Todos en Colombia guardamos un anhelo de paz
En Colombia, sin importar en que época, ciudad, pueblo, región hayamos nacido o qué religión, orientación sexual y creencias tengamos, guardamos en lo más profundo un anhelo de paz. Hemos vivido conjugando verbos con este sustantivo: la hemos construido, buscado, negociado, alcanzado, perdido, añorado, dialogado, transformado, y aun así, la necesidad de paz, de un país que conviva en armonía y tranquilidad en medio de sus diferencias, parece ser una ilusión que se esfuma como la niebla en las montañas del Sumapaz o la espuma del mar Caribe en La Guajira.Pero el empeño por esa paz grande que habita en los corazones de nuestra gente no muere, no se amedrenta con las amenazas de guerra ni con las inequidades que agobian nuestros territorios. Nos llamarán de carácter terco por seguir intentado algo que parece imposible, pero el sueño de vivir en paz es más grande que el miedo. Por eso seguimos recorriendo sin pausa y con mucha prisa los Caminos de Paz que nos llevarán por la senda de un país mejor, en el que vivir en reconciliación, en confianza y dignamente sea más que un discurso gastado.En ese empeño de paz, también nos hemos confundido. Hemos pensado que es responsabilidad única de los gobiernos y que como individuos no tenemos tarea alguna en esta construcción, pero la paz es como la filigrana: se logra uniendo pequeños y delicados trozos que forman una sola pieza. Por eso, desde Oxfam Colombia hemos recorrido los Caminos de Paz que abren con dedicación, entereza y compromiso las organizaciones en los territorios.Con este proyecto, queremos reflejar, casi como un retrato cercano, directo y transparente, las dinámicas, apuestas, tejidos, que muchas veces de manera silenciosa, se crean en las diferentes regiones del país. Queremos resaltar el liderazgo impetuoso, decidido, tenaz y a la vez discreto, tranquilo y amoroso de las mujeres que, a pesar de ser las principales víctimas de un conflicto no propio, son quienes desde el su liderazgo territorial, su postura política, su compromiso, se la juegan por transformar, cuidar, acompañar procesos de paz de profundidades estructurales que no alcanzamos a imaginar quienes no hacemos parte de ellos. Las mujeres, muchas veces víctimas de una guerra que las ha condenado y limitado, alzan sus voces por encima del miedo, reconstruyen caminos por donde antes transitaron las armas y el desasosiego, para que pasen la cultura, el arte, las tradiciones, la ancestralidad, los saberes, los alimentos… sus pasos recorren esos Caminos de Paz, no solo para ellas y sus territorios, sino para las nuevas generaciones y las de los antepasados; estos caminos son compartidos con generosidad, grandeza y entusiasmo, con esperanza por ese país que se sueñan sin distinción para quienes lo habitamos. través de este recorrido que hemos hecho por Arauca, Quibdó, La Guajira, Buenaventura, Cundinamarca, Cauca y Cartagena, queremos compartirles y presentarles las voces de tantas personas comprometidas por la transformación desde la raíz de nuestro país. Con cada palabra viajamos al fondo de sus corazones, a sus vidas y entregas para construir la paz. Con cada palabra, entendemos también, que la paz nos corresponde a todas las personas y que desde el compromiso personal e individual podemos ser parte de ese anhelo de país. Les invitamos a este viaje por la esperanza y la paz.