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Hasta el miércoles 1 de diciembre de 2021, Laura María Montoya ejercerá como directora del Museo de la Memoria. Presentó su renuncia apenas cinco meses después de haberse posesionado, denunciando sabotaje a sus funciones desde la dirección general del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), en cabeza de Darío Acevedo. Mientras tanto, él la acusó desde su cuenta de Twitter de hacer parte de una confabulación en su contra, para demeritar su gestión al frente del centro. Lo cierto es que Montoya es ahora la tercera funcionaria en cadena que ha renunciado a la dirección del Museo desde que Acevedo asumió como director del CNMH, hace dos años y medio.
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Lo curioso es que se trata de personas que el mismo Acevedo ha traído para dirigir el Museo porque tenían una relación de confianza, pero que renunciaron argumentando diferencias irreconciliables con el director. El primero fue Rafael Tamayo, de quien Acevedo conocía su trabajo en la Facultad de Historia de la Universidad Nacional de Medellín. Llegó a dirigir el Museo en mayo de 2019 con dos tareas fundamentales: avanzar en su construcción física en Bogotá y reorientar el plan de exposiciones.
Las tensiones entre ambos, explica Tamayo, se iniciaron por la exposición “Voces para Transformar a Colombia”, con la que el director no estaba de acuerdo al considerar que tenía un sesgo político marcado, entre otros, hacia víctimas de la Unión Patriótica. Ese escándalo estalló a finales de 2019, cuando se conoció que Acevedo estaba intentando modificar la exposición. Tamayo defendía la centralidad del papel de las víctimas, quienes habían construido esa pieza.
Precisamente ese diálogo con las víctimas, como lo denunció Montoya en su carta de renuncia, incomodaba a Acevedo. “El malestar de la dirección general es que siente que hay una conversación con las víctimas que no puede controlar, porque es un diálogo y por ende no lo puede direccionar como quisiera”, sostiene Tamayo.
También hizo alusión al afán de la actual dirección de tener listo el Museo antes de que acabe la presidencia de Iván Duque, algo de lo que también habló Montoya en su renuncia. “Por una parte, el Gobierno actual quiere demostrarle a la comunidad internacional que construyó el edificio del Museo de Memoria para sacar pecho; pero por otro, el contenido del museo, el diseño de exposiciones en diálogo con las víctimas no se está haciendo y se está intencionalmente bombardeando y destruyendo”, dice Tamayo. Tras siete meses en el cargo, Acevedo le pidió la renuncia en diciembre de 2019.
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Fabio Bernal, que venía de trabajar con museos militares, se posesionó como director del Museo en febrero de 2020. Hasta el momento, es quien más ha perdurado en el cargo pues estuvo poco más de un año, hasta mayo de 2021, cuando le presentó la renuncia a Acevedo. Fue durante su dirección cuando la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) abrió las dos investigaciones para determinar si él y Darío Acevedo modificaron las exposiciones Voces para Transformar a Colombia y SaNaciones. Este último proceso la JEP lo abrió en abril de 2021 y un mes después Bernal dimitió de su cargo sin explicar los motivos. Consultado por este diario, se negó a dar declaraciones al respecto.
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El panorama es más crítico en la dirección de Construcción de Memoria, pilar del CNMH al ser la encargada de todas las investigaciones e informes que produce la entidad. Desde la posesión de Acevedo hasta hoy, ya son cinco las personas que han estado al frente de esa dirección. Las cuatro primeras renunciaron tras pocos meses de trabajo.
El primero fue Carlos Alirio Flórez, doctor en historia, a quien Acevedo conocía porque le había dirigido la tesis del doctorado en la Universidad Nacional en Medellín. “Pronto me di cuenta de que tenía poca autonomía en relación con la dirección general. Había que seguir sus directrices al pie de la letra”, asegura el exfuncionario. Algunas de esas indicaciones apuntaban, explica Flórez, a priorizar un sector de víctimas sobre los demás: las de las Fuerzas Militares, con quienes Acevedo no ha ocultado su cercanía. La posición del director sobre la negación del conflicto armado también los distanció, afirma.
A los tres meses de estar en el cargo, Flórez tuvo que trasladarse a Medellín por una situación de salud de su hijo. Ante ello, Acevedo cuestionó el desarrollo de su gestión. En junio de 2019 presentó su renuncia irrevocable.
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Sobre la salida de Flórez hay otras versiones que señalan irregularidades sobre su gestión y trato con personas subalternas. En particular fue problemático un contrato que gestionó con la Universidad Autónoma de Occidente para realizar un trabajo de memoria con las víctimas del caso de secuestro en la Iglesia La María, ocurrido el 30 de mayo de 1999. Su hermano, Jesús Alfonso Flórez, era entonces el decano de la Facultad de Humanidades y Artes Visuales de esa universidad, beneficiada con ese contrato del centro. Si bien el contrato no se firmó durante su periodo de dirección, fue quien hizo las gestiones para que se terminara firmando en noviembre de ese año.
Otro paso fugaz por esa dirección tuvo Giovana Pérez, quien venía del Museo Casa de la Memoria en Medellín. Se posesionó en julio de 2019 y en diciembre presentó su renuncia sin explicar sus motivos. Consultada por este diario, también prefirió no dar declaraciones.
El tercero en asumir el cargo fue Sebastián Londoño, asesor directo de Acevedo y quien llegó en enero de 2020 (ya con importantes rezagos en ejecución de metas). Su salida en agosto de ese año tuvo un detonante muy similar al que generó la renuncia de Montoya. Ella afirmó que una entrevista con este diario, en la que se le indagó por su cercanía con el uribismo y su distancia con la museografía o la historia, rompió su comunicación con Acevedo. En el caso de Londoño fue una entrevista a El Tiempo en la que se cuestionaba la convocatoria que se abrió con Minciencias para financiar proyectos de investigación del conflicto armado.
En la nota, el funcionario aseguró que las prevenciones de los centros de investigación que rechazaron la convocatoria no eran solo por los parámetros, sino por las conocidas posiciones de Acevedo sobre el conflicto armado. Semanas después de esa entrevista, que no le gustó a Acevedo, el funcionario renunció.
Quien lo reemplazó fue Jenny Lopera, que precisamente estuvo en esa dirección hasta el pasado 31 de octubre, cuando renunció al cargo. Actualmente, en la dirección fue nombrado Alberto Moreno. El problema que ha dejado la seguidilla de renuncias en esta dirección quedó en evidencia en el comunicado que emitió Darío Acevedo este lunes, en el que reconoció que esa dependencia está atrasada con metas de 2019 y 2020, aunque aseguró que “se pondrá al día al final de este año”.
¿Por qué es grave que en las dos dependencias más importantes del Centro Nacional de Memoria Histórica los directores no duren más de un año? La respuesta la resume Lorena Luengas, quien también renunció a su cargo en el equipo de Curaduría del Museo de Memoria, en junio de 2020. En su caso, fue tras la negativa del entonces director del Museo, Fabio Bernal, a dejarle conocer la respuesta oficial a la JEP cuando abrió la investigación sobre Voces para Transformar a Colombia, en cuya construcción ella había participado directamente. “En el caso de Laura Montoya, su pérdida es muy valiosa porque ella era muy buena en la ejecución. Y aquí ya estamos hablando de que el Museo de la Memoria debe ser una realidad. Se está vulnerando la memoria de todas las víctimas. Aquí ya no es unas sobre las otras, son todas; está en juego el deber de memoria del Estado. El Museo es una medida de reparación simbólica. ¿Qué le estamos garantizando a nuestras víctimas?”, pregunta la hoy exfuncionaria.