de septiembre, hubo talleres, charlas, exposiciones e incluso espacio para conocer a familias nuevas que se enteraron del encuentro por la radio y acudieron a pedir ayuda para que sus casos fueran recibidos ante la institucionalidad.

La asociación lleva casos que fueron presuntamente cometidos por todos los actores del conflicto, incluso, realizan la búsqueda de guerrilleros de las FARC y el ELN muertos en combate, cuyos cuerpos jamás aparecieron y que sus familiares temían reclamar por temor a represalias. También llevan casos de niños que fueron reclutados por los grupos armados y de los cuales no volvió a tenerse noticia, en una labor de búsqueda quijotesca, cuando han pasado 20, 30 o hasta 40 años desde que se perdiera su rastro.

Años de un trabajo arduo y silencioso que Yolanda Montes, la inspiradora de este proceso, define simplemente como “encontrarse en el camino” con personas como ella, que perdieron a sus familiares en medio de la guerra y no han parado de buscarlos. Un camino largo, que están dispuestas a seguir recorriendo.

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