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Por fortuna “no odiarás” no es un mandamiento. Odiar es más bien un sentimiento que implica una decisión. Una que está atravesada por el reconocimiento de los límites propios. De las flaquezas, pero que también implica una capacidad. La de canalizar la aversión hacia alguien o algo cuyo mal se desea. “Un sentimiento irreductible que no es definible en absoluto”, dice el filósofo escocés David Hume.
El escritor Joseph Lapidario define el odio como “una joya gélida e impersonal que al calentarse muta convirtiéndose en algo más cercano: rabia, desprecio o incluso amor”.
No odiarás, el documental que Colombia+20 de El Espectador estrenará el próximo 9 de mayo con el apoyo de la Embajada de Alemania en Colombia, explora ese sentimiento para el que, según Aristóteles, no existe cura ni fin. El largometraje, de una hora y veinte minutos de duración, examina esa decisión: la de no odiar. Una decisión tomada por las tres mujeres que protagonizan el documental. Todas y de diversas maneras han sido golpeadas por el conflicto armado en Colombia. El mismo que ha dejado cerca de diez millones de víctimas en los últimos cincuenta años, y eso que “no matar” sí está en las escrituras.
(Le invitamos a ver el documental de El Espectador “Cali, la ciudad de la furia”)
María Zabala, lideresa de Córdoba que ha luchado por la reparación de las víctimas de los paramilitares en ese departamento, durante años creyó que su hija, Esther Polo Zabala, la odió en silencio. El largometraje, codirigido por Gloria Castrillón, directora editorial de Colombia+20 de El Espectador, y Óscar Güesguán, jefe de producción audiovisual de este medio, logra captar, entre otras cosas, momentos en los que sus protagonistas se adentran en su dolor. Permítanme un spoiler. Uno chiquito.
Tráiler de “No odiarás”
Charla de María Zabala con su hija: “Yo fallé. He debido de planificar bien entre liderar y no dejar la responsabilidad de mis hijos a la madre mía. Yo le dejé esa responsabilidad porque me convertí en el proveedor de todas estas familias”. Todas familias víctimas de los paras a quienes Zabala aún representa y por quienes lucha por el reconocimiento de sus derechos.
“Yo llegué a pensar que usted me odiaba a mí. Con mucho dolor, pero llegué a pensar eso”
Sigue. “Yo llegué a pensar que usted me odiaba a mí. Con mucho dolor, pero llegué a pensar eso”.
“Yo no sentía odio, sí tenía un resentimiento. Los hijos tenemos expectativas de los padres, por esa vaina de la crianza, de esperar cosas, porque son los modelos sociales y yo esperaba que alguien se diera cuenta de que yo tenía un malestar. Me sentía mal. Yo quería entender eso de mi papá. ¿Cuántas veces usted esquivó esa conversación? Muchas”.
Esther estaba en el vientre de su madre cuando los paramilitares incursionaron en su vereda, mataron a su papá y a varios integrantes de su familia. A pesar de sufrir traumas por la guerra, Esther heredó el liderazgo de su madre y busca la verdad para ella y otras víctimas.
Entonces Esther jugó a inventarse cómo era su papá y creó un vínculo de por vida con la literatura. “Los libros y escribir me salvaron la infancia. Me salvó ver a las mujeres, ser la escriba de ellas y tratar de entender a mi mamá. Era una figura que yo quería, que amaba, pero sentía que me dejaba sola. Se iba a resolverle los problemas a la humanidad, pero no estaba para mí”, reflexiona.
“Todos mis hermanos y yo estamos jodidos es por la guerra”
Y ahí está el quid del asunto. O al menos parte de él. La decisión de no odiar aplicada a la vida. Alejada de los conceptos filosóficos. De los dogmas. Esther optó tal vez por el camino más largo. El más espinoso. “Estoy tranquila porque usted hizo lo que tenía que hacer. Quedarse en la casa no era una opción. Le agradezco que no se haya quedado de brazos cruzados. Le agradezco esa decisión. Todos mis hermanos y yo estamos jodidos es por la guerra”.
¿Hay razones para odiar? Bibiana Quintero, otra de las protagonistas del documental, cuenta su historia. Cuando ella tenía nueve años, Dennis Elkin Quintero Delgado, su padre, sargento retirado del Ejército Nacional, cayó preso por crímenes graves cometidos durante el conflicto armado. Hoy Bibiana es una activista y defensora de derechos humanos que en medio de su trabajo estuvo por el Catatumbo, recorriendo la misma zona que su padre recorrió buscando y matando guerrilleros, pero para cerrar el ciclo de violencia al que parecía estar condenada.
“No sé de dónde sacó ese espíritu social. Uno de los errores que uno tiene en el Ejército es pensar que todo el que es socialista, es de izquierda o tiene que ver con la subversión. Y eso pasa por la doctrina, por lo que le inculcan a uno”, dice.
“Yo veo que después del conflicto también está reconstruyendo su vida”
“De mi papá me lleve una noción, muy niña, de que era el héroe de Colombia, el hombre más amoroso, el más atento y a los nueve años hay un quiebre. Yo veo que después del conflicto también está reconstruyendo su vida”, reflexiona Bibiana en el documental.
La tercera historia es protagonizada Sandra Ramírez, quien se enlistó en la guerrilla de las Farc siendo una campesina adolescente. Militó en ese grupo armado durante más de treinta años y fue la compañera sentimental del máximo líder de esa organización, Manuel Marulanda Vélez. Gracias a la firma del Acuerdo de Paz, llegó al Senado y, en medio de constantes polémicas, fue capaz de acercarse a las madres de policías y soldados que murieron por el accionar subversivo durante el conflicto armado.
“La idea de hacer este proyecto venía rondando hace muchos años en mi cabeza por mi trabajo periodístico en el que vi de primera mano el sufrimiento de muchas personas. Entendí cómo las mujeres en Colombia y en conflictos en el mundo son las que terminan llevando a cuestas la recuperación del tejido social en sus comunidades. Al ver esa resiliencia de las mujeres, pero también su capacidad de perdón, creí que sus historias merecían ser contadas”, afirma Gloria Castrillón, codirectora del documental.
No odiarás es la primera gran apuesta de El Espectador en el formato de largometraje de no ficción. Contar las historias desde los lugares donde se desarrollaron los hechos implicó grandes retos para el equipo, compuesto por diez personas. “Cuando comenzamos a trabajar en el proyecto estábamos en cuarentena por la pandemia. Tuvimos que hacer la preproducción de manera virtual, a través de videos que nos enviaban por celular desde los territorios, imaginando a veces cómo podría ser la puesta en escena”, recuerda Óscar Güesguán, codirector y director de fotografía de “No odiarás”.
“El perdón es una dimensión muy compleja de entender y nadie está obligado a llegar a ella. Sin embargo, hay personas que llegan a lo más cercano, que es reconciliarse con quienes les hicieron daño y comprenden que el odio es el camino seguro para mantener la espiral de violencia. Reconciliarse es encontrarle sentido al dolor, transformarlo y transformar a los demás, aun si ese no es el objetivo. Odiar es quedarse estático, no vivir”, finaliza Güesguán.