El reencuentro de un padre con el cuerpo de su hijo desaparecido hace 18 años

El 1° de enero de 2003, paramilitares desaparecieron a Camilo Gómez* en la finca El Palmar, en San Onofre. Pese a que su cuerpo fue exhumado en 2005, pasó 16 años en un laboratorio de Barranquilla hasta que la JEP ordenó identificarlo. Hoy su familia recibe el cuerpo para darle por fin un entierro digno.

Sebastián Forero Rueda
21 de agosto de 2021 - 02:00 a. m.
La Sección de Ausencia de Reconocimiento de Verdad y Responsabilidad de la JEP le ordenó a la Fiscalía que identificara los cuerpos exhumados de El Palmar. En cumplimiento de esa orden se encontró que uno de los cuerpos era el de Camilo Gómez.
La Sección de Ausencia de Reconocimiento de Verdad y Responsabilidad de la JEP le ordenó a la Fiscalía que identificara los cuerpos exhumados de El Palmar. En cumplimiento de esa orden se encontró que uno de los cuerpos era el de Camilo Gómez.
Foto: Mauricio Alvarado Lozada
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Roberto Gómez recorre con su mano la silueta de su hijo Camilo* en el enorme retrato que trajo consigo a Sincelejo. Es la noche del jueves y él lo mira con incredulidad, porque todavía no termina de creer que en dos días, el sábado, se lo vayan a entregar. O al menos, lo que queda de él. En los últimos 18 años dedicó su vida a buscarlo, aquí y allá, por San Onofre, Sucre y el país entero. Hace poco más de un mes le avisaron que lo encontraron, que lo identificaron y que finalmente se lo entregarían. Desde ese día no duerme, se le van las noches dándole vueltas a la imagen de su hijo, que tenía 40 años cuando lo desaparecieron.

La última vez que lo vio les suplicaba a los paramilitares del bloque Héroes de los Montes de María que no se lo llevaran. Mientras tanto, con una toalla le limpiaba la sangre que le escurría por el brazo a Camilo por el disparo que le habían hecho minutos atrás. Pese a las súplicas de don Roberto y otros de sus hijos, los hombres armados montaron a Camilo a una camioneta roja y arrancaron de San Onofre por la vía que conduce al poblado de Berrugas. A él no lo volvió a ver nunca, pero la toalla impregnada de su sangre todavía la tiene guardada en su rancho de San Onofre.

Dos días antes, el 30 de diciembre de 2002, la casa de los Gómez estaba de fiesta porque el mayor de los hijos de don Roberto había llegado al pueblo a pasar las fiestas de fin de año. Hacía dos años que no venía, porque andaba trabajando en las minas de oro de Concepción, municipio de Antioquia que llamaban “La Concha”. Para la noche de Año Nuevo celebraron con aguardiente, se embriagaron y bailaron.

Ya en la mañana del 1° de enero, Camilo Gómez salió a la plaza de San Onofre para llamar por las cabinas de Telecom a su hija en Turbaco (Bolívar). Habló con ella, le deseó el feliz Año Nuevo y le dijo que le había traído de Antioquia joyas y prendas que sacó de la mina. Ya de regreso a la finca lo detuvieron y le dispararon en el brazo. Cuando su padre lo alcanzó, Camilo estaba rodeado de paramilitares.

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Todos supieron con certeza el rumbo que tomó la camioneta en la que subieron a Camilo ese 1° de enero de 2003. El destino final era la finca El Palmar, a las afueras del pueblo, donde Rodrigo Mercado Pelufo, conocido como Cadena, montó una base paramilitar del Bloque Héroes de los Montes de María, desde la cual planeaban operaciones y a donde llevaban a todo aquel que acusaban de guerrillero. Después de que las víctimas pasaban las puertas de la finca nunca más las volvían a ver. Se dice que las personas eran torturadas, guindadas de un enorme árbol de caucho ubicado en el predio y hasta se ha mencionado un lago de caimanes al que habrían sido arrojadas algunas de las víctimas.

A Camilo lo sentenciaron porque lo vieron exhibiendo joyas. Como trabajaba en una mina de oro, le era fácil conseguir cadenas, pulseras, relojes de oro y ese día salió al pueblo vistiendo esas prendas. Lo señalaron como guerrillero. Así lo confesaron después miembros de este grupo armado en Justicia y Paz.

Así quedó también documentado en el informe Exhumando Verdad y Justicia, que el Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado (Movice) y el Comité de Solidaridad con los Presos Políticos entregaron a la Jurisdicción Especial para la Paz. Los investigadores documentaron los casos de 259 víctimas de desaparición forzada en Sucre, entre 1988 y 2008, entre ellos el de Camilo. Igualmente, recogieron información sobre 15 fincas (incluyendo El Palmar) y 18 cementerios en los que habría restos de personas dadas por desaparecidas en el departamento.

Los años en que se recrudeció la desaparición forzada como mecanismo de los paramilitares para ejercer control social de la población fueron aquellos en que el Bloque Héroes de los Montes de María libró una guerra con los frentes 35 y 37 de las Farc en esa zona del país, entre Bolívar y Sucre. Los mismos años en que los paramilitares perpetraron masacres como la de El Salado, Las Brisas, Chinulito o Macayepo. Según información de la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas, en esta zona del país hay al menos 1.808 personas desaparecidas.

Desde que Camilo entró a la finca, su cuerpo permaneció allí hasta 2005, cuando miembros de la Fiscalía de Barranquilla entraron al predio a hacer una serie de exhumaciones. Desde ese momento y durante más de 15 años, su cuerpo estuvo en un laboratorio de la Fiscalía en Barranquilla sin identificar. Mientras tanto, sus familiares lo buscaron sin descanso.

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Como parte de esa búsqueda, el Movice le pidió el 29 de agosto de 2018 a la JEP que decretara medidas cautelares de protección sobre 17 zonas del país en las que según sus investigaciones habría personas inhumadas dadas por desaparecidas en medio del conflicto armado. En 2019, el Tribunal de Paz realizó una audiencia pública en Cartagena, para evaluar la situación de cuatro lugares de San Onofre donde habría desaparecidos: el cementerio municipal, el de Rincón del Mar y las fincas La Alemania y El Palmar. En ese espacio se supo que en 2005 la Fiscalía había exhumado 35 cuerpos de El Palmar, que había identificado 10 de ellos y entregado siete. Los demás no habían sido identificados.

En ese proceso, las víctimas le dieron a la JEP un cofre que representaba a los desaparecidos. Junto a los magistrados recorrieron los cuatro lugares. Hubo lágrimas y palabras sentidas, especialmente, en la primera estación, la finca El Palmar. Allí, en ese espacio, el magistrado Alejandro Ramelli le prometió a Roberto Gómez que encontraría a su hijo. El momento quedó inmortalizado en una foto que el juez hoy tiene en su oficina.

La Sección de Ausencia de Reconocimiento de Verdad y Responsabilidad de la JEP le ordenó a la Fiscalía que identificara los cuerpos exhumados de El Palmar. En cumplimiento de esa orden se encontró que uno de los cuerpos era el de Camilo Gómez. Sus familiares dicen que de no ser por el trámite de medidas cautelares de la Jurisdicción, el cuerpo de él aún permanecería perdido en un laboratorio de la Fiscalía.

Y no solo el de él. Entre el jueves pasado y la jornada de hoy son ocho cuerpos entregados a sus familiares, que por seguridad no serán nombrados en este artículo.

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“Desaparecieron personas, desaparecieron roles, desaparecieron oficios, desaparecieron alegrías, fiestas, tradiciones, formas de vivir. Cuando los actores armados desaparecieron a un joven minero de oro intentaron desaparecer el brillo del pueblo sucreño”, dijo el magistrado Alejandro Ramelli en la audiencia de ayer, en la que también estuvieron los magistrados Gustavo Salazar, Reinere de los Ángeles Jaramillo, María del Pilar Valencia y Raúl Sánchez. “Este es un logro suyo, de las víctimas y sus comunidades, quienes no desistieron, quienes, pese a todas las dificultades, a todos los riesgos, perseveraron en la búsqueda. Sin su caminar previo, este paso no habría sido posible”, agregó.

A partir de hoy, Roberto Gómez y sus familiares, como lo dice él mismo, tendrán dónde ponerle una vela a Camilo. “Mientras no lo había encontrado, no sabía si estaba debajo de un palo, entre el agua, no sabía. Ahora puedo ir al cementerio a ponerle una vela como sus hermanas, su mamá. Ahora sabemos que está ahí”.

*Los nombres fueron cambiados por petición de la fuente.

Debe leer: El monumento que reclaman las víctimas en San Onofre

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Sebastián Forero Rueda

Por Sebastián Forero Rueda

Periodista y politólogo de la Universidad Javeriana, con experiencia en cubrimiento de temas de paz, conflicto armado, derechos humanos y economía de la coca.@SebastianForerrsforero@elespectador.com

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Tanatos(39449)22 de agosto de 2021 - 04:21 a. m.
Ahí esta pintado el nivel intelectual de nuestros militares, paracos y subversivos; una montonera de bestias sin asomo de conciencia y educación. El sólo hecho de usar cadenas de oro lo hacía guerrillero? costeño que se precie anda ambambado. Qué nivel de estupidez de la violencia en este platanal.
Enrique(35479)21 de agosto de 2021 - 08:28 p. m.
Los reencuentros son entre vivos. El si acaso hallo el paradero de su hijo muerto, supo donde estaba. Porque ni siquiera hallo un cuerpo, se los aseguro, hallo lo que quedaba de él Tampoco pudo abrazarlo, como dice otro comentarista
Helena(32726)21 de agosto de 2021 - 01:20 p. m.
Gracias JEP por devolverle a esas familias sus hijos y parientes. La desaparición es uno de esos crímenes que merecen ser tratados con todo el rigor que la ley permite.
Melibea(45338)21 de agosto de 2021 - 09:59 a. m.
Nos alegra mucho que por fin don Fidencio y su familia tengan a su hijo para estrecharlo y darle sepultura.Gracias JEP y Comisión de la Verdad.
Pathos(78770)21 de agosto de 2021 - 03:56 a. m.
Una cronica solidaria, necesaria y testimonial que ayuda al duelo,a la vez que a la denuncia de atrocidades hechas por fanáticos, obsesionados por desaparecer al q consideraban enemigo.Semejantes crimenes solo pueden ser ejecutados por sociopatas enfermos mentales,de alto peligro para la convivencia social. Que castiguen a los responsables y q nunca más vuelva a suceder esto
  • MHGLOPEZ(85314)21 de agosto de 2021 - 04:54 a. m.
    Me adhiero.
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