De guerrilleros a coinvestigadores en expedición biológica en Antioquia

Un grupo de 50 investigadores, entre los que estaban 10 excombatientes del frente 36 de las Farc, descubrieron 14 nuevas especies reportadas para la ciencia. Por primera vez, los miembros de la extinta guerrilla participaron en el trabajo de campo y en los análisis de laboratorio.

Paula Casas Mogollón / @PauCasasM
08 de mayo de 2019 - 02:00 a. m.
En la expedición participaron investigadores de la Universidad Eafit, líderes comunitarios, miembros de Colciencias y  excombatientes de las Farc. / Róbinson Henao
En la expedición participaron investigadores de la Universidad Eafit, líderes comunitarios, miembros de Colciencias y excombatientes de las Farc. / Róbinson Henao
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Barbado, uno de los hombres más importantes del frente 36 de las Farc, estaba acostumbrado a levantarse y encontrar en su caleta su fusil, el arma de guerra que lo acompañó por más de treinta años en los montes de Colombia. Ahora el panorama es diferente. Lo primero que ve cuando abre los ojos son las plantas y flores que, en conjunto con unos botánicos, estudió. El exguerrillero, junto con sus compañeros de campamento, fue coinvestigador de una expedición biológica que tuvo como protagonista el bosque tropical húmedo de Anorí, Antioquia.

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Durante los cincuenta años del conflicto armado con las Farc diferentes lugares del país estuvieron custodiados y apartados de misiones científicas y biológicas. Es el caso de las selvas de ese municipio, donde estaba instalado el frente 36 del exgrupo al margen de la ley. Es una zona que estaba en perfectas condiciones y que, gracias a su biodiversidad, le permitió al equipo de investigadores obtener muy buenos resultados. Encontraron 14 especies nuevas para la ciencia durante las dos semanas del trabajo de campo de la Expedición Científica Bio Anorí, que hace parte de un grupo de veinte expediciones impulsadas por Colciencias en la Alianza EPM-PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo).

Juan Fernando Díaz, coordinador de la expedición, explica que con el proyecto le apostaron al uso sostenible de la biodiversidad y obtener provecho económico que no afecte los recursos naturales. Sin embargo, confiesa, eso no se puede hacer si no se conocen las especies que hay en el territorio. “Propusimos trabajar con los excombatientes y con otros actores de la comunidad, como campesinos y líderes comunitarios, pero no como auxiliares o guías. Buscamos que fueran coinvestigadores del proyecto. El conocimiento que tienen de su territorio, de los animales y de las plantas es muy valioso”, dice Díaz, docente de Ciencias Biológicas de la Universidad Eafit. Recuerda que los excombatientes tenían tan detallada la zona que sabían en qué lugares aún había minas antipersonas.

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Pero alejarlos de su zona de confort, de los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR) en La Plancha, Anorí, fue una tarea ardua. Los investigadores visitaron el campamento varias veces, convivieron con ellos, durmieron en sus alojamientos, jugaron fútbol y les contaron de qué se trataba la expedición. Poco a poco se fueron ganando su confianza. No obstante, muchas dudas les surgieron a los excombatientes. ¿Por qué buscaban llevarlos de nuevo al monte? ¿Qué quieren hacer? ¿Cuál es el objetivo de escogerlos como coinvestigadores? Los científicos les explicaron que la idea era que adquirieran la experiencia de verificar de primera mano qué es lo que hacían con las muestras que tomaban en el bosque.

Para el muestreo contaron con el apoyo de investigadores de los diferentes grupos taxonómicos. Por ejemplo, participó un experto en aves de la zona. Eso facilitó el proceso de reconocimiento de las especies nuevas. Una de ellas fue un ratón arborícola del género Nyctomys, primer individuo registrado en el país. Sus características morfológicas demuestran que es una especie endémica de los bosques de Anorí. Junto al roedor descubrieron dos cucarrones, un lagarto y nueve plantas: dos Araliaceae, tres ciclantáceas, dos Melatomatoceae y dos orquídeas.

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Para comprobar que eran especies nuevas realizaron pruebas de ADN en los laboratorios de Medellín. “Trabajamos con secuencias de ADN en laboratorios de biología molecular, en el que estuvieron los excombatientes”, asegura Díaz.

Pero ¿cómo explicarles de biología, células, ADN después de permanecer años alejados de la academia? Díaz cuenta que contaron con un grupo de apropiación social del conocimiento. Una persona se encargó de diseñar una estrategia para determinar cuál es la forma más adecuada de transmitirles el conocimiento y priorizar qué era lo importante que el investigador debía enseñarle al exguerrillero.

“No eran dinámicas de niños, pero sí hacíamos algunos primeros pequeños ensayos sencillos para enseñarles. Por ejemplo, las características morfológicas que tenían que ver o mostrarles las diferentes escalas de lo que es un organismo vivo”, señala. “Para ellos fue una magia descubrir cómo se veía a través de un estereomicroscopio, qué era el ADN, qué es estar con una bata en un laboratorio, qué es preparar los especímenes del museo. Aprender todo eso fue un mundo absolutamente nuevo. Realmente se sentían como parte de un nuevo entorno”.

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Los excombatientes, junto a los estudiantes y científicos, presentaron los resultados de la investigación en el Teatro Los Fundadores, de la Universidad Eafit, ante 600 espectadores. Demostraron que la ciencia y la educación pueden tener un poder transformador. No obstante, Díaz tiene ahora una preocupación. Hasta el momento, no sabe si el actual Gobierno seguirá apoyando este tipo de iniciativas. Su invitación y la del grupo de cincuenta personas que participaron de esta expedición es la misma que repiten quienes pertenecen al mundo de la ciencia: hay que apostarle a la investigación.

Por Paula Casas Mogollón / @PauCasasM

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