El 'baby boom' de las Farc
La última explosión a la que sobrevivirán los guerrilleros será la demográfica. Se calcula que nacerán unos 300 bebés en los próximos meses, pero podrían ser muchos más por la conformación de nuevas relaciones de pareja durante la permanencia en zonas veredales.
Jhon Moreno
“Nosotras somos de la montaña, ¿cierto, mi amor?”, le dice con esa voz cariñosa característica que los padres usan con sus bebés para hacer más tierna su relación, mientras le sigue dando sorbitos de helado que la nena saborea.
Yamile quiere que su hija sea única, que no se parezca a nadie y que algún día sepa en qué circunstancias nació, que su madre fue una guerrillera y que pueda decirlo sin necesidad de ser señalada. Durante meses estuvo pensando en el nombre que llevaría y, pese a que les echaba cabeza a todas las combinaciones, ninguno le gustaba. (Vea nuestro especial sobre las zonas veredales).
María Camila, Laura Valentina, Rocío del Pilar. Ningún nombre la convencía. “Al final decidí inventarme un nombre para que ella no tuviera muchas tocayas en su vida y fuera original: Brenda Yuldrei”, dice.
Hace tres meses se convirtió en madre y las 24 horas del día vive en función de eso. No volvió a pensar en patrullajes ni en prestar guardia y ahora ni siquiera porta el fusil, que había sido como su hijo durante los ocho años que estuvo con las Farc. “Lo aseaba, lo cuidaba y no lo soltaba en ninguna parte”, recuerda sonriendo.
La bebé nació en Florencia (Caquetá). Pesó seis libras pero ha ganado talla rápidamente y ya está en 13, según el control médico que le hicieron en el puesto de salud de Uribe (Meta), el último casco urbano en el que estuvieron el domingo pasado su mamá y 550 guerrilleros más a su paso con rumbo a Buenavista, la zona veredal transitoria de normalización ubicada en Mesetas, una de las tres que tiene el Meta.
Y claro que ya empieza a ser diferente a la mayoría de bebés que recién nacen. Yuldrei, cargada en brazos, transitó entre la selva por lo menos 200 kilómetros desde El Tigre, la zona de preagrupamiento, hasta Buenavista, donde esperará a que su madre normalice su situación jurídica.
“A los 15 días de haber nacido ya me la había llevado para el campamento. En Uribe nos alojamos en hotel, pero el resto del tiempo nos hemos quedado en carpas, en el monte, con el resto de camaradas”, dice Yamile, quien además asegura que por fortuna los mosquitos no han picado a su pequeña.
La bebé hace parte de la explosión demográfica que viven las Farc por esta época. Sólo en la zona de concentración de Mesetas, la más grande del país, permanecerán 13 mujeres en embarazo y otras 12 que ya están lactando.
“Cuando uno veía que los diálogos iban avanzando, que no se volvieron a escuchar los aviones para bombardear, ni teníamos combates y todo se tranquilizaba, empezamos a ver la posibilidad de ser padres. Él y yo tenemos 30 años y queríamos tener un hijo, pero en medio de la guerra no se podía. En la selva se vive sólo el día a día”, dice Cristina, que con cinco meses de embarazo aspira a ser madre primeriza en mayo próximo.
Los embarazos eran prohibidos en las Farc. Usaban un método de planificación obligatorio, pero desde mayo del 2016 los guerrilleros rasos empezaron a pedir permiso para ser padres. “No es que hubiera una autorización expresa, pero las condiciones eran diferentes y la disminución de la guerra permitía que esas mujeres tuvieran sus hijos en circunstancias distintas, así que todos tuvieron luz verde”, expresa Rubén Zamora, comandante delegado de las Farc para esta zona del Meta.
El alto comisionado para la Paz, Sergio Jaramillo, dijo que podrían ser unos 300 bebés los que nazcan durante el proceso de dejación de armas en los siguientes seis meses, por lo que varios comandantes subversivos pidieron tener guarderías en los sitios de concentración. Sin embargo, los embarazos podrían aumentar, pues ahora son muchas las parejas de novios que conviven en los campamentos y la otra gran ola de nacimientos podría darse en octubre.
“Finalmente serán núcleos familiares afines a nuestra causa social. Las Farc nunca han estado en contra de eso”, anota Zamora.
Los abortos
Pese a lo que dice Rubén Zamora, por años fueron famosos los abortos en el interior de las filas guerrilleras. Además de los testimonios de las mujeres que desertaban, en el 2015 fue capturado en España Héctor Albeidis Arboleda Buitrago, alias el Enfermero, señalado por la Interpol de practicar cientos de interrupciones a las subversivas.
No obstante, en su momento, Iván Márquez rechazó los señalamientos y dijo que Arboleda ni siquiera era conocido en las estructuras de las Farc y se trataba de un “burdo montaje” de la Fiscalía, previo a la firma del acuerdo sobre víctimas.
Pero en el 2013 El Espectador tuvo acceso a documentos, incluso de correos internos del secretariado, en los que se relacionaban los legrados que practicaban los médicos a las guerrilleras en embarazo.
Zamora reafirma las palabras de Márquez en La Habana diciendo que “todo alrededor de los abortos en las Farc fue una estrategia de propaganda negra en contra del movimiento guerrillero, con discursos que debían ser memorizados por las compañeras que desertaban para repetirlos ante los medios”. Sin embargo, admitió que “si hubo abortos eran por voluntad de las madres cuando veían que les era imposible tenerlos en medio del fragor del conflicto”.
Este, sin embargo, es uno de los fenómenos de la guerra en Colombia menos documentados y difícil de comprobar más allá de los testimonios a favor y en contra.
“Cuando uno viene a las Farc llega es a luchar, no a hacer familia. Eso se deja claro en los estatutos de la organización. Ahora las condiciones han cambiado y una mujer guerrillera es libre de tomar esa decisión de quedar embarazada”, dice Jhoana, una de las mujeres comandantes que han estado pendientes de las lactantes.
Los nuevos padres
Ahora, darles una mejor vida a esos bebés que vienen en camino pasa por mucho más que las buenas intenciones, admiten los guerrilleros. Primero, antes de ser registrados oficialmente en una notaría, los padres deberán resolver su situación jurídica, porque casi ninguno de los que están en esta zona de concentración tiene cédula de ciudadanía.
En ningún caso, los padres terminaron el bachillerato, por lo que, a la par que cumplen su función de crianza en los siguientes meses, tendrán que pensar en sus estudios o capacitarse en oficios.
“La verdad, no lo teníamos pensado, pero el destino nos da la oportunidad. No me dio miedo estar en la guerra, menos temor voy a sentir ahora al ser mamá. Hay muchas cosas que aún faltan por resolver, pero vamos a salir adelante”, dice Cristina mientras pasa su mano por su vientre.
Por su parte, lo que sí deja en claro Aldinever Morantes, el guerrillero que coordina el campamento en la zona de concentración, es que desde su llegada el pasado lunes a las seis de la tarde a Buenavista, “la responsabilidad de las mujeres embarazadas y madres lactantes corresponde al Gobierno Nacional”.
“Nosotros tenemos médicos y por un sentido humanitario podrían ser atendidas por ellos, pero será el Gobierno quien implemente los mecanismos para que esas madres reciban una oportuna atención en salud”, recalcó el excomandante del Frente 53, quien añadió que en las carpas también hay niños entre los dos y los seis años.
Morantes señaló también que hasta este momento las Farc habían corrido con los gastos de teteros, leche y pañales e incluso llevan una historia clínica de cada bebé, pero ahora las madres dependen de lo que envíe el Estado para su cuidado.
Los irresponsables
“Siempre hemos sostenido que tener hijos es una decisión de mucha responsabilidad. Si ahora, en las nuevas circunstancias, alguno quiere pasarse de vivo y no responder, tendrá que verse con los jueces de familia”, dice Rubén Zamora, haciendo referencia a los padres que no quieran hacerse cargo de los gastos de los hijos una vez abandonen la zona campamentaria.
Añade que, aunque siguen en la lucha contra las normas, aceptan la jurisdicción de las leyes en esos casos de paternidad irresponsable.
“Ojalá eso no pase. Que no vaya a cambiar cuando estemos en la vida civil, viviendo juntos. Uno escucha que son muchas las madres solteras que sufren solas criando a sus hijos”, afirma María, quien tiene 29 años y el papá de su hijo de ocho meses apenas acaba de cumplir los 19.
A ese tipo de realidades sociales, unidas a la mala atención en el sistema de salud, deberán enfrentarse las nuevas madres una vez abandonen las armas y se integren a la vida civil.
“Luego de este proceso, los guerrilleros salimos a la civil sin nada. Sin ningún trabajo fijo, sin una casa. Las circunstancias económicas tal vez sean difíciles, pero aspiramos a que el Gobierno cumpla y no abandone a estas madres y que las familias que se han formado aquí se mantengan y no se desintegren”, dice Jhoana.
A ella, que por más de 18 años estuvo en las Farc y en los últimos cinco tuvo mando de tropa, no le ha quedado tiempo de pensar en familia, y cree que el momento no ha llegado.
“Es una forma de realizarse como persona. Ver a tantas mujeres camaradas ser madres lo ilusiona a uno, pero primero debo resolver esta situación (de la desmovilización). Saber a qué nos vamos a dedicar para no estar por allá en una ciudad buscando empleo y tener algo seguro para los hijos”, afirma.
Yamile deja a Yuldrei sobre una mesa plástica, mientras se prepara para darle seno. Por la noche dormirán en un camarote donde acomodan a las madres lactantes en el campamento de Buenavista. Por ahora es la única ventaja que tienen sobre el resto de la tropa.
“Dejar la pinta (tener un hijo) es lo más lindo. Uno no piensa más en guerras”, puntualiza la nueva madre.
“Nosotras somos de la montaña, ¿cierto, mi amor?”, le dice con esa voz cariñosa característica que los padres usan con sus bebés para hacer más tierna su relación, mientras le sigue dando sorbitos de helado que la nena saborea.
Yamile quiere que su hija sea única, que no se parezca a nadie y que algún día sepa en qué circunstancias nació, que su madre fue una guerrillera y que pueda decirlo sin necesidad de ser señalada. Durante meses estuvo pensando en el nombre que llevaría y, pese a que les echaba cabeza a todas las combinaciones, ninguno le gustaba. (Vea nuestro especial sobre las zonas veredales).
María Camila, Laura Valentina, Rocío del Pilar. Ningún nombre la convencía. “Al final decidí inventarme un nombre para que ella no tuviera muchas tocayas en su vida y fuera original: Brenda Yuldrei”, dice.
Hace tres meses se convirtió en madre y las 24 horas del día vive en función de eso. No volvió a pensar en patrullajes ni en prestar guardia y ahora ni siquiera porta el fusil, que había sido como su hijo durante los ocho años que estuvo con las Farc. “Lo aseaba, lo cuidaba y no lo soltaba en ninguna parte”, recuerda sonriendo.
La bebé nació en Florencia (Caquetá). Pesó seis libras pero ha ganado talla rápidamente y ya está en 13, según el control médico que le hicieron en el puesto de salud de Uribe (Meta), el último casco urbano en el que estuvieron el domingo pasado su mamá y 550 guerrilleros más a su paso con rumbo a Buenavista, la zona veredal transitoria de normalización ubicada en Mesetas, una de las tres que tiene el Meta.
Y claro que ya empieza a ser diferente a la mayoría de bebés que recién nacen. Yuldrei, cargada en brazos, transitó entre la selva por lo menos 200 kilómetros desde El Tigre, la zona de preagrupamiento, hasta Buenavista, donde esperará a que su madre normalice su situación jurídica.
“A los 15 días de haber nacido ya me la había llevado para el campamento. En Uribe nos alojamos en hotel, pero el resto del tiempo nos hemos quedado en carpas, en el monte, con el resto de camaradas”, dice Yamile, quien además asegura que por fortuna los mosquitos no han picado a su pequeña.
La bebé hace parte de la explosión demográfica que viven las Farc por esta época. Sólo en la zona de concentración de Mesetas, la más grande del país, permanecerán 13 mujeres en embarazo y otras 12 que ya están lactando.
“Cuando uno veía que los diálogos iban avanzando, que no se volvieron a escuchar los aviones para bombardear, ni teníamos combates y todo se tranquilizaba, empezamos a ver la posibilidad de ser padres. Él y yo tenemos 30 años y queríamos tener un hijo, pero en medio de la guerra no se podía. En la selva se vive sólo el día a día”, dice Cristina, que con cinco meses de embarazo aspira a ser madre primeriza en mayo próximo.
Los embarazos eran prohibidos en las Farc. Usaban un método de planificación obligatorio, pero desde mayo del 2016 los guerrilleros rasos empezaron a pedir permiso para ser padres. “No es que hubiera una autorización expresa, pero las condiciones eran diferentes y la disminución de la guerra permitía que esas mujeres tuvieran sus hijos en circunstancias distintas, así que todos tuvieron luz verde”, expresa Rubén Zamora, comandante delegado de las Farc para esta zona del Meta.
El alto comisionado para la Paz, Sergio Jaramillo, dijo que podrían ser unos 300 bebés los que nazcan durante el proceso de dejación de armas en los siguientes seis meses, por lo que varios comandantes subversivos pidieron tener guarderías en los sitios de concentración. Sin embargo, los embarazos podrían aumentar, pues ahora son muchas las parejas de novios que conviven en los campamentos y la otra gran ola de nacimientos podría darse en octubre.
“Finalmente serán núcleos familiares afines a nuestra causa social. Las Farc nunca han estado en contra de eso”, anota Zamora.
Los abortos
Pese a lo que dice Rubén Zamora, por años fueron famosos los abortos en el interior de las filas guerrilleras. Además de los testimonios de las mujeres que desertaban, en el 2015 fue capturado en España Héctor Albeidis Arboleda Buitrago, alias el Enfermero, señalado por la Interpol de practicar cientos de interrupciones a las subversivas.
No obstante, en su momento, Iván Márquez rechazó los señalamientos y dijo que Arboleda ni siquiera era conocido en las estructuras de las Farc y se trataba de un “burdo montaje” de la Fiscalía, previo a la firma del acuerdo sobre víctimas.
Pero en el 2013 El Espectador tuvo acceso a documentos, incluso de correos internos del secretariado, en los que se relacionaban los legrados que practicaban los médicos a las guerrilleras en embarazo.
Zamora reafirma las palabras de Márquez en La Habana diciendo que “todo alrededor de los abortos en las Farc fue una estrategia de propaganda negra en contra del movimiento guerrillero, con discursos que debían ser memorizados por las compañeras que desertaban para repetirlos ante los medios”. Sin embargo, admitió que “si hubo abortos eran por voluntad de las madres cuando veían que les era imposible tenerlos en medio del fragor del conflicto”.
Este, sin embargo, es uno de los fenómenos de la guerra en Colombia menos documentados y difícil de comprobar más allá de los testimonios a favor y en contra.
“Cuando uno viene a las Farc llega es a luchar, no a hacer familia. Eso se deja claro en los estatutos de la organización. Ahora las condiciones han cambiado y una mujer guerrillera es libre de tomar esa decisión de quedar embarazada”, dice Jhoana, una de las mujeres comandantes que han estado pendientes de las lactantes.
Los nuevos padres
Ahora, darles una mejor vida a esos bebés que vienen en camino pasa por mucho más que las buenas intenciones, admiten los guerrilleros. Primero, antes de ser registrados oficialmente en una notaría, los padres deberán resolver su situación jurídica, porque casi ninguno de los que están en esta zona de concentración tiene cédula de ciudadanía.
En ningún caso, los padres terminaron el bachillerato, por lo que, a la par que cumplen su función de crianza en los siguientes meses, tendrán que pensar en sus estudios o capacitarse en oficios.
“La verdad, no lo teníamos pensado, pero el destino nos da la oportunidad. No me dio miedo estar en la guerra, menos temor voy a sentir ahora al ser mamá. Hay muchas cosas que aún faltan por resolver, pero vamos a salir adelante”, dice Cristina mientras pasa su mano por su vientre.
Por su parte, lo que sí deja en claro Aldinever Morantes, el guerrillero que coordina el campamento en la zona de concentración, es que desde su llegada el pasado lunes a las seis de la tarde a Buenavista, “la responsabilidad de las mujeres embarazadas y madres lactantes corresponde al Gobierno Nacional”.
“Nosotros tenemos médicos y por un sentido humanitario podrían ser atendidas por ellos, pero será el Gobierno quien implemente los mecanismos para que esas madres reciban una oportuna atención en salud”, recalcó el excomandante del Frente 53, quien añadió que en las carpas también hay niños entre los dos y los seis años.
Morantes señaló también que hasta este momento las Farc habían corrido con los gastos de teteros, leche y pañales e incluso llevan una historia clínica de cada bebé, pero ahora las madres dependen de lo que envíe el Estado para su cuidado.
Los irresponsables
“Siempre hemos sostenido que tener hijos es una decisión de mucha responsabilidad. Si ahora, en las nuevas circunstancias, alguno quiere pasarse de vivo y no responder, tendrá que verse con los jueces de familia”, dice Rubén Zamora, haciendo referencia a los padres que no quieran hacerse cargo de los gastos de los hijos una vez abandonen la zona campamentaria.
Añade que, aunque siguen en la lucha contra las normas, aceptan la jurisdicción de las leyes en esos casos de paternidad irresponsable.
“Ojalá eso no pase. Que no vaya a cambiar cuando estemos en la vida civil, viviendo juntos. Uno escucha que son muchas las madres solteras que sufren solas criando a sus hijos”, afirma María, quien tiene 29 años y el papá de su hijo de ocho meses apenas acaba de cumplir los 19.
A ese tipo de realidades sociales, unidas a la mala atención en el sistema de salud, deberán enfrentarse las nuevas madres una vez abandonen las armas y se integren a la vida civil.
“Luego de este proceso, los guerrilleros salimos a la civil sin nada. Sin ningún trabajo fijo, sin una casa. Las circunstancias económicas tal vez sean difíciles, pero aspiramos a que el Gobierno cumpla y no abandone a estas madres y que las familias que se han formado aquí se mantengan y no se desintegren”, dice Jhoana.
A ella, que por más de 18 años estuvo en las Farc y en los últimos cinco tuvo mando de tropa, no le ha quedado tiempo de pensar en familia, y cree que el momento no ha llegado.
“Es una forma de realizarse como persona. Ver a tantas mujeres camaradas ser madres lo ilusiona a uno, pero primero debo resolver esta situación (de la desmovilización). Saber a qué nos vamos a dedicar para no estar por allá en una ciudad buscando empleo y tener algo seguro para los hijos”, afirma.
Yamile deja a Yuldrei sobre una mesa plástica, mientras se prepara para darle seno. Por la noche dormirán en un camarote donde acomodan a las madres lactantes en el campamento de Buenavista. Por ahora es la única ventaja que tienen sobre el resto de la tropa.
“Dejar la pinta (tener un hijo) es lo más lindo. Uno no piensa más en guerras”, puntualiza la nueva madre.