Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
La historia dice que el conflicto armado en Irlanda del Norte comenzó en octubre de 1968. Sin embargo, sus causas y detonantes tienen raíces centenarias y sus consecuencias siguen vigentes después de 25 años de haber sido firmada la paz.
En 1994 se instaló formalmente una mesa de negociación entre los grupos armados católicos, protestantes, el gobierno norirlandés, el gobierno irlandés y el mando político del Reino Unido. Aun así los ataques y atentados del grupo armado pro-católico del IRA (Ejército Republicano Irlandés, por su sigla en inglés), sumado a un ambiente constante de desconfianza desde Downing Street, casi frustran el esfuerzo de acabar con un conflicto que no resistía un muerto más.
En contexto: 25 años del Acuerdo de Viernes Santo, lecciones de Irlanda del Norte para negociar con el ELN
Esa experiencia dejó varias lecciones para la construcción del Acuerdo Final entre el Estado colombiano y las extintas FARC. Sergio Jaramillo, exalto comisionado para la Paz del gobierno de Juan Manuel Santos y a quien han considerado como el arquitecto de ese pacto de paz, habló sobre lo que ese gobierno pudo aprender de ese proceso.
Jaramillo compartió en Belfast, la semana pasada, las lecciones del proceso de paz en Colombia, habló sobre las audiencias de falsos positivos de la justicia transicional, tema ausente en el Acuerdo de Viernes Santo.
¿Cuáles cree que son las mayores lecciones que le dejó el proceso de paz en Irlanda del Norte al proceso de paz en Colombia?
Todo acuerdo exitoso irradia el futuro y bota lecciones, y el de Irlanda del Norte fue uno de los más exitosos, así que había mucho que aprender. Contamos con la suerte de tener el apoyo incondicional de Jonathan Powell, una persona extraordinaria a la que Colombia le debe mucho. Fue el hombre de Blair en las negociaciones, día y noche. Así que aprendimos de primera mano.
¿Y qué aprendieron?
Lo más importante tal vez es lo más elemental: la perseverancia. Perseverar y perseverar y no darse por vencido. Moler y moler para mantener el impulso. Luego hay ciertos elementos técnicos que fueron muy útiles, como el documento llamado “Heads of Agreement” que Tony Blair y Bertie Ahern presentaron cuatro meses antes del Acuerdo de Viernes Santo y que ya contiene los titulares, el principio rector y la estructura del Acuerdo. Nos sirvió de inspiración para proponerles a las FARC que hiciéramos primero un acuerdo marco, que fue el Acuerdo General de agosto de 2012.
Lea también: Lecciones sobre paz desde Irlanda del Norte
¿Qué hicieron mejor ellos y qué hicimos mejor nosotros?
Comparar los dos procesos es difícil, porque eran conflictos distintos, con distintas prioridades. En el caso de Irlanda del Norte, la prioridad absoluta era un acuerdo político que abriera una válvula de escape entre las dos comunidades y estableciera unas reglas de juego que todos aceptaran sobre cómo decidir el futuro de Irlanda del Norte sin acudir a la violencia. “Un acuerdo para poder estar en desacuerdo”, como dice Jonathan. Nosotros teníamos enfrente un ejército guerrillero de 10.000 hombres y mujeres, y millones de víctimas. Cerrar el conflicto armado, asegurar su no repetición mediante la integración territorial y la inclusión política, y responderles a las víctimas eran nuestras prioridades.
En ambos países hubo un referendo, allá ganó el sí, acá perdió…
Ese es un buen ejemplo de algo que ellos hicieron mejor. Construyeron un consenso político enorme, primero entre los principales líderes de los países interesados, Tony Blair, Bertie Ahern y Bill Clinton, que trabajaron como un solo equipo, y luego y sobre todo entre los partidos políticos de Irlanda del Norte, que es lo que es finalmente el Acuerdo de Viernes Santo. Solo se quedó por fuera el ala extrema de los unionistas, el DUP de Ian Paisley. Pero incluso Paisley años después dio su brazo a torcer y terminó cogobernando con un miembro de Sinn Féin, Martin McGuiness. En nuestro caso la oposición despiadada de Álvaro Uribe al Acuerdo se ha mantenido hasta el día de hoy.
Estuvo en Belfast para el aniversario del Acuerdo de Viernes Santo. ¿Sobre qué habló y qué lecciones se llevó de esa visita?
Estuve hace unos días, fui a una conferencia en Queen’s University en el marco del aniversario de los 25 años. Querían que hablara sobre la experiencia de Colombia en materia de verdad. En esto somos nosotros los que les llevamos mucha ventaja, porque en el Acuerdo de Viernes Santo no hay una palabra sobre las víctimas. Es cierto que las cifras de victimización de Colombia aplastan las de Irlanda del Norte, pero también lo es que es un país 80 veces más pequeño. Todos se conocían y prácticamente todos han estado tocados por la violencia. Somos, ellos y nosotros, sociedades traumatizadas, y si el trauma no se enfrenta, se pasa de generación en generación y se come a la gente por dentro.
En contexto: Recordar, renovar y reconciliarse para la paz, las enseñanzas de Irlanda del Norte
¿Y qué les dijo?
Les expliqué lo que hicimos en la negociación, lo que hicieron las víctimas interviniendo valientemente en la mesa y lo que estamos haciendo ahora. Y luego les mostré un breve video de la audiencia de la JEP en Ocaña, donde el coronel Tamayo reconoce sin tapujos ante las víctimas su responsabilidad en los falsos positivos, luego de un largo proceso de acercamiento con apoyo psicológico que de manera ejemplar ha estructurado la JEP. Al final el organizador se paró, me dio la mano y enfrente a todos me dijo: “Esto es lo que teníamos que hacer en Irlanda y no fuimos capaces”. Nadie lo podía creer.
Lo deberíamos conocer más nosotros mismos, ¿no cree?
Claro. Cada vez que un hombre de las FARC o de nuestras propias Fuerzas Militares reconoce ante la JEP la comisión de un crimen, se está haciendo justicia y se está sembrando paz. Ese es el verdadero proceso de paz, las acciones diarias de las víctimas sentadas en las audiencias, de los magistrados sacando sus autos, de los responsables poniendo la cara o de las comunidades en los territorios tratando de proteger lo que con tanto esfuerzo se ha construido. Por eso hacen tanto daño los ideólogos de la “paz total” con su adanismo superficial. El proceso de paz es un cuerpo vivo que hay que cuidar y alimentar todos los días. En Belfast están celebrando que, con todos sus altibajos, llevan 25 años en eso. En Colombia tenemos que hacer lo mismo.
¿Cree que esos aprendizajes se pueden adaptar a las actuales negociaciones con el ELN?
Hay una cosa que tienen en común los acuerdos de Irlanda del Norte y Colombia, tal vez la más importante de todas: que dejan sin sentido la idea de la violencia política. Ya se acordó lo que había que acordar para terminar la guerra, lo demás es democracia. Quedan en ambos países grupos disidentes, que en realidad son parte del crimen organizado. Y a nosotros nos queda también el ELN, que obtusamente insiste en mezclar política y armas, y que se ha burlado de todas las oportunidades de diálogo. Con el gobierno Santos habló casi cinco años, mientras aprovechaba para ampliar su estrategia de coerción sobre las comunidades, las administraciones locales y el movimiento social. Con más razón luego del triunfo de Petro, lo que necesitamos en Colombia, más que una estrategia de negociación, es que toda la sociedad le diga el ELN: ¡No más política con armas!