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                                                                                                                                  Las mujeres de Puerto Berrío que luchan por encontrar e identificar desaparecidos

                                                                                                                                  En Puerto Berrío, cientos de cuerpos de víctimas hallados en el río Magdalena fueron enterrados por habitantes locales que les daban un nombre y les pedían milagros. Las mujeres que lideraron los procesos de búsqueda y memoria ahora son claves en las labores de la UBPD para exhumar e identificar los restos.

                                                                                                                                  Julián Ríos Monroy

                                                                                                                                  Periodista de Colombia +20
                                                                                                                                  Edith Marín (izq.) y Dalgy Delgado son dos de las lideresas que trabajan por la memoria y la búsqueda de los desaparecidos del Magdalena Medio.
                                                                                                                                  Foto: Julián Ríos Monroy

                                                                                                                                  El aguacero no se detuvo en toda la noche. Son la 8:54 a.m. y un rayo de sol potente intenta secar los charcos de los corredores del cementerio La Dolorosa, en Puerto Berrío. Elva Edith Marín y Dalgy Elena Delgado caminan frente al pabellón Q del camposanto, que tiene esparcido el hedor a cadáver. “Siempre que llueve se siente mucho ese olor”, dice una de ellas.

                                                                                                                                  El pabellón Q es un edificio de tumbas pintado de vinotinto. Es un panteón con 285 bóvedas repartidas en cinco pisos y 57 hileras de sepulturas extendidas a lo ancho. El Q es uno de los pabellones de caridad de La Dolorosa, y desde la década de 1980 fue el hogar de decenas de cuerpos de víctimas del conflicto que eran tirados al río Magdalena en municipios vecinos y salían a la superficie en este punto del departamento de Antioquia, ya en la frontera con Santander. Eran muertos sin nombre que los pobladores de Puerto Berrío rescataron de las aguas, rebautizaron, enterraron y cuidaron. Adoptaron a esos muertos y les pedían favores.

                                                                                                                                  En contexto: Los desaparecidos que “adoptó” Puerto Berrío, cerca de encontrar su identidad

                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  El pabellón Q del camposanto es uno de los principales puntos donde fueron inhumados 'NN', a quienes los pobladores adoptaron.
                                                                                                                                  Foto: Julián Ríos Monroy

                                                                                                                                  Dalgy habla en tiempo pasado mirando a un hueco vacío porque el cadáver de esa persona, que nadie sabe cómo se llamaba, ya no está. Hace parte de los 145 cuerpos que la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas (UBPD) ha exhumado en el cementerio La Dolorosa en su proceso por lograr identificar los cuerpos y entregárselos a sus verdaderas familias.

                                                                                                                                  “Los funcionarios de la Unidad de Búsqueda me dijeron que me despidiera. Eso fue muy lindo. Él no tenía ni un olorcito. Y yo le dije: ‘vaya pues, mi amor, que lo tiene que encontrar su familia, porque yo puedo quererlo mucho, pero su familia lo ama”, cuenta Dalgy, quien ha vivido en carne propia el drama de la desaparición forzada, pues aún se desconoce el rastro de tres de sus parientes.

                                                                                                                                  Le puede interesar: Las mujeres que luchan contra el machismo y defienden el Sumapaz

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                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  Foto: Julián Ríos Monroy

                                                                                                                                  “Como lideresas trabajamos de la mano de la UBPD, participando en las reuniones, en los talleres pedagógicos y acompañando a las personas a despedirse de los cuerpos que adoptaron y a recoger información. La gente ha entendido que es una lucha para encontrar a sus seres queridos”, cuenta Edith, una mujer menuda de 72 años que desde 2006 ha apoyado a las víctimas de la región.

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  Le recomendamos: Por abandono, en cementerios del Meta se podrían perder rastros de desaparecidos

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                                                                                                                                  La Fiscalía, la JEP y la Unidad de Búsqueda de Desaparecidos han tomado acciones para preservar la información forense de las víctimas.
                                                                                                                                  Foto: Julián Ríos Monroy

                                                                                                                                  Las marcas de la desaparición en Puerto Berrío

                                                                                                                                  La lideresa Elva Edith Marín nunca adoptó ninguno de esos cuerpos que bajaban por el río, pero sí supo cómo era buscar en las aguas del Magdalena. En el 2003, su hermano Edgar Alonso Marín fue asesinado por los paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc).

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  Puede leer: JEP ordenó tomar muestras de ADN para identificar cuerpos en cementerio Las Mercedes

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                                                                                                                                  Tres años después del asesinato de su hermano, Elva Edith comenzó a acompañar los procesos de las víctimas. Con un grupo de estudiantes de la Universidad de Antioquia, empezó a impulsar las denuncias de la comunidad, en una época en la que la guerra seguía viva y el miedo a declarar era la regla.

                                                                                                                                  Elva Edith Marín comenzó su trabajo con víctimas en el año 2006.
                                                                                                                                  Foto: Julián Ríos Monroy
                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  Elva Edith lleva colgado un escapulario de perlas negras y una esclava con un dije de Cristo que le pertenecía a su sobrino, Sebastián. Al muchacho, de escasos 21 años, lo asesinaron miembros de una de las pandillas que se pelean el microtráfico y el control de los barrios periféricos. Son jóvenes que heredaron esas lógicas de la violencia que por décadas vivió la región, y que siguen usando el río como depósito de víctimas que se pierden en el caudal.

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  “Acá muchos lideres y lideresas han sido amenazadas, pero es muy importante nuestra labor. Desde acá apoyamos las comisiones que vienen de otras partes en busca de sus familiares, por ejemplo para tomar muestras de ADN, para formalizar denuncias, hacer trámites, golpear puertas, recoger propuestas. El papel de las mujeres en todo eso ha sido vital”, dice Elva Edith.

                                                                                                                                  Ana Lucía Guzmán lleva 36 de sus 66 años buscando a sus seres queridos.
                                                                                                                                  Foto: Julián Ríos Monroy
                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  Lea: Estas son las medidas para proteger los cuerpos abandonados en el Canal del Dique

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                                                                                                                                  En el Magdalena Medio, cientos de familias tienen las esperanzas puestas en que ahora que la Unidad de Búsqueda definió los Planes Regionales para hallar a los desaparecidos, puedan encontrar respuestas.

                                                                                                                                  Las víctimas halladas en el río no solo están en sepulturas, sino también en osarios.
                                                                                                                                  Foto: Julián Ríos Monroy
                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Blanca Nury Bustamante se desplazó de Puerto Berrío por miedo a que su familia siguiera siendo víctima de este crimen. En 2003, su hijo de 20 años, el soldado profesional Jhon Mario Sossa Bustamante, fue desaparecido en el pueblo. No había terminado de reponerse de esa pérdida cuando, en 2007, se perdió el rastro de Lizeth Andrea, su niña de 9 años.

                                                                                                                                  Siga leyendo: Falsos positivos: el patrón criminal extra que piden que JEP investigue en Dabeiba

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  “Yo fui una de las que adopté una NN del cementerio, y le pedía que me cuidara a mis muchachos. Cuando llegaron a sacarla, me alegré, porque sé que como yo, también tiene personas que la esperan, además ¿quién quita que entre esos cuerpos que estaban en La Dolorosa se encuentre alguno de mis hijos?”, se pregunta Nury, con esa esperanza que ni los más pesimistas pierden de, algún día, encontrar a los suyos.

                                                                                                                                  **Esta nota hace parte de varios productos periodísticos construidos con lideresas sociales de Santander, Córdoba, Antioquia, Bogotá, Cartagena, Tolima, Sucre y Cundinamarca en el marco del proyecto de International Media Support (IMS) “Implementando la Resolución 1325 a través de los medios”, en asocio con la Alianza Iniciativa de Mujeres Colombianas por la Paz y el apoyo de la Agencia Noruega para la Cooperación al Desarrollo.

                                                                                                                                  Edith Marín (izq.) y Dalgy Delgado son dos de las lideresas que trabajan por la memoria y la búsqueda de los desaparecidos del Magdalena Medio.
                                                                                                                                  Foto: Julián Ríos Monroy

                                                                                                                                  El aguacero no se detuvo en toda la noche. Son la 8:54 a.m. y un rayo de sol potente intenta secar los charcos de los corredores del cementerio La Dolorosa, en Puerto Berrío. Elva Edith Marín y Dalgy Elena Delgado caminan frente al pabellón Q del camposanto, que tiene esparcido el hedor a cadáver. “Siempre que llueve se siente mucho ese olor”, dice una de ellas.

                                                                                                                                  El pabellón Q es un edificio de tumbas pintado de vinotinto. Es un panteón con 285 bóvedas repartidas en cinco pisos y 57 hileras de sepulturas extendidas a lo ancho. El Q es uno de los pabellones de caridad de La Dolorosa, y desde la década de 1980 fue el hogar de decenas de cuerpos de víctimas del conflicto que eran tirados al río Magdalena en municipios vecinos y salían a la superficie en este punto del departamento de Antioquia, ya en la frontera con Santander. Eran muertos sin nombre que los pobladores de Puerto Berrío rescataron de las aguas, rebautizaron, enterraron y cuidaron. Adoptaron a esos muertos y les pedían favores.

                                                                                                                                  En contexto: Los desaparecidos que “adoptó” Puerto Berrío, cerca de encontrar su identidad

                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  El pabellón Q del camposanto es uno de los principales puntos donde fueron inhumados 'NN', a quienes los pobladores adoptaron.
                                                                                                                                  Foto: Julián Ríos Monroy

                                                                                                                                  Dalgy habla en tiempo pasado mirando a un hueco vacío porque el cadáver de esa persona, que nadie sabe cómo se llamaba, ya no está. Hace parte de los 145 cuerpos que la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas (UBPD) ha exhumado en el cementerio La Dolorosa en su proceso por lograr identificar los cuerpos y entregárselos a sus verdaderas familias.

                                                                                                                                  “Los funcionarios de la Unidad de Búsqueda me dijeron que me despidiera. Eso fue muy lindo. Él no tenía ni un olorcito. Y yo le dije: ‘vaya pues, mi amor, que lo tiene que encontrar su familia, porque yo puedo quererlo mucho, pero su familia lo ama”, cuenta Dalgy, quien ha vivido en carne propia el drama de la desaparición forzada, pues aún se desconoce el rastro de tres de sus parientes.

                                                                                                                                  Le puede interesar: Las mujeres que luchan contra el machismo y defienden el Sumapaz

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                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  Foto: Julián Ríos Monroy

                                                                                                                                  “Como lideresas trabajamos de la mano de la UBPD, participando en las reuniones, en los talleres pedagógicos y acompañando a las personas a despedirse de los cuerpos que adoptaron y a recoger información. La gente ha entendido que es una lucha para encontrar a sus seres queridos”, cuenta Edith, una mujer menuda de 72 años que desde 2006 ha apoyado a las víctimas de la región.

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  Le recomendamos: Por abandono, en cementerios del Meta se podrían perder rastros de desaparecidos

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                                                                                                                                  La Fiscalía, la JEP y la Unidad de Búsqueda de Desaparecidos han tomado acciones para preservar la información forense de las víctimas.
                                                                                                                                  Foto: Julián Ríos Monroy

                                                                                                                                  Las marcas de la desaparición en Puerto Berrío

                                                                                                                                  La lideresa Elva Edith Marín nunca adoptó ninguno de esos cuerpos que bajaban por el río, pero sí supo cómo era buscar en las aguas del Magdalena. En el 2003, su hermano Edgar Alonso Marín fue asesinado por los paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc).

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  Puede leer: JEP ordenó tomar muestras de ADN para identificar cuerpos en cementerio Las Mercedes

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                                                                                                                                  Tres años después del asesinato de su hermano, Elva Edith comenzó a acompañar los procesos de las víctimas. Con un grupo de estudiantes de la Universidad de Antioquia, empezó a impulsar las denuncias de la comunidad, en una época en la que la guerra seguía viva y el miedo a declarar era la regla.

                                                                                                                                  Elva Edith Marín comenzó su trabajo con víctimas en el año 2006.
                                                                                                                                  Foto: Julián Ríos Monroy
                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  Elva Edith lleva colgado un escapulario de perlas negras y una esclava con un dije de Cristo que le pertenecía a su sobrino, Sebastián. Al muchacho, de escasos 21 años, lo asesinaron miembros de una de las pandillas que se pelean el microtráfico y el control de los barrios periféricos. Son jóvenes que heredaron esas lógicas de la violencia que por décadas vivió la región, y que siguen usando el río como depósito de víctimas que se pierden en el caudal.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Lea también: “No nos detendremos hasta encontrarte, Óscar”: Doris Tejada y Darío Morales

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                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  En parte por eso, en Puerto Berrío es casi imposible encontrar a un habitante que no tenga algo que ver con la desaparición forzada. La guerra entre paramilitares y guerrillas, la presencia de narcotraficantes en la zona, las prácticas de adopción de cuerpos y, más recientemente, la disputa entre pandillas que continúan desapareciendo los cuerpos de sus víctimas, han dejado una herida honda en este pueblo de 50.000 habitantes (de los cuales 15.843, casi un tercio, están oficialmente registrados como víctimas del conflicto). Y son las mujeres quienes han liderado la lucha para que esa historia cambie.

                                                                                                                                  “Acá muchos lideres y lideresas han sido amenazadas, pero es muy importante nuestra labor. Desde acá apoyamos las comisiones que vienen de otras partes en busca de sus familiares, por ejemplo para tomar muestras de ADN, para formalizar denuncias, hacer trámites, golpear puertas, recoger propuestas. El papel de las mujeres en todo eso ha sido vital”, dice Elva Edith.

                                                                                                                                  Ana Lucía Guzmán lleva 36 de sus 66 años buscando a sus seres queridos.
                                                                                                                                  Foto: Julián Ríos Monroy
                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Ana Lucía Guzmán es una de esas mujeres que aún siguen buscando a sus seres queridos. En eso lleva 36 de sus 66 años, casi media vida. Ana Lucía es dueña de una sonrisa que pocos conocen. Tiene las cejas pintadas, los labios casi invisibles y una voz tenue. En 1986, su padre y tres hermanos fueron desaparecidos en Caño Baúl, un corregimiento de Santander. El cuerpo de su papá –un reconocido pescador de la zona– lo encontraron cerca del río, en unos palos de guarumo, decapitado y con una raja en el estómago: una sevicia frecuente en la época. Pudieron identificarlo gracias a una cicatriz que tenía en una mano. Pero del paradero de sus hermanos Albeiro Alberto, Héctor Raúl y Fabio Alonso Guzmán Gutiérrez nunca se supo.

                                                                                                                                  Lea: Estas son las medidas para proteger los cuerpos abandonados en el Canal del Dique

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  “A mí ese trauma no se me ha pasado. Antes ahora puedo narrarlo, estoy más fuerte, porque yo primero no podía ni hablar. Aún esperamos que las entidades nos llamen y nos digan que encontraron los restos, para descansar un poquito esta tristeza, esta angustia, porque ninguna plata o indemnización va a hacer aparecerlos a ellos vivos”, dice Ana Lucía ahogada en llanto.

                                                                                                                                  En el Magdalena Medio, cientos de familias tienen las esperanzas puestas en que ahora que la Unidad de Búsqueda definió los Planes Regionales para hallar a los desaparecidos, puedan encontrar respuestas.

                                                                                                                                  Las víctimas halladas en el río no solo están en sepulturas, sino también en osarios.
                                                                                                                                  Foto: Julián Ríos Monroy
                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Blanca Nury Bustamante se desplazó de Puerto Berrío por miedo a que su familia siguiera siendo víctima de este crimen. En 2003, su hijo de 20 años, el soldado profesional Jhon Mario Sossa Bustamante, fue desaparecido en el pueblo. No había terminado de reponerse de esa pérdida cuando, en 2007, se perdió el rastro de Lizeth Andrea, su niña de 9 años.

                                                                                                                                  Siga leyendo: Falsos positivos: el patrón criminal extra que piden que JEP investigue en Dabeiba

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  “Yo fui una de las que adopté una NN del cementerio, y le pedía que me cuidara a mis muchachos. Cuando llegaron a sacarla, me alegré, porque sé que como yo, también tiene personas que la esperan, además ¿quién quita que entre esos cuerpos que estaban en La Dolorosa se encuentre alguno de mis hijos?”, se pregunta Nury, con esa esperanza que ni los más pesimistas pierden de, algún día, encontrar a los suyos.

                                                                                                                                  **Esta nota hace parte de varios productos periodísticos construidos con lideresas sociales de Santander, Córdoba, Antioquia, Bogotá, Cartagena, Tolima, Sucre y Cundinamarca en el marco del proyecto de International Media Support (IMS) “Implementando la Resolución 1325 a través de los medios”, en asocio con la Alianza Iniciativa de Mujeres Colombianas por la Paz y el apoyo de la Agencia Noruega para la Cooperación al Desarrollo.

                                                                                                                                  Por Julián Ríos Monroy

                                                                                                                                  Periodista y fotógrafo. Es subeditor de Colombia+20 y profesor de cátedra en la Universidad del Rosario.@julianrios_mjrios@elespectador.com
                                                                                                                                  Ver todas las noticias
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