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El bloque paramilitar, codirigido por ‘Otoniel’, que llegó hasta Bogotá

El Bloque Centauros de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) operó entre 1997 y 2006 en cinco departamentos, principalmente en los Llanos orientales, y alcanzó a tener más de 4.000 miembros. El Centro Nacional de Memoria Histórica publicó un informe sobre las afectaciones y resistencias que generó en la zona y la creación del Frente Capital. Hablamos con su investigador.

Natalia Romero Peñuela
26 de noviembre de 2021 - 11:32 p. m.
El Bloque Centauros alcanzó a tener más de 4.000 personas bajo su mando. Foto de referencia.
El Bloque Centauros alcanzó a tener más de 4.000 personas bajo su mando. Foto de referencia.
Foto: Auc ARCHIVO PARTICULAR

En la plaza principal del corregimiento de La Chapa, en Hato Corozal (Casanare), los paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) tuvieron una de sus mayores escuelas de entrenamiento en los Llanos donde estuvieron al menos de 2.000 efectivos desde 1997 hasta 2006. “La analogía puede ser muy fuerte, pero, imagínense, es como si en la Plaza de Bolívar de Bogotá hubiera pistas de arrastre bajo, unas redes y todo un campo de entrenamiento paramilitar y que la gente tuviera que convivir con ello”, señala el investigador del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), Daniel Martínez.

Se trataba de uno de los campos de entrenamiento del Bloque Centauros, del que se publicó el informe ‘Memorias de una guerra por los Llanos’, lanzado este miércoles 24 de noviembre en la Universidad Javeriana. Las afectaciones que generó este bloque son muy poco conocidas, pero se calcula que en 2004 el grupo alcanzó a tener 4.000 integrantes en los cinco departamentos de su influencia: Casanare, Meta, Guaviare, Boyacá y Cundinamarca.

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La mayor incidencia de este grupo se suele documentar desde la masacre de Mapiripán (Meta) en 1997. Martínez, quien coordinó el informe, explica que algunos antecedentes que le permitieron al bloque llegar a ese fortalecimiento. Entre las décadas del 70 y el 80, confluían en la región varias realidades: la fuerte presencia de la entonces guerrilla de las Farc, con ocho frentes del Bloque Oriental y el auge del narcotráfico con la bonanza marimbera (en Vista Hermosa y los márgenes del río Güejar) y de la coca (en el Alto y Bajo Ariari). Además, el poder de los esmeralderos, que por su experiencia con el negocio de esas piedras impulsaron el negocio de la droga, y una influencia importante del Cartel de Medellín.

Algunos grupos de autodefensa empezaron a surgir en la región, principalmente para defender del actuar de las Farc a esmeralderos y narcotraficantes, quienes tenían un interés económico y territorial en la zona. Estos primeros grupos fueron las Autodefensas Campesinas del Casanare (Acc) en 1986, las Autodefensas Campesinas del Meta y Vichada (Acmv), conocidos como ‘Carranceros’ en 1989, las autodefensas de San Martín en ese mismo año y, en 1997, las Autodefensas del Dorado.

Pero justo en ese año, Carlos y Vicente Castaño, al mando de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc), decidieron expandir su control hacia el sur del país. Según explica el investigador, “iniciaron con la masacre de Mapiripán, cometida entre el 15 y el 20 de julio de 1997 por las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (Accu), y se termina de crear el grupo por las alianzas de estas últimas [Accu] y las estructuras que ya estaban ahí como las Acc y Acmv”. La masacre de Mapiripán -que dejó 49 personas asesinadas y un número indeterminado de desaparecidas- es considerada uno de los hitos fundacionales de esta alianza. Sin embargo, entre 1997 y 1999 se cometieron 18 masacres más en la región con el fin de afianzar su control y propagar el terror en la población.

No obstante, fue hasta septiembre de 1998 que se le asignó el nombre de Bloque Centauros y se empezaron a reconfigurar las estructuras de la región: las Autodefensas de San Martín, con ‘Pirata’, pasan a ser el Frente Meta; las del Guaviare, bajo el mando de alias ‘Cuchillo’, conforman el Frente Guaviare y el Pedro Pablo González, con influencia de las Accu. También se forma el Frente Héroes de San Fernando en Hato Corozal, con influencia de las Acc.

La estructura tenía una división regional: “entre 1999 y el 2002, se dividieron en dos ejes: el eje norte estuvo principalmente conformado por quienes venían de las Auc y Accu, quienes tenían como cabeza principal a Darío Antonio Úsuga, ‘Otoniel’, conocido en la región como ‘Mauricio’ -recientemente capturado como comandante del Clan del Golfo-. Y otro eje sur, conformado por los llaneros, en cabeza de Manuel de Jesús Pirabán, conocido como ‘Pirata’,y Pedro Oliverio Guerrero Castillo o ‘Cuchillo’”, explicó Martínez.

Pero en el 2002 cambió drásticamente la trayectoria de la estructura porque llegó al mando Miguel Arroyave o ‘Arcángel’, quien tenía una larga tradición como narcotraficante y era conocido como “el señor de las aguas” porque tenía amplia experiencia en los compuestos químicos para la producción de cocaína. Pese a que durante mucho tiempo se rumoró que Arroyave compró la estructura como una “franquicia” de las Auc, él mismo y los hermanos Castaño lo negaron en repetidas ocasiones, y el informe señala la afirmación como “poco probable”.

Su visión era de negocio por que su llegada “convertiría a esta estructura en una de las más poderosas del país: la más grande, con al menos 4.000 combatientes en sus filas, la más extensa territorialmente, y una de las más fuertes económicamente”, explica el informe. Sin embargo, su comandancia profundizó las diferencias que ya existían con otros grupos en la región y generó una ruptura total con las Autodefensas Campesinas del Casanare; lo que llevó a la fase más violenta de la guerra en la zona, agudizada con el discurso antisubversivo y la infiltración de los sistemas políticos y económicos del territorio.

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La llegada a la capital del país

Este bloque tuvo también una amplia influencia en Soacha y Bogotá, principalmente en Ciudad Bolívar, los San Andresitos y Corabastos. Incluso se llegó a crear el Frente Capital, que, según señaló el investigador, ha sido invisibilizado desde la institucionalidad. “Lo primero que tuvimos que hacer fue ratificar con un sustento teórico y evidencias claras que sí existió y operó”, señaló Martínez.

El Frente Capital tuvo unos antecedentes en el asentamiento masivo de desplazados y desmovilizados del M-19, Quintín Lame y Epl en el sur de Bogot+a, en donde había una presencia diferenciada del Estado, lo que, según Martínez, no solo permitió, sino auspició el desarrollo de delincuencia y paramilitarismo. “En 2001, Carlos Castaño anunció la presencia en la capital para combatir las guerrillas de la zona y lo que hizo fue lo mismo que había hecho en los Llanos: cooptar las estructuras de la zona, que en este caso eran pandillas y grupos de delincuencia común”, explicó el investigador.

Este frente fue perfeccionado desde la cárcel por Miguel Arroyave y posterior a su liberación, cuando asumió la comandancia, utilizó las mismas estrategias del resto del Bloque Centauros: impuso violaciones a derechos humanos, extorsiones y la mal llamada limpieza social contra consumidores, personas LGBTI y militantes de izquierda.

Tras el asesinato de Miguel Arroyave (al parecer a manos de sus subalternos) y con las divisiones internas, en 2004 el grupo entra en un periodo de declive. Esto permitió que el Bloque Centauros, que hacía parte del proceso de paz que empezó en 2002 entre las Auc y el gobierno de Álvaro Uribe Vélez, se desmovilizara en dos etapas: una en septiembre de 2005 y otra en abril del 2006. Pese a ello, el informe señala que hubo una serie de irregularidades que mostraban desde esa época la posibilidad del resurgimiento o reconfiguración de grupos armados posdesmovilización.

Todos los hallazgos se pueden encontrar en el informe ‘Memorias de una guerra por los Llanos’, que está dividido en dos tomos: el primero, de 660 páginas, “De la violencia a las resistencias ante el Bloque Centauros de las Auc” y, el segundo, de 420 llamado “El Frente Capital y el declive del Bloque Centauros de las Auc”.

El poder de ‘Otoniel’

En entrevista con Colombia+20, Daniel Ricardo Martínez, coordinador de la investigación, ahondó en la influencia de ‘Otoniel’ en este bloque, la determinada llegada de Miguel Arroyave y la relación del bloque con fuerza pública y empresarios.

¿Cuál fue influencia de ‘Otonie’l en el Bloque Centauros?

La influencia es directa. Hubo dos grupos en esta estructura: los que venían de Accu (Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá) y los de los Llanos. Él venía de Urabá, era uno de los encargados precisamente de Accu. Tomó el alias de Mauricio y y llegó a Mapiripán. Era la representación de las Auc en los Llanos Orientales y estuvo todo el periodo completo, desde 1997, con la entrada de esa masacre, hasta casi el 2006. Lo único que no hizo fue desmovilizarse.

¿Por qué es tan determinante la llegada de Miguel Arroyave?

Lo más importante es que el hombre era un financiero. Fue determinante porque él agarró todo el tema del narcotráfico y le dio como un lavado de cal a todo eso, porque eso estaba muy desordenado. Como impulsó tanto el tema económico, desde las economías de guerra, le dio mucha financiación al grupo y con eso, más armas, más hombres y más de todo. El tipo sabía muy bien cómo era esa relación narcotráfico-paramilitares y supo cómo agarrar toda la coca que se conseguía en Guaviare, cómo hacer los cristalizaderos en el Meta y Casanare, y cómo sacar la coca por el Pacífico y el norte hacia otros países.

¿Y por qué llega él a la comandancia?

Ahí hay una discusión profunda entre lo que son los paramilitares puros y los narcotraficantes puros. No fue solamente Miguel Arroyave el que entró desde el narcotráfico a las estructuras paramilitares. Es bastante complejo y, de hecho, por eso se dan las guerras con Doble Cero, porque había una gente que decía “nosotros cómo podemos tener esa influencia del narcotráfico”. Pero definitivamente, aunque no se haya querido decir nunca, esa relación es muy unida. Arroyave estuvo en la cárcel desde 1999 al 2002 y desde ahí negoció con los Castaño que vieron en eso un impulso.

El nacimiento del Bloque Centauros está estrechamente ligado con la masacre de Mapiripán, una de las que mostró más evidentemente la relación de los paramilitares con la Fuerza Pública, ¿la relación posterior es así de evidente?

Esas relaciones se dieron constantemente. Cuando entrevistamos a Árlex Arango, excomandante del Frente Meta, contaba que él mismo iba al batallón básicamente de mercado y decía: me trae tantos fusiles, tantas pistolas, tantas municiones, tantos chalecos. Él mismo nos hacía la cuenta de cuánto podía costar un hombre: un paramilitar estaba entre 9 y 10 millones de pesos. La entrega de municiones fueron muy evidentes. Además, la colaboración no solo fue por acción sino también por omisión. En el caso de Mapiripán, cómo era posible que no supieran que venía un ejército de 200 hombres desde Urabá subiendo y bajando todo el país. Era obvio que sabían. Venían 15 camiones por al carretera de la vía al Llano y nadie se dio cuenta. La alianza también fue por omisión.

¿Y nunca hubo una persecución?

Sí, claro, no todo fue color de rosa en esa relación. No fue estable. Cuando Álvaro Uribe Vélez salió en el 2003 y dijo que iba a perseguir a todo el mundo e hizo la Operación Santuario, atacó fuertemente a las Autodefensas Campesinas de Casanare y al Bloque Centauros. También se da persecución de Fiscalía a algunos cabecillas. Pero en términos generales lo que hubo fue connivencia entre las dos estructuras.

¿Y los grupos posdesmovilización siguen teniendo esa relación?

En la investigación hablamos un poco de los grupos posdemovilización, pero nosotros no sabemos si Erpac (Ejército Revolucionario Popular Antisubversivo de Colombia) que es el que funda ‘Cuchillo’ después de la desmovilización o el mismo Clan del Golfo y las Águilas Negras siguen teniendo esa relación. Eso nosotros no lo documentamos. La investigación llega hasta la desmovilización. Lo que sí decimos es: había caletas, había personas con fines de desmovilización, había roles que nunca se desmovilizaron. Los caleteros nunca se desmovilizaron ni varios de los grandes comandantes. Blanco es y gallina lo pone: era obvio que iba a haber un proceso posterior de grupos armados porque para qué tienen caletas y armas, por qué entregan fusiles viejos, hay hasta registros de entrega de fusiles sin culata y fusiles sin cañón, cosas que no servían. Iban a surgir evidentemente otros grupos.

¿También se identificaron relaciones con empresas en la zona?

Sí, pero es un tema muy delicado. Hubo magistrados que nos contaban casos como: aquí llegó X y Y empresa o ganadero o esmeraldero y pusieron el dinero. Pero esos terceros no entraron en los procesos legales. No existe legislación al respecto. Podemos decir que se acabó el paramilitarismo pero esas personas cuando vean algún riesgo pueden financiar otro grupo, un ejército privado. Es un tema muy complejo porque pese a que sí se habla, no hay evidencias de la relación con el Bloque Centauros, no sabemos si el aporte era voluntario o era una extorsión de manera coercitiva.

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