“¿De dónde sacamos fuerzas?”, reflexiones sobre los impactos de la guerra en las mujeres
Este informe da cuenta de cómo la violencia y los crímenes de Estado hicieron heridas profundas en los cuerpos y los sentires de cien mujeres del Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado en Boyacá, Caldas, Meta y Tolima. Lo entregaron a la justicia transicional.
“Mi historia de vida que me la tiraron muy pa’ arriba, usted se imagina que es quedarse uno con 25 años y tres hijos. Voy a Antioquia y me traigo mis hermanos, mi hermano desaparece y mi mamá muere de pena moral por eso, matan a mi esposo y asimismo me lo entregaron, eso es una cosa demasiado dura, dura, dura les digo, compañeras”: mujer en Villavicencio.
Mientras a sus esposos, hijos o hermanos los desaparecían o asesinaban, ellas tenían que esconder la tristeza y la amargura para encargarse de las labores de cuidado y, además, proveer sus hogares huérfanos. Pensar hacia adentro no era posible, a veces solamente para recordar violencias pasadas, dentro o fuera del conflicto armado que, de repente, les quitaba lo que tenían. Así es el coro de voces de cien mujeres de Boyacá, Caldas, Meta y Tolima que vivieron la guerra, cada una en situaciones particulares, pero que llegan al mismo sentir: los enfrentamientos de hombres desconocidos les hicieron daños que todavía no han sido reparados.
¿De dónde sacamos fuerzas? es el nombre del informe que el Movimiento de Crímenes de Víctimas de Estado (Movice) y el Comité de Solidaridad con los Presos Políticos le entregaron este viernes 12 de junio al Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición. En este están lo testimonios de esas mujeres, que dieron en múltiples talleres, y un análisis sobre cómo y por qué las afectaciones a ellas son profundas, repetitivas y diferenciadas. Según el documento, “el análisis de la realidad de sus experiencias de vida constata la interconexión de estas expresiones activadas por una espiral de violencias, intersectadas a las condiciones de pobreza, exclusión, segregación socioespacial y estigmatización, que convierte estos factores en parte indisociable de la cotidianidad que enfrentan las mujeres víctimas y sus familias”.
Es así como este informe contempla una violencia continua y múltiple que han sufrido, dentro y fuera del conflicto armado, empezando en lo familiar y continuando por ese camino. Primero, la violencia patriarcal siendo niñas, y posteriormente como adultas y madres. En este punto aparecen también las afectaciones en lo colectivo y lo cotidiano.
Estas mujeres sufrieron la violencia sexual, son familiares de víctimas de desaparición forzada, ejecuciones extrajudiciales y asesinatos selectivos, además de ser victimas del desplazamiento forzado, el reclutamiento forzado de sus hijos e hijas y familiares de distintas masacres ocurridas en sus territorios, según explica el informe. Y los responsables han sido toda clase de grupos: estatales, paraestatales e insurgentes.
Aun así, “todas ellas son mujeres sobrevivientes de las violencias privadas y públicas que han afectado sus cuerpos, dignidades y el bienestar en toda su integralidad. De muchas maneras ejercen un liderazgo social y comunitario, identificándose en variados casos como defensoras de los derechos humanos y lideresas de los derechos de las mujeres víctimas”.
“Yo me fui al Guaviare en 1995 con mi hijo, y por allá cuando tenía 16 años comenzó a trabajar y estaba cogiendo maíz y me dijo “mamá conseguí trabajo” y le dije “sí papito, toca trabajar” porque el papá falleció, y yo espere y nada que llegaba mi hijo, me fui a preguntar al patrón por qué no llegaba mi hijo, y él desapareció a las 4 de la tarde, tenía 16 años y ahora tiene de desaparecido 24 años; y qué hice, me tocó venir para acá y me conseguí un señor motorista y viví 4 años con ese señor y me puso tienda, y duré 4 años cuando llegaron paramilitares a la casa y a los 20 días él salió al pueblo y en el puerto lo cogieron, y yo esperé hasta las 9 de la noche y nada que llegaba; pasaron 4 días cuando llegó con unos uniformados, dejaron ropa nueva, estaba marcado, entonces me llamaron y se fue estrenando y me dijo “mija, yo no creo que vuelva” entonces mis hijas pequeñas al escucharlo le dijeron ¿papá no viene?, y él dijo “no creo que vuelva”, y llegaron y dijeron “ese es su papá”, y ellas dijeron “no, es mi padrastro pero es como si fuera mi papá”, y dijeron “tranquila mamita que esta semana se devuelve”, y se lo llevaron y a los quince días me contaron que le cortaron las orejas, pero no lo volví a ver”, mujer en Villavicencio.
Por esto la pregunta más recurrente que se hacen es por qué. “¿Por qué las mujeres son precisamente las más afectadas, cuáles son las razones por las cuales han tenido que cargar de manera tan oprobiosa los estragos de la violencia sociopolítica y el conflicto armado depositados en sus cuerpos y sustentados en el rompimiento de los vínculos y las pérdidas de los afectos más profundos; condicionadas a las sobrecargas acumuladas y que independiente a lo mucho que lleguen a pesar no es posible soltar porque siempre estarán los hijos y las hijas, los/as nietos/as, los otros y no ellas por el cumplimiento irrestricto del ser siempre para los demás?”.
“Yo sé que las heridas ahí están, tenemos que mirar la parte espiritual y tradicional para poder fortalecernos a nosotras mismas como personas, que soy única, que yo valgo mucho, que tengo mucha importancia, que uno se quiere y me abrazo, como me decía que día una señora, abrácese, y yo me abrace y sabe que, me puse fue a llorar porque yo nunca me había dado un abrazo, yo porque yo nunca había pensado que yo tengo que abrazarme y tengo que quererme para estar bien con las demás y querer a los demás”, mujer indígena en Riosucio (Caldas).
Precisamente ese cuerpo que no abrazan es el que recibe el daño. Uno de los ejercicios para lograr identificar los dolores de las mujeres fue hacer cartografías del cuerpo. Estas fueron distintas en cada grupo, porque las mujeres indígenas no resienten lo mismo que las mujeres afros o las campesinas. Sin embargo, lo que todas tienen en el centro es el miedo.
Por eso este informe enumera una serie de peticiones de las mujeres, como atención integral en salud y apoyo psicosocial, así como decisiones que permitan ayudarlas a superar la pobreza y la violencia estructural. Además, le piden a las entidades del sistema de justicia transicional que aboguen por su derecho a saber por qué les hicieron lo que les hicieron.
“¿Por qué tantas cosas tan feas nos pasan a todas, como si fuera una secuencia? Y están tratando de sobrevivir y vuelve y les pasa algo, y me preguntó por qué si lo que hacíamos nosotras por ejemplo es tratar de ayudar al otro, llevar el mensaje, ser solidarias y por qué se repite, uno no encuentra la respuesta y sigue con la misma pregunta, a pesar que llevamos en este ejercicio mucho tiempo y que hemos superado realmente esto, para dejar cosas que no sirven pero nos atan, uno pierde la esperanza que vuelve y pasa”, mujer en Villavicencio.
“Mi historia de vida que me la tiraron muy pa’ arriba, usted se imagina que es quedarse uno con 25 años y tres hijos. Voy a Antioquia y me traigo mis hermanos, mi hermano desaparece y mi mamá muere de pena moral por eso, matan a mi esposo y asimismo me lo entregaron, eso es una cosa demasiado dura, dura, dura les digo, compañeras”: mujer en Villavicencio.
Mientras a sus esposos, hijos o hermanos los desaparecían o asesinaban, ellas tenían que esconder la tristeza y la amargura para encargarse de las labores de cuidado y, además, proveer sus hogares huérfanos. Pensar hacia adentro no era posible, a veces solamente para recordar violencias pasadas, dentro o fuera del conflicto armado que, de repente, les quitaba lo que tenían. Así es el coro de voces de cien mujeres de Boyacá, Caldas, Meta y Tolima que vivieron la guerra, cada una en situaciones particulares, pero que llegan al mismo sentir: los enfrentamientos de hombres desconocidos les hicieron daños que todavía no han sido reparados.
¿De dónde sacamos fuerzas? es el nombre del informe que el Movimiento de Crímenes de Víctimas de Estado (Movice) y el Comité de Solidaridad con los Presos Políticos le entregaron este viernes 12 de junio al Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición. En este están lo testimonios de esas mujeres, que dieron en múltiples talleres, y un análisis sobre cómo y por qué las afectaciones a ellas son profundas, repetitivas y diferenciadas. Según el documento, “el análisis de la realidad de sus experiencias de vida constata la interconexión de estas expresiones activadas por una espiral de violencias, intersectadas a las condiciones de pobreza, exclusión, segregación socioespacial y estigmatización, que convierte estos factores en parte indisociable de la cotidianidad que enfrentan las mujeres víctimas y sus familias”.
Es así como este informe contempla una violencia continua y múltiple que han sufrido, dentro y fuera del conflicto armado, empezando en lo familiar y continuando por ese camino. Primero, la violencia patriarcal siendo niñas, y posteriormente como adultas y madres. En este punto aparecen también las afectaciones en lo colectivo y lo cotidiano.
Estas mujeres sufrieron la violencia sexual, son familiares de víctimas de desaparición forzada, ejecuciones extrajudiciales y asesinatos selectivos, además de ser victimas del desplazamiento forzado, el reclutamiento forzado de sus hijos e hijas y familiares de distintas masacres ocurridas en sus territorios, según explica el informe. Y los responsables han sido toda clase de grupos: estatales, paraestatales e insurgentes.
Aun así, “todas ellas son mujeres sobrevivientes de las violencias privadas y públicas que han afectado sus cuerpos, dignidades y el bienestar en toda su integralidad. De muchas maneras ejercen un liderazgo social y comunitario, identificándose en variados casos como defensoras de los derechos humanos y lideresas de los derechos de las mujeres víctimas”.
“Yo me fui al Guaviare en 1995 con mi hijo, y por allá cuando tenía 16 años comenzó a trabajar y estaba cogiendo maíz y me dijo “mamá conseguí trabajo” y le dije “sí papito, toca trabajar” porque el papá falleció, y yo espere y nada que llegaba mi hijo, me fui a preguntar al patrón por qué no llegaba mi hijo, y él desapareció a las 4 de la tarde, tenía 16 años y ahora tiene de desaparecido 24 años; y qué hice, me tocó venir para acá y me conseguí un señor motorista y viví 4 años con ese señor y me puso tienda, y duré 4 años cuando llegaron paramilitares a la casa y a los 20 días él salió al pueblo y en el puerto lo cogieron, y yo esperé hasta las 9 de la noche y nada que llegaba; pasaron 4 días cuando llegó con unos uniformados, dejaron ropa nueva, estaba marcado, entonces me llamaron y se fue estrenando y me dijo “mija, yo no creo que vuelva” entonces mis hijas pequeñas al escucharlo le dijeron ¿papá no viene?, y él dijo “no creo que vuelva”, y llegaron y dijeron “ese es su papá”, y ellas dijeron “no, es mi padrastro pero es como si fuera mi papá”, y dijeron “tranquila mamita que esta semana se devuelve”, y se lo llevaron y a los quince días me contaron que le cortaron las orejas, pero no lo volví a ver”, mujer en Villavicencio.
Por esto la pregunta más recurrente que se hacen es por qué. “¿Por qué las mujeres son precisamente las más afectadas, cuáles son las razones por las cuales han tenido que cargar de manera tan oprobiosa los estragos de la violencia sociopolítica y el conflicto armado depositados en sus cuerpos y sustentados en el rompimiento de los vínculos y las pérdidas de los afectos más profundos; condicionadas a las sobrecargas acumuladas y que independiente a lo mucho que lleguen a pesar no es posible soltar porque siempre estarán los hijos y las hijas, los/as nietos/as, los otros y no ellas por el cumplimiento irrestricto del ser siempre para los demás?”.
“Yo sé que las heridas ahí están, tenemos que mirar la parte espiritual y tradicional para poder fortalecernos a nosotras mismas como personas, que soy única, que yo valgo mucho, que tengo mucha importancia, que uno se quiere y me abrazo, como me decía que día una señora, abrácese, y yo me abrace y sabe que, me puse fue a llorar porque yo nunca me había dado un abrazo, yo porque yo nunca había pensado que yo tengo que abrazarme y tengo que quererme para estar bien con las demás y querer a los demás”, mujer indígena en Riosucio (Caldas).
Precisamente ese cuerpo que no abrazan es el que recibe el daño. Uno de los ejercicios para lograr identificar los dolores de las mujeres fue hacer cartografías del cuerpo. Estas fueron distintas en cada grupo, porque las mujeres indígenas no resienten lo mismo que las mujeres afros o las campesinas. Sin embargo, lo que todas tienen en el centro es el miedo.
Por eso este informe enumera una serie de peticiones de las mujeres, como atención integral en salud y apoyo psicosocial, así como decisiones que permitan ayudarlas a superar la pobreza y la violencia estructural. Además, le piden a las entidades del sistema de justicia transicional que aboguen por su derecho a saber por qué les hicieron lo que les hicieron.
“¿Por qué tantas cosas tan feas nos pasan a todas, como si fuera una secuencia? Y están tratando de sobrevivir y vuelve y les pasa algo, y me preguntó por qué si lo que hacíamos nosotras por ejemplo es tratar de ayudar al otro, llevar el mensaje, ser solidarias y por qué se repite, uno no encuentra la respuesta y sigue con la misma pregunta, a pesar que llevamos en este ejercicio mucho tiempo y que hemos superado realmente esto, para dejar cosas que no sirven pero nos atan, uno pierde la esperanza que vuelve y pasa”, mujer en Villavicencio.