Los puentes y la placa huella que conectan a un Catatumbo en paz

Pobladores de esta zona, cooperantes internacionales y autoridades políticas narran sus experiencias sobre cómo afrontar, con proyectos tripartitos, esta nueva etapa del desarrollo rural.

Redacción Colombia +20
01 de diciembre de 2021 - 01:13 a. m.
Gustavo Sánchez, miembro del Motor PDET en Sardinata.
Gustavo Sánchez, miembro del Motor PDET en Sardinata.
Foto: GUSTAVO TORRIJOS

Por décadas, el Catatumbo (Norte de Santander) ha sido uno de los centros de violencia en el país. La herencia que dejó la guerra allí, sumada a la escasa presencia estatal en materia de proyectos sociales y de desarrollo, se resume en que a la fecha sea la subregión con más cultivos de coca en el país, con 40.000 hectáreas, según la Oficina de las Naciones Unidas para la Droga y el Delito (UNODC, por su sigla en inglés). Y que, pese al Acuerdo de Paz, persistan dinámicas de grupos paramilitares y guerrilleros que jamás se fueron del territorio o, en su defecto, ocuparon el espacio que dejaron las extintas Farc.

Por este tipo de situaciones no es fortuito que la vida allí para líderes sociales sea mediada por un estrés constante, en el que saben que ejercer sus funciones en defensa de los suyos les puede costar la vida. De hecho, desde 2017, Norte de Santander se convirtió en el sexto departamento con mayores asesinatos a esta población, de los cuales el 90 % de estos crímenes se concentran en el Catatumbo, según el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz) y cifras de la Policía departamental.

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Aun así, la apuesta regional para salir adelante de estos horrores sigue direccionada a la construcción de paz. Las Juntas de Acción Comunal (JAC) en municipios como El Tarra y Sardinata se han apropiado de proyectos locales de infraestructura y, con el respaldo de sus alcaldías y fondos internacionales para impulsar iniciativas en favor de las zonas más afectadas por el conflicto armado, han logrado materializar placa huellas y puentes peatonales que, además de recortarles distancia en sus trayectos del día a día, les genera más confianza sobre la implementación de lo pactado en La Habana hace cinco años.

De hecho, la participación directa de las comunidades en obras de alto impacto dentro de sus comunidades se ha convertido en un pilar para fortalecer los proyectos dentro del Programa de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET). La mano de obra no calificada es clave en estas instancias no solo para un diálogo fluido entre autoridades y poblaciones, sino para la misma apropiación de las obras.

Así lo explica Luisa Portela, contratista de Colombia Rural, un proyecto de Invías que cuenta con subprogramas enfocados, entre otras cosas, en el desarrollo de trabajos con personas rurales.

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“En el proyecto ‘Emprendedores rurales’ trabajamos con vecinos de tramos a intervenir en distintas zonas del país para el mejoramiento y mantenimiento de vías. De esto último se encarga la gente e Invías tiene una cartilla dispuesta para que ellos aprendan a realizar estas actividades de la mejor forma”.

En este tipo de iniciativas, Invías ha contratado a personas de organizaciones sociales, juntas de acción comunal y de organizaciones productivas y los resultados se han visto en el aumento de generación de empleo y nuevas oportunidades para la población rural.

“Con esto se genera empleo, la gente que participa gana experiencia y se fortalece la acción comunal”, concluyó Portela.

Justamente, sobre este tipo de ejes ha estado presente Colombia Transforma en el Catatumbo, interviniendo en el progreso de los PDET. Con puentes y placa huellas realizados mediante proyectos tripartitos, entre comunidad, autoridades locales y cooperación internacional, este programa de USAID respalda el avance de la paz en las regiones.

La unión campesina por los puentes de Sardinata

Patricia Pereira ha hecho su vida en la vereda Jericó, municipio de Sardinata. Fue testigo de décadas de conflicto armado y dentro del proyecto de vida que aún se traza para ella está en dejar atrás los años de desplazamiento y las intimidaciones de los violentos por medio de su ejemplo en la JAC que lidera. Ama su tierra, se le nota cuando habla para describirla y honrarla. Decidió hace un par de años que lo mejor para su familia era que su hija viviera en Cúcuta para formarse como técnica profesional y posteriormente pudiera regresar a Sardinata con la cabeza llena de aportes para mejorar a su comunidad.

Mientras esto sucede, Patricia estuvo presente en los últimos meses para ver el desarrollo y ejecución de Puente Hamacas, un proyecto que las familias en Jericó soñaban desde hace mucho tiempo para conectarse entre veredas, transportar sus frutos sin mayores complicaciones y no sufrir accidentes como los que sucedían cuando ese mismo puente estaba hecho de forma rudimentaria con madera y estacas de los árboles.

“Nos unimos vecinos, Alcaldía y entidades que respaldan los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET) para cambiar el puente y así generarnos más calidad de vida. Era una prioridad para nosotros, porque antes de que se construyera y quedara con una estructura sólida, el paso era intransitable para motos y peatones. El agua y el sol abrían al puente con facilidad y presenciamos varias tragedias”, dijo la lideresa.

Por su parte, Ramón Serrano, tesorero de la JAC de Jericó, ve en este puente una posibilidad de desarrollo económico para su comunidad. “Ahora podemos bajar sin peligro nuestros productos de las partes altas de la montaña a los distintos centros poblados, nuestras moticos transitan allí sin peligro y nos economizamos horas y horas de trayecto, que antes eran ineludibles”, contó.

Un panorama similar se vive en Las Mercedes, corregimiento vecino de Jericó. Allí se construyó el nuevo Puente La Garita, un proyecto al que Gustavo Sánchez, miembro local del Grupo Motor PDET, califica como un orgullo regional.

Sánchez, partícipe gestor activo en la mano de obra calificada del puente, indicó que “La Garita está beneficiando a 1.800 campesinos que llegan de las periferias de la vereda al centro poblado. Los grupos veredales sugirieron las ideas para las etapas de construcción y nosotros, metidos en esa alianza tripartita con JAC y la Alcaldía, no podíamos fallarle a ese compromiso”.

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El 24 de septiembre, día en el que los pobladores celebraron el Día de la Virgen de Las Mercedes, patrona de los reclusos, en esta vereda el funcionamiento del puente también fue motivo de fiesta. Como comunidad añoran que este sea el primero de muchos pasos que impulsa la paz para que su territorio sea embellecido, interconectado con el país y desestigmatizado por quienes lo siguen asociando exclusivamente con lógicas de guerra.

De acuerdo con Hermides Moncada, alcalde de Sardinata, consultado por este diario, “para nadie es un secreto la violencia que hemos vivido. Pero eso no quita que seamos personas que solo se queden con esos recuerdos. Hay una buena relación con las JAC, particularmente con las de Las Mercedes, que son nuestro centro poblado más grande, y lo que podemos casi siempre resumir de nuestros encuentros y proyectos tripartitos es que hay voluntad de trabajar. Queremos hacer más proyectos de este estilo, con mano de obra local, pero para ello necesitamos que amplíen los convenios de contratación con ellos, porque al final del día, ¿quién conoce más el territorio que el que lo ama y ha vivido siempre en él? ”, sentenció.

La placa huella para los niños en Filo Gringo

Los más de 400 estudiantes de la institución educativa de Filo Gringo, municipio de El Tarra, se malacostumbraron a ver que la única entrada a su colegio era una trocha en malas condiciones, bastante inclinada y de acceso complejo, especialmente en temporada de lluvias.

Aun así, ese no fue un pretexto para faltar a clases y aprender cosas nuevas todos los días. Pasaron las promociones y nada pasó. Llegó el fin de la guerra con las Farc y comenzó a sonar un secreto a voces de que las condiciones viales en Filo Gringo iban a mejorar, al menos priorizando a los más chicos con placa huellas que cubrieran el terreno de la institución educativa del centro poblado.

“Nuestros muchachos fueron valientes. Resistieron condiciones muy adversas y aun así venían en su mayoría. Cuando esto era pura trocha y lodo, las lluvias dañaban nuestro colegio, pues todas las aguas se recostaban sobre la estructura y la iban debilitando. La obra de placa huella nos salvó como recinto, al igual que nuestro centro de cultura, junto a nosotros, pues esto era una bomba de tiempo”, le dijo a este diario Enilchen Benjumea, docente de la escuela.

Por su parte, Said Cano, presidente de la JAC del barrio Buenavista, zona en la que está el colegio, aseguró que esta obra vial es muestra que cuando la comunidad se articula y entiende con las comunidades, cualquier tipo de proyecto se puede llevar a cabo, sin tintes políticos o intereses de beneficiar a algunos pocos.

“Más de 300 jornales no calificados participamos en la construcción. Nos juntamos con mano de obra que trajo la Alcaldía y el programa de Colombia Transforma, y gracias a eso hoy esto es una realidad. Como alguien que nació y quiere morir en Filo Gringo prometo que haremos todos los esfuerzos para que esta sea ten solo la primera muestra de mejoras viales que vamos a tener. Por fortuna, tenemos el respaldo de proyectos PDET para seguir adelante y sueño que en los próximos 10 años de implementación del Acuerdo de Paz no nos olviden, nos tengan presentes y nos quieran ver contentos y dichosos por todos los beneficios que verá la comunidad. A los que quieren la guerra, no les quedará más que vernos progresar en favor de nuestro futuro”, concluyó.

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