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La imagen de Calarcá Córdoba apareció por primera vez en los medios de comunicación el 17 de septiembre del año pasado, cuando se conoció la realización del primer encuentro exploratorio entre el alto comisionado para la paz, Danilo Rueda, e integrantes de la disidencias de las FARC autodenominada Estado Mayor Central.
Ese día el país conoció un comunicado y un par de fotografías de los asistentes. Allí estaba sentado, con uniforme verde oliva y boina negra, portando un brazalete con distintivos de la extinta guerrilla, acompañado de su pareja, una mujer de la que se conoce solo su nombre de guerra, Erika.
Alexander Díaz Mendoza es su nombre de pila. Dice que nació en el Meta y que ingresó al frente 40 de las FARC en 1998. Allí aprendió a leer y escribir y se formó como tropa del Mono Jojoy, quien lo integró a las Fuerzas Especiales del Bloque Oriental. Con la muerte de Gentil Duarte y tras los rumores de la desaparición de Iván Mordisco, se especuló que Calarcá sería el jefe de ese grupo, pero hoy se sabe que esa guerrilla tiene una dirección colegiada conformada por Mordisco (Néstor Gregorio Vera Hernández), como jefe del Frente 1; John Mechas (Javier Alfonso Velosa García) jefe del Bloque Magdalena Medio; Willy 10 (Ciro Alfonso Romero Ospina); jefe del Frente 10 y Calarcá como jefe del Frente Jorge Briceño.
Al finalizar el encuentro que se desarrolló en Casa Roja, en los Llanos del Yarí, con la asistencia de más de 7.000 personas de organizaciones campesinas que han sido la base social fariana, respondió esta entrevista, acompañado siempre por Erika.
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¿Por qué se apartó de la negociación de La Habana?
Cuando inició el proceso de desmovilización, en cabeza de Timochenko, yo creí hasta un punto en ese proceso, porque a nosotros los marquetalianos nos infundieron el respeto a las decisiones de los mandos. Creí que de verdad estábamos en un proceso de paz con justicia social, donde el pueblo tendría la palabra para que le diéramos solución a los graves problemas que han existido y que son el origen del conflicto.
¿Hasta cuándo creyó?
Yo creí hasta cuando todos los comandantes comenzaron a viajar a La Habana y se inventaron el cuento de que había que ir a la mesa y empezaron con un discurso que no es creíble para nosotros como marxistas. Nos pedían fe en el Secretariado, esa palabra no existe para nosotros. Entre nosotros debe existir el respeto y la subordinación. En ese momento vi que estaban como indecisos y formularon una agenda para desmovilizar al movimiento guerrillero. Empezaron a dejar a la guerrillerada abandonada, empezaron a meterle pánico a los jóvenes, les decían que la lucha armada no tenía vigencia y que el enemigo tiene una tecnología de punta que descubría a los guerrilleros hasta debajo de una mata y que de esa manera no íbamos a seguir.
En una ocasión, un muchacho le preguntó a Timochenko si no estábamos traicionando los principios de la organización al hablar de entrega de armas y él respondió que si querían seguir en la guerra debían formular una nueva táctica, porque la que teníamos ya no valía. Esas son palabras de un derrotado, de una persona desmoralizada. Quedó comprobado que a ese Secretariado de entonces le quedó grande administrar el movimiento guerrillero, seguir con las líneas político militares que han dejado los camaradas.
“Me presenté y le dije que solo sabía ser guerrillero, que era un revolucionario fiel. Gentil me mandó una felicitación y me propuso que retomara Mesetas, Uribe, y la zona de Losada y que hablara con la población civil”
Calarcá Córdoba
Según usted, ¿sigue vigente la lucha armada?
El origen de la lucha armada está vigente. Nosotros no podemos hablar de que hay paz. Cómo se habla de paz donde hay millones de personas sin tierra, sin vías, sin posibilidades de estudiar y todavía hay cantidad de gente desplazada. Paz habrá el día que haya igualdad, que haya democracia. Las clases dominantes llevan gobernando 200 años y hay unas heridas muy hondas en el pueblo.
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¿A usted lo invitaron a ir a La Habana?
No, yo era reemplazante del Frente 40 y a nosotros nos miraban por encima del hombro. En ese momento se decía que los que sabían eran los que estaban allá.
¿Desconocieron a los mandos medios?
Sí, totalmente.
¿Usted cree que esa es la causa de que muchos de ustedes hayan retomado las armas?
Yo no lo hago por resentimiento porque me desconocieran. Yo seguí la causa porque todo lo que le prometimos al pueblo no se hizo. Me sentía cobarde, irresponsable por abandonar al pueblo, uno no puede entregar su arma con la cual prometió defender al pueblo. Eso es ser un traidor.
¿Qué hizo entonces?
En ese momento yo esperaba que algún miembro del Secretariado o del Estado Mayor Central dijera: este no es el camino, estamos equivocados, la lucha está vigente. Esperé un tiempo suficiente hasta que salió el camarada Gentil (quien se rearmó en septiembre de 2016); ya había salido el camarada Iván (Mordisco). Yo estaba en el punto de reagrupamiento en El Tigre, en Uribe, Meta. Yo me atreví a hablarles a unos mandos medios y decirles que realmente nos llevaban a una entrega y que nosotros éramos capaces de seguir la lucha, que es mentira que a las FARC la manejan los intelectuales. La guerrilla se compone gente humilde y cualquiera podemos, por las causas que hay aquí en este país, revivir el movimiento. Esos muchachos no me pararon bolas. El primero de enero de 2017, a las 2 de la mañana, arranqué desde El Tigre atravesándome el área de Losada, las sabanas del Yarí hasta llegar al Guaviare. Salí con cinco compañeros y a los 15 días estaba solo.
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¿Usted fue a la décima conferencia?
No porque los jefes eran ellos, no me delegaron. Del Frente 40 delegamos a Cipriano González que hoy está muerto. Él tuvo el valor de decirnos a un grupo de mandos muy pequeño que realmente a las FARC la iban a desmovilizar, que la guerrilla se iba a acabar. Yo dije: no puede ser. Yo me vine a campo traviesa y llegué donde Euclides Mora, a un sitio conocido como Montebello, sobre la Macarena, Meta. Me presenté y le dije que solo sabía ser guerrillero, que era un revolucionario fiel. Gentil me mandó una felicitación y me propuso que retomara Mesetas, Uribe, y la zona de Losada y que hablara con la población civil. Hice la primera reunión en un lugar que se llama Montebello. La gente dijo que era buena la idea porque ellos se sentían desprotegidos, se sentían solos y que nos apoyaban. Ahí comencé, eso fue en febrero del 2017.
¿Cuántas personas tiene hoy a su cargo?
No se lo puedo decir. Tenemos los suficientes. Estamos en Caquetá, parte del Guaviare, Meta, Huila y Cundinamarca. El resultado lo estamos viendo con la reunión de estas personas en este en este sitio.
¿Cuál es su conclusión después del evento del 16 de abril con la participación de más de 7.000 personas?
Esto habla de lo que hemos hecho estos seis años. En ninguno de los diálogos de paz en Colombia habíamos hecho lo que hicimos hoy: consultarle al pueblo lo que vamos a hacer, el pueblo nos buscó porque sabe que hay paramilitarismo, que hay transnacionales que se están llevando los recursos de nuestro territorio, que hay bases gringas en el territorio colombiano.
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El ELN viene hablando de participación efectiva de la sociedad civil en la mesa de diálogo y ustedes lo propusieron también, ¿cómo se diferencian en esa propuesta?
La diferencia es clara: el proceso con el ELN nació muerto porque instalaron una mesa y desarrollaron una agenda en territorio extranjero donde no hay oportunidad de que los campesinos vayan a la mesa a exponer sus inquietudes. Y ya es tarde. Nosotros le hemos planteado al gobierno instalar la mesa en Noruega, solo en agradecimiento a los servicios que nos han prestado, pero el resto de la discusión se tiene que dar aquí en los territorios, donde se mira el campesino descalzo, aguantando hambre, a pie, porque no le llega la vía a la vereda.
Por su discurso entiendo que ustedes no hablan de dejación de armas, ¿es así?
Hablamos de unas causas que originaron el conflicto, cuando borren esas causas las armas no servirán para nada. Es que nosotros no quemamos tiros por quemarlos, porque seamos guerreristas ni nos guste matar soldados. Ellos son campesinos pobres.
Entonces, ¿para qué seguirlo haciendo?
Por fortuna vamos a instalar la otra semana el Mecanismo de Monitoreo nacional (será el próximo 26 de abril). Aunque no lo hemos discutido, podemos decir que no es necesario hablar de dejación de armas en un punto de la agenda porque hay mucha tela para cortar, para erradicar las causas que originaron el conflicto.
Eso puede ser eterno, ¿cuánto tiempo se demoraría esa negociación?
Lo necesario para solucionar los problemas. No podemos hacer una negociación exprés, si nos vamos a las carreras dejamos al pueblo desprotegido, sin la mesa para discutir los problemas. A lo que menos debe temerle el establecimiento es a esos fusiles. Si no hay razones esas armas no se disparan. Podemos desarrollar el diálogo en cese al fuego.
¿Y cuándo harán un cese con otros grupos?
Con el ELN, ya lo dijimos en la declaración política, pedimos parar la confrontación y quedan delegados los compañeros del Catatumbo dirigidos por John Méndez (Mechas). Con los otros grupos es muy difícil porque no tienen principios ni ideología, son grupos que están por la plata, son bandolas y así es muy difícil sentarse a dialogar. Esos grupos tienen nexos con el paramilitarismo y nunca vamos a negociar con ellos, sería indigno. Ese conflicto parará cuando las fuerzas militares dejen de apoyarlos. Ellos, sin ese apoyo, no aguantan un combate abierto con una guerrilla como la de Marulanda.
Usted insiste en que no son disidentes, ¿qué son entonces? ¿Los que refundaron las FARC? ¿Son otras FARC?
Nosotros nunca hemos renunciado a nuestro plan estratégico, a nuestros documentos aprobados en las conferencias. No somos otras FARC, somos las mismas FARC de 1964. Los que se acogieron a la desmovilización, dejaron de ser guerrilleros, son disidentes. Los que firmaron y volvieron a las armas son doblemente traidores.
¿Se refiere a que Iván Márquez y su grupo son doblemente traidores?
Iván Márquez sabía que eso era una derrota y él indujo a los guerrilleros a firmar porque era el jefe de la mesa. Traicionó a la guerrillerada, a los principios y al pueblo. Estando allá se siente amenazado, deja abandonados a unos compañeros que lo siguieron y se viene con el cuento de rearmarse y eso se derrumbó solo. Aquí ya todos sabemos leer y escribir y no podíamos permitir que un traidor, un desmovilizador de organizaciones, viniera a dirigirnos a nosotros o hacer división. Ahí viene a hacer alianzas con una cantidad de grupos para combatirnos. Y no solamente a tiros, él nos combatió haciendo campaña en los frentes que estaban en las regiones invitándolos a la Segunda Marquetalia. Dijeron que nosotros éramos unas personas nuevas, que no sabíamos de la estrategia, que no sabíamos de la política.
Cerca de 13 mil personas dejaron las armas y siguen en el proceso, eso no es fracaso…
Es que los guerrilleros respetan y siguen la subordinación al mando. No tenemos problemas con ellos, respetamos su decisión.
¿Entonces por qué los amenazan como lo hicieron en el espacio Mariana Páez?
Nunca. Ellos fueron nuestros compañeros de armas en su momento. Yo era reemplazante del Frente 40 y la tropa era de esa área donde está el Mariana Páez.
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¿Por qué los amenazaron?
En ningún momento los amenazamos.
Les dijeron que se fueran y les dieron plazo de 30 días. Eso es una amenaza.
No, no señora, no fue una amenaza. Les hicimos una petición y les dimos los argumentos, les explicamos que no era por un capricho. Había razones para hacer esa petición. Ahí en esa zona hay personas que en su momento eran tropas de Aldinever y siguen siendo tropas de la Segunda Marquetalia. Eso no es un secreto. Hay personas que obedecen a orientaciones del ELN que tiene un plan con la Segunda Marquetalia y con El Gurre, jefe de los paramilitares de Granada, para retomar esos territorios. Algunos exguerrilleros de esos han cometido delitos, atracos, robos, a nombre de nosotros. No podemos ir a ajusticiar esos compañeros y apelamos por la vía más suave: se les dijo que se fueran. Ellos deben ser conscientes de que nosotros seguimos desarrollando la lucha y ellos están sobre unos corredores y ellos tienen que permanecer con policía y un cordón de Ejército y eso es un problema.
Pero ahí hay mujeres y niños y proyectos productivos de gente que trabaja en la legalidad…
Sí, ahí hay personas humildes y que trabajan. Mi hija está ahí; la madre de mi hija lidera una de esas cooperativas. Por esa zona hay una gran cantidad de compañeros regados que se ganan la vida trabajando y a muchos les hemos ayudado. No las amenazamos.