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Un recorte de prensa guarda el testimonio de la masacre. “Asesinaron campesinos y los presentaron como guerrilleros”, tituló el periódico ‘Voz’ en enero de 1984. En la nota de media página el diario contradecía un comunicado de la Brigada 14 del Ejército según el cual ocho guerrilleros del Frente 11 de las Farc habían sido abatidos en combate con esa unidad militar días atrás. “Testigos de los hechos confirmaron que la brigada 14 mintió y de que lo que realmente se produjo en Vuelta Acuña (Cimitarra, Santander) no fue un combate sino una masacre”, se lee en el reporte.
Los nombres de algunas de las víctimas: Honorio Muñoz, Óscar Yepes, Carlos Tobón, Isaura Lascarro, su hija Beatriz Urrego Lascarro y Cruz Elena López. Varios de ellos eran familiares de José Lisandro Lascarro, un hombre que el país conocería después como Pastor Alape, cuando llegó a ser comandante de uno de los bloques de las extintas Farc. Isaura era su hermana, Beatriz, su sobrina y Honorio su primo. Testimonios sostienen que a Isaura los militares y paramilitares que iban con ellos la violaron y la torturaron. A Beatriz nunca la encontraron.
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Esa vereda, Vuelta Acuña, fue la que vio crecer a Alape. Había nacido en Puerto Berrío (Antioquia), pero la finca familiar era en esa vereda, que pertenece en el papel a Cimitarra (Santander). Se llegaba navegando por el brazo del río Magdalena o en el tren que iba para Barrancabermeja, bajándose en el kilómetro 19 y luego a lomo de caballo o a pie hasta la finca. “Ahí aprendí a nadar, a montar a caballo, a sembrar cacao, plátano, maíz, arroz, a bucear, a pescar con atarraya, chinchorro o anzuelo. Ahí di mi primer beso”, dice.
Para el momento de la masacre, hacía cinco años que Alape se había ido para la guerrilla. Se fue en 1979 huyéndole a la persecución contra los dirigentes comunistas en el Magdalena Medio que ya había matado a José Romaña Mena, a Nicolás Mahecha, a Javier Baquero y a Diomedes Rayo. No quería engrosar la lista y se enroló al cuarto frente de las Farc.
En la guerrilla terminó siendo el comandante del Bloque Magdalena Medio, que hizo la guerra en el occidente de Boyacá, en el norte y sur de Santander, el sur del Cesar, el sur de Bolívar y el nordeste antioqueño. En todo ese bloque regional se desangraron en una guerra sin cuartel con los paramilitares que comandó Ramón Isaza, la misma zona donde el mercenario Yair Klein formó hombres de las Autodefensas. En esas décadas de guerra nunca pudo volver a Vuelta Acuña ni ver a la familia que dejó cuando se fue para la insurgencia.
Tuvieron que pasar 40 años para que el ahora exjefe guerrillero, desarmado y de civil, pudiera volver a pisar la vereda en la que creció. Y tuvo que hacerlo primero hablando con los ganaderos que son ahora los dueños de las tierras que una vez fueron de los campesinos de la zona. Se decía que Pastor Alape iba a volver al territorio, pero a reclamar posesión sobre las tierras y había resistencia a su regreso.
Entonces se reunió con los ganaderos, despejó dudas y temores y aclaró que no venía a ocupar ninguna tierra. Se gestionó el viaje de regreso, que ocurrió en 2019. El día que llegó, los ganaderos, como un gesto de reconciliación, mataron un novillo y hubo sancocho y natilla.
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Pero la vereda ya no era la misma. El cacao, el maíz, el plátano y la yuca ya no estaban y, en cambio, se veían solo vacas. Lo único que seguía igual es que las familias que la habitan seguían sacando agua del brazo del río Magdalena, que ahora es un caño reducido por el avance de las fincas ganaderas que se fueron abriendo paso entre humedales. Las 70 familias que viven allí sacan el agua del caño y le echan alumbre para bajar la sedimentación.
Era paradójico: haber hecho la guerra 40 años en nombre de la revolución para que su propio pueblo no tuviera ni siquiera agua potable después de la firma de la paz. De hecho, los municipios de la región, Cimitarra, Puerto Boyacá, Simacota, San Vicente de Chucurí o Puerto Berrío, no quedaron priorizados en los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET), del Acuerdo de paz. “Se impuso el modelo del latifundio y se acabó el campesinado”, cuenta el exjefe guerrillero.
Buscó recursos para hacer el acueducto con la alcaldesa del municipio, con la dependencia de saneamiento básico del ministerio de Vivienda y con otras fuentes, pero no hubo respuestas. De hecho, en la vereda se firmó en 2015 entre Isagen, la Junta de Acción Comunal y el municipio de Cimitarra el convenio para abastecer de agua potable a la comunidad por un valor de $226 millones. El proyecto nunca se materializó.
“Había que movernos de otra manera, movilizando a la sociedad civil”, dice Alape. Entre reuniones y deliberaciones, muchas al calor de una cerveza, buscó la forma de “sensibilizar y hacer una denuncia sin tener que ponerme a gritar”. Aterrizaron la idea: una cerveza artesanal. Ya con el antecedente del éxito de otras cervezas producto de la firma de la paz, como La Trocha o La Roja, (más ahora que Juan Manuel Santos y Rodrigo Londoño brindaron con una de ellas el pasado miércoles durante la conmemoración de los cinco años del Acuerdo de Paz) se embarcó de lleno en crear su propia marca, pero con un objetivo principal: financiar el acueducto de Vuelta Acuña.
La persona clave en esta historia es Ilich Cerón, el propietario de Lubianka, un bar ubicado en el barrio La Soledad de Bogotá, jugado con la paz y dedicado a vender cervezas artesanales y alternativas. A través de él, llegó al proyecto Fredy Suárez, propietario de la cervecería Dos Tercos y experto en fabricación de cerveza.
El día que se firmó el Acuerdo de Paz en 2016, Suárez estaba presente en las movilizaciones de la Plaza de Bolívar y había apoyado por convicción lo pactado en La Habana. “Pero estando ahí yo me preguntaba cómo podía ayudar en algo al proceso de paz siendo gastrónomo de profesión”, cuenta.
La oportunidad se la pusieron sobre la mesa este año cuando lo buscaron para proponerle que fabricara la cerveza con la que un exjefe guerrillero quiere llevarle agua a su vereda. “Al principio no fue fácil, pero como se trataba de ayudar a personas que ni siquiera tienen suministro de agua, y que además de eso va a ser parte de un proyecto de reparación después de la guerra, ya no había mucho que pensar”, dice.
Ideó una cerveza que pusiera en el centro el agua. “Para algunos abrir la llave y encontrar agua es un acto cotidiano y para otros es un privilegio: se trata de una cerveza que homenajea el agua y por tanto es una cerveza que requiere que le prestemos mucha atención a cómo hacemos el tratamiento del agua para obtener el resultado que obtuvimos”.
Y el resultado: una cerveza fácil de tomar, de 4.5% grados de alcohol, un nivel de amargor medio-bajo, de color amarillo profundo con una espuma sostenida. Que la gente se pueda tomar varias. Y el nombre: Alapaz, jugando con el apellido del exjefe guerrillero.
El viernes 26 de noviembre, en un evento privado y modesto, Pastor Alape presentó su cerveza en Lubianka. Lo acompañaron algunas de las personas más cercanas a él, y otros que le han apostado al proceso de paz. Entre los asistentes estuvieron: Rodrigo Londoño, presidente del partido Comunes; Peter Ptassek, embajador de Alemania en Colombia; y Eduardo Díaz, exfuncionario del Gobierno Santos que llama amigo a Alape. También estuvo presente Andrés Stapper, actual director de la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN), que desde el Gobierno ha estado al frente del tránsito a la legalidad de los exguerrilleros. Igualmente, Jorge Suárez, hijo del ‘Mono Jojoy’ -que le dice padrino a Pastor Alape- junto a su esposa, la periodista cercana al uribismo Catalina Suárez.
El 30% de las utilidades de la cerveza Alapaz será destinado a la construcción del acueducto de Vuelta Acuña. Pero como es una cerveza con causa, explica Alape, una vez logren ese, se apoyará otra iniciativa de paz, entre las que se avizora la protección de la Ciénaga en esa misma zona. Alapaz está disponible en Lubianka, la Casa de la Paz y la Casa Cultural La Roja.