“Estoy segura de que el caso de violencia sexual se abrirá en la JEP”: Pilar Rueda

En el Día nacional por la dignidad de las mujeres víctimas de violencia sexual durante el conflicto armado, la coordinadora del equipo de género de la Unidad de Investigación y Acusación de la Justicia Especial de Paz (JEP) habla sobre los avances en la investigación de este delito en la justicia transicional. Le preocupa que aún las víctimas no tengan atención del Estado, así como la poca información de casos de mujeres afros e indígenas.

Laura Dulce Romero
25 de mayo de 2021 - 11:57 p. m.
La violencia sexual durante el conflicto armado fue una constante en Colombia que no cesó con el acuerdo de paz entre el Estado y las Farc.
La violencia sexual durante el conflicto armado fue una constante en Colombia que no cesó con el acuerdo de paz entre el Estado y las Farc.
Foto: El Espectador
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Hace cinco años, el Gobierno Nacional firmó el decreto 1480, para que cada 25 de mayo se conmemore en el país el Día nacional por la dignidad de las mujeres víctimas de violencia sexual en el marco del conflicto armado. La decisión fue en respuesta a la solicitud de la periodista Jineth Bedoya como una medida de reparación frente a la violencia sexual de la cual fue víctima en el 2000. Desde entonces, en esta fecha se busca reconocer la dignidad, valentía, y resistencia de miles de mujeres en Colombia afectadas por este crimen atroz.

Como parte de ese trabajo de reconocer y enaltecer su coraje y de evidenciar las afectaciones que causa este delito, la Unidad de Investigación y Acusación de la Jurisdicción Especial para la Paz (UIA), conocida como la Fiscalía de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), decidió adelantar hoy un conversatorio llamado “Identidades, violencia sexual y construcción de paz”. También, como antesala de este diálogo, realizó numerosos encuentros con víctimas mujeres, pero también con población trans y hombres que durante la guerra sufrieron violaciones, acosos, desnudez forzada, entre otras violencias y agresiones sexuales.

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En entrevista con este diario, Pilar Rueda, coordinadora del equipo de género de la UIA, habló sobre el proceso que han adelantado en la justicia transicional para investigar este delito cometido en el conflicto armado, cuya impunidad es casi total.

¿Por qué la guerra se ensañó tanto con las mujeres?

El conflicto armado se ensañó con las mujeres, con sus identidades y su condición, porque la sociedad y el Estado han tenido una subvaloración fuerte de las mujeres y sus derechos, como en todo el mundo. Y la guerra en general se ejerce con mayor crueldad contra quienes socialmente no son tan valoradas o no tienen el mismo status. Esto ha sido histórico. Desde la época de La Violencia, se conocían historias de los vientres abiertos, como una forma de acabar con familias y comunidades. Si se dan cuenta el nivel de crueldad y la expresión de violencia es mayor con las mujeres y más si son afros o indígenas, que son tratadas como de segunda categoría.

A pesar de eso, las mujeres han sido un actor clave, aunque no reconocido públicamente, para la sobrevivencia de lo que somos. Pensemos en esto: ¿cuándo una familia puede hablar de que está siendo desplazada? Cuando la mujer decide irse con los hijos y dejar todo tirado. Las mujeres han desarrollado capacidades de sobrevivencia y liderazgo. De hecho, la violencia más reciente es con el tipo de liderazgo y participación política o comunitaria que han desarrollado, aunque no aspiren a cargos de elección popular. Pero son las mujeres que generan tejido social, que no es otra cosa que gran confianza en sus comunidades, entonces son una piedra en el zapato y piensan que lo mejor es acabarlas.

¿Hay una intención de corregirlas violentándolas, sobre todo sexualmente?

Ni siquiera, porque las intentan asesinar con violación. Es asesinarlas de una manera cruel. Es desaparecerlas. Somos una sociedad supremamente machista y eso hay que reconocerlo para cambiarlo. Y la guerra por supuesto exacerba esas prácticas y las empeora, porque es una práctica de la violencia y la arbitrariedad a través de las armas.

¿Es la militarización la expresión más fuerte del patriarcado?

Sí, y del clasismo y del racismo, de todos los peores males de una sociedad que tiene que avanzar más hacia la democracia y la paz. Los pueblos indígenas, las comunidades afro, las mujeres, la población LGBT están abriéndose debates sobre la necesidad de reconocer la diversidad y de ampliar las libertades. El gran reto de la democracia es eso: reconocer y hacer valer estos derechos. Eso hace que una población sea pacífica y tolerante. Pero es complicado en medio de conflictos y cuando no hay consciencia de lo que se debe transformar.

¿Por qué decidieron que hoy no sólo se hable de la violencia sexual que padecieron las mujeres en el conflicto armado?

Entendemos que fue una reparación pedida por una mujer y que las principales afectadas por este delito son mujeres, quienes enfrentan violencias específicas, como los embarazos forzados o las esterilizaciones a partir de tratamientos inadecuados. Además, se ha identificado que la causa principal de la violencia sexual son las relaciones desiguales de poder y la subordinación de las mujeres.

Pero también hemos identificado que hay otras víctimas que, inspiradas en ellas, comenzaron a relatar lo que vivieron. Hay personas adultas que fueron violentadas cuando niños y niñas, en medio del reclutamiento; también identificamos hombres que como población civil sufrieron la guerra por parte de todos los actores armados, y la población LGBTI que lucha para que se les reconozca que fueron víctimas según su identidad sexual o de género. Todos y todas son claves para entender que la violencia sexual es un asunto que afecta a toda la población y cuyos impactos varían, a pesar de que el camino para hacerla visible lo construyeron las mujeres. No es la misma vivencia de una mujer que tuvo un hijo de la violencia a la de un hombre.

¿Cuáles impactos comunes tienen las víctimas de violencia sexual?

Hay un tema de ruptura con su subjetividad y su cuerpo. Eso tiene que ver con su salud y su vida sexual y reproductiva. Hay una intención de salirse de ese cuerpo, de no reconocerlo, de no cuidarlo. Y eso repercute en su físico, sus emociones y, como dicen las mujeres indígenas, en su espíritu. Lo más grave es que quienes deben asistirlas tampoco las ayudan. Por ejemplo, cuando los médicos van a atenderlas no les preguntan qué les pasó. No hay rastro en su historia clínica. Entonces creo que la violencia sexual tiene que llevarnos a asumir responsabilidades a todo el mundo: a las instituciones, la sociedad y los profesionales. Hace un par de años tuvimos una conferencia sobre este delito con la Corte Penal Internacional y su fiscal nos decía que habían decidido empezar a revisar en otros países, como Ruanda, historias clínicas porque no tenían suficiente material probatorio. Pues allí encontraron evidencias. Nosotras luego decidimos preguntarles a las mujeres en Colombia y nada. Algunas ni siquiera tuvieron atención médica. Y eso es grave porque en el cuerpo de las mujeres hay rastros de esa violencia sexual, como también en sus emociones.

(Lea también: Hombres violentados sexualmente en el conflicto armado hablan por primera vez)

En medio del diálogo se abrió la discusión, por parte de las mujeres, que incluso en el momento de la denuncia los hombres víctimas tienen más facilidades de acceder a la justicia...

Como este es un delito que refleja las ideas, creencias y relaciones de subordinación y las discriminaciones del país, pues es fácil ver esas desigualdades incluso en las instituciones. Lamentablemente, muchas de ellas tienden a tener más consideraciones con los hombres porque les parece que es mucho más grave, tal vez porque hasta ahora está siendo visible. Pero es una práctica machista y es cierta. Les dicen “pobrecito” o “como otro hombre le pudo hacer eso”. Y creo que el gran problema de este tipo de violencia son las ideas y creencias de quién es violador y quién es víctima. Eso hay que cambiarlo y dentro de la UIA lo estamos haciendo para generar nuevas prácticas que permitan una atención diferenciada sin desconocer que cada víctima vive esta violencia. Giovanni Álvarez, el director de la UIA, está comprometido con este tema porque sabe que es crucial para la no repetición y el impacto histórico que estos procesos tendrán.

¿Qué afectaciones particulares ha vivido la población trans?

Hay un tema que se ha presentado de manera general y es que se trata de una población que ha sido atacada sexualmente con la idea de sancionarla por su identidad. Estamos tratando de identificar qué significa eso en la práctica, qué ideas y creencias hay detrás de esto. También estamos trabajando con ella para que se tejan con las mujeres no trans relaciones de solidaridad y no de competencia, que es lo que a veces se plantea. Lo más interesante que estamos logrando es que entre ellas haya un autoreconocimiento, porque lo que estábamos percibiendo es que había un nivel de conformidad sobre esa idea de que “ustedes no nos representan”. Es un debate interesante y nos dimos cuenta que estábamos cometiendo un error poniéndoles a hablar a unas por otras, porque eso estaba teniendo discusiones fuertes en torno a derechos y necesidades particulares.

¿Cómo se soluciona esto?

Por ejemplo, en una reunión tuvimos un diálogo entre mujeres trans y mujeres sobre reparación. Una de las mujeres trans comentó que había ganado una tutela para unos implantes mamarios, como parte del desarrollo de su personalidad. Pero había otra mujer que había sufrido una mutilación por violencia sexual, en el marco del conflicto armado, pero no tuvo acceso a una cirugía similar, porque le dijeron que no necesitaba sentirse estéticamente bien. Esa respuesta de la institucionalidad fue discriminatoria y ella se vio afectada. Nos dimos cuenta de que necesitamos generar espacios de reflexión propios y momentos de encuentros para entendernos y apoyarnos. Es importante acercarse a la realidad de estas diferencias.Tenemos discusiones sobre qué es ser mujer y los estereotipos. Poco a poco se ha construido un diálogo enriquecedor. Por eso este evento de hoy es importante, pues desde sus propias identidades van a compartir sus experiencias y propuestas como víctimas de violencia sexual.

Otro punto de discusión fueron las violencias sexuales de las mujeres indígenas y afros, ¿qué pasó con ellas en el marco del conflicto armado?

Ha sido todo un reto indagar sobre la violencia sexual en mujeres indígenas y afros. No se conocen ni denuncian los casos. Usualmente, fueron y son los lugares donde más transitan los actores armados, así que hay menor presencia institucional. Lo grave es que no hay suficiente información, ha sido un asunto silenciado y que las mujeres han empezado a hacerlo visibles a través de organizaciones y autoridades indígenas. Eso es un avance importante, porque la violencia sexual ha afectado a todas las mujeres de este país en el marco del conflicto armado. Lo que sí creo es que las prácticas de respuesta institucional y social no han sido las mejores con las mujeres indígenas y afros. De eso se han quejado en los encuentros, porque dicen que no han recibido atención de salud ni acceso a la justicia. Y, por supuesto, eso desmotiva cualquier decisión de hablar de este delito que avergüenza y que genera una carga fuerte para la mujer, la familia y su comunidad.

Otra de las discusiones interesantes de ayer fue el significado de la ya célebre frase: “las mujeres no somos botín de guerra”. Hubo víctimas que rechazaron de tajo la afirmación, ¿por qué?

Lo que más me gusta de las construcciones de las víctimas es que a partir de sus propias realidades construyen o no identidades con conceptos que la academia o las activistas han desarrollado. Por un lado están quienes dicen “no quiero que me relacionen con un botín de guerra”, porque se consideran sujetas sociales y políticas, y creen que fueron atacadas por lo que son y no para castigar u obtener un premio. Eso lo dijo en el encuentro una mujer muy fuerte, que desarrolló un liderazgo en el Bajo Cauca antioqueño, una zona donde hasta hoy hay conflicto armado. Entonces ella insiste en que no le digan más que la atacaron para ofender a la sociedad, su familia u otros hombres, sino por ser mujer. Lo mismo sucede con el concepto de “sobrevivientes”. Hay otras mujeres que no prefieren llamarse así, porque ellas aseguran que una es sobreviviente cuando supera una catástrofe natural o una enfermedad. Y prefieren llamarse a sí mismas como víctimas, porque su violencia sexual no fue un asunto fortuito, sino que un victimario decidió atacarlas y ellas no tuvieron herramientas para evitar que eso sucediera. Además, ellas lograron que en la Ley de Víctimas se les reconociera en las mismas condiciones que otras víctimas. Entonces dicen: o somos todos sobrevivientes o somos todos víctimas.

(Vea más: “¡Hágale lo que quiera!”: las denuncias por violencia sexual en Paro Nacional)

Muchas de las personas que estuvieron en el encuentro dijeron que denunciaron la violencia sexual casi 20 o 30 años después. Muchas ni siquiera han interpuesto la denuncia, pero ahora se abren paso en la justicia transicional. ¿Qué tan probable es que estos crímenes se esclarezcan?

El Acuerdo Final incluyó la violencia sexual como un delito específico, autónomo e independiente, que no será objeto de amnistía ni indulto. Por eso lo hemos venido trabajando desde la UIA con tanta fuerza en nuestro proceso de alistamiento. Ya creamos un grupo de investigación especial para violencia sexual, es decir, ya se establecieron los instrumentos. La JEP está trabajando con mucho compromiso y pronto habrá respuesta para las víctimas que tuvieron que vivir uno de los delitos más difíciles de superar. Lo cierto es que cuando encuentran justicia y reciben atención mejoran sus condiciones. A eso vamos. Desde estos encuentros empezamos con un proceso restaurativo y ya tenemos listos nuestros equipos humanos y técnicos para responder cuando sea necesario y estoy segura que desde la magistratura se están trabajando los más de 30 informes entregados por las víctimas de violencia sexual.

¿Por qué después de cuatro años y teniendo claro que fue un delito sistemático en el conflicto armado no se ha abierto el macrocaso de violencia sexual?

Hay un reclamo histórico y todas las dependencias estamos trabajando para atenderlo. La JEP está trabajando con mucho esfuerzo porque no es una jurisdicción grande y ha ido construyendo análisis de los informes e ir avanzando en cada caso. Pero estoy segura, porque lo ha dicho la presidencia de la JEP, que el caso de violencia sexual se abrirá. Sé que pasará porque somos conscientes de que el Acuerdo de Paz de Colombia es el primero que incorporó un enfoque de género y fue específico en el delito de violencia sexual. Además, hay una exigencia de las víctimas y de la comunidad internacional. Hay un compromiso grande y las mujeres, hombres y población LGBT están con la expectativa de que sus casos sean juzgados.

En el marco del paro nacional, las denuncias de violencia sexual han sido casi que inmediatas, ¿a qué cree que se debe eso?

Esto ha sido gracias al camino que han abierto las organizaciones de mujeres y que han contado con legitimidad de las víctimas de violencia sexual que han decidido hablar. Eso es fundamental y necesario, pero insuficiente si las instituciones y la sociedad no hace un análisis más sofisticado. Hoy se sigue creyendo que la violencia sexual es solo acceso carnal violento, que es tan solo una de las tipificaciones. Y eso tiene que cambiarse porque debemos reconocer las situaciones que generan vulnerabilidades. No es un asunto que se inventó la guerra. Sucede también en los espacios que deberían ser protectores. Esa mirada sofisticada solo se tiene cuando se habla con las víctimas y son ellas quienes proponen. Ese es el ejercicio en el que estamos. Seguimos teniendo zonas con confrontación armada, una fuerte presencia de los actores armados en los territorios y la militarización de las vidas de las comunidades. En estos contextos las violencia sexual se incrementa y debemos estar más atentos y escuchar a quienes las han vivido y no quieren que se repitan estas violencias.

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Tomas(10675)26 de mayo de 2021 - 02:50 a. m.
Seguramente la JEP considerará solo los abusos de las fuerzas armadas.
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