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Pablo Beltrán, segundo comandante del ELN y jefe de la delegación negociadora que se encuentra en un proceso de paz con el gobierno de Gustavo Petro, llegó con el resto del equipo negociador en la tarde de este lunes 31 de julio a Bogotá, para asistir a un masivo evento en la carpa de Corferias en donde se instalará formalmente el Comité Nacional de Participación, una instancia acordada en los diálogos con esa guerrilla cuyo propósito es recoger las ideas de la sociedad civil con miras a las transformaciones que se requieren para lograr la paz.
Justo después de aterrizar en El Dorado, Beltrán y varios miembros más del equipo negociador del ELN se desplazaron escoltados hacia un recinto privado sobre los cerros orientales de Bogotá, en donde hicieron una corta declaración ante algunos medios de comunicación. Después hubo espacio para una charla privada con Colombia+20 de El Espectador.
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¿Hace cuánto no estaba en Bogotá?
31 años. Vine a unas movilizaciones que hubo en octubre de 1992, de los 500 años de la llegada de Colón a América.
Hizo un recorrido pequeño desde el aeropuerto hasta acá, ¿cómo vio la ciudad?
Sí. Está bonita. Muy atestada. Conocí el TransMilenio. Me imagino que es ser alcalde aquí es más difícil que ser presidente.
Pregúntele eso a Petro…
Quién sabe qué va a decir. Creo que le fue mejor en la Alcaldía.
Hablemos de lo que pasará esta semana. Usted fue el artífice de la “Convención Nacional”, que buscaba juntar a todos los sectores del país para transformarlo con miras a la paz, parte del espíritu de esa idea es lo que hoy se concreta con el Comité Nacional de Participación: se pretende que la gente sea activa en el proceso de paz que se lleva con el ELN, es decir, lograron su reclamo histórico. ¿Cómo ven ese proceso?
Colombia vive un proceso de transformación política que está resolviendo una crisis de representación. Eso lo dejó sobre la mesa el estallido social. Eso es lo que permite que haya otro tipo de Gobierno y eso es lo que permite que haya otro tipo de acuerdos en esta mesa. Entre esos acuerdos, está este (el de participación de la sociedad civil), que es el corazón de este proceso. Esperamos que sea algo distinto.
Hay una entidad que hizo la lista de los mecanismos, medios, instrumentos, leyes que hay de participación en Colombia y pasan de mil, pero esto no cambia. Entonces, si se le da la voz a la gente, aspiramos a que hable mucha gente, a que no se escuche a los de siempre. Además, que eso que dice que hay que cambiarle al país, cuente, mejor dicho que sea vinculante.
Les pongo un ejemplo, ¿acabar con la corrupción en Colombia, requiere de más Procuradurías o Contralorías? No. Es presión social. Para eso hay que organizarla, empoderar a la gente en lo que concierne a los destinos del país. Los técnicos darán ideas, pero es la gente la que se echa al hombro los problemas. Este país hay que dejarlo mejor para las generaciones que vienen. Son objetivos muy grandes que rebasan las fuerzas de un gobierno o de una guerrilla. Entonces, a objetivos grandes, presiones grandes. Hay un grupo muy reducido que no vive en crisis y están contentos, cómodos y esos son los que se oponen a que esto cambie.
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¿Y esa “presión social” se puede hacer a través del Comité Nacional de Participación?
Es un mecanismo y para eso es: para que la gente hable y no los de siempre. Y para que cuando hablen, eso le sirva al país. No es para darle puntos al Gobierno, ni para que el ELN gane prestigio. Eso es secundario.
¿Cree que esos encuentros nacionales, regionales, locales realmente van a tener una participación masiva de la gente? Se lo preguntamos porque la gente percibe una incoherencia en el discurso de la guerrilla… Uno es el ELN de la mesa de negociaciones, otro el que sigue cometiendo actos violentos.
Les voy a echar una historia. Le pregunté a la delegación del Gobierno la última vez que nos vimos si habían invitado a todos los sectores políticos a esa participación. Me dijeron, solamente un personaje no ha querido ir, los demás han dicho que sí. El principal requisito para que no haya exclusión es que haya diversidad. O sea, no estamos convocando ni a los amigos de Petro, ni a los del ELN, son todos. Eso es lo que da la masividad.
¿Quién les dijo que no?
Un señor del Valle.
En el ambiente político y de las calles no se nota un respaldo como el que hubo hacia el proceso de paz con las FARC, que fue rodeado incluso por gente que no tenía nada que ver con ellos. Había víctimas, organizaciones sociales, sectores liberales. El diálogo con el ELN no ha logrado entusiasmar, aunque la movilización que habrá este miércoles en Bogotá puede ser un buen termómetro, ¿no siente que se montaron un poco tarde al bus de la paz?
Me hacen acordar de algo. Estamos aquí pese a Iván Duque. Esos son los tiempos de Colombia. Sobre que la gente crea en este proceso, creo que aquí ha habido muchos discurso, muchas promesas, en cierto sentido mucha farsa. La gente es muy intuitiva.
Por ejemplo, del cese al fuego debe haber resultados, de la participación también. Uno cree en hechos, y yo creo que el pueblo colombiano, ah promesas que le han hecho, ah acuerdo que le han firmado, ah acuerdos que les han incumplido. Los indígenas del Cauca tienen una lista de más 500 acuerdos que les han incumplido en los últimos gobiernos. Entonces tenemos un sentido de incredulidad. Pero eso no es lo que hace o no hace el ELN, es una cultura de faltonear.
Pero el Presidente está luchando por pasar las reformas, está tratando de titular tierra, cambió radicalmente la política de drogas. ¿Le parece que ha incumplido en eso?
No. Estoy haciendo un juicio es de la cultura política frente a soluciones negociadas. Eso lo coloco como causa de que la gente cree, que es distinto a lo que está haciendo este Gobierno. Y una cosa: él (Petro) se propone cosas, otra cosa es que lo dejen. Incluso eso que está haciendo esa oposición de derecha es apostarle a que no avance para que la gente siga en la incredulidad, esa es la estrategia.
Hay un documento de Antonio García que circuló entre los presos políticos donde él decía, acá parafraseamos, que la estrategia de Petro es llegar a las zonas rurales con el Sena, llegar con los subsidios y entrar para quitarle el oxígeno al ELN. Pareciera que el jefe militar del ELN lee los cambios como una amenaza, porque dejan sin base social a la guerrilla…
No conozco esa carta. Pero esa no es la idea. O sea, eso de que los cambios le quitan el oxígeno al ELN, creo que eso es fuera de contexto. Doy fe de que eso no es así. Yo a Antonio lo conozco desde la Universidad.
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Hablemos justamente del señor García. Él está jugando un papel muy importante en la negociación, aun cuando no está en la mesa. Sus trinos y columnas, con franqueza, han tenido afirmaciones falsas, como por ejemplo lo del fondo multidonante. ¿Es un síntoma de que la mesa va por un lado y el jefe militar del ELN por otro? ¿Cómo maneja eso la delegación?
Hay que acudir a la historia. Una vez le preguntaron a Carlos Lleras, un presidente liberal reformista, qué es el Partido Liberal y dijo: es una coalición de matices. En cualquier agrupación política hay matices y el que diga que no está diciendo mentiras. En nosotros, hay matices, pero no en la política pública que es la que llevamos a la mesa. Ahí lo que hay es consensos. Las instrucciones que yo recibo son unas. Yo acabo de venir de consultas con varios frentes, les explicamos los protocolos, los acuerdos, hubo preguntas, discutimos, tienen interrogantes, ven amenazas, etc. Pero después de que todo esto se discute y se concluye, esas son las instrucciones que trae la delegación y son únicas. Una cosa es que haya diversidad y otra es que haya dos líneas.
El punto de víctimas quedó muy al final de la agenda, ¿cuál es la propuesta en ese sentido?
Esa agenda se firmó en el 2016 con el expresidente (Juan Manuel) Santos. Lo que hicimos en México fue pulirla y quitarle las líneas rojas. Hay un compromiso con los derechos de las víctimas. Es una cosa de principio. Para garantizar esa verdad, que no es para los libros, ni para los centros de memoria, sino para que cada uno reconozca lo que le toca. Aquí otra vez algo de historia: se sentaron Alberto Lleras y Laureano Gómez en los balnearios de Europa y ¿qué fue lo primero que dijeron? Ambos tenemos la culpa. Eso es valor civil. ¿Dónde está esa élite que hoy diga lo mismo? No existe. Entonces, nuestro compromiso con las víctimas es al principio, en la mitad y al final.
De acuerdo, todos tienen que reconocer su responsabilidad ante las víctimas, las FARC lo han hecho y el Estado también. Hay un caso puntual que nos toca en el diario El Espectador: el del reportero Julio Daniel Chaparro y nuestro fotógrafo Jorge Torres, asesinados en Segovia, Antioquia el 24 de abril de 1991. La información del expediente dice que ese homicidio lo cometieron milicianos del ELN, ¿están dispuestos a pedirle perdón al periódico por ese hecho?
Yo no conozco el caso pero lo vamos a conocer, y si es el caso, nosotros no tenemos ningún problema de asumir responsabilidades. No necesitamos que nos venzan en juicio.
Si al final de ese largo proceso de participación social y de las propuestas que se concreten solo se logra cambiar una política pública de este país, ¿con cuál se quedaría tranquilo?
El presidente Petro dijo una cosa que nosotros compartimos: que no va a perseguir. El arma del viejo régimen es perseguir y exterminar. Acabemos con eso. ¿Si ve cómo es de simple?
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