El cuerpo de las mujeres afro quiso ser "colonizado" en el conflicto armado
El racismo estructural, el patriarcado, el colonialismo y las armas llevó a que las mujeres negras fueran victimizadas por todos los actores armados. Y son ellas las que reconstruyen sus territorios.
Beatriz Valdés Correa - @beatrijelena
El territorio de las comunidades afrocolombianas ha sido invadido, saqueado y manchado con sangre. Los cuerpos de las mujeres, como su territorio, también fue violentado, y, en ambos casos las motivaciones han estado cimentadas en el racismo y el colonialismo. Cuando se habla de mujeres, su suma también el patriarcado. “Se cree que nosotros como comunidades negras no tenemos derecho a vivir en tierras ricas, en tierras que garanticen mejores condiciones de vida”, sentencia con fuerza Clemencia Carabalí, lideresa afro del Norte del Cauca y ganadora del Premio a la Defensa de los Derechos Humanos en 2019. Por eso se les desplaza, señala Carabalí. Sin embargo, todos los hechos que como comunidad han tenido que vivir los afros de Colombia tiene una afectación particular a las mujeres. A ellas se les violentó sexualmente, se les esclavizó en labores de cuidado y crianza, y tuvieron que hacerse cargo de familias extensas cuando la guerra se llevó a sus compañeros hombres.
Para la Comisión de la Verdad esta historia parte de la deshumanización de los cuerpos negros, como lo señala Clara Inés Valdés, quien hace parte del Grupo de Género de la Comisión y está encargada del tema afro: “Históricamente el cuerpo negro ha sido deshumanizado, desde la trata, y esto se ha traducido en un objeto intercambiable y comercializable. Son los rezagos de la esclavitud. Después, dados los rasgos fenotípicos de la gente negra, se ha seguido generando una percepción en la que no nos hemos podido despojar de esa noción colonial. Continúan las prácticas coloniales cuando se piensa que es un cuerpo-objeto de fácil acceso, sin valor, que debe ser colonizado, mercantilizado, exotizado e hipersexualizado. En el caso de abuso sexual, al tener un cuerpo que está desposeído de la humanidad, no hay problema en vulnerarlo y violentarlo".
(Le puede interesar: “El conflicto fue el enemigo más fuerte de las mujeres”: sobreviviente de violencia sexual)
De esta manera, como señala Salomé Gómez Corrales, coordinadora del Grupo de Género de la Comisión, se deja en las víctimas el mensaje del despojo de sus cuerpos. "Lo más grave es que ni siquiera se reconoce que se les está haciendo daño, o se está minando el cuerpo de las mujeres porque se cree sin valor y sin sentido, y que no tiene derecho al reclamo. Además, no se les ve como sujetas de derechos", dice.
Desde la Comisión, encargada de investigar qué pasó en el conflicto armado, se han podido evidenciar múltiples violencias sexuales, como la violación, la desnudez forzada, los abortos forzados, las maternidades forzadas, el empalamiento, entre otras. "Las violencias sexuales se exacerban dada la hipersexualización de los cuerpos y las naciones de cuerpo-objeto colonizado. Tiene que ver con la permanencia de la violencia después del conflicto armado, dado que continúan empobrecidas que no permiten la superación ni la reparación efectiva", señala Valdés. Y apunta que, además, tiene que ver con que los cuerpos de las mujeres afros a menudo también se les asocia con lo mágico o lo pecaminoso.
En el Cauca, señalaron las mujeres de Buenos Aires en su informe Voces Valientes, los paramilitares les decían que solo servían para la cama y la cocina, entonces las disminuyeron a esos espacios. Y fueron obligadas a tener a los bebés producto de esas violencias o fueron obligadas a abortar o a criar los hijos de otras mujeres, dado ese rol de cuidado y esclavitud doméstica. Valdés señala que, además, han evidenciado la violencia a partir del enamoramiento. Es decir, “se usaron a las mujeres negras para que con estos cuerpos exotizados fueran carne de cañón para posibilitar acciones de la guerra”.
(Le puede interesar: Las mujeres rurales reviven violencias de la guerra en medio de la pandemia)
Según las cifras estatales disponibles, el 18% del total de las víctimas de violencia sexual han sido mujeres afrocolombianas, raizales y palenqueras (no se sabe de cuánto es el subregistro) y el 30% de las víctimas afro fueron violentadas en la región Caribe.
Sin embargo, la violencia también ha ido más allá. “Los mismos sujetos que hoy nos explotan son los herederos de los esclavistas y quienes somos los explotados hoy somos los herederos de la gente que fue esclavizada. Esa política de muerte sigue siendo la misma. Queremos que se pueda pensar una reparación histórica y es que nos dejen vivir en paz, que si no nos dan pues que al menos no nos quiten lo poquito que tenemos para vivir tranquilos en este territorio”, dice Francia Márquez Mina, quien, junto a Clemencia Carabalí, lideró la entrega del informe “Gritos de mujeres negras por la libertad, la reparación y la memoria” este jueves a la Comisión de la Verdad.
En este detallan los impactos del conflicto armado en sus territorios y cómo las economías externas se impusieron e imposibilitaron las propias del pueblo afro del Cauca. Aquí aparece la desterritorialización, el despojo y el desplazamiento forzado. Por ejemplo, en lugares donde han ocurrido desplazamientos masivos, de miles de personas, la mayoría de estas son mujeres. Esto produjo también que muchas mujeres desplazadas terminaran como empleadas domésticas, un trabajo en el, que dado el racismo estructural, sufrieron más violencia.
(Lea también: Los dolores que dejó la guerra en las mujeres negras del norte del Cauca)
"Las mujeres negras han sido desplazadas desde su territorio de origen, pero se trasladan a otros territorios y vuelven a ser desplazadas y luego llegan a otros desplazamientos de orden racial, dada la imposibilidad de continuar la vida que conocían y la pervivencia. Las mayores afectaciones las tienen las mujeres dado que han perdido a sus compañeros, hijos y padres, y han tenido que continuar solas en familias extensas", explica Clara Valdés.
Sin embargo, son ellas mismas las que han reconstruido sus comunidades. Como es el caso del desplazamiento masivo que hubo en Riosucio (Chocó) en 1997 por las operaciones Génesis y Cacarica, en el que las mujeres que se quedaron en Turbo fueron las que articularon la comunidad desplazada y se juntaron en la organización Clamores, para seguir exigiendo sus derechos; y también las que lideraron el regreso a las zonas humanitarias Nueva Vida y Nueva Esperanza en Dios. “A pesar de tanto dolor y sufrimiento, estamos viendo la fuerza de las mujeres en permanecer en sus territorios, resistir y regresar", dice Salomé Gómez Corrales. Son ellas las que cantan en los rituales para despedir a sus seres amados asesinados; las que atienden los partos de nuevas generaciones afros; las mismas que luchan por el derecho a vivir en paz en sus territorios, y que hoy cuentan sus verdades.
El territorio de las comunidades afrocolombianas ha sido invadido, saqueado y manchado con sangre. Los cuerpos de las mujeres, como su territorio, también fue violentado, y, en ambos casos las motivaciones han estado cimentadas en el racismo y el colonialismo. Cuando se habla de mujeres, su suma también el patriarcado. “Se cree que nosotros como comunidades negras no tenemos derecho a vivir en tierras ricas, en tierras que garanticen mejores condiciones de vida”, sentencia con fuerza Clemencia Carabalí, lideresa afro del Norte del Cauca y ganadora del Premio a la Defensa de los Derechos Humanos en 2019. Por eso se les desplaza, señala Carabalí. Sin embargo, todos los hechos que como comunidad han tenido que vivir los afros de Colombia tiene una afectación particular a las mujeres. A ellas se les violentó sexualmente, se les esclavizó en labores de cuidado y crianza, y tuvieron que hacerse cargo de familias extensas cuando la guerra se llevó a sus compañeros hombres.
Para la Comisión de la Verdad esta historia parte de la deshumanización de los cuerpos negros, como lo señala Clara Inés Valdés, quien hace parte del Grupo de Género de la Comisión y está encargada del tema afro: “Históricamente el cuerpo negro ha sido deshumanizado, desde la trata, y esto se ha traducido en un objeto intercambiable y comercializable. Son los rezagos de la esclavitud. Después, dados los rasgos fenotípicos de la gente negra, se ha seguido generando una percepción en la que no nos hemos podido despojar de esa noción colonial. Continúan las prácticas coloniales cuando se piensa que es un cuerpo-objeto de fácil acceso, sin valor, que debe ser colonizado, mercantilizado, exotizado e hipersexualizado. En el caso de abuso sexual, al tener un cuerpo que está desposeído de la humanidad, no hay problema en vulnerarlo y violentarlo".
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De esta manera, como señala Salomé Gómez Corrales, coordinadora del Grupo de Género de la Comisión, se deja en las víctimas el mensaje del despojo de sus cuerpos. "Lo más grave es que ni siquiera se reconoce que se les está haciendo daño, o se está minando el cuerpo de las mujeres porque se cree sin valor y sin sentido, y que no tiene derecho al reclamo. Además, no se les ve como sujetas de derechos", dice.
Desde la Comisión, encargada de investigar qué pasó en el conflicto armado, se han podido evidenciar múltiples violencias sexuales, como la violación, la desnudez forzada, los abortos forzados, las maternidades forzadas, el empalamiento, entre otras. "Las violencias sexuales se exacerban dada la hipersexualización de los cuerpos y las naciones de cuerpo-objeto colonizado. Tiene que ver con la permanencia de la violencia después del conflicto armado, dado que continúan empobrecidas que no permiten la superación ni la reparación efectiva", señala Valdés. Y apunta que, además, tiene que ver con que los cuerpos de las mujeres afros a menudo también se les asocia con lo mágico o lo pecaminoso.
En el Cauca, señalaron las mujeres de Buenos Aires en su informe Voces Valientes, los paramilitares les decían que solo servían para la cama y la cocina, entonces las disminuyeron a esos espacios. Y fueron obligadas a tener a los bebés producto de esas violencias o fueron obligadas a abortar o a criar los hijos de otras mujeres, dado ese rol de cuidado y esclavitud doméstica. Valdés señala que, además, han evidenciado la violencia a partir del enamoramiento. Es decir, “se usaron a las mujeres negras para que con estos cuerpos exotizados fueran carne de cañón para posibilitar acciones de la guerra”.
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Según las cifras estatales disponibles, el 18% del total de las víctimas de violencia sexual han sido mujeres afrocolombianas, raizales y palenqueras (no se sabe de cuánto es el subregistro) y el 30% de las víctimas afro fueron violentadas en la región Caribe.
Sin embargo, la violencia también ha ido más allá. “Los mismos sujetos que hoy nos explotan son los herederos de los esclavistas y quienes somos los explotados hoy somos los herederos de la gente que fue esclavizada. Esa política de muerte sigue siendo la misma. Queremos que se pueda pensar una reparación histórica y es que nos dejen vivir en paz, que si no nos dan pues que al menos no nos quiten lo poquito que tenemos para vivir tranquilos en este territorio”, dice Francia Márquez Mina, quien, junto a Clemencia Carabalí, lideró la entrega del informe “Gritos de mujeres negras por la libertad, la reparación y la memoria” este jueves a la Comisión de la Verdad.
En este detallan los impactos del conflicto armado en sus territorios y cómo las economías externas se impusieron e imposibilitaron las propias del pueblo afro del Cauca. Aquí aparece la desterritorialización, el despojo y el desplazamiento forzado. Por ejemplo, en lugares donde han ocurrido desplazamientos masivos, de miles de personas, la mayoría de estas son mujeres. Esto produjo también que muchas mujeres desplazadas terminaran como empleadas domésticas, un trabajo en el, que dado el racismo estructural, sufrieron más violencia.
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"Las mujeres negras han sido desplazadas desde su territorio de origen, pero se trasladan a otros territorios y vuelven a ser desplazadas y luego llegan a otros desplazamientos de orden racial, dada la imposibilidad de continuar la vida que conocían y la pervivencia. Las mayores afectaciones las tienen las mujeres dado que han perdido a sus compañeros, hijos y padres, y han tenido que continuar solas en familias extensas", explica Clara Valdés.
Sin embargo, son ellas mismas las que han reconstruido sus comunidades. Como es el caso del desplazamiento masivo que hubo en Riosucio (Chocó) en 1997 por las operaciones Génesis y Cacarica, en el que las mujeres que se quedaron en Turbo fueron las que articularon la comunidad desplazada y se juntaron en la organización Clamores, para seguir exigiendo sus derechos; y también las que lideraron el regreso a las zonas humanitarias Nueva Vida y Nueva Esperanza en Dios. “A pesar de tanto dolor y sufrimiento, estamos viendo la fuerza de las mujeres en permanecer en sus territorios, resistir y regresar", dice Salomé Gómez Corrales. Son ellas las que cantan en los rituales para despedir a sus seres amados asesinados; las que atienden los partos de nuevas generaciones afros; las mismas que luchan por el derecho a vivir en paz en sus territorios, y que hoy cuentan sus verdades.