El barrio que fundaron desplazados de la guerra del Catatumbo se resiste al olvido
Brisas del Polaco, en Ocaña, alberga a más de 200 familias que han llegado desplazadas por la violencia. Ahora, los más jóvenes se organizan para que este se convierta en un lugar para la memoria del conflicto armado en el Catatumbo.
Valentina Parada Lugo
Shelymar Riquett*
Hablar del barrio Brisas del Polaco en el municipio de Ocaña (Norte de Santander) es revivir la historia de conflicto armado en la época del paramilitarismo de los años 90, cuando el bloque Catatumbo de las Autodefensas incursionó y tomó el control de varios municipios. Esa situación de violencia se replicó al mismo tiempo en zonas como el sur de Bolívar y el sur del Cesar.
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Esa historia está escrita con murales y grafitis que desde 2020 comenzaron a pintar los jóvenes de Brisas del Polaco cuando la Comisión de la Verdad llegó al territorio para construir un proceso de memoria que les permitiera recordar lo que ocurrió en este lugar, que hoy alberga a más de 200 familias, en su mayoría desplazadas por la violencia de esa época.
La lucha por construir Brisas del Polaco la recita Héctor Julio Páez Guevara, de 72 años, quien puso las primeras piedras y ladrillos en este barrio de la ciudad. “En este país las cosas funcionan por la fuerza. Si nosotros no nos hubiéramos tomado este territorio por la fuerza, no tendríamos hoy dónde vivir y seguiríamos esperando las ayudas del Estado”, dice con contundencia.
Los procesos organizativos en Ocaña tomaron más fuerza en 2002, cuando se consolidó la Asociación de Desplazados de la Provincia de Ocaña (Asodepo), que hoy tiene 404 familias asociadas. Con esa base organizativa, dos años después, cuando la Asociación tomaba más relevancia, decidió reunirse con otros 45 campesinos para asentarse en cambuches. “Ya habíamos pasado varias noches durmiendo en parques de donde nos desalojaban a cada rato, entonces nos organizamos para venir a este terreno”, señala.
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Comenzaron a presionar a las autoridades locales para que los formalizaran, hasta que el alcalde Luis Alfonso el Polaco Díaz Barbosa, en 2005, acompañó a las familias e intervino para que en esa invasión se garantizaran, por lo menos, los servicios públicos. “Por eso se llama Brisas del Polaco, porque fue uno de los pocos funcionarios que no nos hizo el quite a los desplazados”, dice.
Esa historia que los fundadores se saben de memoria también la han conocido las nuevas generaciones que, aunque no vivieron el conflicto armado directamente, han aportado a su reconstrucción a través de iniciativas como Guardianes y Guardianas de la Memoria, un proceso de justicia restaurativa que lideró la Comisión de la Verdad junto a la Corporación Construyendo Poder, Democracia y Paz y la JEP.
Sandra Gómez, de 21 años, cuenta que, aunque no vivió directamente el conflicto, conoce de cerca cómo sus abuelos llegaron en 2004 hasta esa zona luego de comprar una parcela para su familia. “He crecido escuchando las historias de los familiares y vecinos sobre la violencia, pero también sobre la resistencia que tuvieron para construir este lugar, por eso la idea es que nosotros sigamos el legado de ellos”.
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Ese proceso no culminó con la desaparición de la Comisión. Los jóvenes comenzaron el Círculo de la Memoria, un espacio de participación en el que invitan a los fundadores a narrar las historias del pasado para que no queden en el olvido. Ese ejercicio inspiró la creación de un libro titulado Reviviendo el pasado, construyendo el futuro, que reconstruye 60 historias de víctimas del conflicto armado, no solo de desplazamientos, sino también de delitos sexuales, atentados con minas antipersonales, amenazas y homicidios.
Uno de esos casos es el de Elaid Alexandra Duarte, una mujer que llegó a Brisas del Polaco en 2010 luego de haber sido desplazada del municipio de Morales (sur de Bolívar). Arribó a Ocaña con dos hijos pequeños, de siete y dos años, en busca de un futuro distinto lejos de la guerra.
Por varios años, en Morales fue cocinera en fincas cocaleras a merced de los operativos militares o de otros actores armados. Dice que no quiere repetir esas vivencias y que “por allá no puede volver” por razones de seguridad. Su historia la escribe en un cuaderno de pasta blanda color azul, que guarda en una mesita de su cuarto como un tesoro. Allí, a mano, ha escrito varias de sus experiencias como víctima del conflicto armado. “Yo les quiero contar una historia muy real, de una mujer humilde que tuvo que trabajar. De vereda en vereda, tuvo que cocinar y de lo poco que ganaba a su casa comida poder llevar. Esta mujer, sin nadie a quien conocer, llegó a Brisas del Polaco de Norte de Santander. Dice que descansó porque su vida cambió con sus hijos, su nuera y sus nietos también”, lo lee a modo de rima, pero dice que su hijo, que es rapero, lo recitaría mejor.
Para ella, vivir en ese barrio ha sido encontrar un resguardo en medio del dolor: “Acá muchos de nosotros tenemos historias muy similares. Venimos del campo, sabemos lo que es la guerra; entonces uno encuentra similitudes con la gente alrededor y nos terminamos volviendo una comunidad”, afirma. Esa descripción la resume el profesor Dayron Reyes, de la Universidad Nacional, en una frase contundente: “Brisas del Polaco es la oportunidad después del dolor. Es escribir con esperanza lo que un día fue guerra”.
El docente trabaja cada 15 días con las familias del barrio en un proyecto llamado Brisas de Oportunidad, en el que integra a los jóvenes a los relatos sobre el conflicto armado. “Brisas del Polaco no es más que una seccional del Catatumbo en medio de un municipio intermedio como es Ocaña. A veces cuando uno dice que Ocaña es la puerta del Catatumbo quiere casi como no implicar a Ocaña en medio del Catatumbo. Y resulta que todo lo que sucede en el Catatumbo hace eco aquí, este barrio es producto de eso”.
*Integrante de la revista Reticular y estudiante de la Universidad Francisco de Paula Santander.
Hablar del barrio Brisas del Polaco en el municipio de Ocaña (Norte de Santander) es revivir la historia de conflicto armado en la época del paramilitarismo de los años 90, cuando el bloque Catatumbo de las Autodefensas incursionó y tomó el control de varios municipios. Esa situación de violencia se replicó al mismo tiempo en zonas como el sur de Bolívar y el sur del Cesar.
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Esa historia está escrita con murales y grafitis que desde 2020 comenzaron a pintar los jóvenes de Brisas del Polaco cuando la Comisión de la Verdad llegó al territorio para construir un proceso de memoria que les permitiera recordar lo que ocurrió en este lugar, que hoy alberga a más de 200 familias, en su mayoría desplazadas por la violencia de esa época.
La lucha por construir Brisas del Polaco la recita Héctor Julio Páez Guevara, de 72 años, quien puso las primeras piedras y ladrillos en este barrio de la ciudad. “En este país las cosas funcionan por la fuerza. Si nosotros no nos hubiéramos tomado este territorio por la fuerza, no tendríamos hoy dónde vivir y seguiríamos esperando las ayudas del Estado”, dice con contundencia.
Los procesos organizativos en Ocaña tomaron más fuerza en 2002, cuando se consolidó la Asociación de Desplazados de la Provincia de Ocaña (Asodepo), que hoy tiene 404 familias asociadas. Con esa base organizativa, dos años después, cuando la Asociación tomaba más relevancia, decidió reunirse con otros 45 campesinos para asentarse en cambuches. “Ya habíamos pasado varias noches durmiendo en parques de donde nos desalojaban a cada rato, entonces nos organizamos para venir a este terreno”, señala.
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Comenzaron a presionar a las autoridades locales para que los formalizaran, hasta que el alcalde Luis Alfonso el Polaco Díaz Barbosa, en 2005, acompañó a las familias e intervino para que en esa invasión se garantizaran, por lo menos, los servicios públicos. “Por eso se llama Brisas del Polaco, porque fue uno de los pocos funcionarios que no nos hizo el quite a los desplazados”, dice.
Esa historia que los fundadores se saben de memoria también la han conocido las nuevas generaciones que, aunque no vivieron el conflicto armado directamente, han aportado a su reconstrucción a través de iniciativas como Guardianes y Guardianas de la Memoria, un proceso de justicia restaurativa que lideró la Comisión de la Verdad junto a la Corporación Construyendo Poder, Democracia y Paz y la JEP.
Sandra Gómez, de 21 años, cuenta que, aunque no vivió directamente el conflicto, conoce de cerca cómo sus abuelos llegaron en 2004 hasta esa zona luego de comprar una parcela para su familia. “He crecido escuchando las historias de los familiares y vecinos sobre la violencia, pero también sobre la resistencia que tuvieron para construir este lugar, por eso la idea es que nosotros sigamos el legado de ellos”.
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Ese proceso no culminó con la desaparición de la Comisión. Los jóvenes comenzaron el Círculo de la Memoria, un espacio de participación en el que invitan a los fundadores a narrar las historias del pasado para que no queden en el olvido. Ese ejercicio inspiró la creación de un libro titulado Reviviendo el pasado, construyendo el futuro, que reconstruye 60 historias de víctimas del conflicto armado, no solo de desplazamientos, sino también de delitos sexuales, atentados con minas antipersonales, amenazas y homicidios.
Uno de esos casos es el de Elaid Alexandra Duarte, una mujer que llegó a Brisas del Polaco en 2010 luego de haber sido desplazada del municipio de Morales (sur de Bolívar). Arribó a Ocaña con dos hijos pequeños, de siete y dos años, en busca de un futuro distinto lejos de la guerra.
Por varios años, en Morales fue cocinera en fincas cocaleras a merced de los operativos militares o de otros actores armados. Dice que no quiere repetir esas vivencias y que “por allá no puede volver” por razones de seguridad. Su historia la escribe en un cuaderno de pasta blanda color azul, que guarda en una mesita de su cuarto como un tesoro. Allí, a mano, ha escrito varias de sus experiencias como víctima del conflicto armado. “Yo les quiero contar una historia muy real, de una mujer humilde que tuvo que trabajar. De vereda en vereda, tuvo que cocinar y de lo poco que ganaba a su casa comida poder llevar. Esta mujer, sin nadie a quien conocer, llegó a Brisas del Polaco de Norte de Santander. Dice que descansó porque su vida cambió con sus hijos, su nuera y sus nietos también”, lo lee a modo de rima, pero dice que su hijo, que es rapero, lo recitaría mejor.
Para ella, vivir en ese barrio ha sido encontrar un resguardo en medio del dolor: “Acá muchos de nosotros tenemos historias muy similares. Venimos del campo, sabemos lo que es la guerra; entonces uno encuentra similitudes con la gente alrededor y nos terminamos volviendo una comunidad”, afirma. Esa descripción la resume el profesor Dayron Reyes, de la Universidad Nacional, en una frase contundente: “Brisas del Polaco es la oportunidad después del dolor. Es escribir con esperanza lo que un día fue guerra”.
El docente trabaja cada 15 días con las familias del barrio en un proyecto llamado Brisas de Oportunidad, en el que integra a los jóvenes a los relatos sobre el conflicto armado. “Brisas del Polaco no es más que una seccional del Catatumbo en medio de un municipio intermedio como es Ocaña. A veces cuando uno dice que Ocaña es la puerta del Catatumbo quiere casi como no implicar a Ocaña en medio del Catatumbo. Y resulta que todo lo que sucede en el Catatumbo hace eco aquí, este barrio es producto de eso”.
*Integrante de la revista Reticular y estudiante de la Universidad Francisco de Paula Santander.