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Con 30 años de experiencia en la industria y tras darse el lujo de dirigir un montón de éxitos de cine y televisión sobre las más variadas temáticas de la cotidianidad colombiana, el cineasta nariñense Ricardo Coral Dorado lanza este sábado 2 de octubre de 2021 el que podría ser el proyecto más intrépido de su carrera: Memorias guerrilleras, la primera película protagonizada, escrita y grabada por guerrilleros en proceso de desmovilización. Pero no se equivoque usted, no es la historia de exaltación de las luchas armadas, ni mucho menos la que endiosa a los señores de la guerra que tanto dolor le ha dejado al país. No. La obra resulta ser más bien un reflejo de la cotidianidad de los guerrilleros de base de las Farc en ese instante preciso en el que dejaban las armas para regresar a la vida civil y emprender su complejo proceso de reincorporación social.
Una película novedosa por donde se le mire: por los actores, la metodología de trabajo, la temática y, muy especialmente, porque capta un momento específico que no volverá a repetirse en la historia de Colombia. Las Farc suscribieron un acuerdo de paz, dejaron ya las armas y, por mucho que algunos grupos disidentes sigan en armas, la historia a partir de ese momento ya es otra. De hecho, otro de los méritos de Memorias guerrilleras es que a través de cinco relatos cuidadosamente armados permite apreciar tanto la pesada atmósfera de la vida en la guerra como la facilidad con la que la espiral de violencia tiende a multiplicarse, a convertirse en algo cada vez peor, a reciclarse en nuevas guerras.
Claro, si la propuesta temática es audaz, la de distribución del contenido demuestra que Coral planeó un completo ecosistema para garantizar audiencia. Consciente de que, a diferencia de las películas de fin de año que hizo para Dago García, o de las que dirigió para el humorista Hassam, Memorias guerrilleras no estaba dirigida para buscar espectadores en las salas de Cine, decidió valerse de Indyon.tv., su propia empresa de producciones y crear una plataforma de distribución en la que la gente pueda apreciar la obra a través de internet mediante el modelo de pago por ver. Una planeación 360, dice Coral a escasas horas del lanzamiento de la película, calculado precisamente para que coincida con los cinco años de la derrota electoral en el plebiscito con el que el gobierno de Juan Manuel Santos pretendía refrendar el acuerdo de paz con las Farc. “Ese es el mensaje -dice con entusiasmo el cineasta- que mientras muchos gritaban (y gritan) “No al acuerdo”, hay un grupo de gente cuyas historias de dolor desconocemos y esa gente le apuesta con decisión a la paz”.
¿Qué perseguía usted al acometer esta nueva obra, tan distinta a las que hizo antes?
Que ellos mismos, los guerrilleros en proceso de desmovilización, escribieran, actuaran y reflejaran su visión del conflicto y cómo lo habían vivido. Que contaran lo que les estaba pasando en ese momento que estaban a punto de dejar armas y hacer la dejación de armas.
En 2016 se hundió el plebiscito para refrendar la paz. Las Farc, sin embargo, mantuvieron su palabra y siguieron su proceso de desarme y reincorporación ¿En qué momento específico se le ocurre hacer la película?
El proyecto de Memorias guerrilleras surgió en 2017. Pensé en el cine como herramienta de transformación social. La idea nació de en La Elvira, Cauca, cuando fui por una investigación sobre Manuel Marulanda. Iba a entrevistar a un marquetaliano, el sargento Pascuas. Un grupo de 60 guerrilleros tomaba cursos de comunicación con cámaras y demás. Ahí se me ocurrió hacer una película en la que ellos escribieran, actuaran y reflejaran su visión del conflicto y lo que les pasaba en ese momento en el que estaban a punto de dejar armas.
¿Y cómo les plantea la idea? Porque ellos andaban en medio de la zozobra por lo que ocurriera con el proceso y era un momento de profundas desconfianzas en Colombia…
Ellos eran un cuerpo armado, todavía tenían comandantes. Hablé directamente con Carlos Antonio Lozada que era el responsable militar de ellos en esa área. Me dijeron que sí, que ponían sus cámaras y equipos a disposición del proyecto y garantizaban nuestro alojamiento. Estuvimos un mes en la zona veredal de transición y normalización de La Elvira: 15 días de preproducción y en los otros 15 hicimos el rodaje de los cinco cortos que hacen parte de la película.
Trabajar con actores naturales es un reto, pero en este caso debió ser aún más especial porque se trataba de un grupo armado. ¿Cómo fue esa relación con ellos? ¿y con los que hacían guiones o cámara?
Cuando llegué a la zona había una profesora que estaba ya desde dos meses antes con ellos y les hacía talleres de manejo de cámara y les enseñaba a manejar los equipos que tenían. Les enseñaba guion. Yo me conecté con esta profesora, les propuse que escribieran guiones de ficción y ahí empezó todo. Salieron como ocho guiones y se escogieron los cinco que nos parecieron mejor construidos. Buscamos los sitios para las tomas. Muy bellos. El compromiso de ellos fue total. El grupo básico era de 40 personas, pero luego necesitamos extras y demás. Se rotaban los cargos. Un día hacían cámara, otro día fotografía, o sonido o actuaban.
Usted tiene el saber específico sobre hacer películas y ellos conocen del tema concreto del que habla la película. Una auténtica suma de talentos.
Claro. Y se notaba todo el tiempo. Por ejemplo, al hablar sobre caletas. ¿Qué vamos a saber nosotros sobre cómo se hace una caleta? O un chonto, que es el sitio donde ellos hacían sus necesidades. Esa cotidianidad guerrillera se ve en la película porque, al fin y al cabo, es sobre sus vidas. La relación fue súper intensa y muy, muy bella. Para nosotros el guerrillero es malo, porque eso es lo que los medios nos han metido todo el tiempo. Deshumanizan a las personas. Y resulta que cuando llegas allá y te encuentras con ellos descubres lo que son y lo que tienen. La inocencia del campesino colombiano.
¿Y qué tal la relación con los jefes de esos guerrilleros que actuaban en la película? ¿Se metían en el rodaje? ¿Insinuaban que incluyera algún mensaje?
No, para nada. Eran de un ejército, obviamente. Y eran de una rigidez absoluta. Carlos, Antonio Losada, dio su vía libre para el proyecto, pero de ahí en adelante los comandantes no se metieron para nada. Nos prestaban camionetas para el transporte de cámaras y material en la zona veredal, que era muy grande. Y la gente tenía un camioncito también. A las seis de la mañana, cuando llegaba yo, tenían todo listo y empezábamos a rodar.
Mucho va de hacer telenovelas o humor con Hassam a embarcarse en este proyecto. ¿Por qué este tema y por qué ahora?
Yo he hecho nueve películas, entre ellas varias de las de estrenos de diciembre para Dago García. Hice “Te busco” y “Ni te cases, ni te embarques”. Otra con Hassam (Güelcom tu Colombia), los diez primeros capítulos de “El man es Germán”, para RCN, y después pasé a Caracol. Allí hice series como Confidencial, “La selección (1 y 2) y Cinco viudas sueltas.
A este tema de “Memorias guerrilleras” llegué por una afinidad histórica. Para mí, el abandono estatal permanente y las traiciones históricas a quienes se la han jugado por la paz (como el caso de Guadalupe Salcedo) explican en buena medida los orígenes de la violencia que vivimos hoy. La guerrilla no es la causa, es el resultado de la falta de visión de la clase dirigente colombiana a lo largo de la época republicana. Al ver la posibilidad del acuerdo de paz pensé que era un hito en la historia de Colombia y como cineasta quise hacer memoria con ello. El cine es memoria y yo quiero aprovechar esa grandeza del cine para captar un momento histórico. Nunca más se va a ver a ese ejército en armas. Había que hacer ese documento, pero quería que saliera de ellos. Que no se trataba de que nosotros fuéramos y habláramos de esas historias. El audiovisual es democrático y esa era una oportunidad única para que ellos hablaran. Además, sus historias son inéditas (nadie se ha puesto en la piel de ellos) y había una posibilidad real de hacerlo bien, ya que ellos eran un ejército y el audiovisual se hace como un ejército. Y se hace rápido. En un mes hicimos la película. Tuvimos 15 días de preproducción y 15 de rodaje. Les resultó fácil entrar en una dinámica metodológica de creación a través del audiovisual.
¿Se cumplieron entonces todas sus expectativas con el proyecto o hay algo pendiente, algo que no se haya logrado?
Se cumplieron todas. Bueno, nos falta cerrar el círculo. Hicimos la película a partir de una cooperativa audiovisual y ahora tenemos que venderla y vamos a ver qué beneficios deja para devolverle a los participantes, incluidos nosotros, los ocho profesores que aportamos nuestro trabajo. Mis expectativas estarían totalmente pues cumplidas si logramos que este sea un proyecto audiovisual para la reincorporación de los excombatientes a través del del cine.
¿Nunca pensó la película como una obra para exhibir en cine o fue que por el camino se dio la idea de la plataforma de pagos propia para verla en internet?
Eso se ha venido dando. Sabemos que un tipo de la de películas como la nuestra muy difícilmente va a ir a salas porque las salas son una competencia brutal contra Hollywood y eso es imposible. Por otro lado, una de las principales líneas de desarrollo en Indyon.tv es la plataforma digital y ahí podemos hacer el streaming. Ahí nos educamos y también recogemos dinero para hacer películas que después se puedan exhibir. Lo digital nos libera. Ir al cine es chévere e importante y todos los cineastas queremos estrenar en el cine, pero allá es difícil llegar y ya tenemos una pantalla. Pagamos los impuestos a que haya lugar, lo legal, y lo que quede es nuestro. Y eliminamos intermediarios como el distribuidor y el exhibidor, que cobran mucho dinero por su trabajo.
Qué paradoja, rodó en tiempo récord y después tuvo que esperar casi cuatro años para estrenar.
Sí, rodamos en 2017 y la terminamos realmente en 2020. Pero ya la tenemos y es hora de sacarla.
Lógicamente, los tiempos son muy distintos a los de las películas a las que comúnmente llamamos “comerciales”.
Yo tengo dos líneas de desarrollo como como creador: la industrial, en la que me alquilo como director, y la de autor, en la que ya son cosas mías. En la primera generalmente estrenamos más rápido y son muy conocidas.
Pero la otra línea me gusta mucho. Hace algún tiempo hice una película que se llama “Postales colombianas”, que fue sobre falsos positivos. La premisa de la película es como sería la situación si las víctimas de los falsos positivos no fueran gente pobre de Soacha, sino clase media. La hice también en muy corto tiempo, con un equipo súper reducido y nos fue muy bien. Ganamos también estímulo del Fondo de Desarrollo Cinematográfico, como con Memorias guerrilleras) para la posproducción. Estuvimos en muchos festivales.
La industria lo que me permite es meter plata en películas que normalmente son un fiasco. (Risas).
No faltará el que se pregunte si la película tiene algo que ver con el partido político nacido de la desmovilización de las Farc.
Esto es independiente. Es con guerrilleros de base y no tiene nada que ver con ningún partido político. El interés nuestro estuvo en trabajar con gente de base. No vamos a narrar discursos políticos. No vamos a hablar de ideologías. Aquí narramos lo que sintieron los guerrilleros de base, no los comandantes. Hay gente que participó en la película y ahora es militante del partido Comunes, eso sí. A otros, en cambio, no les interesa saber nada del partido.
Llama la atención la coincidencia de la fecha de lanzamiento de la película con una fecha histórica: la derrota del plebiscito por la paz que iba a refrendar el acuerdo con las Farc.
Sí, y justamente lo pensamos en ese sentido. El mensaje de quienes participaron en la película es: nos dijeron No, pero nosotros seguimos diciendo Sí a la paz. La fecha de lanzamiento es una respuesta a quienes dijeron No. Y es una respuesta de paz, de arte, de creación.
El rodaje ocurrió en plena dejación de armas, que fue una etapa muy delicada y con veeduría internacional para evitar engaños a la sociedad colombiana. ¿Cómo consiguieron las armas que salen en la película?
(Risas) Sí, ellos ya habían entregado armas en algunas zonas. En La Elvira las entregaron el 14 de agosto de 2017. Nosotros alcanzamos a hacer dos escenas, que son las dos únicas que dirigí yo, para mostrar todo un campamento guerrillero y mostrar las armas. Tenían unas pocas usaban para hacer guardia. Recuerdo que eso fue el 7 de agosto. Como eran solo dos semanas de rodaje y ellos ya iban a entregarlas, sabíamos que la mayor parte del rodaje sería sin armas. Entonces fuimos a Cali, conseguimos unos dummies de unos fusiles M-16 y con esos fusiles de palo hicimos el resto del rodaje.
¿Vio películas o documentales sobre la paz con las Farc antes de hacer Memorias guerrilleras?
No. Y no lo hice porque no es mi película. Es de ellos. Yo soy el productor general, el creador de la idea y durante cuatro años la trabajé (no sé qué habríamos hecho de no ganarnos de no habernos ganado el premio del Fondo de Desarrollo Cinematográfico) pero es una película de ellos. ¿Para qué quieren ellos referentes de películas? Son sus historias. Ellos las cuentan, ellos actúan.
En un país en el que las peleas por temas ideológicos parecen irreconciliables y algunos sectores no quisieran ver estos temas ni en el arte, ¿qué reacciones ha generado Memorias guerrilleras?
En general han sido reacciones muy favorables. Se sorprenden porque, efectivamente, es un asunto inédito. No hay en el mundo un ejemplo de unas de unos excombatientes que hayan cambiado los fusiles por cámaras, que es lo que pasó, si lo quisiéramos cerrar en un titular. Pasaron de la destrucción a la creación. Para mí, esto es la esencia del cine, la memoria del cine. En el de entretenimiento también se ve lo que fue un país. El sentido de este de este trabajo es dejar ese testimonio de gente que vivió ese conflicto y cómo lo vivió y cómo lo cuenta desde su visión. Eso es fundamental.
Su película es para que, como decían las abuelas, hagamos memoria.
Total. Hagamos memoria. El gran problema de este país es la amnesia permanente. O sea, aquí mataron y siguen matando. Son ya más de 285 excombatientes muertos y más de 900 líderes sociales asesinados y da igual. Es la normalización de la barbarie. ¿Por qué? Pues porque no tenemos memoria. Por eso ahora la ministra de las TIC hace un contrato y de $ 70.000 de anticipos a una empresa con garantías falsas y sale con que no, que no fui yo. Y al otro día pasa otra cosa, y otra y no tenemos memoria. Y por eso se tergiversa tanto la historia. Las narrativas son perversas también en este sentido.
LOS PROTAGONISTAS
Estamos hablando de que es una película elaborada con actores naturales. Al cabo de cuatro años, ¿qué ha sido de ellos? ¿Siguen en contacto?
Con varios de ellos tenemos un contacto muy cercano. Han estado empujando la película. Uno de ellos fue el que desarrolló la plataforma en la cual vamos a estrenarla. Lastimosamente, a David Marín lo asesinaron en 2018, en Caloto, Cauca. El nombre del colectivo fue escogido en su memoria. Omaira, súper bella, una campesina maravillosa, estudia geografía en la Universidad del Valle. Jacinto está en El Estrecho, Cauca, con su proyecto productivo. Andrés Muñoz, uno de los guionistas, vive en Magüy Payán y sobrevivió a un atentado en el que le pegaron ocho tiros. Maribel, la protagonista de una de las historias, me llamaba cada vez que salía a Buenaventura. Sé que, lastimosamente, perdió un hijo. Y le balearon al hermano. Es que esta esta historia de violencia que no termina.
Harvey, por ejemplo, quien hacía el papel de un muchacho que se iba a la guerrilla porque la situación familiar no andaba bien, está en Caloto. Cinco de ellos se siguen dedicando al audiovisual. ¿Sabes? profesionalmente y con cámara digital. Y los otros, pues están en proyectos productivos, más bien vinculados al agro, porque son campesinos.
Bueno, la gran mayoría hicieron una apuesta de vida desde lo legal. Tal vez la apuesta ahora debe ser por parte del estado, para no dejarlos abandonados.
Claro. Y es impresionante cómo andan con ese sueldo, ese salario mínimo que les dan y tratando de sobrevivir. También hay que decirlo, sus dirigentes, sus comandantes, que eran quienes tendrían que haber estado con ellos liderando esos procesos y empujándolos a los proyectos productivos, se vinieron a Bogotá, al Congreso, no sé a hacer qué y a pelearse entre ellos.
¿Y alguno regreso a las armas?
Sabemos de dos de ellos que sí al parecer sí lo hicieron. Son rumores que dicen que ante el incumplimiento y ante la dificultad del proceso se devolvieron. Y hay otros dos que tampoco tenemos claridad de si se subieron a las montañas y allí los mataron las disidencias. Están desaparecidos.
¿Cómo fue el caso de David Marín?
Él estaba en Caloto. David había pedido que lo sacaran de allá porque cuando estuvo en armas había operado en esa zona y, claro, tenía enemigos. Lo mataron cuando estaba con unos compañeros departiendo en un bar de Caloto.
* Si quiere ver Memorias guerrilleras, puede acceder a través de este link, bajo los términos y condiciones establecidos por el productor de la obra.