Aurora Martínez, la vida después de la coca en Vista Hermosa (Meta)
Por años vivió de cultivar y procesar coca en medio de una disputa territorial entre las Farc y los paramilitares que le arrebató a su esposo. Cuando se la erradicaron, aprendió a cultivar cacao y hoy lidera su producción en el territorio.
Colombia2020/ @EEColombia2020
Aurora Martínez no extraña los días en los que vivió de cultivar coca. Cuando recuerda los primeros años de la década del 2000, lo que llega a su mente es la oleada violenta que significó ese cultivo en la región de La Macarena, en Meta. Si bien dedicarse a sembrar hoja de coca, y luego a procesarla, la sacó de trabajar en casas de familia y le ayudó a establecer su propia finca, también le resquebrajó la vida.
Entre 2001 y 2002, en los últimos meses en que en esa región estuvo vigente la zona de distensión por cuenta de los fallidos diálogos de paz entre el gobierno de Andrés Pastrana y las Farc, Martínez establecía sus primeros cultivos de coca en la vereda Alto Termales del municipio Vista Hermosa.
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Pocos meses duró cultivándola, cuando decidió que iba también a procesarla. “Un químico en ese tiempo le cobraba a uno por el día $200 mil o más. Yo dije no, nosotras las mujeres llaneras somos capaces y ‘berraquitas’ y yo lo voy a hacer. Fui una de las primeras mujeres que en el municipio comencé a procesar la hoja de coca y después vendía lo que yo misma transformaba”, relata.
Sin embargo, cuando empezó a consolidar su propio laboratorio para convertir la hoja de coca en base, la violencia le arrebató a su esposo, Vidal Pulido. Era octubre de 2003 y para entonces, luego de que se disolviera la zona de despeje, los paramilitares del Bloque Centauros de las AUC habían logrado consolidar su presencia en el casco urbano de Vista Hermosa, mientras el Bloque Oriental de las Farc, particularmente el frente 27, controlaba la zona rural del municipio.
Esa situación generó por esos años una frontera invisible que cobró la vida de quienes se atrevían a traspasarla, como fue el caso de Pulido. Un día de ese mes de octubre, salió de su finca hacia el casco urbano, pero, según le contaron a Aurora después, hombres armados lo detuvieron y se lo llevaron. Eso fue lo último que supo de su esposo. “Eso sucedió mucho. Muchas mujeres cayeron así que porque eran de pronto amantes de los guerrilleros entonces cuando iban para Vista Hermosa las desaparecían o las violaban”.
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Aurora Martínez sobrevivió a esos años, dice, porque no incumplió las normas que les impuso la guerrilla. “Si ellos nos decían ‘no pueden caminar después de las 6 de la tarde’, nosotros no caminábamos, si ellos nos decían ‘esa coca no se la puede vender a nadie más’, nosotros se la vendíamos era a ellos”.
Así continuó con su ‘laboratorio’ hasta 2006, cuando al territorio llegó la erradicación forzada. Con ella, llegó otra oleada de violencia por cuenta de la resistencia que puso la guerrilla a las actividades de erradicación de la Fuerza Pública. Los enfrentamientos se hicieron constantes y la tierra se llenó de minas antipersona. En la mitad quedaron los campesinos cocaleros, que reclamaban planes de sustitución para los cultivos de los que habían vivido por años.
De ese tiempo Aurora no tiene buenos recuerdos. “A muchos campesinos los judicializaron, terminaron en la cárcel, a otros los robaron, o los mataron por intentar vender por otro lado”. Pero además, la erradicación forzada no acabó con la coca. Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), en 2017 el Meta reportó alrededor de 5.500 hectáreas sembradas con ese cultivo, los mismos niveles que tenía en 2008.
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Luego de la erradicación, dice, quedaron en la incertidumbre: con tierra, pero sin saber cultivar nada más que coca. Sin embargo, la respuesta fue organizarse. Desde entonces, empezó a liderar el proceso organizativo de las comunidades campesinas de la zona y constituyeron en 2008 la asociación agropecuaria Agrocos. Después de tocar puertas y tratar de emprender varios proyectos agrícolas que no llegaron a buen puerto, en 2012 se metieron de lleno con el producto del que hoy viven: el cacao.
Para ella no fue fácil convencer a la comunidad de que le creyeran a ese proyecto, menos aun cuando los beneficios no los iban a ver en varios años. “Al principio decían ‘no, con el cacao toca esperar por ahí cuatro, cinco años’ y no querían, pero poco a poco nos fuimos metiendo y nos voltearon a mirar varias instituciones con el ánimo de apoyarnos”.
Apoyo que ha venido principalmente de cooperación internacional, particularmente de Usaid, ACDI – VOCA, y más recientemente de la Unión Europea, a través de un proyecto de desarrollo local sostenible que implementa en la zona el Instituto Sinchi. Hoy, Aurora tiene cinco hectáreas sembradas de cacao en su finca y un proyecto en marcha: “Así como transformé una hoja de coca en un polvo, el grano de cacao lo podemos transformar en diferentes derivados y hacer chocolatinas o variedades de chocolate.” En este momento están buscando la manera de conseguir una planta de transformación que les permita dar el ritmo que les ha impuesto la demanda que han creado en varias ciudades. (Los productos que ofrece Agrocos los puede conseguir a través de esta línea: 313 454 3682)
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Aurora Martínez es hoy la embajadora de la reconciliación del departamento del Meta, reconocimiento que le otorgó ACDI – VOCA. Su preocupación, dice, es que “los campos se están volviendo viejos, se quedaron sin jóvenes porque todos migran a las ciudades”. Por eso eleva un llamado al Gobierno Nacional para que, lejos de llegar a esos territorios con la erradicación – o ahora con la aspersión – llegue con oportunidades para los campesinos.
Aurora Martínez no extraña los días en los que vivió de cultivar coca. Cuando recuerda los primeros años de la década del 2000, lo que llega a su mente es la oleada violenta que significó ese cultivo en la región de La Macarena, en Meta. Si bien dedicarse a sembrar hoja de coca, y luego a procesarla, la sacó de trabajar en casas de familia y le ayudó a establecer su propia finca, también le resquebrajó la vida.
Entre 2001 y 2002, en los últimos meses en que en esa región estuvo vigente la zona de distensión por cuenta de los fallidos diálogos de paz entre el gobierno de Andrés Pastrana y las Farc, Martínez establecía sus primeros cultivos de coca en la vereda Alto Termales del municipio Vista Hermosa.
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Pocos meses duró cultivándola, cuando decidió que iba también a procesarla. “Un químico en ese tiempo le cobraba a uno por el día $200 mil o más. Yo dije no, nosotras las mujeres llaneras somos capaces y ‘berraquitas’ y yo lo voy a hacer. Fui una de las primeras mujeres que en el municipio comencé a procesar la hoja de coca y después vendía lo que yo misma transformaba”, relata.
Sin embargo, cuando empezó a consolidar su propio laboratorio para convertir la hoja de coca en base, la violencia le arrebató a su esposo, Vidal Pulido. Era octubre de 2003 y para entonces, luego de que se disolviera la zona de despeje, los paramilitares del Bloque Centauros de las AUC habían logrado consolidar su presencia en el casco urbano de Vista Hermosa, mientras el Bloque Oriental de las Farc, particularmente el frente 27, controlaba la zona rural del municipio.
Esa situación generó por esos años una frontera invisible que cobró la vida de quienes se atrevían a traspasarla, como fue el caso de Pulido. Un día de ese mes de octubre, salió de su finca hacia el casco urbano, pero, según le contaron a Aurora después, hombres armados lo detuvieron y se lo llevaron. Eso fue lo último que supo de su esposo. “Eso sucedió mucho. Muchas mujeres cayeron así que porque eran de pronto amantes de los guerrilleros entonces cuando iban para Vista Hermosa las desaparecían o las violaban”.
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Aurora Martínez sobrevivió a esos años, dice, porque no incumplió las normas que les impuso la guerrilla. “Si ellos nos decían ‘no pueden caminar después de las 6 de la tarde’, nosotros no caminábamos, si ellos nos decían ‘esa coca no se la puede vender a nadie más’, nosotros se la vendíamos era a ellos”.
Así continuó con su ‘laboratorio’ hasta 2006, cuando al territorio llegó la erradicación forzada. Con ella, llegó otra oleada de violencia por cuenta de la resistencia que puso la guerrilla a las actividades de erradicación de la Fuerza Pública. Los enfrentamientos se hicieron constantes y la tierra se llenó de minas antipersona. En la mitad quedaron los campesinos cocaleros, que reclamaban planes de sustitución para los cultivos de los que habían vivido por años.
De ese tiempo Aurora no tiene buenos recuerdos. “A muchos campesinos los judicializaron, terminaron en la cárcel, a otros los robaron, o los mataron por intentar vender por otro lado”. Pero además, la erradicación forzada no acabó con la coca. Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), en 2017 el Meta reportó alrededor de 5.500 hectáreas sembradas con ese cultivo, los mismos niveles que tenía en 2008.
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Luego de la erradicación, dice, quedaron en la incertidumbre: con tierra, pero sin saber cultivar nada más que coca. Sin embargo, la respuesta fue organizarse. Desde entonces, empezó a liderar el proceso organizativo de las comunidades campesinas de la zona y constituyeron en 2008 la asociación agropecuaria Agrocos. Después de tocar puertas y tratar de emprender varios proyectos agrícolas que no llegaron a buen puerto, en 2012 se metieron de lleno con el producto del que hoy viven: el cacao.
Para ella no fue fácil convencer a la comunidad de que le creyeran a ese proyecto, menos aun cuando los beneficios no los iban a ver en varios años. “Al principio decían ‘no, con el cacao toca esperar por ahí cuatro, cinco años’ y no querían, pero poco a poco nos fuimos metiendo y nos voltearon a mirar varias instituciones con el ánimo de apoyarnos”.
Apoyo que ha venido principalmente de cooperación internacional, particularmente de Usaid, ACDI – VOCA, y más recientemente de la Unión Europea, a través de un proyecto de desarrollo local sostenible que implementa en la zona el Instituto Sinchi. Hoy, Aurora tiene cinco hectáreas sembradas de cacao en su finca y un proyecto en marcha: “Así como transformé una hoja de coca en un polvo, el grano de cacao lo podemos transformar en diferentes derivados y hacer chocolatinas o variedades de chocolate.” En este momento están buscando la manera de conseguir una planta de transformación que les permita dar el ritmo que les ha impuesto la demanda que han creado en varias ciudades. (Los productos que ofrece Agrocos los puede conseguir a través de esta línea: 313 454 3682)
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