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Álvaro Herrera, cornista estudiante de la Universidad del Valle y quien se convirtió en uno de los símbolos de esas protestas de mayo del 2021 tras ser víctima de una detención ilegal en un CAI, denunció que tuvo que salir del país el pasado martes 1 de febrero luego de que él y su familia fueran víctimas de amenazas, interceptaciones y seguimientos, e incluso un presunto intento de asesinato.
Ese 28 mayo de 2021, Herrera y otros compañeros músicos del cacerolazo sinfónico habían estado participando en las jornadas de protesta de forma pacífica tocando diferentes piezas musicales en el sur de Cali. De acuerdo con la denuncia de Herrera, fue obligado a decir que era un vándalo cuando estaba detenido en el CAI.
Su salida del país la dio a conocer en el encuentro ‘¿Qué nos dejó el paro nacional en Cali? Los jóvenes sueñan con una ciudad diferente’ realizado el miércoles 2 de febrero por Colombia+20 y la Embajada de Alemania. Su intervención se hizo de manera virtual.
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Cali fue la ciudad con más hechos violentos registrados en 2021 durante el paro nacional. Tras ocho meses de las álgidas jornadas, se abrió este espacio de diálogo con diferentes representantes de sectores de la ciudad que conversaron sobre cómo construir sobre las necesidades de los caleños.
Colombia+20 habló con Herrera sobre su participación en el paro, su compromiso social con la ciudad, y las amenazas que lo obligaron a tomar la decisión de salir de Colombia el pasado 1 de febrero.
Álvaro, ¿usted qué recuerda de ese primer cacerolazo sinfónico en diciembre de 2019?
En principio fue un acto espontáneo que se convocó solo por redes sociales. Lo que pasó fue que llegamos muchos músicos sin distinción: había músicos de orquesta y de diferentes agrupaciones. Nos conocíamos entre todos porque el gremio cultural de Cali no es muy grande. También llegaron estudiantes del Instituto Distrital de Bellas artes porque nos reunimos cerca de la sede. Ese día interpretamos varias piezas como “Duque Chao”, que es una adaptación del Bella Ciao italiano, Latinoamérica de Calle 13 y varias otras piezas del repertorio colombiano. El objetivo de ese encuentro fue resaltar el papel de los artistas y el arte en la protesta social.
En ese momento era diciembre, estábamos en fiesta y era antes de la pandemia. No sabíamos que esto iba a pasar ni que este movimiento iba a ser tan grande ni a llegar hasta enero. Ese encuentro nos motivó mucho, pero nos dispersamos.
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¿Y eso qué significó para usted? ¿Qué sensación le generaba?
Yo desde hace mucho tiempo he estado involucrado en este tema de los paros estudiantiles, desde la primera presidencia de Santos, pero solo como un niño que gritaba. Después en la universidad mi participación fue más de cuerpo presente, de esfuerzo, de aguante y de mucha paciencia. Entendí que discutir sobre las diferencias a veces nos hace irnos a los golpes pero sobre eso debe haber consensos que nos permitan una línea de trabajo en común.
Usted dice que después de diciembre se dispersaron, entonces ¿cuándo fue el siguiente encuentro?
El que estaba planeado no se dio por diversas razones logísticas porque mover músicos es costoso. Entonces el segundo encuentro fue más adelante en plena pandemia, el 28 de abril. Eso ya fue una organización más estricta, hicimos un grupo por WhatsApp y se llamó a los estudiantes a participar en el Paro Nacional. Formamos una dirección, un equipo de recolección de fondos, de logística y recogimos fondos por Vaki. Estábamos organizados, ensayábamos donde pudiéramos porque éramos de 30 a 50 personas entre músicos, coristas, intérpretes y logística. Pero el 28 de abril también pensamos que nos reuníamos ese día y ya. No sabíamos que la ciudadanía estaba tan indignada, que iba a protestar de esa manera. Y el 28 de mayo, que se cumplía un mes de paro nacional, nosotros ya habíamos hecho dos cacerolazos en la Loma de la Cruz o la Loma de la Resistencia y luego en Siloé el fin de semana antes del 28 de mayo.
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¿Qué lecciones le dejó participar en algo como esto?
Muchas. La primera lección es votar bien. Esto no se hubiera generado si hubiéramos sido conscientes a la hora de votar, e incluso, si todos los que podemos votar hubiéramos votado porque el 50% del país no vota. Esto no hubiera ocurrido si no hubiera salido un Ministro de Hacienda que vive no sé dónde y sale a decir que una docena de huevos vale 1.800 pesos.
Como estudiante aprendí que siempre tenemos que ser parte de los procesos sociales, que el estudiantado es el que va a mover las riendas del país en el futuro y debe estar muy implicado en estos procesos. No solo en la academia, sino saliendo de la academia para enseñar en la calle.
¿Usted cree que lo que pasó el 28 de mayo fue específicamente contra el cacerolazo sinfónico?
Nosotros quedamos en el medio de lo que estaba pasando en esa zona de Cali. En ese momento se vivía tensión desde antes del 28 de mayo, aunque la opinión pública no tenga conocimiento de esto. El barrio Ciudad Jardín ya tenía problemas, había una inconformidad con el paro y el argumento era que se sentían secuestrados en su propia ciudad y no podían ir a comprar cosas. Ese discurso es en parte cierto, pero todos estábamos en la misma situación. Después salieron con el discurso de defender su propiedad de la forma que fuera.
¿Ese discurso de estarse defendiendo coincide con la llegada de la Minga indígena?
Desde ahí empezó a ser más público, pero yo creo que estaba desde antes, aunque matizado. La Minga indígena no causó el problema. De hecho, luego se supo que ellos habían sido invitados por una persona que vivía en Ciudad Jardín para recoger alimentos. Eso fue una trampa y en Cali lo sabe todo el mundo. Pero la gente empezó a decir, “se nos metieron a la casa” y empezó la pelotera.
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Volviendo al 28 de mayo, ¿ustedes se imaginaron que los iban a atacar?
Nosotros sabíamos que nos podían llegar a atacar, no éramos ingenuos. Sabíamos para dónde íbamos porque un balazo se lo meten a cualquiera, sea músico o no. Con un arma traumática le pegan a cualquiera. Pero no teníamos protocolo para huir, solo para tocar música y ya. Allí lo que había eran varias primeras líneas protegiéndonos y ellos nos estaban avisando.
El primer aviso llegó a las 2 de la tarde, porque hubo una balacera en el puente de Ciudad Jardín, donde aparece el señor Andrés Escobar [identificado en mayo pasado como uno de los civiles que disparó contra otros ciudadanos en ese barrio]. Desde ahí dijimos: “mantengámonos pendientes por si tenemos que salir”. Tocamos alrededor de una hora cuando ellos le avisaron a la directora y ella acabó el concierto. Había buses, pero como yo vivía en ese sector de la ciudad no tenía problema y podía irme a pie. Fue ahí donde me cogieron.
¿Y a usted por qué lo capturan?
Porque yo estaba grabando. De hecho, yo empecé a grabar desde antes de que me capturaran. Hay un video que muestra que tenía el instrumento a la cintura y que tenía el celular en la mano. Ese teléfono no ha aparecido hasta ese momento. Ahí hay caras, de todos, incluso de civiles armados. Se ve a la Policía discutiendo con un civil que tenía un fusil. Ellos tenían radios, todo un esquema de comunicación y de hecho uno de esos civiles estuvo en la estación de Policía.
Cuando a usted lo detienen, también detienen a otras dos personas, ¿pero solo a usted lo obligan a hacer el video diciendo que era de primera línea, que le habían pagado, etc?
No, de hecho, a los otros también los grabaron, pero no los han querido mostrar. Solo salió a la luz el mío porque quién lo puso a ojos de la opinión pública es la ahora candidata a la Cámara de Representantes Juanita Cataño. Sé que fue ella porque lo puso en Twitter diciendo: “este es el jefe de los vándalos”. Por eso, dentro de las conjeturas que sacamos es que hay una estrecha relación entre la Fuerza Pública y políticos locales.
¿Cómo están esos dos muchachos que detuvieron con usted?
Actualmente Noé está en España por las mismas razones que yo tuve que salir del país. Él es artista, diseñador gráfico de la Universidad Icesi. Sebastián es psicólogo, también se graduó de la Icesi y está bien. De hecho, hace poco estuvimos hablando. Yo, sin embargo, no estoy bien.
¿Qué pasó después del ataque del 28 de mayo?
Yo tuve 15 días de incapacidad por golpes, contusiones, tenía una pierna inmovilizada porque me pegaron muy fuerte y me lesionaron. Mi mamá estaba muy asustada de que yo no pudiera salir de la URI bien. A la primera persona que yo llamé cuando me capturaron fue a ella y se puso a llorar. Ella no podía hacer nada porque había toque de queda. Yo solo le dije que llamara a un abogado que conocemos y que luego mirábamos cómo pagar.
Sin embargo, ¿después del 28 de mayo hubo más cacerolazos y otros procesos de liderazgo en los que usted seguía participando?
Sí, el cacerolazo se constituye como organización y damos talleres y conciertos que se coordinan con diferentes organizaciones, barrios, procesos en los barrios como Siloé, Aguablanca, barrios muy deprimidos que están en procesos de concientización social. Ya no he podido participar porque tengo que estar guardado y ahora me tengo ir.
Libertad inmediata para Alvaro! #alvaroherrera pic.twitter.com/fNVH5lyCC9
— CÉSAR LÓPEZ (@cesarlopezmusic) May 29, 2021
¿Y cuándo empiezan los problemas de seguridad para usted?
Desde el 28 de mayo. Desde ese mismo día de la protesta. Tuve seguimientos, interceptaciones, amenazas, e intentos de asesinato. 17 días después, en el barrio El Ingenio, salí de una vuelta y me fui a hacer ejercicio en la calle. En ese momento andaba a pie porque estaba sin plata. Cuando estaba en el parque llegó una moto en contravía totalmente de negro y estaba haciendo una maroma como para sacar un arma y me miraba fijamente. Yo no vi el arma porque lo estaba mirando a él. Solo veía el cinturón. Él me quería intimidar. Se quedó un buen rato ahí, haciendo llamadas y mirándome. Cuando salió, se fue en contravía y muy rápido.
A mi hermana le llegó un mensaje diciendo: “usted es la hermana de Álvaro Herrera”. Ella dijo que sí y le dijeron: “dígale que se calle”. Ella estaba jugando un partido con un niño de 6 años y alguien se le acercó.
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¿Eso detonó la decisión de irse del país?
El último atentado fue en diciembre de 2021. Lo que pasó no lo puedo decir públicamente, pero después de contarle a mi mamá ella me dijo, “mijo váyase, yo con usted acá no tengo paz”. Yo me voy por ella porque está muy asustada. Por eso me toca irme.
¿Cuánto tiempo tiene pensado irse?
Pues yo quiero volver y terminar mi carrera de música con énfasis en interpretación. Me falta poco, ya estoy en trabajo de grado, pero cuánto me demore depende de mi maestro. Voy a avanzar estando fuera del país.
Y después de graduarse, ¿cuál es su plan?, ¿cuáles son sus sueños?
En lo profesional, seguir profundizando mis conocimientos en música, hacer la maestría. Y desde mi activismo, porque esa palabra ya es parte de mi ser, es seguir siendo un crítico de todos los procesos que se dan en Colombia. Yo amo este país, pero me da rabia. Seguiré siendo una persona crítica que no se queda callada.