¿Dónde están los investigadores desaparecidos del CTI? Se cumplen 20 años sin respuestas
Este lunes se cumplieron dos décadas de la desaparición de siete investigadores de Valledupar a manos de paramilitares. Aunque la Fiscalía ha hecho más de 100 excavaciones, no los han encontrado. Sus familias organizaron una conmemoración para reclamar la verdad y la memoria de sus “muchachos”.
Carolina Ávila Cortés / @lacaroa08
“Estamos como el primer día: sin saber nada, porque a la hora de la verdad aún no sabemos dónde están los muchachos y qué pasó con ellos. Son 20 años con la misma angustia y zozobra, pero con la misma lucha para encontrarlos”. Rosa Osorio es la esposa de Danilo Javier Carrera Aguancha, unos de los siete agentes del CTI desaparecidos el 9 de marzo del 2000.
(Le puede interesar: Desaparición de investigadores del CTI: varias capturas, pero pocas certezas)
Sus palabras recogen el duelo y la incertidumbre visible en cada una de las familias de “los muchachos”, como les dicen de cariño a Danilo Carrera, Edilberto Linares Correa, Carlos Ibarra Bernal, Hugo Quintero Solano, Israel Roca Martínez, Mario Anillo Trocha y Jaime Barros Ovalle.
Ese día iban en dos camionetas camino a la finca La Holanda, ubicada en el corregimiento de Minguillo, en jurisdicción de Codazzi (Cesar), a exhumar el cuerpo de Alcides Tiburcio Rivera, un paletero asesinado por paramilitares por ser supuesto colaborador de las guerrillas. A su llegada, según testimonios en Justicia y Paz, integrantes del frente “Juan Andrés Álvarez”, del Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) les quitaron sus pertenencias, los asesinaron a quemarropa y enterraron sus cuerpos.
En 2007, después de la desmovilización de las AUC, John Esquivel Cuadrado, conocido como “El Tigre” y comandante del frente, aceptó que él dio la orden de asesinarlos por instrucciones directas de Carlos Castaño. Rodrigo Tovar Pupo, o Jorge 40, también aceptó la responsabilidad del grupo paramilitar en la desaparición y asesinato. Ambos fueron condenados a más de 20 años de prisión por este hecho, aunque les rebajaron las penas por reconocer este crimen en Justicia y Paz.
Cuadrado ha dicho quiénes fueron los que dispararon y enterraron los cuerpos, ha entregado coordenadas de las fosas en La Holanda o a orillas del río Cesar, pero no han sido hallados en las más de 100 excavaciones que ha hecho la Fiscalía.
Rosa, así como Héctor -hermano de Israel-, o Martha -hermana de Hugo-, aseguran que las versiones de los paramilitares esconden una verdad más dolorosa y que además sospechan que están protegiendo a alguien más. Así lo afirman, después de tantos años de testimonios contradictorios y confusos de los paramilitares que no han permitido dar con el hallazgo de sus familiares.
“Han pasado 20 años, pero guardamos la esperanza intacta de encontrarlos”, agrega Rosa. “La justicia les toca a las autoridades, nosotros queremos la verdad”.
Una gran familia
A partir de ese 9 de marzo, las familias se unieron en la búsqueda. Empezaron a compartir no solamente el dolor, sino también talleres, caminatas y reuniones para hablar de los muchachos. Se apoyaron después de las audiencias de Justicia y Paz, de las que todos salían destrozados; se apoyaron cuando conocieron que los hijos de Justa Correa, madre de Edilberto, habían sido asesinados por averiguar más de su hermano, o cuando los padres de ellos fueron uno a uno falleciendo.
Se enfrentaron incluso a Carlos Castaño. En junio de 2000, un grupo de esposas logró hablar con él. Viajaron solas un domingo a la zona donde el jefe paramilitar estaba protegido por cientos de hombres armados. Teniéndolo de frente, le preguntaron por sus esposos, que por qué se lo habían llevado, pero él lo negó todo. Muchas siguieron en la búsqueda hasta que llegaron las amenazas, como ocurrió con Claudia Balcero, esposa de Israel, quien tuvo que exiliarse para proteger su vida y la de sus hijos.
(Lea también: Servidores judiciales víctimas del conflicto buscan respuestas en la justicia transicional)
“Hoy, somos más fuertes emocionalmente, tenemos espíritu de investigadores; somos soporte en la enfermedad, en los problemas de los otros y somos muy solidarios. Aprendimos a sonreír, a cocinar y a celebrar juntos. ¡Somos una sola familia!”, leyó Hernando, hijo de Danilo Carrera. Este es un extracto de la “Carta para el mundo”, escrito por las familias para la conmemoración de los 20 años que se llevó a cabo en la tarde de este lunes, en la Biblioteca Rafael Carrillo Lúquez en Valledupar.
Comenzó alrededor de las 5:00 p.m. con una eucaristía por la memoria de los muchachos, tocó la Orquesta Filarmónica de Cámara del Cesar y un representante de cada familia dio unas palabras sobre estos 20 años de búsqueda sin resultado:
"Siento una tristeza que invade mi corazón al ver que mi tiempo se está acabando y no sé nada de mi hijo. Que esta conmemoración sirva para nunca olvidarlos. ¿Qué pasó con mi hijo y sus compañeros, por qué se los llevaron?. Quiero la verdad", exclamó Matilde Bernal, madre de Carlos Ibarra.
"Después de 20 años no he dejado de llorar, extrañar y soñar con mi hermano. De imaginarme la vida con él si esto no hubiera pasado. Agradezco por la fuerza de nuestras madres para sobreponerse al dolor", fueron algunas de las palabras de José, hermano del dactilocopista Israel Roca.
La conmemoración contó con el respaldo de la Corporación Fasol y la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD), en respuesta a la solicitud hecha por los familiares para que les apoyaran con el caso. Desde junio de 2019, la UBPD comenzó un trabajo con las siete familias para fortalecer su participación en el proceso de búsqueda y el relevo generacional, ya que varios de los padres han fallecido o sufren de graves enfermedades.
También están trabajando en la articulación con las otras organizaciones que apoyan el caso: Fasol y Equitas, y coordinarán esfuerzos con la Fiscalía, entidad que lidera la investigación.
Alberto Prieto, fiscal de la Dirección Especializada contra las Violaciones a los Derechos Humanos de la Fiscalía y quien lleva el caso, aseguró durante la ceremonia que mientras la investigación esté bajo su responsabilidad no se escatimarán esfuerzos en la búsqueda. "Justamente iniciamos esta semana con mi equipo una nueva prospección al sitio de los hechos de más de diez días. Junto con el Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo y Equitas hemos elaborado un plan de búsqueda y levantado un plano topográfico del área para mayor probabilidad de encontrarlos", puntualizó.
En horas de la mañana del lunes, la seccional Valledupar de la Fiscalía ofreció una conmemoración por los siete investigadores, que no duró más de media hora. Elaine Janeth Cure, la nueva directora, también aseguró que la entidad seguirá adelantando el proceso de búsqueda para que las familias y compañeros puedan hacer el duelo.
Aunque en esta ceremonia los familiares estuvieron muy conmovidos, hay descontento por la falta de solidaridad de parte de la Fiscalía con sus funcionarios en estos años. Alexander Anillo, hermano de Mario, aseguró que esto no era más que un evento protocolario para la entidad, pero que para ellos significa revivir el dolor de la ausencia. Aun así él, como los demás familiares,, mantiene la esperanza de que en la prospección que comenzará este miércoles en la Finca La Holanda, encuentren a su hermano y a los demás muchachos.
La herencia de hacer memoria
La gran mayoría de los hijos tenían entre tres a cinco años cuando los siete investigadores desaparecieron. Ahora son jóvenes con recuerdos borrosos de lo vivido con sus padres. Los mantienen presentes en su memoria con las fotos e historias que hay en casa. Algunos han preferido, por autoprotección, mantenerse al margen de la investigación y la búsqueda.
“Yo nunca le hice cara al asunto”, cuenta Hernando Carrera, hijo de Rosa y de Danilo. Ahora tiene 25 años y en un par de semanas se gradúa de Ingeniería Civil. Fue su manera de refugiarse del dolor que vivían su madre y su abuela Marina. “Uno va cambiando con los años y creo que ahora soy lo suficientemente maduro como para afrontar qué pasó en realidad y sacar mis propias conclusiones”.
Dice que está listo ahora, aunque todavía sea cauto en sus palabras y en su expresión. Desde que la UBPD empezó a trabajar con las familias, se animó a participar en los talleres: dio ideas para la conmemoración, aportó a la construcción de la línea del tiempo y leyó esta noche, ante los vallenatos, la carta al mundo escrita por los padres. Junto a él estaban su hermana Karen y Maria Helena, sobrina de Carlos Ibarra, para leer también algunos fragmentos.
Una de las preocupaciones de las familias es el paso del tiempo y el olvido. Varios padres fallecieron algunos meses o años después de la desaparición, solo queda don Ciro, padre de Carlos. Las madres son quienes han llevado el peso de la búsqueda y han resistido el dolor para ver crecer a sus demás hijos y nietos.
(Vea: Masacre de Usme, la justicia víctima del conflicto y del olvido)
Pero ya rondan los 75 u 80 años, sufren de varias enfermedades y no tienen el mismo aliento para exigir respuestas, así que han sido los hermanos, hermanas y esposas quienes han abanderado la búsqueda. Ahora quieren que la memoria de los muchachos la mantengan también los hijos, hasta el día en el que los encuentren.
Rosa recuerda que la manera de proteger a sus hijos fue apartándolos de la búsqueda. Les dio su tiempo para que entendieran lo que había ocurrido con sus padres y quiénes eran los responsables, pero tuvo mucho cuidado de no incentivarles cualquier resentimiento.
Lo mismo hicieron Edna y Paulina, esposas de Edilberto y Hugo, respectivamente. Eso les permitió de alguna manera que no se fragmentara mucho más la familia. “Mi hijo nunca ha hablado públicamente del tema, no lo aborda, no ha asistido a las conmemoraciones”, señala Edna. Esta vez, algo distinto ocurrió: por primera vez su hijo, Carlos Linares quiso hablar de su padre en una entrevista.
Tiene 24 años y estudia Derecho en Barranquilla. Recuerda cuando Edilberto le trajo su primera cicla a la casa y lo contento que estaba con el regalo. “Tengo la esperanzan de que lo podamos encontrar”, dice en medio de un largo silencio. “Siempre hace falta la presencia del padre, ha sido muy difícil, pero gracias a Dios he tenido a mi mamá, que ella ha sabido llevar muy bien ambos roles”.
Para él, al igual que Hernando, los años lo han ayudado a asumir la desaparición de su padre. Trata de informarse sobre lo que pasa en el caso, aunque, claro, cada cual va a su tiempo. Todavía no está listo para ir a conmemoraciones.
La manera de asimilarlo es distinta y muy válida para cada uno de los hijos e hijas. Hernando aceptó ir por primera vez a la prospección que hará esta semana la Fiscalía.
“Quién mejor que los jóvenes para que leyeran esas cartas. Hay un cambio generacional y somos las personas que seguirán con la búsqueda”, añadió.
“Estamos como el primer día: sin saber nada, porque a la hora de la verdad aún no sabemos dónde están los muchachos y qué pasó con ellos. Son 20 años con la misma angustia y zozobra, pero con la misma lucha para encontrarlos”. Rosa Osorio es la esposa de Danilo Javier Carrera Aguancha, unos de los siete agentes del CTI desaparecidos el 9 de marzo del 2000.
(Le puede interesar: Desaparición de investigadores del CTI: varias capturas, pero pocas certezas)
Sus palabras recogen el duelo y la incertidumbre visible en cada una de las familias de “los muchachos”, como les dicen de cariño a Danilo Carrera, Edilberto Linares Correa, Carlos Ibarra Bernal, Hugo Quintero Solano, Israel Roca Martínez, Mario Anillo Trocha y Jaime Barros Ovalle.
Ese día iban en dos camionetas camino a la finca La Holanda, ubicada en el corregimiento de Minguillo, en jurisdicción de Codazzi (Cesar), a exhumar el cuerpo de Alcides Tiburcio Rivera, un paletero asesinado por paramilitares por ser supuesto colaborador de las guerrillas. A su llegada, según testimonios en Justicia y Paz, integrantes del frente “Juan Andrés Álvarez”, del Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) les quitaron sus pertenencias, los asesinaron a quemarropa y enterraron sus cuerpos.
En 2007, después de la desmovilización de las AUC, John Esquivel Cuadrado, conocido como “El Tigre” y comandante del frente, aceptó que él dio la orden de asesinarlos por instrucciones directas de Carlos Castaño. Rodrigo Tovar Pupo, o Jorge 40, también aceptó la responsabilidad del grupo paramilitar en la desaparición y asesinato. Ambos fueron condenados a más de 20 años de prisión por este hecho, aunque les rebajaron las penas por reconocer este crimen en Justicia y Paz.
Cuadrado ha dicho quiénes fueron los que dispararon y enterraron los cuerpos, ha entregado coordenadas de las fosas en La Holanda o a orillas del río Cesar, pero no han sido hallados en las más de 100 excavaciones que ha hecho la Fiscalía.
Rosa, así como Héctor -hermano de Israel-, o Martha -hermana de Hugo-, aseguran que las versiones de los paramilitares esconden una verdad más dolorosa y que además sospechan que están protegiendo a alguien más. Así lo afirman, después de tantos años de testimonios contradictorios y confusos de los paramilitares que no han permitido dar con el hallazgo de sus familiares.
“Han pasado 20 años, pero guardamos la esperanza intacta de encontrarlos”, agrega Rosa. “La justicia les toca a las autoridades, nosotros queremos la verdad”.
Una gran familia
A partir de ese 9 de marzo, las familias se unieron en la búsqueda. Empezaron a compartir no solamente el dolor, sino también talleres, caminatas y reuniones para hablar de los muchachos. Se apoyaron después de las audiencias de Justicia y Paz, de las que todos salían destrozados; se apoyaron cuando conocieron que los hijos de Justa Correa, madre de Edilberto, habían sido asesinados por averiguar más de su hermano, o cuando los padres de ellos fueron uno a uno falleciendo.
Se enfrentaron incluso a Carlos Castaño. En junio de 2000, un grupo de esposas logró hablar con él. Viajaron solas un domingo a la zona donde el jefe paramilitar estaba protegido por cientos de hombres armados. Teniéndolo de frente, le preguntaron por sus esposos, que por qué se lo habían llevado, pero él lo negó todo. Muchas siguieron en la búsqueda hasta que llegaron las amenazas, como ocurrió con Claudia Balcero, esposa de Israel, quien tuvo que exiliarse para proteger su vida y la de sus hijos.
(Lea también: Servidores judiciales víctimas del conflicto buscan respuestas en la justicia transicional)
“Hoy, somos más fuertes emocionalmente, tenemos espíritu de investigadores; somos soporte en la enfermedad, en los problemas de los otros y somos muy solidarios. Aprendimos a sonreír, a cocinar y a celebrar juntos. ¡Somos una sola familia!”, leyó Hernando, hijo de Danilo Carrera. Este es un extracto de la “Carta para el mundo”, escrito por las familias para la conmemoración de los 20 años que se llevó a cabo en la tarde de este lunes, en la Biblioteca Rafael Carrillo Lúquez en Valledupar.
Comenzó alrededor de las 5:00 p.m. con una eucaristía por la memoria de los muchachos, tocó la Orquesta Filarmónica de Cámara del Cesar y un representante de cada familia dio unas palabras sobre estos 20 años de búsqueda sin resultado:
"Siento una tristeza que invade mi corazón al ver que mi tiempo se está acabando y no sé nada de mi hijo. Que esta conmemoración sirva para nunca olvidarlos. ¿Qué pasó con mi hijo y sus compañeros, por qué se los llevaron?. Quiero la verdad", exclamó Matilde Bernal, madre de Carlos Ibarra.
"Después de 20 años no he dejado de llorar, extrañar y soñar con mi hermano. De imaginarme la vida con él si esto no hubiera pasado. Agradezco por la fuerza de nuestras madres para sobreponerse al dolor", fueron algunas de las palabras de José, hermano del dactilocopista Israel Roca.
La conmemoración contó con el respaldo de la Corporación Fasol y la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD), en respuesta a la solicitud hecha por los familiares para que les apoyaran con el caso. Desde junio de 2019, la UBPD comenzó un trabajo con las siete familias para fortalecer su participación en el proceso de búsqueda y el relevo generacional, ya que varios de los padres han fallecido o sufren de graves enfermedades.
También están trabajando en la articulación con las otras organizaciones que apoyan el caso: Fasol y Equitas, y coordinarán esfuerzos con la Fiscalía, entidad que lidera la investigación.
Alberto Prieto, fiscal de la Dirección Especializada contra las Violaciones a los Derechos Humanos de la Fiscalía y quien lleva el caso, aseguró durante la ceremonia que mientras la investigación esté bajo su responsabilidad no se escatimarán esfuerzos en la búsqueda. "Justamente iniciamos esta semana con mi equipo una nueva prospección al sitio de los hechos de más de diez días. Junto con el Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo y Equitas hemos elaborado un plan de búsqueda y levantado un plano topográfico del área para mayor probabilidad de encontrarlos", puntualizó.
En horas de la mañana del lunes, la seccional Valledupar de la Fiscalía ofreció una conmemoración por los siete investigadores, que no duró más de media hora. Elaine Janeth Cure, la nueva directora, también aseguró que la entidad seguirá adelantando el proceso de búsqueda para que las familias y compañeros puedan hacer el duelo.
Aunque en esta ceremonia los familiares estuvieron muy conmovidos, hay descontento por la falta de solidaridad de parte de la Fiscalía con sus funcionarios en estos años. Alexander Anillo, hermano de Mario, aseguró que esto no era más que un evento protocolario para la entidad, pero que para ellos significa revivir el dolor de la ausencia. Aun así él, como los demás familiares,, mantiene la esperanza de que en la prospección que comenzará este miércoles en la Finca La Holanda, encuentren a su hermano y a los demás muchachos.
La herencia de hacer memoria
La gran mayoría de los hijos tenían entre tres a cinco años cuando los siete investigadores desaparecieron. Ahora son jóvenes con recuerdos borrosos de lo vivido con sus padres. Los mantienen presentes en su memoria con las fotos e historias que hay en casa. Algunos han preferido, por autoprotección, mantenerse al margen de la investigación y la búsqueda.
“Yo nunca le hice cara al asunto”, cuenta Hernando Carrera, hijo de Rosa y de Danilo. Ahora tiene 25 años y en un par de semanas se gradúa de Ingeniería Civil. Fue su manera de refugiarse del dolor que vivían su madre y su abuela Marina. “Uno va cambiando con los años y creo que ahora soy lo suficientemente maduro como para afrontar qué pasó en realidad y sacar mis propias conclusiones”.
Dice que está listo ahora, aunque todavía sea cauto en sus palabras y en su expresión. Desde que la UBPD empezó a trabajar con las familias, se animó a participar en los talleres: dio ideas para la conmemoración, aportó a la construcción de la línea del tiempo y leyó esta noche, ante los vallenatos, la carta al mundo escrita por los padres. Junto a él estaban su hermana Karen y Maria Helena, sobrina de Carlos Ibarra, para leer también algunos fragmentos.
Una de las preocupaciones de las familias es el paso del tiempo y el olvido. Varios padres fallecieron algunos meses o años después de la desaparición, solo queda don Ciro, padre de Carlos. Las madres son quienes han llevado el peso de la búsqueda y han resistido el dolor para ver crecer a sus demás hijos y nietos.
(Vea: Masacre de Usme, la justicia víctima del conflicto y del olvido)
Pero ya rondan los 75 u 80 años, sufren de varias enfermedades y no tienen el mismo aliento para exigir respuestas, así que han sido los hermanos, hermanas y esposas quienes han abanderado la búsqueda. Ahora quieren que la memoria de los muchachos la mantengan también los hijos, hasta el día en el que los encuentren.
Rosa recuerda que la manera de proteger a sus hijos fue apartándolos de la búsqueda. Les dio su tiempo para que entendieran lo que había ocurrido con sus padres y quiénes eran los responsables, pero tuvo mucho cuidado de no incentivarles cualquier resentimiento.
Lo mismo hicieron Edna y Paulina, esposas de Edilberto y Hugo, respectivamente. Eso les permitió de alguna manera que no se fragmentara mucho más la familia. “Mi hijo nunca ha hablado públicamente del tema, no lo aborda, no ha asistido a las conmemoraciones”, señala Edna. Esta vez, algo distinto ocurrió: por primera vez su hijo, Carlos Linares quiso hablar de su padre en una entrevista.
Tiene 24 años y estudia Derecho en Barranquilla. Recuerda cuando Edilberto le trajo su primera cicla a la casa y lo contento que estaba con el regalo. “Tengo la esperanzan de que lo podamos encontrar”, dice en medio de un largo silencio. “Siempre hace falta la presencia del padre, ha sido muy difícil, pero gracias a Dios he tenido a mi mamá, que ella ha sabido llevar muy bien ambos roles”.
Para él, al igual que Hernando, los años lo han ayudado a asumir la desaparición de su padre. Trata de informarse sobre lo que pasa en el caso, aunque, claro, cada cual va a su tiempo. Todavía no está listo para ir a conmemoraciones.
La manera de asimilarlo es distinta y muy válida para cada uno de los hijos e hijas. Hernando aceptó ir por primera vez a la prospección que hará esta semana la Fiscalía.
“Quién mejor que los jóvenes para que leyeran esas cartas. Hay un cambio generacional y somos las personas que seguirán con la búsqueda”, añadió.