Análisis: Una paz de cinco años
Grandes preguntas, en el quinto aniversario de la firma de la paz: ¿qué se puede hacer para relanzar el proceso? ¿A alguien le interesa? ¿Qué efectos tendrá el debate electoral sobre la paz?
Rodrigo Pardo*
Qué distintos han sido los cinco años que siguieron a la firma del Acuerdo de Paz entre el gobierno y las Farc, en relación con las expectativas. Todo ha sido diferente. Lo pactado se ha cumplido en lo que se refiere a la desmovilización de la guerrilla y al fin de la confrontación, pero muchas de las expectativas que acompañaban al Acuerdo no. Esperanzas a la izquierda —mejores resultados de los comunes en la política— y a la derecha —el triunfo del ´No’ mejoraba el Acuerdo firmado—.
La exguerrilla, en efecto, señala que hay un alto incumplimiento de los compromisos acordados con el Ejecutivo. Y ni qué decir de la disidencia que se retiró del proceso, encabezada nada menos que por Iván Márquez, quien, como jefe del equipo negociador en Cuba, se había convertido en un símbolo de la paz negociada. Más la muerte de Santrich, el otro gran símbolo de las negociaciones en La Habana, por causas aún no esclarecidas totalmente.
Vea: ¿Cómo va el Estatuto de la oposición?
Tampoco se han cumplido las expectativas creadas sobre la participación de las Farc en el Congreso. Los resultados han sido lánguidos, cuando ya se van a cumplir los primeros cuatro años —de ocho acordados— como parte de lo definido para el fin de la confrontación armada. La bancada de “los comunes” no ha brillado y, en cambio, se ha tropezado con todo tipo de actitudes hostiles de rivales que van desde el desconocimiento total hasta el rechazo abierto. Si las experiencias pactadas en el pasado con otros grupos —comenzando por el M-19, que alcanzó a presidir la Asamblea Constituyente en cabeza de Antonio Navarro— daban la medida de lo que sería Colombia sin la confrontación armada con las Farc, el último Acuerdo pactado para terminar una confrontación armada ha tenido un resultado más bien lánguido en la política. Porque en lo esencial, el fin de la confrontación armada, ha funcionado.
La percepción de que no se han cumplido las expectativas sobre la paz se debe, en parte, a que el posconflicto ha resultado más complejo de lo que se preveía. El inesperado triunfo del ‘No’ en el plebiscito y la profunda división que se produjo en torno a los acuerdos con las Farc generaron una profunda división. El famoso consenso sobre lo fundamental fue reemplazado por una polarización sin antecedentes, que además se agravó por los traumas y temores generados por una pandemia de enormes dimensiones, como la del coronavirus. Un entorno complejo y adverso —se rompieron las relaciones con Venezuela, la pandemia expandió el miedo, Trump puso en peligro el liderazgo de Estados Unidos, la célebre integración latinoamericana fue reemplazada por divisiones profundas— conformaron un cuadro muy distinto y mucho más complicado que el que reinaba en el momento de la firma del Acuerdo de Paz entre el gobierno Santos y las Farc.
Vea: Partido Comunes: la difícil tarea de hacer política en Colombia
Lo paradójico es que la dimensión externa se complicó, a pesar de que al cumplirse los cinco años del Acuerdo, varios de los aliados internacionales de la paz han contribuido a mantener las posibilidades de concretar lo pactado. La visita del secretario general de la ONU, Antonio Guterres, la próxima semana, ratificará que la comunidad internacional sigue jugando en favor de terminar el conflicto. Fue el gran punto a favor del presidente Juan Manuel Santos, premiado con el Nobel de Paz. La dimensión internacional del Acuerdo con las Farc terminó, a la larga, garantizando su supervivencia a pesar de la oposición de las fuerzas políticas de la derecha. Una de las últimas confrontaciones verbales entre Duque y Santos fue sobre en cuál de los gobiernos se habían alcanzado más desmovilizaciones de la ex guerrilla de las Farc. ¡Vivir para ver! A la medida en que el presidente Duque dedica más tiempo a las relaciones internacionales, la posición de su gobierno hacia el proceso de paz es menos negativa.
Lo cierto es que, cinco años después de la firma del Acuerdo de Paz, el balance sobre sus resultados es ambiguo. De una parte, las encuestas indican que la opinión pública es escéptica. En el debate electoral hay defensores del proceso —las fuerzas cercanas a Santos— y también críticos —próximos a Uribe—, pero no parece que el tema será clave en la competencia por el poder.
Lo cierto es que, pasados cinco años de la firma del Acuerdo, el momento es propicio para un balance que, en principio, es mucho más favorable en el exterior que en el país. Habrá que esperar si el asunto vuelve a ser relevante en el debate electoral y si de allí se puede forjar un nuevo consenso. Al fin y al cabo, la fuerza más crítica del proceso de paz —el uribismo— terminará un cuatrienio que mantuvo lo pactado. ¿Será que esa paz firmada es una base eficiente para construir una paz menos imperfecta y con mayor respaldo de las fuerzas políticas?
Lea: Sintonizados con la paz, las emisoras que construyen reconciliación
En otras palabras, la pregunta es si en el debate electoral que se avecina la paz volverá a ser un tema definitivo. Y si, eventualmente, se puede construir un acuerdo para sostenerlo. La semana próxima, el presidente Duque y el secretario general de la ONU seguramente coincidirán en un discurso positivo, que no caerá mal en la oposición de la izquierda y de la centro izquierda.
¿Será que la paz, cinco años después, volverá a ser un punto clave del debate electoral?
* Periodista.
Qué distintos han sido los cinco años que siguieron a la firma del Acuerdo de Paz entre el gobierno y las Farc, en relación con las expectativas. Todo ha sido diferente. Lo pactado se ha cumplido en lo que se refiere a la desmovilización de la guerrilla y al fin de la confrontación, pero muchas de las expectativas que acompañaban al Acuerdo no. Esperanzas a la izquierda —mejores resultados de los comunes en la política— y a la derecha —el triunfo del ´No’ mejoraba el Acuerdo firmado—.
La exguerrilla, en efecto, señala que hay un alto incumplimiento de los compromisos acordados con el Ejecutivo. Y ni qué decir de la disidencia que se retiró del proceso, encabezada nada menos que por Iván Márquez, quien, como jefe del equipo negociador en Cuba, se había convertido en un símbolo de la paz negociada. Más la muerte de Santrich, el otro gran símbolo de las negociaciones en La Habana, por causas aún no esclarecidas totalmente.
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Tampoco se han cumplido las expectativas creadas sobre la participación de las Farc en el Congreso. Los resultados han sido lánguidos, cuando ya se van a cumplir los primeros cuatro años —de ocho acordados— como parte de lo definido para el fin de la confrontación armada. La bancada de “los comunes” no ha brillado y, en cambio, se ha tropezado con todo tipo de actitudes hostiles de rivales que van desde el desconocimiento total hasta el rechazo abierto. Si las experiencias pactadas en el pasado con otros grupos —comenzando por el M-19, que alcanzó a presidir la Asamblea Constituyente en cabeza de Antonio Navarro— daban la medida de lo que sería Colombia sin la confrontación armada con las Farc, el último Acuerdo pactado para terminar una confrontación armada ha tenido un resultado más bien lánguido en la política. Porque en lo esencial, el fin de la confrontación armada, ha funcionado.
La percepción de que no se han cumplido las expectativas sobre la paz se debe, en parte, a que el posconflicto ha resultado más complejo de lo que se preveía. El inesperado triunfo del ‘No’ en el plebiscito y la profunda división que se produjo en torno a los acuerdos con las Farc generaron una profunda división. El famoso consenso sobre lo fundamental fue reemplazado por una polarización sin antecedentes, que además se agravó por los traumas y temores generados por una pandemia de enormes dimensiones, como la del coronavirus. Un entorno complejo y adverso —se rompieron las relaciones con Venezuela, la pandemia expandió el miedo, Trump puso en peligro el liderazgo de Estados Unidos, la célebre integración latinoamericana fue reemplazada por divisiones profundas— conformaron un cuadro muy distinto y mucho más complicado que el que reinaba en el momento de la firma del Acuerdo de Paz entre el gobierno Santos y las Farc.
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Lo paradójico es que la dimensión externa se complicó, a pesar de que al cumplirse los cinco años del Acuerdo, varios de los aliados internacionales de la paz han contribuido a mantener las posibilidades de concretar lo pactado. La visita del secretario general de la ONU, Antonio Guterres, la próxima semana, ratificará que la comunidad internacional sigue jugando en favor de terminar el conflicto. Fue el gran punto a favor del presidente Juan Manuel Santos, premiado con el Nobel de Paz. La dimensión internacional del Acuerdo con las Farc terminó, a la larga, garantizando su supervivencia a pesar de la oposición de las fuerzas políticas de la derecha. Una de las últimas confrontaciones verbales entre Duque y Santos fue sobre en cuál de los gobiernos se habían alcanzado más desmovilizaciones de la ex guerrilla de las Farc. ¡Vivir para ver! A la medida en que el presidente Duque dedica más tiempo a las relaciones internacionales, la posición de su gobierno hacia el proceso de paz es menos negativa.
Lo cierto es que, cinco años después de la firma del Acuerdo de Paz, el balance sobre sus resultados es ambiguo. De una parte, las encuestas indican que la opinión pública es escéptica. En el debate electoral hay defensores del proceso —las fuerzas cercanas a Santos— y también críticos —próximos a Uribe—, pero no parece que el tema será clave en la competencia por el poder.
Lo cierto es que, pasados cinco años de la firma del Acuerdo, el momento es propicio para un balance que, en principio, es mucho más favorable en el exterior que en el país. Habrá que esperar si el asunto vuelve a ser relevante en el debate electoral y si de allí se puede forjar un nuevo consenso. Al fin y al cabo, la fuerza más crítica del proceso de paz —el uribismo— terminará un cuatrienio que mantuvo lo pactado. ¿Será que esa paz firmada es una base eficiente para construir una paz menos imperfecta y con mayor respaldo de las fuerzas políticas?
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En otras palabras, la pregunta es si en el debate electoral que se avecina la paz volverá a ser un tema definitivo. Y si, eventualmente, se puede construir un acuerdo para sostenerlo. La semana próxima, el presidente Duque y el secretario general de la ONU seguramente coincidirán en un discurso positivo, que no caerá mal en la oposición de la izquierda y de la centro izquierda.
¿Será que la paz, cinco años después, volverá a ser un punto clave del debate electoral?
* Periodista.