La historia de las familias que luchan por hallar a sus desaparecidos desde 1982

La Asociación de Familiares de Detenidos-Desaparecidos es el tejido de hermanas, hijas, primas, compañeras, madres y abuelas, lideresas sociales y populares. Como sirirís, insistentes y plantando cara al Estado por el amor a sus familiares, son compañeras de las causas del corazón, la vida y la justicia.

Mariana Camacho Muñoz*
26 de diciembre de 2024 - 09:59 p. m.
Tras casi 40 años de lucha, las madres siguen buscando a sus familiares desaparecidos.
Tras casi 40 años de lucha, las madres siguen buscando a sus familiares desaparecidos.
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Para el momento en que Rubén Blades cantó sobre las detenciones y desapariciones de jóvenes en los ochenta, las familiares de 13 personas detenidas-desaparecidas por el Estado colombiano llevaban un par de años de dolor, búsqueda y organización política. Ellas hicieron retablos con los rostros de sus seres queridos, juntaron claveles blancos y llenaron con sus gritos las plazas públicas de Bogotá. Exigían al Estado devolver a sus familiares vivos, tal y como se los llevaron.

Operaba en Bogotá el llamado F2, un organismo de inteligencia de la policía famoso por su participación en acciones represivas contra los movimientos sociales, y su vínculo con paramilitares y narcotraficantes.

También, se comentaba en los pasillos de las universidades públicas sobre las detenciones y desapariciones durante las dictaduras latinoamericanas. Mientras en Colombia, un Estado orgulloso de su larga tradición democrática, la policía llegaba a la casa de estudiantes militantes de izquierda e integrantes de organizaciones sociales y comunitarias, y los desaparecía. Su búsqueda se llevaba entre los silencios e incredulidades de la gente, caminando por un país para el que la desaparición forzada no era un delito.

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ASFADDES, la Asociación de Familiares de Detenidos-Desaparecidos coordinada actualmente por Gloria Gómez Cortés, es el tejido de hermanas, hijas, primas, compañeras, madres y abuelas, lideresas sociales y populares. Como sirirís, insistentes y plantando cara al Estado por el amor a sus familiares, son compañeras de las causas del corazón, la vida y la justicia. “Ni un minuto de silencio, toda una vida de lucha”, han perifoneado por más de cuarenta años, como una arenga que es también una promesa.

“Sobre todo en los ochenta, nunca pensamos que ellos estaban muertos. Entonces la búsqueda siempre era: si encontramos al responsable, encontramos a nuestros familiares, porque a ellos los tienen en alguna parte” recuerda Gloria. Así caminaban por la ciudad exigiendo respuestas a las oficinas del F2 y a los hospitales. Pero el Estado no buscaba a las personas desaparecidas.

Como el silencio de la institucionalidad era insoportable, paralelamente decidieron organizar comisiones de búsqueda. Se repartían algunos lugares entre ellas y varios estudiantes, compañeros de militancia de sus familiares. Luego, comentaban los hallazgos en reuniones dominicales. A veces se encontraban en sus casas, otras veces en el Parque Nacional. Siempre cuidadosas de la interceptación de los teléfonos y de la vigilancia de los “tiras”, aquellos hombres de civil asociados al F2.

Mientras tanto, a las afueras de Bogotá, comenzaron a encontrarse pilas de cuerpos que eran retratados de formas grotescas por periódicos como El Espacio. Entonces, en una gran jornada de búsqueda por dieciséis municipios cercanos, recorrieron dichos “botaderos de cadáveres”. “¿Y qué encontramos?”, pregunta Gloria con un gesto de angustia. “El desprecio por ese cuerpo, porque siempre estaba en el piso, sucio, al rayo del sol, con las moscas. Y por supuesto, los tenían tres o cuatro días pa’ que los chismearan, como dicen, el chisme, el morbo de la gente. Y los miraban y se iban. ¿Y a dónde iban a parar estos cuerpos? A la fosa común de los cementerios municipales”.

Ellas siempre llevaban una libreta y un esfero, en donde anotaban todo lo que decían las autoridades. Iban a preguntarles si estaban buscando desaparecidos, después de observar esos cuerpos que alguna vez fueron familiares de alguien. Pero incluso los mismos jueces se referían a ellos como N.N, “no es nada, ni es nadie”.

Pronto terminaron visitando semanalmente Medicina Legal, donde charlaban con los ‘chulos’, trabajadores de las funerarias, y también le gastaban cerveza a los sepultureros. Todo con tal de obtener algo de información ante la respuesta siempre hostil y nada esclarecedora de la institucionalidad sobre los cuerpos no identificados. “Y nosotras nos metíamos allá, con la sonrisita, y todas teníamos dolor, pero nos lo tragábamos. ¿Usted sí ha leído a Camilo Torres… sobre el amor eficaz? Todo lo hicimos por amor”.

Más adelante, para inicios de los noventa, ASFADDES había documentado al menos 800 casos de personas detenidas-desaparecidas para las que el Estado nunca tenía respuesta. Pero con el aumento de las fosas comunes surgían preguntas sobre cómo identificar a familiares que, por ejemplo, habían sido desfigurados o quemados. No era suficiente la recolección de datos personales, jurídicos y de militancia política, con los que buscaban llegar a los responsables.

Para ese entonces ya eran ampliamente conocidas las organizaciones de familiares de personas detenidas-desaparecidas en América Latina. Incluso muchas de estas habían estado aquí en Bogotá, gracias al octavo congreso de FEDEFAM, la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Familiares de Detenidos-Desaparecidos, que organizó ASFADDES en 1988, para presionar al gobierno en un momento en que escalaba el conflicto social y político en el país.

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Inspiradas por el intercambio entre las luchas para la prevención y erradicación de las desapariciones forzadas en la región, deciden invitar al equipo de antropología forense de Argentina, que había encontrado a miles de personas detenidas y desaparecidas por la dictadura cívico-militar. El resultado de esa visita fue la construcción de la primera ficha pre-mortem de personas desaparecidas en el país, que incluía, entre otras cosas, las características morfológicas de la persona desaparecida -sus rasgos distintivos, por ejemplo- con base en los relatos de familiares cercanos.

Esta ficha representó un tránsito en su entendimiento de la búsqueda. Se afianzó su viva oscilación entre la búsqueda de los responsables para hallar a sus familiares con vida, y la búsqueda de sus cuerpos y el cuidado de su dignidad.

Para ellas, la lucha contra la desaparición es también la lucha contra la impunidad, la indiferencia y el olvido. La violencia recrudecida de los noventas e inicios de los dos mil se expandía. El proceso de ASFADDES también. La granada que pusieron en su oficina en Bogotá estalló como una amenaza que causó dolor y miedo. Incluso tuvieron que cerrar su oficina en Medellín.

Gloria llama “guerra sucia” al aumento de las “limpiezas sociales” y el sicariato que se aúnan a la agudización del conflicto armado de esta época, pues fueron asesinados día a día los desmovilizados del EPL y del M-19 debido a sus convicciones políticas. La misma razón por la que habían desaparecido a sus familiares y por la que esa granada había estallado tan cerca de ellas.

La política y la justicia, dos cosas a veces distantes, comenzaron a ser entretejidas por ASFADDES en ese gran mamotreto que es la institucionalidad. Primero, con su proceso de incidencia para que existiese un artículo como el 12 de la Constitución Política de Colombia: “Nadie será sometido a desaparición forzada, a torturas ni a tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes”.

Segundo, con la búsqueda de la tipificación del delito de desaparición forzada. Para esto tuvieron que aprender algunos lenguajes del Estado: el del derecho y el de la estrategia, tal y como se usan en el Congreso. Fueron al menos ocho intentos de proyectos de ley, impulsados por ASFADDES, que se hundieron antes de que en el 2000 se aprobara la Ley 589. Así, gracias a su arduo trabajo, se creó el delito de desaparición forzada en el país.

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Gloria recuerda que en uno de los primeros debates ellas llegaron al Congreso ocultando las fotos de sus familiares debajo de sus camisas. Luego, cuando ya había comenzado el debate y estaban ubicadas en las gradas, sacaron las fotos y las exhibieron. El Congreso en pleno abucheó. Los policías, que antes las habían dejado entrar entre “coqueteos”, las sacaron por la fuerza.

ASFADDES tenía el propósito de la tipificación del delito desde que el Grupo de Trabajo sobre las desapariciones forzadas lo recomendó en su visita de 1989. Fueron un poco más de diez años de trabajo con abogados como Eduardo Umaña Mendoza y con múltiples parlamentarios a quienes buscaron ablandarles el corazón y la cabeza. Esa era la estrategia del amor por la vida.

Esa ley dotó al Estado colombiano de mecanismos articuladores para la búsqueda al crear la Comisión de Búsqueda de Personas Desaparecidas, de la que hace parte una representante de ASFADDES. También incluyó la creación del Registro Nacional de Desaparecidos, que tomó como base la ficha pre-mortem construida por la Asociación. E incluyó algunos puntos muy relevantes para su lucha, como el registro de personas detenidas por las fuerzas del Estado y el Mecanismo de Búsqueda Urgente.

El sabor es agridulce en todo caso. Fue un éxito enorme lograr la aprobación de la ley por un congreso mayoritariamente de derecha, en el que incluso ya no estaba el senador que propuso el primer debate en el Congreso sobre las personas detenidas-desaparecidas: Ricardo Villa Salcedo, a quien convencieron de esto, había sido asesinado. Por otro lado, si bien la Ley incluye mecanismos poderosos para que la institucionalidad actúe frente a las detenciones y desapariciones forzadas, dos meses después de aprobada desaparecieron a dos integrantes de ASFADDES: Ángel Quintero y Claudia Monsalve.

Gloria cuenta que son innumerables los muertos, desaparecidos y exiliados del movimiento social en lo que viene después de aprobada la Ley, durante el periodo presidencial de Álvaro Uribe. También es inconmensurable el dolor y el cansancio de asumir esas angustias mientras se luchaba por la reglamentación de la ley, pues no servía de nada si lo que estaba en el papel no se materializaba en la realidad. Nada más en la construcción del Mecanismo de Búsqueda Urgente tardaron cinco años, en medio de una persecución sistemática a la Asociación.

En los años sucesivos, han venido surgiendo otras discusiones y lenguajes jurídicos, por ejemplo, con la Ley 1408 de 2010. Con esta el Estado hace un homenaje a las víctimas del delito de desaparición forzada. También se crea el Banco de Perfiles Genéticos para el proceso de identificación de cuerpos y se reconocen las acciones de dignificación que hacía ASFADDES en las calles.

Buscando una paz sin desaparecidos y sin impunidad, participaron en los diferentes diálogos con actores armados. A inicios de los 2000, por ejemplo, enviaron por fax esa lista enorme de más de 800 personas desaparecidas directo al Caguán. Incluso, aprovechando las discusiones sobre justicia transicional, co-construyeron una escuela de formación en la que lideraban los temas desaparición forzada para distintas regiones, que después se transformaría en procesos de formación a periodistas y fiscales.

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Luego, durante los diálogos de paz con las antiguas FARC-EP, participaron en un gran foro nacional que recogió propuestas para el Acuerdo Final de Paz. ASFADDES llevó a La Habana una propuesta de Comisión de la Verdad desde la verdad de las víctimas, para desenmarañar las estructuras que posibilitaron la detención y desaparición de sus familiares.

Entonces, en su discurso en una de las delegaciones de La Habana, Gloria señaló la importancia de reconocer que este no es solo un conflicto armado, sino también uno social y político, donde la represión a los movimientos sociales y estudiantiles ha cobrado muchas vidas. También, reivindicó la participación de las familiares en los mecanismos de búsqueda, como antídoto a la negativa y lentitud de instituciones como la Fiscalía.

La Asociación se mantiene en la importancia de implementar y usar los mecanismos que crearon en la Ley 589. No solo por el Estado, sino también por los familiares de personas detenidas-desaparecidas. De ahí la importancia de organizarse políticamente hablando.

Otro de los lenguajes de ASFADDES es el de la memoria. Pero no la memoria como discurso, sino como una acción reparadora para los familiares. Gloria dice “es una acción viva y sanadora, porque la memoria nos permite transitar el umbral del dolor. Y encontrarnos con ellos”.

Aunque han buscado que esas memorias se conecten con las historias de dolor, pero evitando su representación desde la emocionalidad que suele conferirsele solamente a lo femenino. Por lo que Gloria sospecha cuando las llaman “víctimas” o “mujeres buscadoras”. Ellas se definen a sí mismas como familiares. Que el Estado incorpore esas nuevas categorías en sus discursos para reconocer su lucha no necesariamente implica un cambio material en la efectividad de la institucionalidad dedicada a la búsqueda, o en la prevención de la desaparición forzada. Más que títulos, su interés son los resultados.

Sobre la memoria como una acción reparadora, Gloria dice que “es ese ejercicio que hacemos una y otra vez de hablar, de no solamente contar quiénes eran ellos, contarles para que los conozcan, sino también todo este horror desde un contexto de falta de garantías”. Las memorias no solo afligen el corazón por la desaparición de los familiares, también lo afligen por saberse en un Estado que lo permitió y al que le ha costado ofrecer garantías para que los movimientos sociales existan y se manifiesten.

La reivindicación de memoria que ha llevado ASFADDES emerge del coraje de sus lideresas, pues aunque hubo familias completas involucradas, y por ende hombres, el liderazgo lo tomaron las mujeres en un acto de cuidado y de estrategia. Su lucha por la vida partió de un gran vacío institucional, que fue asumido por la Asociación y por el que hoy se puede decir que han sido unas grandes precursoras en su desarrollo.

Por eso después de más de cuarenta años, la tarea sigue siendo hacer memoria desde el lugar de la dignidad. Denunciar al Estado y a su vez, meterse en los recovecos de la institucionalidad para forzar su acción. Así, estas mujeres del movimiento popular, con toda su claridad política, han transformado las narrativas y las prácticas de prevención, búsqueda y sanción frente a las detenciones y desapariciones forzadas en el país.

*Mariana Camacho Muñoz es investigadora en Dejusticia.

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Por Mariana Camacho Muñoz*

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ELIZABETH(23598)26 de diciembre de 2024 - 10:55 p. m.
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