Dos décadas de la paz entre los nasa wes’x y las Farc en el sur del Tolima
En julio de 1996 se firmó este histórico acuerdo en Gaitania (Planadas). Hoy en la región hay un candidato a la Alcaldía por parte de la exguerrilla, una marca de café de excombatientes y comunidad y una paz que se sigue consolidando.
Sebastián Forero Rueda / @SebastianForerr
El corregimiento de Gaitania, en el municipio de Planadas, al sur del Tolima, pasó a la historia de Colombia como cuna de la guerrilla de las Farc, porque una de sus veredas, Marquetalia, le dio nombre al mito fundacional de esa guerrilla cuando la zona fue bombardeada el 18 de mayo de 1964, al considerarla una “república independiente”, como lo había dicho tres años antes el senador conservador Álvaro Gómez Hurtado. Pero dejar que ese hecho cubra por completo el imaginario sobre esta zona no le hace justicia al territorio. En un episodio mucho menos recordado por el país, el 26 de julio de 1996, este corregimiento fue escenario de un acuerdo de paz inédito.
Ese día la comunidad indígena nasa wes’x firmó un acuerdo de paz con el frente Joselo Lozada de las Farc, que operaba en la zona. Fueron el gobernador indígena Virgilio López, por el resguardo, y Jerónimo Galeano, por la guerrilla, los encargados de ponerle fin a una violencia de treinta años entre la guardia indígena —en ese entonces armada— y los insurgentes.
Colombia 2020 acompañó la conmemoración número 23 de este hito, que hoy en la región consideran como “el primer acuerdo”. El mayor Virgilio López lo cuenta así: “Ese día firmamos, nos dimos la mano, nosotros perdonamos los que cayeron de nosotros y ellos también. Yo les dije: ‘Al fin y al cabo, los muertos ya no tienen que ver nada en esta cosa, pero tanto ellos como nosotros, los que andamos vivos, somos los que necesitamos la tranquilidad, el bienestar. Si no perdonamos pues no había nada, porque nunca se olvida el error que habíamos cometido nosotros y ellos, pero uno perdonando se quita una carga de encima y uno se siente más tranquilo”.
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Para recordar que entre indígenas y guerrilleros firmaron la paz veinte años antes que el Gobierno Nacional, hace cinco días, una larga caravana de jeeps Waz (esos viejos vehículos rusos que todavía se usan en el campo colombiano) partió desde Gaitania hasta el territorio del resguardo por una vía apenas transitable entre las montañas sembradas de café. Bombas y banderas blancas se iban ondeando todo el camino hasta la vereda La Palmera, donde estaba preparada la ceremonia. Entre los asistentes estaba quien representa uno de los logros de la paz en esta región: Hugo Perdomo Ruiz, más conocido como Richard Romero Patas, el candidato del partido FARC a la Alcaldía de Planadas, a quien la comunidad indígena le expresó su apoyo durante la caravana.
Y es que ese apoyo es símbolo de la estrecha relación que existe hoy entre la comunidad del resguardo paez de Gaitania y los excombatientes de las extintas Farc, que en la zona se concentran en el espacio de reincorporación de la vereda El Oso, bautizado por ellos como “Marquetalia, cuna de la resistencia”, donde recuerdan a quienes murieron en esos días de bombardeo y a quienes fueron asesinados hace poco.
La herencia de un excomandante asesinado
En Marquetalia sigue abierta la herida por el asesinato del excomandante Wilson Saavedra, cuyo homicidio se registró el pasado 14 de mayo en Tuluá, Valle del Cauca. Antes de salir para el Valle, Saavedra inició su proceso de reincorporación en este espacio territorial, como resultado de la firma del Acuerdo de La Habana, que aquí llaman “el segundo acuerdo”. Según cuentan, el excomandante fue quien dio el impulso clave para el despegue del espacio territorial de Marquetalia.
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“El camarada Wilson nos dejó un vacío muy grande, porque fue una persona muy emprendedora y muchas de las cosas que aquí vemos hechas fue gracias al esfuerzo de él”, dice Édison Leyton desde el taller de ebanistería de este espacio, que también impulsó Wilson Saavedra antes de salir.
Óscar Murillo, hoy líder del espacio, anduvo junto al excomandante en los tiempos de la guerra en el Cauca. Lo describe como “un profesor ambulante” cuyos conocimientos siempre compartió con los excombatientes. Dice que la noticia de su asesinato les cayó como un baldado de agua fría. “Nosotros a él le debemos mucho. De pronto las personas de afuera dirán: ‘No, pues mataron uno y ya’, pero para nosotros acá internos que sabíamos quién era sí nos dio muy duro”.
Pero aun sin Wilson Saavedra, y “a paso de tortuga”, el proceso en el espacio territorial de El Oso sigue avanzando. Hoy permanecen allí alrededor de ochenta excombatientes en su tránsito a la legalidad. Además del taller de ebanistería, que está despachando productos por encargo en las poblaciones cercanas y en el que se están capacitando casi treinta exguerrilleros por el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), la principal apuesta acá es el café, teniendo en cuenta que están en un territorio muy fértil y con un conocimiento campesino de décadas en la siembra de este producto.
Marquetalia es la primera marca de café cultivado por los exguerrilleros en este espacio y que ya está en el mercado. Sin embargo, un nuevo esfuerzo, esta vez más colectivo, entre los excombatientes, las familias cafeteras de la zona y el resguardo indígena nasa, dio origen a un nuevo acuerdo.
El Tercer Acuerdo
Mientras en el resguardo de Gaitania celebraban los 23 años del primer acuerdo, en Planadas los excombatientes de las Farc lanzaban la marca de café El Tercer Acuerdo y les contaban a los asistentes a Expo Planadas que esta no es la primera vez que entre la hoy exguerrilla y la comunidad del territorio firman un acuerdo que beneficie a todas las partes.
“Quiero resaltar el papel de la comunidad, porque hoy recibimos de la comunidad un lazo fraternal. Ellos confiaron en el proceso de reincorporación, confiaron en cada una de las personas y en la ARN para hacer un proyecto sostenible en el largo plazo”, dijo Natalia Salazar, asesora de la Dirección General de la ARN. Óscar Murillo confía en este proyecto y a él quiere apalancar la reincorporación económica de sus compañeros en el espacio territorial. Su hija, de casi un año de nacida, y la historia del territorio como cuna de su lucha lo hacen aferrarse a la paz. “Si nosotros desistimos aquí donde estamos sería como renunciar a la historia de nosotros, que la tenemos muy cerca. Por eso los que quedamos aquí no vamos a abandonar esto y hasta donde esté a nuestro alcance no vamos a permitir que algunos muchachos vuelvan a las armas.
El corregimiento de Gaitania, en el municipio de Planadas, al sur del Tolima, pasó a la historia de Colombia como cuna de la guerrilla de las Farc, porque una de sus veredas, Marquetalia, le dio nombre al mito fundacional de esa guerrilla cuando la zona fue bombardeada el 18 de mayo de 1964, al considerarla una “república independiente”, como lo había dicho tres años antes el senador conservador Álvaro Gómez Hurtado. Pero dejar que ese hecho cubra por completo el imaginario sobre esta zona no le hace justicia al territorio. En un episodio mucho menos recordado por el país, el 26 de julio de 1996, este corregimiento fue escenario de un acuerdo de paz inédito.
Ese día la comunidad indígena nasa wes’x firmó un acuerdo de paz con el frente Joselo Lozada de las Farc, que operaba en la zona. Fueron el gobernador indígena Virgilio López, por el resguardo, y Jerónimo Galeano, por la guerrilla, los encargados de ponerle fin a una violencia de treinta años entre la guardia indígena —en ese entonces armada— y los insurgentes.
Colombia 2020 acompañó la conmemoración número 23 de este hito, que hoy en la región consideran como “el primer acuerdo”. El mayor Virgilio López lo cuenta así: “Ese día firmamos, nos dimos la mano, nosotros perdonamos los que cayeron de nosotros y ellos también. Yo les dije: ‘Al fin y al cabo, los muertos ya no tienen que ver nada en esta cosa, pero tanto ellos como nosotros, los que andamos vivos, somos los que necesitamos la tranquilidad, el bienestar. Si no perdonamos pues no había nada, porque nunca se olvida el error que habíamos cometido nosotros y ellos, pero uno perdonando se quita una carga de encima y uno se siente más tranquilo”.
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Para recordar que entre indígenas y guerrilleros firmaron la paz veinte años antes que el Gobierno Nacional, hace cinco días, una larga caravana de jeeps Waz (esos viejos vehículos rusos que todavía se usan en el campo colombiano) partió desde Gaitania hasta el territorio del resguardo por una vía apenas transitable entre las montañas sembradas de café. Bombas y banderas blancas se iban ondeando todo el camino hasta la vereda La Palmera, donde estaba preparada la ceremonia. Entre los asistentes estaba quien representa uno de los logros de la paz en esta región: Hugo Perdomo Ruiz, más conocido como Richard Romero Patas, el candidato del partido FARC a la Alcaldía de Planadas, a quien la comunidad indígena le expresó su apoyo durante la caravana.
Y es que ese apoyo es símbolo de la estrecha relación que existe hoy entre la comunidad del resguardo paez de Gaitania y los excombatientes de las extintas Farc, que en la zona se concentran en el espacio de reincorporación de la vereda El Oso, bautizado por ellos como “Marquetalia, cuna de la resistencia”, donde recuerdan a quienes murieron en esos días de bombardeo y a quienes fueron asesinados hace poco.
La herencia de un excomandante asesinado
En Marquetalia sigue abierta la herida por el asesinato del excomandante Wilson Saavedra, cuyo homicidio se registró el pasado 14 de mayo en Tuluá, Valle del Cauca. Antes de salir para el Valle, Saavedra inició su proceso de reincorporación en este espacio territorial, como resultado de la firma del Acuerdo de La Habana, que aquí llaman “el segundo acuerdo”. Según cuentan, el excomandante fue quien dio el impulso clave para el despegue del espacio territorial de Marquetalia.
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“El camarada Wilson nos dejó un vacío muy grande, porque fue una persona muy emprendedora y muchas de las cosas que aquí vemos hechas fue gracias al esfuerzo de él”, dice Édison Leyton desde el taller de ebanistería de este espacio, que también impulsó Wilson Saavedra antes de salir.
Óscar Murillo, hoy líder del espacio, anduvo junto al excomandante en los tiempos de la guerra en el Cauca. Lo describe como “un profesor ambulante” cuyos conocimientos siempre compartió con los excombatientes. Dice que la noticia de su asesinato les cayó como un baldado de agua fría. “Nosotros a él le debemos mucho. De pronto las personas de afuera dirán: ‘No, pues mataron uno y ya’, pero para nosotros acá internos que sabíamos quién era sí nos dio muy duro”.
Pero aun sin Wilson Saavedra, y “a paso de tortuga”, el proceso en el espacio territorial de El Oso sigue avanzando. Hoy permanecen allí alrededor de ochenta excombatientes en su tránsito a la legalidad. Además del taller de ebanistería, que está despachando productos por encargo en las poblaciones cercanas y en el que se están capacitando casi treinta exguerrilleros por el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), la principal apuesta acá es el café, teniendo en cuenta que están en un territorio muy fértil y con un conocimiento campesino de décadas en la siembra de este producto.
Marquetalia es la primera marca de café cultivado por los exguerrilleros en este espacio y que ya está en el mercado. Sin embargo, un nuevo esfuerzo, esta vez más colectivo, entre los excombatientes, las familias cafeteras de la zona y el resguardo indígena nasa, dio origen a un nuevo acuerdo.
El Tercer Acuerdo
Mientras en el resguardo de Gaitania celebraban los 23 años del primer acuerdo, en Planadas los excombatientes de las Farc lanzaban la marca de café El Tercer Acuerdo y les contaban a los asistentes a Expo Planadas que esta no es la primera vez que entre la hoy exguerrilla y la comunidad del territorio firman un acuerdo que beneficie a todas las partes.
“Quiero resaltar el papel de la comunidad, porque hoy recibimos de la comunidad un lazo fraternal. Ellos confiaron en el proceso de reincorporación, confiaron en cada una de las personas y en la ARN para hacer un proyecto sostenible en el largo plazo”, dijo Natalia Salazar, asesora de la Dirección General de la ARN. Óscar Murillo confía en este proyecto y a él quiere apalancar la reincorporación económica de sus compañeros en el espacio territorial. Su hija, de casi un año de nacida, y la historia del territorio como cuna de su lucha lo hacen aferrarse a la paz. “Si nosotros desistimos aquí donde estamos sería como renunciar a la historia de nosotros, que la tenemos muy cerca. Por eso los que quedamos aquí no vamos a abandonar esto y hasta donde esté a nuestro alcance no vamos a permitir que algunos muchachos vuelvan a las armas.