El diálogo con ELN va a estar mediado por la protección de las comunidades: Henao
Desde el comienzo de la mesa de negociaciones con la guerrilla del ELN, monseñor Héctor Fabio Henao ha participado como acompañante del proceso. En entrevista con Colombia+20 da detalles del cese al fuego y lo que se viene en los próximos meses.
Julián Ríos Monroy
Seis meses y 17 días después del inicio de los diálogos de paz entre el Gobierno Nacional y la guerrilla del ELN -la última que queda en el país y la más antigua del continente-, las partes sellaron un acuerdo de cese al fuego bilateral que marca un antes y un después en las negociaciones que este grupo armado ha adelantado durante las últimas tres décadas.
Monseñor Héctor Fabio Henao, el delegado para las relaciones Iglesia-Estado, acompaña la mesa de diálogos y participó en la construcción de ese acuerdo, que se firmó el pasado 9 de junio, durante el cierre del tercer ciclo de negociaciones en La Habana, Cuba. En entrevista con Colombia+20, el sacerdote explica los alcances del cese y otras medidas a las que se llegó en esta ronda, como las bases de la participación de la sociedad civil. Además, habla de la apuesta de “paz total” del presidente Gustavo Petro. “El mensaje es de esperanza”, asegura Henao.
El gran anuncio del tercer ciclo de diálogos fue el cese al fuego, que estaba al final de la agenda y se adelantó. ¿Qué efectos tiene ese acuerdo?
En este ciclo se tocaron dos puntos de la agenda: el número uno, que es el de participación para la paz, y un punto que está en el numeral cinco, que es el cese al fuego. Se quiso tomar el cese al comienzo, lo cual da un margen de esperanza, porque ayuda a entender que la negociación va a estar fuertemente mediada por apuestas de ir fortaleciendo temas de protección a las comunidades, y lo primero es este cese que tiene que ver con evitar que haya enfrentamientos y acciones ofensivas entre las fuerzas del Estado y el ELN, para así crear un clima de confianza y facilitar que la negociación pueda avanzar.
En contexto: Esto fue lo que acordaron la delegación del ELN y el Gobierno Nacional en Cuba
Hay dudas sobre qué va a pasar con crímenes como el secuestro y las economías de guerra...
El proceso se construyó sobre la base de que era importante suspender las acciones ofensivas de lado y lado, y que habría un mecanismo de monitoreo y veeduría que evaluará y emitirá conceptos, sobre todo desde Naciones Unidas (que en el caso de la verificación evaluará calificaciones sobre posibles incidentes, accidentes o rupturas que haya), pero indudablemente también es una decisión progresiva. Hay una decisión sobre cese de acciones ofensivas, pero no se acordó en ningún momento suspender la actividad de la Fuerza Pública en el control y en el establecimiento del orden y de derechos cuando estos son violados. Lo que va a ocurrir es que las comunidades afectadas por acciones van a poder ponerlas en conocimiento del mecanismo, y este debe pronunciarse. Allí se usa la palabra retenciones, pero podemos entender también en el caso de secuestros. Eso se tramita hacia el mecanismo que debe hacer recomendaciones a la mesa y de allá se toman los correctivos del caso, entonces ahí no hay una exclusión de ninguna actividad que tenga que ver con lesiones de derechos o garantías para la población.
Llamó la atención que se hablaba de suspender de parte y parte las acciones de inteligencia, ¿eso se puede hacer?
Sé que en los documentos hay una serie de precisiones sobre temas de inteligencia, pero no soy el experto en temas militares. Mi labor es de acompañamiento en función de que se recupere las toda la dignidad de las comunidades.
Una de las novedades es la veeduría de las comunidades. ¿Cómo va a funcionar?
Hay dos novedades. Una es que históricamente los mecanismos de monitoreo y verificación han sido tripartitos (conformados por el Estado, la organización con la cual está negociando y un organismo internacional). En este caso se optó por tener un mecanismo cuatripartito, invitando a la Iglesia a ser parte del mecanismo común, en el campo del monitoreo, no de la verificación (que es donde se emiten calificaciones y recomendaciones sobre posibles infracciones). Al lado de eso existe el mecanismo de veeduría, que tiene un carácter profundamente de las entrañas de las comunidades. Ellas se organizan, deciden cómo hacerlo, quiénes son los integrantes y qué tareas asumen. La veeduría tiene un carácter preventivo. Más que ser punitivas, tienen una labor de supervisión: ver desde el campo cómo son los comportamientos y las acciones, y luego tramitar eso hacia el mecanismo de verificación.
“Hay que avanzar hacia una sociedad en la que realmente podamos convivir sin ningún tipo de miedo a ser asesinados, amenazados, a ser objeto de persecuciones, desplazamientos. Que en los territorios se pueda desarrollar la vida y desarrollarla plenamente en armonía”
Monseñor Héctor Fabio Henao
Todo esto será clave para poner en marcha la participación de la sociedad en los diálogos de paz con el ELN. ¿Cómo va a funcionar?
Lo que se hizo fue seleccionar 30 sectores de la sociedad colombiana, contando empresarios, campesinos, indígenas, etc. Se determinaron algunas organizaciones que pudieran ser muy dinámicas para contar con 80 delegados que diseñen el proceso de participación con la escucha hacia las comunidades desde lo territorial y lo sectorial. Se trata de activar la democracia desde el comienzo. En esta primera fase de participación se comenzará a motivar a las comunidades en los territorios para que se alisten y puedan decir de manera muy clara cuál es la modalidad de expresión que se quisiera tener, cómo quisieran que se recogieran los distintos clamores, hasta conformar una apuesta de proceso. Después empezará la fase dos, que es la de elaborar con las comunidades y los sectores cuáles son los principales problemas, las alternativas, las aspiraciones que hay, y comenzar a cruzar los proyectos de nación que tenemos para poco a poco ir construyendo una visión más compartida. Eso no es fácil, es posible que se logre parcialmente pero la idea es ir avanzando hacia una visión compartida de país y de región y de municipios donde esté muy en el centro el tema de la de la paz y de transformaciones que permitan darle anclaje a la paz. Aquí tiene que ponerse en marcha algo en lo que hemos insistido históricamente, que la cultura del encuentro.
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Hay preocupación por la seguridad de las personas que participen, pues habitan zonas donde la guerra sigue activa y pueden ser señaladas y perseguidas...
Esos temas son inaceptables desde el punto de vista moral, ético y de la convivencia ciudadana. Son inaceptables las amenazas a las personas que quieren opinar, el constreñimiento a la ciudadanía y las organizaciones. Habrá que activar, dentro del mecanismo de verificación, esa capacidad de hacer seguimiento no solamente a los enfrentamientos entre fuerzas del Estado y ELN, sino también a este tipo de hechos, para que la mesa los asuma y comience a trabajar brindando seguridad a la población. Tenemos desafíos, pero hay que buscar que las expresiones de construcción de democracias se hagan sin armas. Hay que sacar de la vía democrática las armas, pero que se haga también desarmando la palabra. Eso es muy importante.
La negociación para ese cese al fuego fue ardua, de mucho debate. ¿Cómo se logró?
Sí, fue un ciclo particularmente extenso, más que los anteriores, porque tenía que abordar múltiples aspectos en torno al concepto de cese al fuego y de participación, y hay numerosos asuntos por resolver.
Unos son de carácter técnico, como cuando se habla de la ubicación o no de fuerzas, despliegue. Cómo se verifica eso es muy importante, porque que cuando le pedimos a la Misión de Verificación de la ONU que califique los hechos tiene que recibir un instrumento muy claro, que son los protocolos, donde se dice exactamente de qué estamos hablando.
Si ustedes leen el acuerdo final detenidamente se van a dar cuenta de que hay muchos elementos técnicos y aún quedan más, porque seguimos trabajando en precisiones. Hacerlo de manera responsable requiere tiempo, porque hay que entrar en detalles desde la experiencia internacional, otros de la colombiana y la confrontación específica con el ELN. Había personas de las Fuerzas Militares con experiencia en otros procesos, asesores, el ELN también tenía sus asesores, entonces esa apuesta de distintas perspectivas quedó ahí reflejada en las conclusiones. Se entró de una manera profunda a trabajar los temas y pudimos hacer un análisis intenso.
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Ajustar todo eso requirió dos prórrogas en el cierre del ciclo. ¿Qué se les quedó por fuera en medio de esas discusiones tan complejas?
Lo que todavía tiene que terminar de definirse son los protocolos. En eso se ha avanzado mucho, pero las delegaciones quedaron de seguir trabajando, por eso ahora estamos en la fase de alistamiento que va hasta el 10 de julio, día en el cual, en una reunión extraordinaria de la mesa, se van a firmar los protocolos ya perfeccionados. Ahí se comienza una segunda fase que es en la cual ya se socializa en cada uno de los dos sectores, se hace la pedagogía con las comunidades, y ya después en el mes de agosto (el jueves 3) comienzan a contar los 180 días, seis meses de este cese al fuego que tiene vocación de renovación de continuidad, pero tendrá que ser evaluado en su momento. Entonces, aún para el tema de la verificación y el monitoreo es urgente tener claridad de qué es lo que se está proponiendo. Se sigue trabajando en esas precisiones que son de orden de profundización, temas técnicos en cuanto a las definiciones.
Monseñor, en agosto iniciará el cuarto ciclo de diálogos. ¿Cuáles serán los temas centrales a abordar?
El cuarto ciclo se va a tener una parte importante de su tiempo en la evaluación de lo que haya sucedido hasta ese momento con el cese al fuego, de las situaciones que se hayan presentado y de la forma como se esté desarrollando, así como también de los desarrollos que se hagan en el campo de participación. Les tocará las partes definir con muchas más claridad qué otros temas van a incorporar, pero ese es un instrumento que lo tiene que definir las partes en la mesa. Nosotros como acompañantes normalmente conocemos esto en el inicio de los ciclos.
¿Qué rol tienen la Iglesia católica y la Conferencia Episcopal en todo este proceso?
La Iglesia ha sido invitada desde el principio bajo la perspectiva del acompañamiento permanente a la mesa y los procesos que se derivan de ahí. Está el acompañamiento a las comunidades, que ya hacemos, con una presencia muy activa en los territorios, también con una voz profética que hace ver aquellas cosas que dañan la vida humana, que destrozan la libertad y que fragmentan. Aquí lo que se quiere es que mantengamos ese nivel de acompañamiento y de escucha atenta de las comunidades. Estamos para ayudar a animar la esperanza que surge del proceso de la participación, para crear puentes con los órganos del Estado encargados y con el Comité de Participación. Hay una perspectiva muy clara, que es garantizar que todas las voces sean escuchadas.
Llamó la atención que el presidente Petro haya prometido que “en mayo de 2025 cesará la guerra con el ELN”, ¿era una fecha establecida?
Se ha hecho una proyección de cuánto tiempo podría tomar, por ejemplo, el campo de participación. Si se comenzó el diseño, luego se hace la fase de diagnóstico de la fase de democracia para la paz y se hace una proyección de implementación, que serían las transformaciones, pues sobre esa base se han colocado unas metas. Siempre es legítimo colocarse metas y puntos de llegada, y eso permite ordenar un poco los procesos. Tendrá que construirse de manera conjunta con el ELN esa apuesta, profundizarse más en esa gran meta que se ha fijado. Eso no es tan rígido, porque depende de muchas circunstancias. Las negociaciones van mostrando ritmos, desarrollos, a veces tiene que superar dificultades y eso irá marcando la pauta.
Además: Gobierno y ELN firman cese al fuego y plantean fecha límite para acabar la guerra
El comandante guerrillero “Antonio García” señaló en un trino que el presidente Petro confundió la fecha con el punto 4 del acuerdo de participación...
Respeto la opinión del presidente y no puedo entrar a pensar de qué manera se llegó a esa conclusión. No fue algo que hubiera escuchado previamente, me parece que ahí hay un cálculo, pero como digo es legítimo. El ELN puede tener también un cálculo de cómo quiere llevar la negociación, si quiere ponerle un límite en el tiempo para tratar de precisar los avances, pero son procesos.
Hay dudas sobre la unidad de las estructuras del ELN en este proceso. Durante la clausura, García aseguró que no hay divisiones. ¿Cómo han visto eso ustedes en la mesa?
En la mesa se ha repetido en reiteradas ocasiones que hay una unidad, que es un cuerpo con el que se negocia. Nosotros no tenemos motivo para dudar de las expresiones que se dan y de las manifestaciones que se hacen en torno a este asunto concreto, lo que sí hemos dicho siempre en la mesa es que aspiramos a que haya un cumplimiento pleno de todos los acuerdos. Ahora estamos en una fase muy importante de cese al fuego, imperfecto todavía y con limitaciones, pero que mostrará también la unidad de mando propiamente del ELN.
Hablemos de la “paz total”. Usted lleva más de 30 años acompañando negociaciones, y en 1994 participó del proceso con las milicias urbanas de Medellín. Hace poco se instaló la mesa con las bandas de esa ciudad, pero aún no hay ley de sometimiento para esas estructuras. ¿Cuáles son las urgencias para que ese diálogo llegue a buen puerto?
Nosotros vemos que es muy importante en todos los esfuerzos de construcción de paz, por una parte, la participación muy activa de las comunidades afectadas, sobre todo en el campo de proteger la vida humana. Segundo que haya una decisión de prevenir hechos violentos y que entonces las conversaciones, que no siempre son negociaciones, den lugar a una labor preventiva que aclimate la sana convivencia. Y lo tercero es indudablemente que aquí hay unos marcos jurídicos, que los debe definir el Estado y que son los que le dan confianza a quienes entran en esos diálogos. El inicio de los diálogos, así sea a la espera de decisiones de orden legislativo, va a aclimatando la posibilidad de desescalar la violencias, de bajar el impacto, de limitar el sufrimiento humano, de mitigar el efecto de ese sufrimiento sobre las comunidades.
Como Iglesia destacamos que si se pueden salvar vidas humanas pues se está dando pasos importantes y serán los organismos correspondientes los que den el marco jurídico que consideren más acorde siempre dentro de la Constitución colombiana y el ordenamiento jurídico del país.
La apuesta del Gobierno con la “paz total”, de abrir siete mesas de diálogo simultáneas, es inédita y ambiciosa, pero también retadora. ¿Qué se necesita para sortear estos desafíos?
Primero que todo, somos respetuosos de las estrategias que tiene el Estado en este campo, las analizamos, las reflexionamos desde la perspectiva nuestra como pastores. No nos toca a nosotros dar conceptos técnicos, nos toca velar por la vida de las comunidades. Lo que nos parece muy importante es que hay que perfeccionar cada vez más la protección de las comunidades, el brindar seguridad y posibilidades para que la vida se pueda desarrollar de manera libre, para que las personas puedan crecer y tener un pleno desarrollo de sus potencialidades y ya hay otros asuntos, que son más de carácter técnico, de cuáles son las condiciones que se deben dar para asegurar el buen éxito de una negociación. Pero para nosotros el buen éxito depende de que la vida humana, el respeto por la dignidad, la protección de las comunidades, la libertad de los seres humanos sea el centro de todo el proceso.
Estas negociaciones se dan mientras el conflicto sigue activo y generando mucho sufrimiento en los territorios. ¿Cuál es su mensaje para esas comunidades?
Es un mensaje de esperanza, de invitarlas a que sigan aportando de una manera proactiva, que sigan apostando a la paz, que se sigan haciendo acciones preventivas. Todo lo que se haga de las comunidades en el campo preventivo es vital, y por otra parte invitarlas a ir cada vez construyendo más un clima de confianza para que se pueda realmente avanzar en la construcción de la paz, donde en lo territorial el respeto por las comunidades sea muy central, así como su identidad y sus aspiraciones.
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Cierro con una pregunta que le hice hace un par de años, pero ante la persistencia de la violencia sigue vigente. ¿Por qué ya es suficiente de tanta guerra en este país, por qué las comunidades se merecen que esta “paz total” salga bien y tenga efectos reales en sus territorios?
Por el efecto demoledor de la violencia en las comunidades, la pérdida de seres humanos, de vidas, la destrucción del tejido social, la destrucción de la historia y, en muchos casos, de las raíces profundas de las comunidades. La destrucción de la capacidad y la posibilidad de construir una nación sin odio y sin violencias es el resultado de toda esta historia. Hoy es muy importante reconocernos como miembros de una gran familia, como hijos de un mismo padre y también reconocer que estamos llamados a vivir en fraternidad y a vivir en ese caminar juntos y juntas, en ese caminar y avanzar hacia una sociedad en la que realmente podamos convivir sin ningún tipo de miedo a ser asesinados, amenazados, a ser objeto de persecuciones, desplazamientos. Que en los territorios se pueda desarrollar la vida y desarrollarla plenamente en armonía con la naturaleza, con la creación, protegiendo ese gran don que Dios nos ha dado, que es esta biodiversidad de nuestro país.
Seis meses y 17 días después del inicio de los diálogos de paz entre el Gobierno Nacional y la guerrilla del ELN -la última que queda en el país y la más antigua del continente-, las partes sellaron un acuerdo de cese al fuego bilateral que marca un antes y un después en las negociaciones que este grupo armado ha adelantado durante las últimas tres décadas.
Monseñor Héctor Fabio Henao, el delegado para las relaciones Iglesia-Estado, acompaña la mesa de diálogos y participó en la construcción de ese acuerdo, que se firmó el pasado 9 de junio, durante el cierre del tercer ciclo de negociaciones en La Habana, Cuba. En entrevista con Colombia+20, el sacerdote explica los alcances del cese y otras medidas a las que se llegó en esta ronda, como las bases de la participación de la sociedad civil. Además, habla de la apuesta de “paz total” del presidente Gustavo Petro. “El mensaje es de esperanza”, asegura Henao.
El gran anuncio del tercer ciclo de diálogos fue el cese al fuego, que estaba al final de la agenda y se adelantó. ¿Qué efectos tiene ese acuerdo?
En este ciclo se tocaron dos puntos de la agenda: el número uno, que es el de participación para la paz, y un punto que está en el numeral cinco, que es el cese al fuego. Se quiso tomar el cese al comienzo, lo cual da un margen de esperanza, porque ayuda a entender que la negociación va a estar fuertemente mediada por apuestas de ir fortaleciendo temas de protección a las comunidades, y lo primero es este cese que tiene que ver con evitar que haya enfrentamientos y acciones ofensivas entre las fuerzas del Estado y el ELN, para así crear un clima de confianza y facilitar que la negociación pueda avanzar.
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Hay dudas sobre qué va a pasar con crímenes como el secuestro y las economías de guerra...
El proceso se construyó sobre la base de que era importante suspender las acciones ofensivas de lado y lado, y que habría un mecanismo de monitoreo y veeduría que evaluará y emitirá conceptos, sobre todo desde Naciones Unidas (que en el caso de la verificación evaluará calificaciones sobre posibles incidentes, accidentes o rupturas que haya), pero indudablemente también es una decisión progresiva. Hay una decisión sobre cese de acciones ofensivas, pero no se acordó en ningún momento suspender la actividad de la Fuerza Pública en el control y en el establecimiento del orden y de derechos cuando estos son violados. Lo que va a ocurrir es que las comunidades afectadas por acciones van a poder ponerlas en conocimiento del mecanismo, y este debe pronunciarse. Allí se usa la palabra retenciones, pero podemos entender también en el caso de secuestros. Eso se tramita hacia el mecanismo que debe hacer recomendaciones a la mesa y de allá se toman los correctivos del caso, entonces ahí no hay una exclusión de ninguna actividad que tenga que ver con lesiones de derechos o garantías para la población.
Llamó la atención que se hablaba de suspender de parte y parte las acciones de inteligencia, ¿eso se puede hacer?
Sé que en los documentos hay una serie de precisiones sobre temas de inteligencia, pero no soy el experto en temas militares. Mi labor es de acompañamiento en función de que se recupere las toda la dignidad de las comunidades.
Una de las novedades es la veeduría de las comunidades. ¿Cómo va a funcionar?
Hay dos novedades. Una es que históricamente los mecanismos de monitoreo y verificación han sido tripartitos (conformados por el Estado, la organización con la cual está negociando y un organismo internacional). En este caso se optó por tener un mecanismo cuatripartito, invitando a la Iglesia a ser parte del mecanismo común, en el campo del monitoreo, no de la verificación (que es donde se emiten calificaciones y recomendaciones sobre posibles infracciones). Al lado de eso existe el mecanismo de veeduría, que tiene un carácter profundamente de las entrañas de las comunidades. Ellas se organizan, deciden cómo hacerlo, quiénes son los integrantes y qué tareas asumen. La veeduría tiene un carácter preventivo. Más que ser punitivas, tienen una labor de supervisión: ver desde el campo cómo son los comportamientos y las acciones, y luego tramitar eso hacia el mecanismo de verificación.
“Hay que avanzar hacia una sociedad en la que realmente podamos convivir sin ningún tipo de miedo a ser asesinados, amenazados, a ser objeto de persecuciones, desplazamientos. Que en los territorios se pueda desarrollar la vida y desarrollarla plenamente en armonía”
Monseñor Héctor Fabio Henao
Todo esto será clave para poner en marcha la participación de la sociedad en los diálogos de paz con el ELN. ¿Cómo va a funcionar?
Lo que se hizo fue seleccionar 30 sectores de la sociedad colombiana, contando empresarios, campesinos, indígenas, etc. Se determinaron algunas organizaciones que pudieran ser muy dinámicas para contar con 80 delegados que diseñen el proceso de participación con la escucha hacia las comunidades desde lo territorial y lo sectorial. Se trata de activar la democracia desde el comienzo. En esta primera fase de participación se comenzará a motivar a las comunidades en los territorios para que se alisten y puedan decir de manera muy clara cuál es la modalidad de expresión que se quisiera tener, cómo quisieran que se recogieran los distintos clamores, hasta conformar una apuesta de proceso. Después empezará la fase dos, que es la de elaborar con las comunidades y los sectores cuáles son los principales problemas, las alternativas, las aspiraciones que hay, y comenzar a cruzar los proyectos de nación que tenemos para poco a poco ir construyendo una visión más compartida. Eso no es fácil, es posible que se logre parcialmente pero la idea es ir avanzando hacia una visión compartida de país y de región y de municipios donde esté muy en el centro el tema de la de la paz y de transformaciones que permitan darle anclaje a la paz. Aquí tiene que ponerse en marcha algo en lo que hemos insistido históricamente, que la cultura del encuentro.
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Esos temas son inaceptables desde el punto de vista moral, ético y de la convivencia ciudadana. Son inaceptables las amenazas a las personas que quieren opinar, el constreñimiento a la ciudadanía y las organizaciones. Habrá que activar, dentro del mecanismo de verificación, esa capacidad de hacer seguimiento no solamente a los enfrentamientos entre fuerzas del Estado y ELN, sino también a este tipo de hechos, para que la mesa los asuma y comience a trabajar brindando seguridad a la población. Tenemos desafíos, pero hay que buscar que las expresiones de construcción de democracias se hagan sin armas. Hay que sacar de la vía democrática las armas, pero que se haga también desarmando la palabra. Eso es muy importante.
La negociación para ese cese al fuego fue ardua, de mucho debate. ¿Cómo se logró?
Sí, fue un ciclo particularmente extenso, más que los anteriores, porque tenía que abordar múltiples aspectos en torno al concepto de cese al fuego y de participación, y hay numerosos asuntos por resolver.
Unos son de carácter técnico, como cuando se habla de la ubicación o no de fuerzas, despliegue. Cómo se verifica eso es muy importante, porque que cuando le pedimos a la Misión de Verificación de la ONU que califique los hechos tiene que recibir un instrumento muy claro, que son los protocolos, donde se dice exactamente de qué estamos hablando.
Si ustedes leen el acuerdo final detenidamente se van a dar cuenta de que hay muchos elementos técnicos y aún quedan más, porque seguimos trabajando en precisiones. Hacerlo de manera responsable requiere tiempo, porque hay que entrar en detalles desde la experiencia internacional, otros de la colombiana y la confrontación específica con el ELN. Había personas de las Fuerzas Militares con experiencia en otros procesos, asesores, el ELN también tenía sus asesores, entonces esa apuesta de distintas perspectivas quedó ahí reflejada en las conclusiones. Se entró de una manera profunda a trabajar los temas y pudimos hacer un análisis intenso.
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Lo que todavía tiene que terminar de definirse son los protocolos. En eso se ha avanzado mucho, pero las delegaciones quedaron de seguir trabajando, por eso ahora estamos en la fase de alistamiento que va hasta el 10 de julio, día en el cual, en una reunión extraordinaria de la mesa, se van a firmar los protocolos ya perfeccionados. Ahí se comienza una segunda fase que es en la cual ya se socializa en cada uno de los dos sectores, se hace la pedagogía con las comunidades, y ya después en el mes de agosto (el jueves 3) comienzan a contar los 180 días, seis meses de este cese al fuego que tiene vocación de renovación de continuidad, pero tendrá que ser evaluado en su momento. Entonces, aún para el tema de la verificación y el monitoreo es urgente tener claridad de qué es lo que se está proponiendo. Se sigue trabajando en esas precisiones que son de orden de profundización, temas técnicos en cuanto a las definiciones.
Monseñor, en agosto iniciará el cuarto ciclo de diálogos. ¿Cuáles serán los temas centrales a abordar?
El cuarto ciclo se va a tener una parte importante de su tiempo en la evaluación de lo que haya sucedido hasta ese momento con el cese al fuego, de las situaciones que se hayan presentado y de la forma como se esté desarrollando, así como también de los desarrollos que se hagan en el campo de participación. Les tocará las partes definir con muchas más claridad qué otros temas van a incorporar, pero ese es un instrumento que lo tiene que definir las partes en la mesa. Nosotros como acompañantes normalmente conocemos esto en el inicio de los ciclos.
¿Qué rol tienen la Iglesia católica y la Conferencia Episcopal en todo este proceso?
La Iglesia ha sido invitada desde el principio bajo la perspectiva del acompañamiento permanente a la mesa y los procesos que se derivan de ahí. Está el acompañamiento a las comunidades, que ya hacemos, con una presencia muy activa en los territorios, también con una voz profética que hace ver aquellas cosas que dañan la vida humana, que destrozan la libertad y que fragmentan. Aquí lo que se quiere es que mantengamos ese nivel de acompañamiento y de escucha atenta de las comunidades. Estamos para ayudar a animar la esperanza que surge del proceso de la participación, para crear puentes con los órganos del Estado encargados y con el Comité de Participación. Hay una perspectiva muy clara, que es garantizar que todas las voces sean escuchadas.
Llamó la atención que el presidente Petro haya prometido que “en mayo de 2025 cesará la guerra con el ELN”, ¿era una fecha establecida?
Se ha hecho una proyección de cuánto tiempo podría tomar, por ejemplo, el campo de participación. Si se comenzó el diseño, luego se hace la fase de diagnóstico de la fase de democracia para la paz y se hace una proyección de implementación, que serían las transformaciones, pues sobre esa base se han colocado unas metas. Siempre es legítimo colocarse metas y puntos de llegada, y eso permite ordenar un poco los procesos. Tendrá que construirse de manera conjunta con el ELN esa apuesta, profundizarse más en esa gran meta que se ha fijado. Eso no es tan rígido, porque depende de muchas circunstancias. Las negociaciones van mostrando ritmos, desarrollos, a veces tiene que superar dificultades y eso irá marcando la pauta.
Además: Gobierno y ELN firman cese al fuego y plantean fecha límite para acabar la guerra
El comandante guerrillero “Antonio García” señaló en un trino que el presidente Petro confundió la fecha con el punto 4 del acuerdo de participación...
Respeto la opinión del presidente y no puedo entrar a pensar de qué manera se llegó a esa conclusión. No fue algo que hubiera escuchado previamente, me parece que ahí hay un cálculo, pero como digo es legítimo. El ELN puede tener también un cálculo de cómo quiere llevar la negociación, si quiere ponerle un límite en el tiempo para tratar de precisar los avances, pero son procesos.
Hay dudas sobre la unidad de las estructuras del ELN en este proceso. Durante la clausura, García aseguró que no hay divisiones. ¿Cómo han visto eso ustedes en la mesa?
En la mesa se ha repetido en reiteradas ocasiones que hay una unidad, que es un cuerpo con el que se negocia. Nosotros no tenemos motivo para dudar de las expresiones que se dan y de las manifestaciones que se hacen en torno a este asunto concreto, lo que sí hemos dicho siempre en la mesa es que aspiramos a que haya un cumplimiento pleno de todos los acuerdos. Ahora estamos en una fase muy importante de cese al fuego, imperfecto todavía y con limitaciones, pero que mostrará también la unidad de mando propiamente del ELN.
Hablemos de la “paz total”. Usted lleva más de 30 años acompañando negociaciones, y en 1994 participó del proceso con las milicias urbanas de Medellín. Hace poco se instaló la mesa con las bandas de esa ciudad, pero aún no hay ley de sometimiento para esas estructuras. ¿Cuáles son las urgencias para que ese diálogo llegue a buen puerto?
Nosotros vemos que es muy importante en todos los esfuerzos de construcción de paz, por una parte, la participación muy activa de las comunidades afectadas, sobre todo en el campo de proteger la vida humana. Segundo que haya una decisión de prevenir hechos violentos y que entonces las conversaciones, que no siempre son negociaciones, den lugar a una labor preventiva que aclimate la sana convivencia. Y lo tercero es indudablemente que aquí hay unos marcos jurídicos, que los debe definir el Estado y que son los que le dan confianza a quienes entran en esos diálogos. El inicio de los diálogos, así sea a la espera de decisiones de orden legislativo, va a aclimatando la posibilidad de desescalar la violencias, de bajar el impacto, de limitar el sufrimiento humano, de mitigar el efecto de ese sufrimiento sobre las comunidades.
Como Iglesia destacamos que si se pueden salvar vidas humanas pues se está dando pasos importantes y serán los organismos correspondientes los que den el marco jurídico que consideren más acorde siempre dentro de la Constitución colombiana y el ordenamiento jurídico del país.
La apuesta del Gobierno con la “paz total”, de abrir siete mesas de diálogo simultáneas, es inédita y ambiciosa, pero también retadora. ¿Qué se necesita para sortear estos desafíos?
Primero que todo, somos respetuosos de las estrategias que tiene el Estado en este campo, las analizamos, las reflexionamos desde la perspectiva nuestra como pastores. No nos toca a nosotros dar conceptos técnicos, nos toca velar por la vida de las comunidades. Lo que nos parece muy importante es que hay que perfeccionar cada vez más la protección de las comunidades, el brindar seguridad y posibilidades para que la vida se pueda desarrollar de manera libre, para que las personas puedan crecer y tener un pleno desarrollo de sus potencialidades y ya hay otros asuntos, que son más de carácter técnico, de cuáles son las condiciones que se deben dar para asegurar el buen éxito de una negociación. Pero para nosotros el buen éxito depende de que la vida humana, el respeto por la dignidad, la protección de las comunidades, la libertad de los seres humanos sea el centro de todo el proceso.
Estas negociaciones se dan mientras el conflicto sigue activo y generando mucho sufrimiento en los territorios. ¿Cuál es su mensaje para esas comunidades?
Es un mensaje de esperanza, de invitarlas a que sigan aportando de una manera proactiva, que sigan apostando a la paz, que se sigan haciendo acciones preventivas. Todo lo que se haga de las comunidades en el campo preventivo es vital, y por otra parte invitarlas a ir cada vez construyendo más un clima de confianza para que se pueda realmente avanzar en la construcción de la paz, donde en lo territorial el respeto por las comunidades sea muy central, así como su identidad y sus aspiraciones.
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Cierro con una pregunta que le hice hace un par de años, pero ante la persistencia de la violencia sigue vigente. ¿Por qué ya es suficiente de tanta guerra en este país, por qué las comunidades se merecen que esta “paz total” salga bien y tenga efectos reales en sus territorios?
Por el efecto demoledor de la violencia en las comunidades, la pérdida de seres humanos, de vidas, la destrucción del tejido social, la destrucción de la historia y, en muchos casos, de las raíces profundas de las comunidades. La destrucción de la capacidad y la posibilidad de construir una nación sin odio y sin violencias es el resultado de toda esta historia. Hoy es muy importante reconocernos como miembros de una gran familia, como hijos de un mismo padre y también reconocer que estamos llamados a vivir en fraternidad y a vivir en ese caminar juntos y juntas, en ese caminar y avanzar hacia una sociedad en la que realmente podamos convivir sin ningún tipo de miedo a ser asesinados, amenazados, a ser objeto de persecuciones, desplazamientos. Que en los territorios se pueda desarrollar la vida y desarrollarla plenamente en armonía con la naturaleza, con la creación, protegiendo ese gran don que Dios nos ha dado, que es esta biodiversidad de nuestro país.