“No encontrábamos la guerrilla, pero había que dar resultados”: cabo del Ejército
El suboficial retirado del Ejército Néstor Guillermo Gutiérrez reconoció públicamente y frente a sus víctimas en audiencia de la JEP su responsabilidad en los ‘falsos positivos’ del Catatumbo. Con ayuda de la administradora de un bar, elaboró una lista de campesinos de la región que se convertirían en las víctimas.
Este martes en Ocaña, Norte de Santander, en un hecho sin precedentes, 10 militares y un civil, responsables de “falsos positivos” en el Catatumbo se pararon frente a sus víctimas y el país, en la primera audiencia de reconocimiento de responsabilidad en la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), y aceptaron su participación en 120 de esos casos sucedidos en la región.
Contexto: “Falsos positivos”: comienzan los reconocimientos del Ejército ante la JEP
El primer militar en pararse frente a las víctimas fue Néstor Guillermo Gutiérrez, quien para la época era cabo primero del Ejército y fue comandante de escuadra en la Brigada Móvil 15. “Yo reconozco y acepto mi responsabilidad como coautor por los crímenes de guerra, de lesa humanidad y homicidio en persona protegida, crímenes que cometí”.
Y agregó: “No voy a justificar lo que hice porque cometí delitos, crímenes. Asesinamos personas inocentes, campesinos. Quiero aclararlo acá: lo que asesinamos fue campesinos”
En su relato, reveló que cuando llegó al Catatumbo, en febrero de 2007, “había una presión de altos mandos, que nos exigían dar resultados”. Fue enviado al municipio de El Carmen a hacer inteligencia militar. Allí, ubicó un burdel y se contactó con la administradora del lugar, María Eugenia Ballena, para que le suministrara información sobre supuestos colaboradores de la guerrilla, “pero en realidad no lo eran”, afirmó.
Con la información que le suministraba ella, elaboró una lista de unos 15 nombres de quienes se convertirían en las próximas víctimas. Además, contó que tenía relación con un grupo paramilitar de Aguachica (Cesar), que le suministraba las armas que les pondrían luego a las personas asesinadas.
“Había que buscar los resultados como fuera. Los grupos de guerrilla no los encontrábamos, pero había que dar el resultado”, dijo el ex militar. “En el Catatumbo se llevó a cabo un fenómeno criminal para 2007 y 2008. Y no fue únicamente en esta época, esto fue una política que se tenía dentro de las filas. “El mismo modus operandi mio en El Carmen, lo estaban haciendo las otras patrullas”.
Javier Peñuela fue uno de los campesinos que el cabo primero Néstor Guillermo Gutiérrez anotó en su lista. Allí, en la tarima, estaba la hermana de él, Sandra Barbosa, quien había intervenido también en la audiencia pidiendo que limpiaran el nombre de su familiar. “Señora Sandra, se lo digo hoy, su hermano era un campesino que se levantaba a las cinco de la mañana y trabajaba hasta las cinco de la tarde. El pecado de este campesino fue ir con un dolor de muela a buscar que se la sacaran en el pueblo. Ya María Eugenia Ballena lo había incluido en la lista”, contó.
Cuando ella le avisó al cabo Gutiérrez que Javier Peñuela había bajado al pueblo, él le avisó a otra patrulla del Ejército y de inmediato fueron a sacarlo de la tienda en la que estaba y se lo llevaron para asesinarlo. “Ya había un fusil, había planeamiento”, aseguró.
“Yo ejecuté, yo asesiné a familiares de los que están acá llevándolos con mentiras, con engaños. Les disparamos cruelmente, cobardemente, y manchamos su nombre y el de su familia. Dejamos a unos hijos sin padre, a una madre sin hijos. Pido perdón a Dios. Hicimos un teatro para mostrar supuestos combates”.
Y sostuvo: “Acá en el Catatumbo, llegaba la guerrilla y golpeaba a los campesinos; llegaban los paramilitares, los golpeaban; y llegábamos nosotros, el Ejército, ellos confiaban en nosotros, pero los engañábamos y asesinábamos a sus familiares”.
Se refirió también a un caso de jóvenes en Aguachica (Cesar), que fueron reclutados con engaños y promesas falsas de trabajo por Alexander Carretero, civil que también estaba presente en la audiencia. “Él me los entregó, me los traía con mentiras. ‘Vamos para Ocaña que hay trabajo’. Y cuando llegaban, se daba uno cuenta que eran muchachos de bien, no eran delincuentes. A uno de ellos le dije ‘vamos a trabajar a una finca, como guarda de seguridad’. Yo ya sabía que lo iban a asesinar”, dijo.
“Los asesinaron, le colocaron un arma en sus manos, simularon un combate. Y al otro día, la noticia: bandido dado de baja. ¿Qué estábamos haciendo?”.
Parado en ese estrado, se sumó al llamado de las víctimas para que esa práctica no vuelva a suceder en Colombia. “Yo sé que ustedes no me van a perdonar, pero espero que esto lleve a que no se repita más, que esto se acabe definitivamente. Que el Ejército llegue a cuidar al campesino”.
“Yo no pensaba en el daño que estaba causando, no solo a la víctima, a ese ser humano inocente, sino a la familia. No medía las consecuencias, tenía mi corazón encerrado. O sí sabía, pero no quería darme cuenta del daño que estaba haciendo”, sostuvo.
Durante su relato, el exmilitar también se refirió al caso de Ever Peña Maldonado, de 22 años, otra de las víctimas que hizo parte de su lista. “Lo engañé también, para que lo asesinaran”. Según dijo, para el momento de su asesinato, su esposa tenía cuatro meses de embarazo. “Hoy ese hijo tiene unos 14 años. Yo le quité la oportunidad a ese niño de tener un padre, de tener un futuro. Les arrebatamos sueños a hijos, a madres, a familias. Ese dolor que están sintiendo hoy ustedes las víctimas acá, solo lo sienten ustedes. Por una presión de un gobierno no es justo haberle causado tanto daño a campesinos, gente inocente”.
Además de esos dos casos, Gutiérrez pronunció los nombres de otra decena de sus víctimas: Eriseider Peñaranda Ascanio, Yesimero Chinchilla Contreras, Álvaro Angarita, Gerardo Quintero, Eduardo Villegas, Samuel Rincón, Wilfredo Durán, Wilfrido Quintero Chona, Álvaro Guerrero Melo, Jesús Hermides Quintana Balaguera.
Acá, un apartado de su intervención:
El segundo militar en intervenir fue el mayor Daladier Rivera Jácome, quien comenzó su discurso pidiendo perdón a los familiares de las víctimas y reconociendo que participó del montaje de falsos operativos militares: “también proporcioné armas que le plantábamos a las víctimas para simular combates”. El militar reconoció los delitos de homicidio en persona protegida y desaparición forzada que le imputó la JEP.
En su acto público se dirigió a Benjamín Rodríguez Figueroa, una de las víctimas presentes en la audiencia. Le pidió que se pusiera de pie en el salón y dijo que quería limpiar su nombre frente a todo el país. “Quiero aclararle al mundo y al pueblo colombiano que usted nunca fue un combatiente ni un delincuente. Yo soy el responsable de que usted, después de estos hechos tan atroces que acaba de narrar, estuviera detenido por un tiempo. Yo elaboré unos falsos documentos de inteligencia los cuales los puse a disposición de la Fiscalía, que tomó su caso, por medio del cual unos personajes desvmoilizados que obtuvieron una dádiva, se sentaron a declarar ante este fiscal para que usted estuviera detenido. Le pido perdón”, aseguró.
También reconoció que, como militar, se encargó en varias ocasiones de que a las víctimas de “falsos positivos” les colocaran armamento sobre sus cuerpos para hacerlos pasar como guerrilleros dados de baja en combate. “La mayoría de esas armas fueron de una caleta que yo encontré en el segundo semestre de 2006 para que se desarrollaran falsas operaciones y falsos positivos”.
Incluso, Rodríguez Figueroa reconoció que, aunque en sus procesos en la justicia ordinaria aseguró que había sido capacitado para ejercer funciones de inteligencia militar, nunca pasó por ningún proceso de capacitación para tal fin. Finalmente, ofreció a las víctimas una forma de reparación simbólica: “Con el compareciente Gabriel de Jesús Rincón Amado proponemos la elaboración de un libro de memorias de las víctimas que perdieron vilmente la vida en el Catatumbo. Memorias que serán escritas por ustedes para limpiar el nombre de sus familiares”.
Rafael Antonio Urbano, sargento segundo del Ejército durante la época de los hechos, también pidió perdón por el asesinato de Luis Antonio Sánchez Guerrero, joven que trabajaba como mototaxista en Ocaña.
“Les digo a los familiares de Luis Antonio Sánchez Guerrero, les pido perdón a todos ellos por haber participado en este complot criminal que tuvimos contra un joven que era padre, buen hijo y buen esposo. Me gustaría que los familiares me escucharan y entendieran bien porque el cabo Eduardo Mora fue el cómplice de todo y es el que menos nos está dando la cara en todos los procesos. Dijo de todo, pero nunca ha dicho la verdad. A este joven, Luis Antonio Sánchez Guerrero, lo sacamos con mentiras un día de la casa, hicimos que se nos presentara para una carrera porque él era un mototaxista y con engaños lo hicimos salir del pueblo de Ocaña para entregarlo al mayor Rivera para que procediera al asesinato vil que cometimos con él (…) Les pido perdón”.
Este martes en Ocaña, Norte de Santander, en un hecho sin precedentes, 10 militares y un civil, responsables de “falsos positivos” en el Catatumbo se pararon frente a sus víctimas y el país, en la primera audiencia de reconocimiento de responsabilidad en la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), y aceptaron su participación en 120 de esos casos sucedidos en la región.
Contexto: “Falsos positivos”: comienzan los reconocimientos del Ejército ante la JEP
El primer militar en pararse frente a las víctimas fue Néstor Guillermo Gutiérrez, quien para la época era cabo primero del Ejército y fue comandante de escuadra en la Brigada Móvil 15. “Yo reconozco y acepto mi responsabilidad como coautor por los crímenes de guerra, de lesa humanidad y homicidio en persona protegida, crímenes que cometí”.
Y agregó: “No voy a justificar lo que hice porque cometí delitos, crímenes. Asesinamos personas inocentes, campesinos. Quiero aclararlo acá: lo que asesinamos fue campesinos”
En su relato, reveló que cuando llegó al Catatumbo, en febrero de 2007, “había una presión de altos mandos, que nos exigían dar resultados”. Fue enviado al municipio de El Carmen a hacer inteligencia militar. Allí, ubicó un burdel y se contactó con la administradora del lugar, María Eugenia Ballena, para que le suministrara información sobre supuestos colaboradores de la guerrilla, “pero en realidad no lo eran”, afirmó.
Con la información que le suministraba ella, elaboró una lista de unos 15 nombres de quienes se convertirían en las próximas víctimas. Además, contó que tenía relación con un grupo paramilitar de Aguachica (Cesar), que le suministraba las armas que les pondrían luego a las personas asesinadas.
“Había que buscar los resultados como fuera. Los grupos de guerrilla no los encontrábamos, pero había que dar el resultado”, dijo el ex militar. “En el Catatumbo se llevó a cabo un fenómeno criminal para 2007 y 2008. Y no fue únicamente en esta época, esto fue una política que se tenía dentro de las filas. “El mismo modus operandi mio en El Carmen, lo estaban haciendo las otras patrullas”.
Javier Peñuela fue uno de los campesinos que el cabo primero Néstor Guillermo Gutiérrez anotó en su lista. Allí, en la tarima, estaba la hermana de él, Sandra Barbosa, quien había intervenido también en la audiencia pidiendo que limpiaran el nombre de su familiar. “Señora Sandra, se lo digo hoy, su hermano era un campesino que se levantaba a las cinco de la mañana y trabajaba hasta las cinco de la tarde. El pecado de este campesino fue ir con un dolor de muela a buscar que se la sacaran en el pueblo. Ya María Eugenia Ballena lo había incluido en la lista”, contó.
Cuando ella le avisó al cabo Gutiérrez que Javier Peñuela había bajado al pueblo, él le avisó a otra patrulla del Ejército y de inmediato fueron a sacarlo de la tienda en la que estaba y se lo llevaron para asesinarlo. “Ya había un fusil, había planeamiento”, aseguró.
“Yo ejecuté, yo asesiné a familiares de los que están acá llevándolos con mentiras, con engaños. Les disparamos cruelmente, cobardemente, y manchamos su nombre y el de su familia. Dejamos a unos hijos sin padre, a una madre sin hijos. Pido perdón a Dios. Hicimos un teatro para mostrar supuestos combates”.
Y sostuvo: “Acá en el Catatumbo, llegaba la guerrilla y golpeaba a los campesinos; llegaban los paramilitares, los golpeaban; y llegábamos nosotros, el Ejército, ellos confiaban en nosotros, pero los engañábamos y asesinábamos a sus familiares”.
Se refirió también a un caso de jóvenes en Aguachica (Cesar), que fueron reclutados con engaños y promesas falsas de trabajo por Alexander Carretero, civil que también estaba presente en la audiencia. “Él me los entregó, me los traía con mentiras. ‘Vamos para Ocaña que hay trabajo’. Y cuando llegaban, se daba uno cuenta que eran muchachos de bien, no eran delincuentes. A uno de ellos le dije ‘vamos a trabajar a una finca, como guarda de seguridad’. Yo ya sabía que lo iban a asesinar”, dijo.
“Los asesinaron, le colocaron un arma en sus manos, simularon un combate. Y al otro día, la noticia: bandido dado de baja. ¿Qué estábamos haciendo?”.
Parado en ese estrado, se sumó al llamado de las víctimas para que esa práctica no vuelva a suceder en Colombia. “Yo sé que ustedes no me van a perdonar, pero espero que esto lleve a que no se repita más, que esto se acabe definitivamente. Que el Ejército llegue a cuidar al campesino”.
“Yo no pensaba en el daño que estaba causando, no solo a la víctima, a ese ser humano inocente, sino a la familia. No medía las consecuencias, tenía mi corazón encerrado. O sí sabía, pero no quería darme cuenta del daño que estaba haciendo”, sostuvo.
Durante su relato, el exmilitar también se refirió al caso de Ever Peña Maldonado, de 22 años, otra de las víctimas que hizo parte de su lista. “Lo engañé también, para que lo asesinaran”. Según dijo, para el momento de su asesinato, su esposa tenía cuatro meses de embarazo. “Hoy ese hijo tiene unos 14 años. Yo le quité la oportunidad a ese niño de tener un padre, de tener un futuro. Les arrebatamos sueños a hijos, a madres, a familias. Ese dolor que están sintiendo hoy ustedes las víctimas acá, solo lo sienten ustedes. Por una presión de un gobierno no es justo haberle causado tanto daño a campesinos, gente inocente”.
Además de esos dos casos, Gutiérrez pronunció los nombres de otra decena de sus víctimas: Eriseider Peñaranda Ascanio, Yesimero Chinchilla Contreras, Álvaro Angarita, Gerardo Quintero, Eduardo Villegas, Samuel Rincón, Wilfredo Durán, Wilfrido Quintero Chona, Álvaro Guerrero Melo, Jesús Hermides Quintana Balaguera.
Acá, un apartado de su intervención:
El segundo militar en intervenir fue el mayor Daladier Rivera Jácome, quien comenzó su discurso pidiendo perdón a los familiares de las víctimas y reconociendo que participó del montaje de falsos operativos militares: “también proporcioné armas que le plantábamos a las víctimas para simular combates”. El militar reconoció los delitos de homicidio en persona protegida y desaparición forzada que le imputó la JEP.
En su acto público se dirigió a Benjamín Rodríguez Figueroa, una de las víctimas presentes en la audiencia. Le pidió que se pusiera de pie en el salón y dijo que quería limpiar su nombre frente a todo el país. “Quiero aclararle al mundo y al pueblo colombiano que usted nunca fue un combatiente ni un delincuente. Yo soy el responsable de que usted, después de estos hechos tan atroces que acaba de narrar, estuviera detenido por un tiempo. Yo elaboré unos falsos documentos de inteligencia los cuales los puse a disposición de la Fiscalía, que tomó su caso, por medio del cual unos personajes desvmoilizados que obtuvieron una dádiva, se sentaron a declarar ante este fiscal para que usted estuviera detenido. Le pido perdón”, aseguró.
También reconoció que, como militar, se encargó en varias ocasiones de que a las víctimas de “falsos positivos” les colocaran armamento sobre sus cuerpos para hacerlos pasar como guerrilleros dados de baja en combate. “La mayoría de esas armas fueron de una caleta que yo encontré en el segundo semestre de 2006 para que se desarrollaran falsas operaciones y falsos positivos”.
Incluso, Rodríguez Figueroa reconoció que, aunque en sus procesos en la justicia ordinaria aseguró que había sido capacitado para ejercer funciones de inteligencia militar, nunca pasó por ningún proceso de capacitación para tal fin. Finalmente, ofreció a las víctimas una forma de reparación simbólica: “Con el compareciente Gabriel de Jesús Rincón Amado proponemos la elaboración de un libro de memorias de las víctimas que perdieron vilmente la vida en el Catatumbo. Memorias que serán escritas por ustedes para limpiar el nombre de sus familiares”.
Rafael Antonio Urbano, sargento segundo del Ejército durante la época de los hechos, también pidió perdón por el asesinato de Luis Antonio Sánchez Guerrero, joven que trabajaba como mototaxista en Ocaña.
“Les digo a los familiares de Luis Antonio Sánchez Guerrero, les pido perdón a todos ellos por haber participado en este complot criminal que tuvimos contra un joven que era padre, buen hijo y buen esposo. Me gustaría que los familiares me escucharan y entendieran bien porque el cabo Eduardo Mora fue el cómplice de todo y es el que menos nos está dando la cara en todos los procesos. Dijo de todo, pero nunca ha dicho la verdad. A este joven, Luis Antonio Sánchez Guerrero, lo sacamos con mentiras un día de la casa, hicimos que se nos presentara para una carrera porque él era un mototaxista y con engaños lo hicimos salir del pueblo de Ocaña para entregarlo al mayor Rivera para que procediera al asesinato vil que cometimos con él (…) Les pido perdón”.