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Jorge se salvó de que lo mataran. Todo ocurrió el 15 de agosto del 2000. Salió junto a otros cincuenta niños, estudiantes de la escuela de La Pica (en Pueblorrico, Antioquia), su profesora y tres padres de familia. Poco después de empezar a caminar, fueron emboscados por los militares, que asesinaron a sus dos hermanos y a otros cuatro menores de edad.
La historia detrás de esa masacre, por la que el Consejo de Estado condenó al Ejército Nacional, es el tema central de ‘Los niños de la Pica’, un libro del periodista antioqueño Camilo Castañeda Arboleda.
La obra será presentada en Bogotá este jueves, 28 de noviembre, a las 6:30 p. m. en la librería Hojas de Parra (Carrera 34A #27-04). Allí, el autor conversará con la periodista Elizabeth Otálvaro Vélez, quien escribió el prólogo del libro.
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Este es el primer capítulo del libro, que ya está disponible en librerías del país:
I
Los rayos de sol que se filtraban por las ventanas han desaparecido; calentaban las tejas de zinc y las paredes del recinto. Adentro era como estar en un horno. En pocos minutos, un enorme nubarrón ocupó el cielo, oscureciendo la ciudad. Como con rabia, se desgarra una granizada en esta tarde del viernes 22 de noviembre del 2019, justo cuando un muchacho sube a un escenario para dar su testimonio. Lleva puesta una camisa ocre, de manga larga. De días azules al desbarrancadero en menos de dos horas, así es Medellín.
“Mi nombre es Jorge Eliecer Arboleda, tengo 26 años y soy sobreviviente del 15 de agosto del 2000, cuando el Ejército mató a los seis niños en Pueblorrico”. El muchacho de camisa ocre habla alto para lograr que los quinientos asistentes al Encuentro por la verdad lo escuchen, aun en medio de la tormenta. Tras él, en la pantalla, se alcanzan a ver los rostros de los seis niños. Arriba, de izquierda a derecha, están Gustavo Adolfo, David y Alejandro; abajo, en el mismo orden, Paola, Jarol y Marcela.
El agua ya se filtra por el techo y se escurre por las paredes blancas de la antigua bodega industrial, en el barrio Perpetuo Socorro, que ahora funciona como centro de eventos. A este lugar, que comparte calle con el Hospital General de Medellín, han llegado víctimas de todas las regiones del país, funcionarios, periodistas, académicos, integrantes de organizaciones no gubernamentales, representantes de organismos internacionales y algunos excombatientes como Rodrigo Londoño, quien fuera el último comandante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), Fredy Rendón, excomandante del Bloque Elmer Cárdenas de la Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), y Daladier Rivera Jácome, capitán retirado del Ejército Nacional de Colombia.
Jorge, el muchacho de camisa ocre, resume lo que pasó el día en que el Ejército mató a los seis niños; se ve un poco nervioso. Cuenta que en su escuela habían organizado un paseo escolar. Que solo hasta el día anterior su padre les había dado permiso a sus hermanos, Alejandro y Paola, y a él. Que el 15 de agosto, en la mañana, inició la caminata desde la escuela de La Pica, una vereda escondida en las montañas de Pueblorrico, Antioquia. Que iban cincuenta niños, una profesora y tres padres de familia. Que en medio de la caminata fueron emboscados por militares. Que él se salvó de milagro, pero asesinaron a sus dos hermanitos. Que el Ejército justificó las muertes diciendo que los niños eran guerrilleros. Y que ahora, 19 años después, quiere saber la verdad de lo sucedido.
“Estamos para pedirle al Estado que por favor ya no siga negando lo que pasó, que se haga justicia, que los nombres de nuestros niños queden limpios”, dice con una voz que se desvanece por el nudo que le estrecha la garganta.
El testimonio de Jorge dura dos minutos y medio. El público le da un aplauso solemne. Lucía González, miembro de la Comisión de la Verdad, que hace de presentadora en el evento, toma el micrófono: “Esta mañana —anuncia con voz alentadora— nos levantamos con una muy buena noticia: el Consejo de Estado falló y sentenció al Ejército Nacional por la masacre de Pueblorrico”; provoca con sus palabras un aplauso jubiloso.
En la pantalla donde se proyectaban las imágenes de las seis víctimas, ahora se muestran unas cifras que dan cuenta del sufrimiento de los niños, niñas y adolescentes en Colombia. Dicen que de los 8,8 millones de personas víctimas del conflicto armado, 2,3 millones son menores de edad. Los números nunca son suficientes. “El testimonio tiene una función ética y política porque permite restaurar la dignidad de las víctimas y dar sentido al pasado”, dice González.
Tras una hora de escuchar testimonios de la guerra, llega el momento que mañana será noticia en todos los medios de comunicación de Colombia: Londoño, Rendón y Rivera, los antiguos comandantes y antes enemigos acérrimos, suben al escenario, reconocen en el Encuentro por la verdad crímenes que cometieron contra menores —reclutamiento forzado, violencia sexual, homicidios, desplazamientos, ejecuciones extrajudiciales— y piden perdón a las víctimas.
Son días de agitación. Ayer, 21 de noviembre, por estas calles del centro de Medellín, miles de personas marcharon para expresar el malestar que les provoca el Gobierno del presidente Iván Duque, por sus políticas sociales y económicas, por los asesinatos de líderes sociales en todo el país, por el regreso de un discurso bélico al Poder Ejecutivo, por acciones de las Fuerzas Armadas, como el bombardeo a un campamento de disidentes de las Farc, ocurrido el 29 de agosto del 2019, en el que fueron asesinados ocho niños que habían sido reclutados por el grupo armado. Entre los carteles de la gente era común encontrar la pregunta de “¿Quién dio la orden?”.
Son las primeras horas de la noche, las calles están moja- das y hace frío. En una panadería aledaña al centro de eventos está Jorge, Jorge Eliecer Arboleda, el muchacho de la ca- misa ocre. Fuma. Da la impresión de que su mirada, de ojos cafés claros y cejas pobladas, sigue siendo la de un niño. Lo saludo, me presento, le digo que soy periodista y que me gustaría entrevistarlo. Me dice que le interesa hablar, que quiere dar a conocer lo que sucedió en La Pica. Le propongo que nos encontremos allá, en Pueblorrico.
—Me parece bien, yo nunca he hablado con nadie de esto, es la primera vez que hablo en público sobre mis hermanos —advierte Jorge.
—¿Por qué?
—Porque nunca me gustó. Yo no tengo celular, pero ano- te el número de mi mamá y me llama ahí.
—¿Cómo se llama ella?
—Ángela, pero a ella no se le puede tocar el tema.
¿Quién es el autor?
Camilo Castañeda Arboleda es periodista de la Universidad de Antioquia y máster en Cultura de Paz, Conflictos y Derechos Humanos de la Universidad de Granada. Trabajó durante ocho años como periodista e investigador sobre temas asociados a la memoria histórica del conflicto armado y a los derechos humanos en el proyecto “Hacemos Memoria” de la Universidad de Antioquia.
Es autor del libro Nuestro otro infierno. Violencia y guerra en Manrique (2016) y coordinó la producción y publicación de la colección editorial “Defender” (2022) compuesta por tres libros (Defender la vida, Defender los pueblos y Defender el territorio) con reportajes sobre la labor de líderes y lideresas en Colombia.