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Hace más de 50 días, los delegados de paz del Eln y el gobierno Santos se sentaron a buscar el fin del conflicto en una mesa de diálogos en Quito. Más de mes y medio ha pasado y las únicas noticias que se conocen provienen de los campos de batalla. Como la de este fin de semana, en Santander, donde el Ejército le propinó un duro golpe a la insurgencia, en el que murió una decena de guerrilleros. De otro lado, el resultado electoral de este domingo en Ecuador, que le dio el triunfo en la Presidencia al sucesor de Rafael Correa, Lenín Moreno, es una buena noticia para la mesa.
Con estas noticias, y cerca de que las partes hagan su primer balance del proceso, El Espectador reunió a dos desmovilizados del Eln y tres importantes dirigentes sociales, provenientes de las organizaciones que apuestan por a un acuerdo de paz entre el Gobierno y los elenos, para que en esta coyuntura hagan una lectura de lo que ha ocurrido y propongan salidas a los temas más controversiales de la mesa. Se trata de el excomandante guerrillero Carlos Velandia; el también desmovilizado de esta organización Luis Eduardo Celis; Juan Humpton, vocero nacional del Congreso de los Pueblos; Katerin Torres, vocera de la campaña Paz Completa, y Luis Emil Sanabria, presidente colegiado de Redepaz.
¿Cuál es el diagnóstico de la mesa de Quito?
Sanabria: Están sentados hablando de dos temas importantes: la participación de la sociedad y el acuerdo humanitario.
Humpton: El inicio de los diálogos acelera los tiempos políticos para los actores de la mesa de Quito y de la sociedad. Y esto obliga a consensos sociales mucho más rápidos en torno a las propuestas de participación y sus contenidos. El momento de atascamiento estratégico en que se encuentran las partes puede ser resuelto por propuestas que provengan de la sociedad organizada.
Celis: La mesa Gobierno-Eln es un gran reto y una buena oportunidad para avanzar hacia la paz completa. Hay dos asuntos inmediatos para trabajar: el desescalamiento del conflicto y la participación social.
Torres: Hay pérdida de oxígeno del proceso como tal, en parte porque en el país se tomó la decisión de poner en segundo plano lo que tiene que ver con el proceso de paz, en parte por la irrupción del panorama electoral. Eso genera un riesgo para la mesa de Quito, pero también para el proceso con las Farc. Creo que estamos ante un río con dos aguas: la del riesgo y la de la oportunidad. La mesa de Quito debe atreverse a tener salidas creativas para el tema de participación de la sociedad. Este es un elemento innovador en los procesos de paz.
Velandia: A la mesa se llegó de muy mala manera. A tropezones. Con muchas dificultades. Los problemas de la guerra han marcado los ritmos. Y ahora que ya están sentados nuevamente, los hechos de la guerra amenazan la estabilidad del proceso. Eso me preocupa porque, mientras las palomas estén sentadas en la mesa, los halcones andan sueltos en la calle.
¿Qué vale la pena rescatar de los diálogos con las Farc?
Sanabria: Este es un solo proceso de paz con dos mesas de negociación. Lo cual quiere decir que son complementarios, para construir una democracia. Hay que recuperar lo que se pactó en La Habana en temas como el agrario y la participación de la sociedad, para avanzar hacia la construcción de nuevas realidades en Colombia.
Humpton: Hay que generar un proceso muy ágil de desescalamiento del conflicto. Eso ayudó mucho en La Habana.
Celis: Coincido con la idea de que esta mesa hace parte del mismo proceso de paz que llevó a las Farc a un acuerdo. Por eso, si las cosas con el Eln van bien, también será así con las Farc, y viceversa. Es oportuno que se abra un espacio de diálogo entre las guerrillas, y el Gobierno debería facilitar el encuentro.
Torres: Más allá de los temas, creo que sería oportuno hacer un inventario de lo que produjo el proceso con las Farc y lo que serviría para el Eln. Eso nos ayudaría a establecer puntos de articulación. Hay coincidencias importantes, como la participación o las consultas territoriales. La Jurisdicción Especial para la Paz es para los dos procesos.
Velandia: Los dos procesos son diferenciados. Pero la singularidad no puede tirar por la borda buenas prácticas y aprendizajes que han sido muy útiles. La Habana es rica en lecciones que pueden ser aprovechadas por la mesa de Quito. Especialmente en temas de arquitectura del proceso. Me parece que es un salto al vacío pensar que se va a ganar agilidad con la itinerancia de la mesa por cinco países.
Esto le quita ritmo, genera lapsos entre una sede y otra, el gasto y la duplicación de esfuerzos van a ser mayores. Así que pienso que es recomendable revisar con cuidado la experiencia exitosa en algunos asuntos que logró la mesa de La Habana.
¿Qué no se debe repetir?
Sanabria: Que la pedagogía de los acuerdos se realice a última hora. Desde ya hay que empezar a hacer pedagogía de la agenda de diálogos. Hay que superar la mezquindad que se planteó en La Habana de limitar las conversaciones de los negociadores de la insurgencia con la sociedad civil. Y no hay que tenerles miedo a los tiempos. Lo que puede ser un tiempo prolongado en una negociación buscando un acuerdo nacional de paz, puede ser fructífero a la hora de implementar los acuerdos y de conseguir la reconciliación.
Humpton: No creo que sea positivo repetir el secretismo que primó en La Habana. Por supuesto, esto implica ponderación con la información que se maneja, pero hay que decir cómo se avanza. También pienso que hay que evitar el aislamiento de la mesa frente al país. Si la participación ciudadana va a ser el centro del proceso, esa negociación debe ser en Colombia.
Celis: Hay que avanzar rápidamente hacia el acuerdo de cese bilateral del fuego y hostilidades. No dejarlo para el final, como fue con las Farc.
Torres: Es importante reconocer que las identidades y las dinámicas de cada insurgencia son distintas. Hay que superar la mirada de que el uno es el hijo menor del otro. También que la participación ciudadana no vaya a ser inocua, porque a La Habana iba la gente que tenía plata. En este proceso, la mesa debe ir a donde la gente.
Velandia: No se debe repetir bajo ninguna circunstancia: convertir a los delegados en la mesa en quienes explican el desarrollo de la guerra. Beltrán no tiene por qué explicar los actos del Eln en el campo de batalla y Restrepo tampoco tiene por qué explicar las acciones militares. Ellos están allá para pactar el fin de la guerra, no explicarla. De otro lado, las partes deben desechar la posibilidad de que el acuerdo al que se llegue sea sometido a un plebiscito. El mejor plebiscito es una participación amplia de la sociedad.
¿Qué gestos pueden construir confianza?
Sanabria: el Estado podría adelantar una política de prevención a las violaciones a los derechos humanos. Una forma de garantizar la vida y la acción política a los líderes sociales para que haya una real participación. Ir más allá del mecanismo de protección para lograr el desmonte de los grupos neoparamilitares Y, por supuesto, ir desescalando el lenguaje. Mientras, el Eln debería suspender el secuestro y los ataques a la infraestructura.
Juan: cumplirle a La Habana es crear condiciones en la gente que está trabajando en el proceso de paz con el Eln.
Celis: el Gobierno debe pensar seriamente en aliviar la situación de los presos del Eln. Eso significa darles prioridad de atención a quienes padecen enfermedades, trasladarlos a cárceles donde queden cerca de sus familiares, empezar a revisar su situación jurídica, etc. El Gobierno debe tener claro cuál es la oferta para el Eln, y eso se tiene que traducir en profundizar la acción del Estado en obras, como podría ser la vía Pamplona- Saravena. Eso sería un mensaje importante para Arauca, donde el Eln tiene un arraigo fuerte. Tercero, abrirse a la posibilidad del cese bilateral del fuego. Plantear la discusión.
Del lado del Eln es claro que deben replantear temas como el secuestro y el escalamiento del conflicto como mecanismo de presión a la mesa.
Torres: el Gobierno debe aceptar la propuesta de cese bilateral del fuego, porque ayuda a que el Eln tome la decisión de dejar el secuestro y la extorsión, y al mismo tiempo manda un mensaje de confianza en la mesa a la sociedad. Lo otro es el desmonte del paramilitarismo. Esa es una garantía fundamental para la participación política.
Velandia: el cese bilateral del fuego debe ser un punto de llegada, no de partida. La vía es el desescalamiento gradual, ir cerrándole la llave al fuego. Y la mesa debe dedicarse a buscar el fin de la guerra. Ese es su propósito. El desescalamiento produce alivio y confianza en la sociedad que vive la guerra, y al mismo tiempo confianza de las partes entre sí. Y con un elemento adicional, las dos partes deben dar garantías de participación de la sociedad en la mesa. No ofrece garantías que el Eln mate a un policía o secuestre a una persona, pero tampoco lo es cuando en las narices del Gobierno están asesinando a líderes sociales. No tiene razón que cuando acuerdan empezar la mesa de diálogos cada parte comienza a echar más tiros y más bombas.