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                                                                                                                                El diario de una artista que pintó la guerra del Catatumbo

                                                                                                                                Las obras de Nohemí Pérez sobre su territorio han llegado hasta Praga. Además de contar su región a través de las artes plásticas, decidió escribir su propia historia sobre el Catatumbo en un diario en el que se entrecruzan historias familiares con los acontecimientos históricos que marcaron la historia de estos municipios de Norte de Santander.

                                                                                                                                Sebastián Forero Rueda / @Sebasforeror

                                                                                                                                Nohemí Pérez, artista plástica nacida en Tibú, Norte de Santander. / Óscar Pérez - El Espectador
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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Lea: El Catatumbo resiste y renace, pero necesita un Estado presente

                                                                                                                                Antes de escribir lo que se convertiría en un diario íntimo del Catatumbo, Pérez empezó a mostrar esta región a través de lo que le ha dado reconocimiento internacional: las artes plásticas. Luego de culminar su bachillerato en Tibú, se fue a Barranquilla a iniciar sus estudios en Pintura, que terminó en la Escuela Superior de Artes de Bogota. “Catatumbo”, una exposición en la que evidenciaba los impactos de la extracción de carbón en su territorio, fue la primera instalación en la que decidió escudriñar su región y exponerla en la capital del país.  A ella le siguió “Panorama”, en la que en 10 inmensas telas, cada una de cinco metros de longitud, la artista dibujó con carbón la selva que para ella representaba la región. Esa instalación fue presentada también en La Paz (Bolivia) y cuatro de esas telas llegaron hasta un salón de arte en Praga (República Checa).

                                                                                                                                Pero sentía que había más por contar. Decidió entonces coger un cuaderno y situarse un siglo atrás para empezar a narrar la historia de estos 11 municipios de Norte de Santander. Arrancó desde los primeros años del siglo XX, cuando se aprobó la llamada concesión Barco, que le otorgaba al general Virgilio Barco Martínez derechos para explotar el petróleo en esta región. El hecho marcaba un punto de quiebre en este territorio pues significaba el primer contacto con el pueblo indígena Barí, quienes para la época eran los únicos habitantes de esa selva.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                “Entre las cuadrillas de trabajadores que perforaban los pozos se organizaban equipos para la cacería de indios secundados o dirigidos por las autoridades o grupos policiales para repeler los ataques de los indios. Se internaban en la selva donde perseguían a hombres, mujeres y niños.”

                                                                                                                                Trabajadores petroleros abriendo trochas en el Catatumbo. 1938.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Recuerdo una que desde esa época se quedó en Tibú a quien llamaban ‘la cuatrocientos’ porque según cuentan, una noche llegó a atender a cuatrocientos hombres. Nunca pude ver su cara ya que vivía en una casa en medio de un lote y cuando pasábamos cerca a buscar mangos siempre decíamos “ahí vive la cuatrocientos”, nos quedábamos un rato a ver si lográbamos ver a esta leyenda, pero nunca lo logré”.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                La Gabarra.

                                                                                                                                Le puede interesar: Los procesos de paz de los barís

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                                                                                                                                El relato de Pérez sobre una región biodiversa, rica en recursos naturales y relativamente tranquila en materia de orden público se rompe con la llegada de “los muchachos” al territorio. Lo que recuerda es que empezaron a bajar del monte y las familias les daban comida, los auxiliaban.

                                                                                                                                “Los ‘muchachos’ dejaron de ser inofensivos y empezaron a ejercer poder y control. Recuerdo que de las primeras ejecuciones que oí fue de una mujer que bajaron del bus que iba de Tibú a Cúcuta y la asesinaron por lavarle la ropa a los soldados. Después siguieron otras por ser novias de militares”.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Testimonio el olor de la muerte.

                                                                                                                                “Que florezca el Catatumbo”

                                                                                                                                “Hoy esa selva ya no es tan grande. Ha sido arrasada para sembrar coca. Pero, además, en este momento el otro gran peligro que acecha al Catatumbo es la explotación de una gran reserva de carbón que quieren varias empresas”, explica la artista, con una visión no muy optimista de lo que viene para el territorio.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                “Mi deseo es seguir conectada y uno tiene que hacer algo desde donde está. Yo lo que puedo hacer es hablar del Catatumbo, decir que existe, y que eso sirva para algo”, concluye.

                                                                                                                                 

                                                                                                                                Nohemí Pérez, artista plástica nacida en Tibú, Norte de Santander. / Óscar Pérez - El Espectador
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Lea: El Catatumbo resiste y renace, pero necesita un Estado presente

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                                                                                                                                Pero sentía que había más por contar. Decidió entonces coger un cuaderno y situarse un siglo atrás para empezar a narrar la historia de estos 11 municipios de Norte de Santander. Arrancó desde los primeros años del siglo XX, cuando se aprobó la llamada concesión Barco, que le otorgaba al general Virgilio Barco Martínez derechos para explotar el petróleo en esta región. El hecho marcaba un punto de quiebre en este territorio pues significaba el primer contacto con el pueblo indígena Barí, quienes para la época eran los únicos habitantes de esa selva.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                “Entre las cuadrillas de trabajadores que perforaban los pozos se organizaban equipos para la cacería de indios secundados o dirigidos por las autoridades o grupos policiales para repeler los ataques de los indios. Se internaban en la selva donde perseguían a hombres, mujeres y niños.”

                                                                                                                                Trabajadores petroleros abriendo trochas en el Catatumbo. 1938.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Recuerdo una que desde esa época se quedó en Tibú a quien llamaban ‘la cuatrocientos’ porque según cuentan, una noche llegó a atender a cuatrocientos hombres. Nunca pude ver su cara ya que vivía en una casa en medio de un lote y cuando pasábamos cerca a buscar mangos siempre decíamos “ahí vive la cuatrocientos”, nos quedábamos un rato a ver si lográbamos ver a esta leyenda, pero nunca lo logré”.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                La Gabarra.

                                                                                                                                Le puede interesar: Los procesos de paz de los barís

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                                                                                                                                El reino del terror

                                                                                                                                El relato de Pérez sobre una región biodiversa, rica en recursos naturales y relativamente tranquila en materia de orden público se rompe con la llegada de “los muchachos” al territorio. Lo que recuerda es que empezaron a bajar del monte y las familias les daban comida, los auxiliaban.

                                                                                                                                “Los ‘muchachos’ dejaron de ser inofensivos y empezaron a ejercer poder y control. Recuerdo que de las primeras ejecuciones que oí fue de una mujer que bajaron del bus que iba de Tibú a Cúcuta y la asesinaron por lavarle la ropa a los soldados. Después siguieron otras por ser novias de militares”.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Así se adentra Nohemí en los años que bautizó como “el reino del terror”, en los que actores armados de todas las orillas llegaron a su territorio. Reconstruyó de manera meticulosa la brutal entrada de los grupos paramilitares al Catatumbo, que situó en 1999, con una seguidilla de masacres que además de ir dejando cuerpos regados, desplazó a miles de familias.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Contó cómo ese año, por orden de Salvatore Mancuso y Carlos Castaño, salieron de Montería hacia Tibú seis camiones ‘carevaca’ llevando alrededor de 200 paramilitares fuertemente armados que empezaron la matanza el 29 de mayo con 5 víctimas que dejaron tiradas sobre la carretera para sembrar terror. Luego, el 17 de julio, cobraron la vida de otra decena de víctimas y un mes después ejecutarían la masacre de La Gabarra – el 21 de agosto de 1999 – que dejó al menos 35 muertos.

                                                                                                                                Testimonio el olor de la muerte.

                                                                                                                                “Que florezca el Catatumbo”

                                                                                                                                “Hoy esa selva ya no es tan grande. Ha sido arrasada para sembrar coca. Pero, además, en este momento el otro gran peligro que acecha al Catatumbo es la explotación de una gran reserva de carbón que quieren varias empresas”, explica la artista, con una visión no muy optimista de lo que viene para el territorio.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Sin embargo, Nohemí Pérez tiene un nuevo proyecto. Después de haber hecho instalaciones y de hablar sobre el Catatumbo en otras ciudades del país e incluso por fuera de Colombia, quiere regresar al territorio para verlo florecer. Tiene en mente sembrar 20 hectáreas de girasoles, registrar todo el proceso y luego exponerlo en Bogotá. “La idea es hacerlo saliendo de La Gabarra en una zona donde de ahí pa’ allá eso es coca. Sería una imagen muy linda”.

                                                                                                                                “Mi deseo es seguir conectada y uno tiene que hacer algo desde donde está. Yo lo que puedo hacer es hablar del Catatumbo, decir que existe, y que eso sirva para algo”, concluye.

                                                                                                                                 

                                                                                                                                Por Sebastián Forero Rueda / @Sebasforeror

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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