Actores en la piel de los líderes asesinados
Un grupo de 17 actores y actrices recreó en videos cortos las historias de vida de igual número de líderes y lideresas asesinados después de la firma del Acuerdo de Paz. La campaña pretende sensibilizar a la sociedad colombiana en torno al aporte de estas personas en la defensa de los derechos de sus comunidades
Gloria Castrillón Pulido
Se necesitaron varias sesiones por zoom para recibir instrucciones de cómo grabar con el celular: el encuadre, el sonido, la luz. Con la dirección y la adaptación de las historias, a cargo de los hermanos Víctor y Helena Mallarino, el famoso “luces, cámara… acción” se convirtió en un momento de producción individual en la intimidad de sus casas y apartamentos. En total ocuparon algo más de un mes de su tiempo en cuarentena para producir esta serie de videos en la que 17 actores y actrices se apropiaron de las historias de líderes y lideresas sociales asesinados después de la firma del Acuerdo de Paz.
La idea surgió a instancias de la campaña “La huella de los líderes” creada por el movimiento Defendamos la Paz hace un par de meses. Allí varios activistas y actores empezaron a pensar cómo mover las fibras de la sociedad colombiana para que se tenga conciencia de la tragedia que significa que los hombres y mujeres que se dedican a liderar los procesos comunitarios caigan asesinados en el más completo anonimato y sin una explicación coherente de las autoridades.
La respuesta es una conmovedora serie de 17 videos, de un minuto y medio de duración cada uno, que se dará a conocer este domingo 26 de julio en desarrollo de una nueva jornada de movilización –esta vez virtual- promovida por DLP, llamada “El silencio ya no es opción”. Así fue la experiencia de cuatro de los artistas que participaron en la producción de los testimonios audiovisuales.
“Me duele mucho lo que está pasando”: Jairo Camargo
“Yo conozco esta realidad desde hace un tiempo, cuando montamos la obra de teatro “El deber de Fenster” (2010), escrita por Humberto Dorado y que trata sobre la masacre de Trujillo. La intención de esta campaña es que hay que aprovechar la penetración de nuestra imagen y para aportar en la visibilización de las historias de los líderes. Acepté participar porque estoy cansado de esta situación y me duele mucho lo que está pasando. Yo vengo de Barrancabermeja en donde conseguir la paz costó más de mil muertos en una guerra que se libró entre los paras, los elenos y las Farc, incluso perdí a un cuñado mío. Así que esta situación me afecta como debería afectarnos a todos.
Es muy duro ver que todos los días se registra la noticia de la muerte de un líder y que esa realidad se sigue negando o se toma como si fuera una cosa lejana, que solo le pasa a la gente pobre o que si los mataron fue porque algo debían. No hay derecho.
Yo asumí la historia de Porfirio Jaramillo. El testimonio dice que lo sacaron tres veces de su tierra; la primera vez fueron las autodefensas cuando se expandieron en el Urabá antioqueño. Desde 1996 tuvo el sueño de volver a su finca “No hay como Dios”. En 2015 volvió con su familia, encontró un ganado que, según decían, era de un hacendado, un sacerdote. Porfirio recuperó su tierra, pero lo amenazaron, él avisó y pidió protección, pero las autoridades no hicieron nada. El 8 de enero de 2017, cuatro tipos armados con machete, que se hicieron pasar por miembros de la UNP, lo sacaron de la vereda diciendo que lo iban a matar. Después lo encontraron muerto, con heridas de arma blanca. Años después, la que era su finca, apareció registrada como El Consuelo. Es lo mismo que ha pasado desde hace 50 años”.
“No se puede seguir guardando silencio”: Consuelo Luzardo
“Callar no es una opción y por eso debemos contar estas historias, porque cada vez que ocurre un asesinato de un líder social, queda en el anonimato, se queda en un número, se vuelve una cifra. Y eso pasa porque nuestro egoísmo nos hace un poco insensibles. Esta campaña nos cuenta quiénes son estas personas, qué hacían, cómo los mataron y hace conciencia sobre el impacto de estas muertes que no solo afectan a su familia sino a toda una comunidad a la que estaban ayudando. La gente no piensa en eso, no alcanza a medir lo que significa la muerte de cada líder social que asesinan
Yo represento la historia de Magdalena Cocubana, una lideresa del pueblo Makaguán, que luchaba por los derechos de su comunidad y por el respeto de las tradiciones étnicas. Era una mujer indígena, madre y abuela, que jugaba un papel importante en su grupo social, tenía 70 años y la encontraron muerta muy cerca de su casa, degollada, en Tame, Arauca.
Lo más duro de grabar este testimonio fue saber que esto es verdad, que esto sucede en nuestro país; no es ficción. Es muy importante que los que participamos digamos de frente que esto nos duele y le pidamos a la gente que no sea indiferente, que esto es terrible y no se puede seguir guardando silencio.
Con este tipo de campañas la gente tiene que darse cuenta qué hacían esos líderes por su comunidad. Toda muerte es dolorosa; hasta los malosos tienen a alguien que los llora. Pero con la muerte de un líder es doble el dolor, no solo es el de su familia, sino el de la comunidad que se beneficiaba con su trabajo”.
“Esas vidas valen oro”: Jimena Durán
“Entré en la campaña porque Helena (Mallarino) y yo tenemos una afinidad por el tema de la defensa de la vida y de los líderes sociales. El objetivo es contar quién es cada líder asesinado, mostrar que no se trata solo de un nombre con unas fechas que inician y terminan, sino que cada uno de ellos cumplía una función y tenía una vocación. Fue una experiencia bonita conocer estas historias, así recobramos el sentido de la importancia de sus vidas. Casi siempre estas personas terminan en el olvido o ni siquiera supimos que existían.
Yo hice el video de José Oswaldo Taquez, líder de una vereda en el Putumayo que trataba de reorganizar a su comunidad que estaba muy angustiada después de que firmaran el acuerdo para la sustitución de cultivos de coca. Él animaba a la gente para que perdiera el miedo, pese a las amenazas que sufrían por querer dejar esos cultivos. Y justo cuando está tratando de animarlos de seguir en el acuerdo a pesar de que el gobierno no hubiera cumpliera los compromisos, lo matan saliendo de una de estas reuniones.
Estuve congestionada varios días, sentí desesperanza, tenía una sensación de soledad al ver como cada uno de ellos trataba de arañar por su cuenta buscando construir algo en medio de lo desconectados que estamos todos. La sensación fue dolorosa, pero al mismo tiempo fue de esperanza por saber que existen personas que creen, que defienden a otros. Esas vidas valen oro.
Yo espero que la gente vea los videos, que conozcan estas historias y que vivan lo que yo viví mientras grabé el video, que se sensibilicen con el tema y que vean que hay seres humanos detrás de esas cifras, que salgamos de la ignorancia”.
“Tenemos que entender que matar no es aceptable”: Carlos Vesga
“Guardar silencio es tomar la postura incorrecta, es aceptar las cosas tal como están. Yo siempre he preferido estar del lado de la vida, de la justicia social, de la equidad. Creo que ser artista es creer en la vida, en el amor y propender por el bien de la sociedad, por eso cuando Helena y Víctor (Mallarino) me llamaron, no tuvieron que convencerme.
Yo cuento la historia de Edilberto Castillo, un líder que fue desplazado por los paramilitares del Cesar y llegó a otro pueblo, buscando salvar su vida. La Agencia Nacional de Tierras determinó que estos campesinos podían presentar solicitudes de restitución ante los jueces. Él era presidente de la Junta de Acción Comunal de su vereda y estaba esperando que le fueran restituidos unos predios que le fueron adjudicados por el Incora en 1985. Un día comió con su familia y apareció una persona que preguntó por su nombre, le disparó y lo mató ahí, delante de su familia.
Es una historia que se ha repetido tantas veces en nuestra historia, y se repite tanto que los nombres se convierten en algo borroso. Por eso es importante ponerle rostro a estas historias. Es algo que no debería explicarse: todos somos personas, y en esa medida, el asesinato de cualquier persona debería estremecernos a todos. Me impacta que un país que se dice tan católico, tenga excepciones para sus mandamientos como el que dice no matarás. Esto tiene que parar, no puede ser que en la mente del colombiano la violencia sea una herramienta de comunicación. Tenemos que entender que matar no es aceptable.
Conocer el nombre de Edilberto me estremeció, me llamó la atención que él siguiera esperando que el Estado le cumpliera algo que le dieron hace más 30 años”.
Se necesitaron varias sesiones por zoom para recibir instrucciones de cómo grabar con el celular: el encuadre, el sonido, la luz. Con la dirección y la adaptación de las historias, a cargo de los hermanos Víctor y Helena Mallarino, el famoso “luces, cámara… acción” se convirtió en un momento de producción individual en la intimidad de sus casas y apartamentos. En total ocuparon algo más de un mes de su tiempo en cuarentena para producir esta serie de videos en la que 17 actores y actrices se apropiaron de las historias de líderes y lideresas sociales asesinados después de la firma del Acuerdo de Paz.
La idea surgió a instancias de la campaña “La huella de los líderes” creada por el movimiento Defendamos la Paz hace un par de meses. Allí varios activistas y actores empezaron a pensar cómo mover las fibras de la sociedad colombiana para que se tenga conciencia de la tragedia que significa que los hombres y mujeres que se dedican a liderar los procesos comunitarios caigan asesinados en el más completo anonimato y sin una explicación coherente de las autoridades.
La respuesta es una conmovedora serie de 17 videos, de un minuto y medio de duración cada uno, que se dará a conocer este domingo 26 de julio en desarrollo de una nueva jornada de movilización –esta vez virtual- promovida por DLP, llamada “El silencio ya no es opción”. Así fue la experiencia de cuatro de los artistas que participaron en la producción de los testimonios audiovisuales.
“Me duele mucho lo que está pasando”: Jairo Camargo
“Yo conozco esta realidad desde hace un tiempo, cuando montamos la obra de teatro “El deber de Fenster” (2010), escrita por Humberto Dorado y que trata sobre la masacre de Trujillo. La intención de esta campaña es que hay que aprovechar la penetración de nuestra imagen y para aportar en la visibilización de las historias de los líderes. Acepté participar porque estoy cansado de esta situación y me duele mucho lo que está pasando. Yo vengo de Barrancabermeja en donde conseguir la paz costó más de mil muertos en una guerra que se libró entre los paras, los elenos y las Farc, incluso perdí a un cuñado mío. Así que esta situación me afecta como debería afectarnos a todos.
Es muy duro ver que todos los días se registra la noticia de la muerte de un líder y que esa realidad se sigue negando o se toma como si fuera una cosa lejana, que solo le pasa a la gente pobre o que si los mataron fue porque algo debían. No hay derecho.
Yo asumí la historia de Porfirio Jaramillo. El testimonio dice que lo sacaron tres veces de su tierra; la primera vez fueron las autodefensas cuando se expandieron en el Urabá antioqueño. Desde 1996 tuvo el sueño de volver a su finca “No hay como Dios”. En 2015 volvió con su familia, encontró un ganado que, según decían, era de un hacendado, un sacerdote. Porfirio recuperó su tierra, pero lo amenazaron, él avisó y pidió protección, pero las autoridades no hicieron nada. El 8 de enero de 2017, cuatro tipos armados con machete, que se hicieron pasar por miembros de la UNP, lo sacaron de la vereda diciendo que lo iban a matar. Después lo encontraron muerto, con heridas de arma blanca. Años después, la que era su finca, apareció registrada como El Consuelo. Es lo mismo que ha pasado desde hace 50 años”.
“No se puede seguir guardando silencio”: Consuelo Luzardo
“Callar no es una opción y por eso debemos contar estas historias, porque cada vez que ocurre un asesinato de un líder social, queda en el anonimato, se queda en un número, se vuelve una cifra. Y eso pasa porque nuestro egoísmo nos hace un poco insensibles. Esta campaña nos cuenta quiénes son estas personas, qué hacían, cómo los mataron y hace conciencia sobre el impacto de estas muertes que no solo afectan a su familia sino a toda una comunidad a la que estaban ayudando. La gente no piensa en eso, no alcanza a medir lo que significa la muerte de cada líder social que asesinan
Yo represento la historia de Magdalena Cocubana, una lideresa del pueblo Makaguán, que luchaba por los derechos de su comunidad y por el respeto de las tradiciones étnicas. Era una mujer indígena, madre y abuela, que jugaba un papel importante en su grupo social, tenía 70 años y la encontraron muerta muy cerca de su casa, degollada, en Tame, Arauca.
Lo más duro de grabar este testimonio fue saber que esto es verdad, que esto sucede en nuestro país; no es ficción. Es muy importante que los que participamos digamos de frente que esto nos duele y le pidamos a la gente que no sea indiferente, que esto es terrible y no se puede seguir guardando silencio.
Con este tipo de campañas la gente tiene que darse cuenta qué hacían esos líderes por su comunidad. Toda muerte es dolorosa; hasta los malosos tienen a alguien que los llora. Pero con la muerte de un líder es doble el dolor, no solo es el de su familia, sino el de la comunidad que se beneficiaba con su trabajo”.
“Esas vidas valen oro”: Jimena Durán
“Entré en la campaña porque Helena (Mallarino) y yo tenemos una afinidad por el tema de la defensa de la vida y de los líderes sociales. El objetivo es contar quién es cada líder asesinado, mostrar que no se trata solo de un nombre con unas fechas que inician y terminan, sino que cada uno de ellos cumplía una función y tenía una vocación. Fue una experiencia bonita conocer estas historias, así recobramos el sentido de la importancia de sus vidas. Casi siempre estas personas terminan en el olvido o ni siquiera supimos que existían.
Yo hice el video de José Oswaldo Taquez, líder de una vereda en el Putumayo que trataba de reorganizar a su comunidad que estaba muy angustiada después de que firmaran el acuerdo para la sustitución de cultivos de coca. Él animaba a la gente para que perdiera el miedo, pese a las amenazas que sufrían por querer dejar esos cultivos. Y justo cuando está tratando de animarlos de seguir en el acuerdo a pesar de que el gobierno no hubiera cumpliera los compromisos, lo matan saliendo de una de estas reuniones.
Estuve congestionada varios días, sentí desesperanza, tenía una sensación de soledad al ver como cada uno de ellos trataba de arañar por su cuenta buscando construir algo en medio de lo desconectados que estamos todos. La sensación fue dolorosa, pero al mismo tiempo fue de esperanza por saber que existen personas que creen, que defienden a otros. Esas vidas valen oro.
Yo espero que la gente vea los videos, que conozcan estas historias y que vivan lo que yo viví mientras grabé el video, que se sensibilicen con el tema y que vean que hay seres humanos detrás de esas cifras, que salgamos de la ignorancia”.
“Tenemos que entender que matar no es aceptable”: Carlos Vesga
“Guardar silencio es tomar la postura incorrecta, es aceptar las cosas tal como están. Yo siempre he preferido estar del lado de la vida, de la justicia social, de la equidad. Creo que ser artista es creer en la vida, en el amor y propender por el bien de la sociedad, por eso cuando Helena y Víctor (Mallarino) me llamaron, no tuvieron que convencerme.
Yo cuento la historia de Edilberto Castillo, un líder que fue desplazado por los paramilitares del Cesar y llegó a otro pueblo, buscando salvar su vida. La Agencia Nacional de Tierras determinó que estos campesinos podían presentar solicitudes de restitución ante los jueces. Él era presidente de la Junta de Acción Comunal de su vereda y estaba esperando que le fueran restituidos unos predios que le fueron adjudicados por el Incora en 1985. Un día comió con su familia y apareció una persona que preguntó por su nombre, le disparó y lo mató ahí, delante de su familia.
Es una historia que se ha repetido tantas veces en nuestra historia, y se repite tanto que los nombres se convierten en algo borroso. Por eso es importante ponerle rostro a estas historias. Es algo que no debería explicarse: todos somos personas, y en esa medida, el asesinato de cualquier persona debería estremecernos a todos. Me impacta que un país que se dice tan católico, tenga excepciones para sus mandamientos como el que dice no matarás. Esto tiene que parar, no puede ser que en la mente del colombiano la violencia sea una herramienta de comunicación. Tenemos que entender que matar no es aceptable.
Conocer el nombre de Edilberto me estremeció, me llamó la atención que él siguiera esperando que el Estado le cumpliera algo que le dieron hace más 30 años”.