El comandante de la zona donde terminó la dejación de armas de las Farc
Jose Manuel Sierra Sabogal, también conocido como “El Zarco Aldinever", fue un heredero político y militar del Mono Jojoy así como el máximo comandante del Bloque Oriental. Hoy, coordina la zona veredal de Mesetas (Meta);donde este martes la insurgencia dejará el 100% de su armamento.
Edinson Arley Bolaños / @eabolanos
Jose Manuel Sierra Sabogal, también conocido como El Zarco Aldinever o Aldinever Morantes, fue uno de los pocos hombres que heredó el ala política y militar del Mono Jojoy, el máximo jefe del bloque Oriental de las Farc, donde Morantes perteneció al Estado Mayor de esta estructura militar. Ingresó a esa guerrilla el 27 de diciembre de 1990, cuando apenas tenía 14 años y dos años después de que los paramilitares asesinaran a su abuelo y a dos tíos en Restrepo (Meta). Muchos de sus familiares fueron colonos en los Llanos, en pleno apogeo de la violencia bipartidista en el Piedemonte llanero.
Aldinever Morantes, como se hace llamar aún, llegó a las filas justo en los días en que se rompieron los diálogos de paz con el gobierno de Cesar Gaviria, quien ordenó bombardear el campamento de Casa Verde en 1990 (ubicado en La Uribe, Meta), donde se encontraban los miembros del secretariado de las Farc. Entonces, Morantes ingresó a la insurgencia tras la llegada de los primeros frentes de las Farc, que surgieron en Cundinamarca y Boyacá, a La Uribe, donde conoció a Bladimir Steven, con quien entró de la mano a la insurgencia.
Dice que la guerrilla fue la única forma de vida que encontró en un país que ya venía en guerra, desde que el presidente Rojas Pinilla declaró el comunismo como ilegal. Cuatro años después de su arribo a la selva, Morantes fue ascendido por primera vez a reforzante de escuadra, luego fue comandante de compañía, de columna, de frente y, hasta hoy, cuando las Farc dejen el 100% de las armas, miembro del Estado Mayor del Bloque Oriental (Embo).
Fue uno de los 9 comandantes que en 2012 empezó a figurar en los medios nacionales, tras la noticia de que él había conversado con la madre de Edson Páez Serna. Morantes fue quien confirmó que esa guerrilla tenía en su poder al joven estudiante de administración de empresas de la Universidad San Martín. En ese momento los medios colombianos reportaron que las Farc supuestamente recibieron $200 millones que pagó la familia por el rescate. Sin embargo, el joven no volvió y la guerrilla, al parecer, pidió otros $300 millones cuando, según el Gaula, Edson Páez ya estaba muerto.
Aunque el caso de Páez sin duda será un proceso por resolverse en la Justicia Especial para la Paz, Morantes dice que tiene testigos de lo que en realidad sucedió y que no hay responsabilidades individuales. Agregó que la responsabilidad es de las Farc y que se asumirá de manera colectiva. Al caso del universitario también se suman otros señalamientos contra Morantes, como por ejemplo, reactivar milicas de las Farc en Bogotá, y liderar extorsiones y atentados en poblaciones como Cabrera, Venecia y Gutiérrez y la zona del páramo de Sumapaz, en Cundinamarca.
Como muchos miembros de la guerrilla en el proceso de desarme, es hermético a la hora de hablar de las armas que tuvo las Farc durante la guerra. Asegura que ya no las necesitan, aunque menciona de manera general la artillería que cargó durante 27 años en la insurgencia. “Pistolas, fusiles, armas de artillería…todo eso lo conocimos porque la guerra nos obligó, y en muchos casos a portarlas y hasta a dispararlas”, dijo, días antes de que en la zona veredal que coordina, la Mariana Páez en Mesetas (Meta), deje las últimas armas la guerrilla más antigua de América Latina. Ahí están concentrados 520 combatientes, que serán el telón de fondo de este acto simbólico.
El Bloque Oriental al que perteneció Morantes, fue militarmente fuerte durante la guerra y muchas de las armas que hoy dejarán, cuenta Morantes, son fusiles y ametralladoras que se recuperaron en combates o durante las tomas a las estaciones de Policía, principalmente en la última década de los 90 y a principios del 2000, justo cuando el Bloque Oriental tenía la misión de liderar la toma del poder por las armas en la capital del país.
“¿Y qué significaron las armas para las Farc?”, le pregunté una tarde al anfitrión del acto en el que la guerrilla desarmará a todos sus combatientes. “Quiere decir que gracias a esos fusiles tuvimos la posibilidad de construir un acuerdo de paz en consenso, eso fue lo que significó para nosotros. Ya en este momento no significan nada. Nosotros, experiencia militar si tenemos, en guerra de guerrillas, pero también tenemos experiencia política”, comentó.
Desde el domingo pasado, Morantes ha sido el encargado de coordinar parte de la logística del evento en el que más de 7 mil hombres de las Farc terminarán de dejar las armas. Esa misma noche se reunió con más de 200 combatientes en la sala de asambleas del campamento donde se instaló la tarima para el cumplido y ahí dictó las decisiones tomadas para recibir a ocho de los miembros del secretariado de las Farc y al Presidente Juan Manuel Santos. Finalmente, este martes en la zona que Morantes coordina y en la tierra que combatió, se realizará el acto simbólico del adiós a los fusiles. “Aquí nacimos y aquí nos quedamos”, concluyó .
*Edinson Bolaños fue enviado especial de El Espectador y Colombia2020 a Mesetas.
Jose Manuel Sierra Sabogal, también conocido como El Zarco Aldinever o Aldinever Morantes, fue uno de los pocos hombres que heredó el ala política y militar del Mono Jojoy, el máximo jefe del bloque Oriental de las Farc, donde Morantes perteneció al Estado Mayor de esta estructura militar. Ingresó a esa guerrilla el 27 de diciembre de 1990, cuando apenas tenía 14 años y dos años después de que los paramilitares asesinaran a su abuelo y a dos tíos en Restrepo (Meta). Muchos de sus familiares fueron colonos en los Llanos, en pleno apogeo de la violencia bipartidista en el Piedemonte llanero.
Aldinever Morantes, como se hace llamar aún, llegó a las filas justo en los días en que se rompieron los diálogos de paz con el gobierno de Cesar Gaviria, quien ordenó bombardear el campamento de Casa Verde en 1990 (ubicado en La Uribe, Meta), donde se encontraban los miembros del secretariado de las Farc. Entonces, Morantes ingresó a la insurgencia tras la llegada de los primeros frentes de las Farc, que surgieron en Cundinamarca y Boyacá, a La Uribe, donde conoció a Bladimir Steven, con quien entró de la mano a la insurgencia.
Dice que la guerrilla fue la única forma de vida que encontró en un país que ya venía en guerra, desde que el presidente Rojas Pinilla declaró el comunismo como ilegal. Cuatro años después de su arribo a la selva, Morantes fue ascendido por primera vez a reforzante de escuadra, luego fue comandante de compañía, de columna, de frente y, hasta hoy, cuando las Farc dejen el 100% de las armas, miembro del Estado Mayor del Bloque Oriental (Embo).
Fue uno de los 9 comandantes que en 2012 empezó a figurar en los medios nacionales, tras la noticia de que él había conversado con la madre de Edson Páez Serna. Morantes fue quien confirmó que esa guerrilla tenía en su poder al joven estudiante de administración de empresas de la Universidad San Martín. En ese momento los medios colombianos reportaron que las Farc supuestamente recibieron $200 millones que pagó la familia por el rescate. Sin embargo, el joven no volvió y la guerrilla, al parecer, pidió otros $300 millones cuando, según el Gaula, Edson Páez ya estaba muerto.
Aunque el caso de Páez sin duda será un proceso por resolverse en la Justicia Especial para la Paz, Morantes dice que tiene testigos de lo que en realidad sucedió y que no hay responsabilidades individuales. Agregó que la responsabilidad es de las Farc y que se asumirá de manera colectiva. Al caso del universitario también se suman otros señalamientos contra Morantes, como por ejemplo, reactivar milicas de las Farc en Bogotá, y liderar extorsiones y atentados en poblaciones como Cabrera, Venecia y Gutiérrez y la zona del páramo de Sumapaz, en Cundinamarca.
Como muchos miembros de la guerrilla en el proceso de desarme, es hermético a la hora de hablar de las armas que tuvo las Farc durante la guerra. Asegura que ya no las necesitan, aunque menciona de manera general la artillería que cargó durante 27 años en la insurgencia. “Pistolas, fusiles, armas de artillería…todo eso lo conocimos porque la guerra nos obligó, y en muchos casos a portarlas y hasta a dispararlas”, dijo, días antes de que en la zona veredal que coordina, la Mariana Páez en Mesetas (Meta), deje las últimas armas la guerrilla más antigua de América Latina. Ahí están concentrados 520 combatientes, que serán el telón de fondo de este acto simbólico.
El Bloque Oriental al que perteneció Morantes, fue militarmente fuerte durante la guerra y muchas de las armas que hoy dejarán, cuenta Morantes, son fusiles y ametralladoras que se recuperaron en combates o durante las tomas a las estaciones de Policía, principalmente en la última década de los 90 y a principios del 2000, justo cuando el Bloque Oriental tenía la misión de liderar la toma del poder por las armas en la capital del país.
“¿Y qué significaron las armas para las Farc?”, le pregunté una tarde al anfitrión del acto en el que la guerrilla desarmará a todos sus combatientes. “Quiere decir que gracias a esos fusiles tuvimos la posibilidad de construir un acuerdo de paz en consenso, eso fue lo que significó para nosotros. Ya en este momento no significan nada. Nosotros, experiencia militar si tenemos, en guerra de guerrillas, pero también tenemos experiencia política”, comentó.
Desde el domingo pasado, Morantes ha sido el encargado de coordinar parte de la logística del evento en el que más de 7 mil hombres de las Farc terminarán de dejar las armas. Esa misma noche se reunió con más de 200 combatientes en la sala de asambleas del campamento donde se instaló la tarima para el cumplido y ahí dictó las decisiones tomadas para recibir a ocho de los miembros del secretariado de las Farc y al Presidente Juan Manuel Santos. Finalmente, este martes en la zona que Morantes coordina y en la tierra que combatió, se realizará el acto simbólico del adiós a los fusiles. “Aquí nacimos y aquí nos quedamos”, concluyó .
*Edinson Bolaños fue enviado especial de El Espectador y Colombia2020 a Mesetas.