El jardín por la memoria de los 13 desaparecidos del Colectivo 82

Como parte de los actos conmemorativos por los 40 años de la desaparición forzada de 13 hombres en 1982, sus familias sembraron 13 Guayacanes en la Universidad Distrital para honrar sus vidas y seguir protestando porque aún no se conoce su paradero.

María de los Ángeles Reyes Mesa
16 de mayo de 2022 - 11:16 p. m.
Yolanda y Teresa Sanjuán, hermanas de Alfredo y Samuel, desaparecidos en el 82, recibieron el grado honorífico de su hermano, Alfredo, que era estudiante de la Distrital al momento de su desaparición
Yolanda y Teresa Sanjuán, hermanas de Alfredo y Samuel, desaparecidos en el 82, recibieron el grado honorífico de su hermano, Alfredo, que era estudiante de la Distrital al momento de su desaparición
Foto: Gustavo Torrijos Zuluaga

“Por nuestros muertos y desaparecidos, ni un minuto de silencio, sino toda una vida de resistencia”. Esta consigna se escuchó 13 veces en el bosque de la sede de la Macarena de la Universidad Distrital de Bogotá mientras, al son de música latinoamericana, las familias del Colectivo 82 sembraban un guayacán por cada uno de los hombres desaparecidos en 1982 por el F2, una estructura militar que existía en la época, y que hacía parte de la Policía.

La siembra de este bosque de la memoria hace parte de una serie de eventos conmemorativos que el Colectivo 82 está organizando a propósito de los 40 años de impunidad en el caso de la desaparición de 13 jóvenes, estudiantes y comerciantes, que ocurrió en 1982. Se trata del primer caso colectivo de desaparición documentado en el país y ese colectivo después se convirtió en la semilla para la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (Asfaddes), la primera organización de familias buscadoras en el país y una de las que impulsó la tipificación del delito de la desaparición forzada en Colombia en 2002.

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“Cada vez que brote una semilla, será en memoria de ellos”, dijo Teresa Sanjuán, hermana de una de las víctimas. La siembra de los guayacanes, árboles que pueden llegar a vivir por siglos, tiene como objetivo honrar la vida y la memoria de estas personas que no pudieron ser sepultadas por sus familias. El padre Javier Giraldo, jesuita que ha acompañado de cerca a personas víctimas de varios crímenes de Estado, incluyendo a las familias del Colectivo 82, abrió el evento de siembra con una reflexión sobre la relación entre la vida, la muerte y la tierra, y el significado simbólico que sembrar estos árboles tenía para las familias.

“La magnitud de la violencia de la desaparición es incomprensible. Una generación entera ha vivido con un vacío por no haber llorado a sus muertos en una cristiana sepultura”, dijo el padre Giraldo.

El padre también fue el encargado de sembrar el guayacán que conmemora la vida de Rodolfo Rodríguez Espitia, quién era aprendiz de sastrería y trabajaba en este oficio con su papá cuando fue desaparecido el 18 de agosto, cuando iba a encontrarse con Édgar García, otro de los estudiantes desaparecidos ese año.

Lo sembró en representación del único hermano de Rodolfo que aún sigue con vida, pero que ahora está fuera del país. Sus padres y otro hermano fallecieron esperando conocer la verdad sobre su paradero. Este es el caso de varias otras familias que, conmovidas, contaron cómo sus padres “murieron esperando tener un lugar para llorar a sus hijos, esperando poder cerrar el duelo y ponerle fin a tan dolorosa espera”, como dijo la hermana de Orlando García mientras organizaba la placa con el nombre de su hermano.

“La familia de Rodolfo no está aquí hoy pero cuando estas madres y padres empezaron a salir a marchar, a buscar juntos a sus muertos, se convirtieron en una familia y hoy el colectivo acompaña esta siembra representando a los que no están, porque han fallecido o no pueden estar”, dijo el padre.

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Las familias también reiteraron que su lucha sigue vigente, pues no ha habido ninguna investigación ni condena para los integrantes del F2 que estuvieron a cargo de los operativos en los que detuvieron a estos hombres que desaparecieron en poder de la Policía. De hecho, el Estado colombiano fue declarado responsable de estas desapariciones por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 1991, pero aún no hay respuestas ni condenas para hacerle justicia a las víctimas.

También este 16 de mayo, la Universidad Nacional y la Comisión de la Verdad realizaron en honor a estas víctimas una marcha de los claveles desde la entrada de esa universidad en la calle 26 hasta el Ágora, donde se llevó a cabo un acto de reparación simbólica. A lo largo de 2022 habrá otros eventos y actos conmemorativos que pueden ser encontrados en las plataformas de Asfaddes y el Colectivo 82.

La desaparición de los 13

La desaparición de los 13 jóvenes empezó el 4 de marzo de 1982. Ese día, Orlando García Villamizar y Pedro Silva Bejarano fueron obligados a subir a una camioneta de placas HL6794. Los dos eran estudiantes de la Universidad Nacional, el primero de derecho y el segundo de medicina.

Cuatro días después, los hermanos Alfredo y Samuel Sanjuán Arévalo fueron retenidos y desaparecidos. Días antes venían siendo vigilados. Alfredo estudiaba arquitectura en la Nacional e ingeniería catastral en la Universidad Distrital, y Samuel estaba en cuarto semestre de antropología en la Nacional.

Las demás capturas y desapariciones las retomaron en agosto de 1982, con Édgar García, el día 18 de agosto. A los cinco días le ocurrió lo mismo a Gustavo Campos Guevara, estudiante de ingeniería. El 12 de septiembre desaparecieron a Rafael Prado Useche y el 13 a Edilbrando Joya Gómez. Todos habían ingresado a la Nacional.

Además de los ocho estudiantes, sobre cinco comerciantes y trabajadores ocurrió el mismo modus operandi para desaparecerlos: Rodolfo Rodríguez, quien trabajaba en la sastrería de su padre también fue desaparecido el 18 de agosto, cuando se iba a encontrar con Édgar García.

El 11 de septiembre, dos hombres que se identificaron del F2 sacaron a Hernando Ospina de su taller de mecánica sin darle ninguna explicación; a Francisco Medina, quien era administrador de una finca lo desaparecieron el 15 de septiembre, y a los hermanos Bernardo Helí y Dario Acosta Rojas, campesinos de Gachalá, los capturaron ese mismo día en la plaza principal de este municipio y posteriormente fueron desaparecidos.

El único cuerpo que se encontró fue el de Bernardo Helí Acosta, con signos de tortura y asesinado en un simulacro de enfrentamiento el 7 de octubre. De los demás, a la fecha, no se sabe nada de su paradero ni qué pasó con ellos.

Estas desapariciones se dieron en el marco de las investigaciones de la Policía por el secuestro de los tres hijos, de 5, 6 y 7 años, el 6 de octubre de 1981, del narcotraficante José Jader Álvarez, extraditado a Estados Unidos en 1985. De acuerdo con las investigaciones, este hombre les habría proporcionado carros y helicópteros a los grupos de la Policía encargados de la búsqueda de sus hijos y para capturar a los responsables.

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