Con arte y cultura: así combaten la violencia en la costa Pacífica caucana
La maestra Lucy Herney Canchimbo dice que el arte, la cultura y los saberes ancestrales le han servido a su pueblo para resistir al conflicto armado en la costa Pacífica caucana. Trabaja formando mayores y mayoras desde la niñez.
En Colombia se celebra el Día del Maestro el 15 de mayo. En muchos municipios del país es una festividad más, pero en Guapi y Timbiquí (Cauca) es todo un acontecimiento. El pueblo está de fiesta, los profesores salen a las calles con sus mejores trajes y a cada media cuadra la gente los felicita con gratitud. Han visto crecer a generaciones enteras: desde los padres hasta los hijos. Y en muchos casos también han criado a los nietos, como lo ha hecho Lucy Herney Canchimbo García, una maestra por vocación que se dedica a enseñar lo que en las aulas de clase es difícil mezclar con la teoría: la tradición oral de los pueblos afrodescendientes.
Oriunda del municipio de Timbiquí y conocedora fiel de su territorio, Canchimbo cuenta, de forma elocuente, que su tierra está compuesta por 28 corregimientos y cinco veredas, y que es atravesado por tres ríos principales. Conoce bien el contexto de conflicto armado que ha vivido la costa Pacífica caucana y por eso dice que está convencida de que lo que los ha salvado de los desplazamientos, las amenazas, los homicidios y la estigmatización han sido sus tradiciones: los rezanderos, las parteras, los médicos tradicionales, los músicos y los bailarines ancestrales.
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En su más reciente libro, titulado Tradición oral y espiritual de los pueblos del Pacífico, cuenta la importancia de que los más pequeños y jóvenes comiencen a formarse como futuros mayores y mayoras para proteger el territorio. La guerra, asegura, es una amenaza para sus tradiciones ancestrales y por eso busca fortalecer ese legado.
¿Cómo se mantiene el fenómeno cultural y artístico en Timbiquí, a pesar de la violencia?
Hay algo muy importante y es que, por las circunstancias como se ha fundado cada territorio de la costa Pacífica caucana, uno puede encontrar diferencias culturales muy marcadas en cada municipio. Los rezos de Timbiquí no son los mismos rezos de Guapi, por ejemplo, y eso se explica en que las condiciones en las que fueron fundados son completamente distintos. Pero además es que ser de por acá hace que uno lleve en la sangre la necesidad de mostrar que somos una pequeña África en Colombia, y a pesar de la adversidad eso siempre sale a flote: por eso siempre hay grupos musicales vigentes que convierten en lírica el dolor que hemos vivido.
¿Cuál es su labor ahora como matrona del territorio?
Tengo una preocupación, que es la que me está moviendo a trabajar más y es que en nuestra tradición nunca se pensó que las matronas y mayoras eran mortales, entonces nuestros ancestros siempre fueron recelosos con esos saberes tan valiosos que tienen los viejos y cuando un menor preguntaba, se tomaba como un irrespeto. Estoy afanada por trabajar para que los niños y jóvenes aprendan todo de la tradición oral desde pequeños, para salvaguardar nuestro patrimonio y asegurar que haya mayores y mayoras para el territorio.
¿Cómo enseñar a los más pequeños un saber que requiere tantos años de conocimiento?
Hay algo que uno no debe perder de vista cuando es maestro y es que el joven necesita razones para aprender algo: necesitan entender la importancia del rezo, para qué es necesario, qué efectos va a tener en la vida de ellos y sus familias. Tienen que saberlo todo. Cuando uno les explica primero la importancia de que ellos comiencen a incluir eso en sus vidas, el resto fluye. Hace poco a una de las niñas con las que trabajo se le murió su abuelita y no había un rezandero en Timbiquí disponible que fuera a rezar a esa casa. Yo no estaba, pero ella había venido aprendiendo los rezos que yo le he enseñado.
Lea: El infierno del reclutamiento forzado que viven los jóvenes de Caldono (Cauca)
¿Cuál es su historia y cómo llegó a tener vocación por la cultura?
He visto de cerca la violencia y el dolor que ha desgarrado mi pueblo. He visto partir amigos, familiares y conocidos, y eso cambia la perspectiva. Mi proceso empezó con mi mamá, una mujer que fue muy religiosa, fiestera y amaba cantar. Me enseñó los alabaos y yo entendí que no era simplemente música, sino que era una forma de asumir duelos. En un municipio como este, sea por la violencia o por causas naturales, a veces hay dos o tres muertos en un día y uno ve la labor de las mujeres que ayudan a las familias a hacer más llevadero ese proceso a través de los rituales.
¿Qué les enseña usted a los niños y jóvenes en Timbiquí?
Estamos en un departamento plagado de violencia, eso para nadie es un secreto, pero lo más importante ahora es lograr alejar a esta generación de jóvenes de esos contextos del conflicto y que se conecten con nuestras raíces culturales. No es de gratis que este sea un municipio del que salgan tantos músicos que escuchamos en festivales como el Petronio Álvarez a hablarle a Colombia y al mundo. Yo les enseño música, danzas tradicionales y todo lo relacionado con rezos y alabaos.
¿Y con qué dificultades se han topado en el camino en esa labor?
Los recursos, sin duda. A veces tenemos dos o tres bombos para que los niños estudien y ensayen, pero de repente se nos dañan y no hay recursos para remendarlos. El Estado no invierte culturalmente en este departamento, pero cuando exportamos grandes artistas como Nidia Góngora o Herencia de Timbiquí, nos admiran. Acá la resistencia es contra la violencia y la pobreza. Se trabaja con las uñas, pero siempre tiene sus frutos.
*Equipo de comunicaciones de Cococauca.
En Colombia se celebra el Día del Maestro el 15 de mayo. En muchos municipios del país es una festividad más, pero en Guapi y Timbiquí (Cauca) es todo un acontecimiento. El pueblo está de fiesta, los profesores salen a las calles con sus mejores trajes y a cada media cuadra la gente los felicita con gratitud. Han visto crecer a generaciones enteras: desde los padres hasta los hijos. Y en muchos casos también han criado a los nietos, como lo ha hecho Lucy Herney Canchimbo García, una maestra por vocación que se dedica a enseñar lo que en las aulas de clase es difícil mezclar con la teoría: la tradición oral de los pueblos afrodescendientes.
Oriunda del municipio de Timbiquí y conocedora fiel de su territorio, Canchimbo cuenta, de forma elocuente, que su tierra está compuesta por 28 corregimientos y cinco veredas, y que es atravesado por tres ríos principales. Conoce bien el contexto de conflicto armado que ha vivido la costa Pacífica caucana y por eso dice que está convencida de que lo que los ha salvado de los desplazamientos, las amenazas, los homicidios y la estigmatización han sido sus tradiciones: los rezanderos, las parteras, los médicos tradicionales, los músicos y los bailarines ancestrales.
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En su más reciente libro, titulado Tradición oral y espiritual de los pueblos del Pacífico, cuenta la importancia de que los más pequeños y jóvenes comiencen a formarse como futuros mayores y mayoras para proteger el territorio. La guerra, asegura, es una amenaza para sus tradiciones ancestrales y por eso busca fortalecer ese legado.
¿Cómo se mantiene el fenómeno cultural y artístico en Timbiquí, a pesar de la violencia?
Hay algo muy importante y es que, por las circunstancias como se ha fundado cada territorio de la costa Pacífica caucana, uno puede encontrar diferencias culturales muy marcadas en cada municipio. Los rezos de Timbiquí no son los mismos rezos de Guapi, por ejemplo, y eso se explica en que las condiciones en las que fueron fundados son completamente distintos. Pero además es que ser de por acá hace que uno lleve en la sangre la necesidad de mostrar que somos una pequeña África en Colombia, y a pesar de la adversidad eso siempre sale a flote: por eso siempre hay grupos musicales vigentes que convierten en lírica el dolor que hemos vivido.
¿Cuál es su labor ahora como matrona del territorio?
Tengo una preocupación, que es la que me está moviendo a trabajar más y es que en nuestra tradición nunca se pensó que las matronas y mayoras eran mortales, entonces nuestros ancestros siempre fueron recelosos con esos saberes tan valiosos que tienen los viejos y cuando un menor preguntaba, se tomaba como un irrespeto. Estoy afanada por trabajar para que los niños y jóvenes aprendan todo de la tradición oral desde pequeños, para salvaguardar nuestro patrimonio y asegurar que haya mayores y mayoras para el territorio.
¿Cómo enseñar a los más pequeños un saber que requiere tantos años de conocimiento?
Hay algo que uno no debe perder de vista cuando es maestro y es que el joven necesita razones para aprender algo: necesitan entender la importancia del rezo, para qué es necesario, qué efectos va a tener en la vida de ellos y sus familias. Tienen que saberlo todo. Cuando uno les explica primero la importancia de que ellos comiencen a incluir eso en sus vidas, el resto fluye. Hace poco a una de las niñas con las que trabajo se le murió su abuelita y no había un rezandero en Timbiquí disponible que fuera a rezar a esa casa. Yo no estaba, pero ella había venido aprendiendo los rezos que yo le he enseñado.
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¿Cuál es su historia y cómo llegó a tener vocación por la cultura?
He visto de cerca la violencia y el dolor que ha desgarrado mi pueblo. He visto partir amigos, familiares y conocidos, y eso cambia la perspectiva. Mi proceso empezó con mi mamá, una mujer que fue muy religiosa, fiestera y amaba cantar. Me enseñó los alabaos y yo entendí que no era simplemente música, sino que era una forma de asumir duelos. En un municipio como este, sea por la violencia o por causas naturales, a veces hay dos o tres muertos en un día y uno ve la labor de las mujeres que ayudan a las familias a hacer más llevadero ese proceso a través de los rituales.
¿Qué les enseña usted a los niños y jóvenes en Timbiquí?
Estamos en un departamento plagado de violencia, eso para nadie es un secreto, pero lo más importante ahora es lograr alejar a esta generación de jóvenes de esos contextos del conflicto y que se conecten con nuestras raíces culturales. No es de gratis que este sea un municipio del que salgan tantos músicos que escuchamos en festivales como el Petronio Álvarez a hablarle a Colombia y al mundo. Yo les enseño música, danzas tradicionales y todo lo relacionado con rezos y alabaos.
¿Y con qué dificultades se han topado en el camino en esa labor?
Los recursos, sin duda. A veces tenemos dos o tres bombos para que los niños estudien y ensayen, pero de repente se nos dañan y no hay recursos para remendarlos. El Estado no invierte culturalmente en este departamento, pero cuando exportamos grandes artistas como Nidia Góngora o Herencia de Timbiquí, nos admiran. Acá la resistencia es contra la violencia y la pobreza. Se trabaja con las uñas, pero siempre tiene sus frutos.
*Equipo de comunicaciones de Cococauca.