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¿Cómo llegó usted, como historiador y fotógrafo, a la historia de la Guerra de Villarrica?
Cuando documenté el conflicto armado para el libro Violentología, me interesé por sus raíces desde una perspectiva histórica y de reportería. Sin embargo, solo supe de la Guerra de Villarrica hasta que la periodista Constanza Vieira me contó que en el archivo de su padre, Gilberto Vieira, quien había sido secretario general del Partido Comunista, existía información sobre lo sucedido en Villarrica. Pasó el tiempo y luego se expuso en la Fundación Ojo Rojo, de la cual soy parte, el trabajo Is This Tomorrow, de los artistas Zahara Gómez, Juan Orrantia y Mauricio Palos, que trata de la Guerra Fría en América Latina. Palos había regresado de Villarrica y nos contó de la importancia de esa región para entender las causas del conflicto. Fue entonces cuando desde esa fundación propusimos aportar a la Comisión de la Verdad una historia basada en archivos fotográficos y en trabajo de campo. Así nació el periódico La Época, que presentaremos el sábado.
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En ese trabajo se reconstruyen los enfrentamientos entre campesinos y el gobierno de Rojas Pinilla, entre 1954-1957 en Villarrica; se parte de la hipótesis de que el conflicto armado comenzó en ese lugar y no en Marquetalia años después...
Por la censura de la prensa en la época muy pocas noticias salieron de la zona, y esa escasez de información afectó los estudios históricos. Con importantes excepciones, los historiadores no dan importancia a lo sucedido en Villarrica o lo embuten en la Violencia, como si hubiera sido un episodio más de la confrontación entre liberales y conservadores. Pero no fue así, y la Guerra de Villarrica fue claramente la primera gran expresión armada en América del Sur en el marco de la Guerra Fría.
¿Por eso cree que el conflicto armado se origina en Villarrica?
A lo que ya dije se suma el hecho de que quienes comandaban a los campesinos en Villarrica fueron los mismos que formaron las Farc una década después, y cuando no les fue posible quedarse en Villarrica por los bombardeos y la infantería, partieron en las “columnas de marcha” hacia El Pato, Riochiquito, Guayabero y otros lugares que fueron declarados por el gobierno “repúblicas independientes”. Por otro lado, los oficiales del Ejército que comandaban en Villarrica recién habían vuelto de combatir contra el comunismo en Corea, al lado de Estados Unidos. Ambos lados se consideraban en la primera línea de una confrontación global. Cuando las Farc se fundaron, en 1964 (primero con el nombre Bloque Sur), analizaron mucho la experiencia de Villarrica para trazar su estrategia en adelante.
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El periódico “La Epoca” contiene fotos inéditas de la Guerra de Villarrica y reconstruye lo sucedido a partir de un difícil trabajo investigativo. ¿Por que escogió un periódico para reconstruir la historia?
Para este proyecto trabajé con un equipo de reporteros, fotógrafos e historiadores. Tomás Mantilla fue clave en la investigación histórica; Andrés Caicedo, sobrino nieto del mismo reportero gráfico que cubrió Villarrica con Gabriel García Márquez para El Espectador, ayudó con la búsqueda de imágenes; Constanza Vieira aportó acceso al archivo de su papá, y con Fabio Cuttica y Mauricio Palos trabajamos en la zona entrevistando habitantes y documentando los lugares claves de la historia. Todos creemos profundamente en la libertad de prensa como condición fundamental para un país en paz. Y Villarrica evidenció el peligro de la censura.
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¿Por qué devolverle a Villarrica su historia en forma de periódico?
El formato de un periódico es simbólicamente apto para resarcir esa censura. Es imaginar cómo habrían sido las noticias de 1955 si no se hubieran censurado. El periódico es además un homenaje al papel.
¿De qué manera la censura puede llevar a encontrar verdades históricas, y en este caso sobre el conflicto armado?
En 1955, varios periódicos fueron invitados a Villarrica a ver, en una visita guiada, cómo tenían el control del orden público. Pero todo se les salió de las manos, hubo combates, y se canceló la gira y se prohibió la publicación. La República, que seguía una línea editorial a favor del gobierno, osaba publicar, y fue sancionada. El reportaje de García Márquez para El Espectador sobre el tema no se pudo leer hasta que publicó sus memorias Vivir para contarla, en 2002. La prensa, con todos sus defectos y virtudes, es fundamental para que el público tenga herramientas para entender y responder a lo que pasa. En el caso de Villarrica, el Estado mantuvo que había una amenaza comunista en gran escala -una trama que empezó con la acusación de Colombia y de EE. UU. de que Gaitán había sido asesinado por agentes de Moscú- para justificar una operación militar de gran envergadura y en la sede de un movimiento agrario importante.
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El Espectador aparece en varios momentos de este trabajo. Dos fotógrafos del periódico y Gabo trabajaron en la crónica de Villarrica.
Recuperamos dos imágenes del gran fotógrafo Daniel Rodríguez, de El Espectador, de la zona de operaciones militares en Villarrica, y hay tres más de su autoría en la publicación. A García Márquez, quien preparaba una crónica para este periódico, no le fue permitido publicar sobre la guerra en sí, pero logró después sacar una nota importante de los cientos (Gabo dice que fueron 3 mil, pero no tenemos la cifra confirmada) de niños que fueron evacuados de Villarrica por el Ejército, separados de sus padres y que terminaron en orfanatos por varias partes del país. Una tragedia que causó mucha indignación. Daniel Rodríguez y Jorge Sánchez, de El Espectador, tomaron fotos conmovedoras que, con la pluma de Gabo, ayudaron a despertar conciencia sobre la situación.
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“El formato de un periódico es simbólicamente apto para resarcir esa censura. Es imaginar cómo habrían sido las noticias de 1955 si no se hubieran censurado. El periódico es además un homenaje al papel”
Stephen Ferry
Usted tiene la capacidad de encontrar elementos relacionados con la naturaleza del conflicto armado en sus fotos. Cuéntenos desde su mirada de historiador algunos de esos hallazgos.
Hay muchas interpretaciones y conclusiones que se pueden sacar de la Guerra de Villarrica, y esperamos que este trabajo inspire más estudios en el futuro. Los temas más sobresalientes tienen que ver con que la ideología anticomunista dura que permeaba el Gobierno de Rojas Pinilla, con influencia del macartismo estadounidense y de la Guerra Fría, hizo que el gobierno definiera el comunismo como el enemigo interno de la nación y llevó a su ilegalización en 1954, una de las causas principales para la guerra. Dentro de esa ideología, los movimientos agrarios tradicionales del Sumapaz fueron vistos como amenazas y no como la expresión de la lucha de décadas de los colonos contra latifundios en los que fueron obligados a trabajar en condiciones indignas. Motivado por el anticomunismo, y armado por Estados Unidos, el Ejército dirigió una tremenda fuerza letal sobre Villarrica y el Sumapaz, que causó la muerte y el desplazamiento de una gran parte de la población.
¿Y los líderes comunistas de Villarrica? ¿Qué pasó con ellos?
Fueron beligerantes e intransigentes, con la excepción importante de Juan de la Cruz Varela, quien buscó la vía de negociación. La mayoría de ellos cometieron graves errores con la población civil, obligando a mucha gente a quedarse en el pueblo para escudarse en ella bajo los bombardeos. Esas actuaciones reflejaban una especie de euforia revolucionaria que no correspondía a la realidad nacional y que terminó incidiendo en que en Villarrica hubiera una tragedia humana en gran escala.
En algún momento se pensó, o se trató de hacer pensar desde el gobierno de Rojas Pinilla, que la Guerra de Villarrica era una ficción. Luego la censura a los medios como El Espectador y “La República” demostró que esa historia no fue un invento.
Varios periodistas fueron encarcelados por intentar reportarla. Segundo, cuando salió el escándalo de los niños “huérfanos” de Villarrica, dijo que la prensa estaba exagerando. Pero las fotos comprueban que no fue ninguna exageración.