El duelo de la paz donde las Farc dejaron las armas
En la vereda Buenavista se construyó la ciudadela más grande del país para albergar a más de 1.200 exguerrilleros. Allí se hizo el acto central de dejación de armas hace tres años. Hoy, a pesar de asesinatos y amenazas, quedan 162 que le siguen apostando a la paz.
Hacía 19 años que no se veían. La última vez fue a finales de 1998. Ambos estaban uniformados de guerrilleros y con fusiles AK-47 terciados al hombro en San Vicente del Caguán, un municipio de Caquetá donde la guerrilla intentó hacer la paz con el presidente Andrés Pastrana. Jessenia tenía 17 y Rodolfo 27 años. Fue un amor fugaz. Dos años después llegó la separación que tenían prevista si los diálogos fracasaban y otra vez estallaban las bombas, como sucedió. Cada uno sobrevivió a su manera. Ella cayó en prisión y él se convirtió en uno de los guardias de seguridad del jefe máximo de las Farc: Manuel Marulanda Vélez.
El 24 de junio de 2017, Jessenia salió de la cárcel de Jamundí (Valle), recuperó su cédula con su nombre de pila, Luz Marina Giraldo, y viajó a Mesetas (Meta), a donde llegó el 27 de junio, el día en que la guerrilla dejaría las armas. Vestida de civil, sin botas pantaneras, “Jessenia” estaba parada en una piedra que sobresalía en medio del barrizal. “Rodolfo”, ataviado con botas, pasó por su lado y la reconoció. Ella lo miró, se acordó de su voz y le respondió con los ojos brillosos: “este viejo como está de gordo”. Él le contestó con un beso en la boca .
Los dos asistieron al evento central en Buenavista, una vereda que queda camino al municipio de Uribe. Hicieron calle de honor cuando salieron los miembros del secretariado de la guerrilla rumbo a la tarima donde los esperaba el presidente Juan Manuel Santos, funcionarios del Gobierno y de las organizaciones internacionales. Al finalizar el acto solemne en el que la insurgencia dejó las 8.994 armas registradas en manos de las Naciones Unidas, Jessenia y Rodolfo empezaron a trabajar juntos, sin imaginarse que terminarían siendo los líderes de la reincorporación a la vida civil de más de 700 exguerrilleros.
(Vea también: En fotos: así dejaron las armas las Farc hace tres años en Mesetas (Meta))
Para finales de 2017 terminaron de construir las casas prefabricadas, donde los exguerrilleros vivirían durante su regreso a la vida civil. La ciudadela se construyó pensando en un modelo comunitario en el que todos cocinaban para todos. Llegaron 1.250 excombatientes, de los cuales 530 salieron de las diferentes cárceles del país en cumplimiento del Acuerdo de Paz. Para ese momento esa era la zona veredal más grande entre las 26 que se crearon en el país. Jessenia fue nombrada por el consejo político local como la encargada de administrar la construcción de las casas. Ella recibía desde un tornillo hasta los ingenieros civiles de la obra.
El 9 de abril de 2018 llegó la primera prueba de fuego para el Acuerdo de Paz: acusado de narcotráfico fue capturado Jesús Santrich y el exnegociador de paz de la guerrilla Luciano Marín Arango, Iván Márquez, se refugió en este espacio de reincorporación que poco a poco empezó a quedar bajo el liderazgo de Jessenia. Aldinever Morantes, quien era el jefe, se apartó del proceso de paz por el supuesto montaje judicial contra Santrich. Desde ahí, Morantes, Márquez y Enrique Marulanda emitieron un comunicado en el que se declararon en asamblea permanente y prohibían la entrada y salida del lugar. Por esos días se esperaba que la primera ministra de Noruega, Erna Solberg, visitara el espacio aprovechando que estaba de visita oficial en Colombia. Sin embargo, el Gobierno cambió los planes y la llevaron al espacio de Vista Hermosa, también en Meta. Tres días después Iván Márquez, Aldinever Morantes, su esposa, Enrique Marulanda y otro exguerrillero salieron del espacio. Meses después anunciaron su regreso a las armas.
A finales de 2018, Jessenia expresó que quería descansar del cargo y el consejo político nombró a Rodolfo, quien para ese entonces ya era conocido con el nombre que aparecía en su cédula: Alexánder Parra. Ella prefirió estudiar, ya que quería participar en las elecciones locales y aspiraba al Concejo Municipal de Mesetas. “Empezó 2019 y él fue muy comprometido gestionando proyectos productivos. Se empezó a ejecutar el proyecto de ‘Ambientes para la Paz’, que lideraba, se hicieron las primeras inversiones para las carreteras; llegaron los proyectos de cría de peces, ganado, gallinas y cerdos; se acondicionó el aula principal para las reuniones y hasta el príncipe Haakon de Noruega visitó el espacio territorial en ese momento”, relata Jessenia, como aún le dicen a Luz Marina Giraldo.
(Le puede interesar: Con Mario Téllez ya son 200 los excombatientes asesinados, según Farc)
El 21 de octubre del año pasado, en plena campaña electoral, a Luz Marina le llegó un mensaje de texto amenazándola con asesinarla si no renunciaba a ser candidata por el partido FARC. Ella le mostró el mensaje a Rodolfo y él le dijo que renunciara, porque por esos días al espacio también había llegado el aviso de que matarían a un funcionario de la ARN. Por eso retiraron a varios civiles que trabajaban allá para esa entidad, pero no a Rodolfo, quien también era funcionario, dice Jessenia. Ella decidió no salir más de la ciudadela. El 24 de octubre, luego de una jornada de trabajo, de tomar café y de jugar su última partida de ajedrez con un muchacho que lo había retado, Alexánder fue soprendidó por un hombre que entró a su casa y le disparó seis veces.
Dos meses después, el 26 de diciembre, la Fiscalía capturó a cinco presuntos implicados en el asesinato, entre ellos, Jhon Jairo Giraldo Velásquez, el líder político del espacio territorial, señalado de ser autor intelectual del crimen. Sin embargo, el actual coordinador del lugar, Erminson Peña, dice que todo es confuso y que ellos creen que se trató de un ataque de las manos oscuras que no quieren la paz.
Hoy, en el espacio viven un promedio de 300 excombatientes que van y vienen, debido a la falta de oportunidades económicas y de tierra para trabajar. “A pesar de que eso repercutió en una imagen negativa hacia el espacio, hemos continuado trabajando. El compromiso de nosotros es aportarle a la paz, y de eso estamos convencidos”, dice Peña. El 23 de enero de este año, en una gallera del espacio de reincorporación, fue asesinado Dúber Esneider Solano Sánchez, otro excombatiente que, según la Fiscalía, fue asesinado por José Pastor Calderón, también exguerrillero e integrante de la Unidad Nacional de Protección (UNP). Días después, las autoridades allanaron varias casas del espacio.
Jessenia hoy vive lejos de lo que con su esposo ayudaron a construir. Aún le llegan amenazas contra ella y sus hijos. Hace ocho días le escribieron: “Rin, rin, Alexánder Parra”, “Rin, rin, Alexánder Parra”. Luego le enviaron una fotografía suya de cuando estaba más joven en la guerrilla. La imagen había sido editada y untada de sangre. También le llegaron fotos de tumbas. Ha denunciado estos hechos ante las autoridades que le asignaron un esquema de protección para ella y sus hijos. “A veces prefiero no tener estos escoltas, que fueron los que pedimos con Rodolfo y nunca llegaron, a cambio de tener vivo al viejo gordo, dice Jessenia.
Hacía 19 años que no se veían. La última vez fue a finales de 1998. Ambos estaban uniformados de guerrilleros y con fusiles AK-47 terciados al hombro en San Vicente del Caguán, un municipio de Caquetá donde la guerrilla intentó hacer la paz con el presidente Andrés Pastrana. Jessenia tenía 17 y Rodolfo 27 años. Fue un amor fugaz. Dos años después llegó la separación que tenían prevista si los diálogos fracasaban y otra vez estallaban las bombas, como sucedió. Cada uno sobrevivió a su manera. Ella cayó en prisión y él se convirtió en uno de los guardias de seguridad del jefe máximo de las Farc: Manuel Marulanda Vélez.
El 24 de junio de 2017, Jessenia salió de la cárcel de Jamundí (Valle), recuperó su cédula con su nombre de pila, Luz Marina Giraldo, y viajó a Mesetas (Meta), a donde llegó el 27 de junio, el día en que la guerrilla dejaría las armas. Vestida de civil, sin botas pantaneras, “Jessenia” estaba parada en una piedra que sobresalía en medio del barrizal. “Rodolfo”, ataviado con botas, pasó por su lado y la reconoció. Ella lo miró, se acordó de su voz y le respondió con los ojos brillosos: “este viejo como está de gordo”. Él le contestó con un beso en la boca .
Los dos asistieron al evento central en Buenavista, una vereda que queda camino al municipio de Uribe. Hicieron calle de honor cuando salieron los miembros del secretariado de la guerrilla rumbo a la tarima donde los esperaba el presidente Juan Manuel Santos, funcionarios del Gobierno y de las organizaciones internacionales. Al finalizar el acto solemne en el que la insurgencia dejó las 8.994 armas registradas en manos de las Naciones Unidas, Jessenia y Rodolfo empezaron a trabajar juntos, sin imaginarse que terminarían siendo los líderes de la reincorporación a la vida civil de más de 700 exguerrilleros.
(Vea también: En fotos: así dejaron las armas las Farc hace tres años en Mesetas (Meta))
Para finales de 2017 terminaron de construir las casas prefabricadas, donde los exguerrilleros vivirían durante su regreso a la vida civil. La ciudadela se construyó pensando en un modelo comunitario en el que todos cocinaban para todos. Llegaron 1.250 excombatientes, de los cuales 530 salieron de las diferentes cárceles del país en cumplimiento del Acuerdo de Paz. Para ese momento esa era la zona veredal más grande entre las 26 que se crearon en el país. Jessenia fue nombrada por el consejo político local como la encargada de administrar la construcción de las casas. Ella recibía desde un tornillo hasta los ingenieros civiles de la obra.
El 9 de abril de 2018 llegó la primera prueba de fuego para el Acuerdo de Paz: acusado de narcotráfico fue capturado Jesús Santrich y el exnegociador de paz de la guerrilla Luciano Marín Arango, Iván Márquez, se refugió en este espacio de reincorporación que poco a poco empezó a quedar bajo el liderazgo de Jessenia. Aldinever Morantes, quien era el jefe, se apartó del proceso de paz por el supuesto montaje judicial contra Santrich. Desde ahí, Morantes, Márquez y Enrique Marulanda emitieron un comunicado en el que se declararon en asamblea permanente y prohibían la entrada y salida del lugar. Por esos días se esperaba que la primera ministra de Noruega, Erna Solberg, visitara el espacio aprovechando que estaba de visita oficial en Colombia. Sin embargo, el Gobierno cambió los planes y la llevaron al espacio de Vista Hermosa, también en Meta. Tres días después Iván Márquez, Aldinever Morantes, su esposa, Enrique Marulanda y otro exguerrillero salieron del espacio. Meses después anunciaron su regreso a las armas.
A finales de 2018, Jessenia expresó que quería descansar del cargo y el consejo político nombró a Rodolfo, quien para ese entonces ya era conocido con el nombre que aparecía en su cédula: Alexánder Parra. Ella prefirió estudiar, ya que quería participar en las elecciones locales y aspiraba al Concejo Municipal de Mesetas. “Empezó 2019 y él fue muy comprometido gestionando proyectos productivos. Se empezó a ejecutar el proyecto de ‘Ambientes para la Paz’, que lideraba, se hicieron las primeras inversiones para las carreteras; llegaron los proyectos de cría de peces, ganado, gallinas y cerdos; se acondicionó el aula principal para las reuniones y hasta el príncipe Haakon de Noruega visitó el espacio territorial en ese momento”, relata Jessenia, como aún le dicen a Luz Marina Giraldo.
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El 21 de octubre del año pasado, en plena campaña electoral, a Luz Marina le llegó un mensaje de texto amenazándola con asesinarla si no renunciaba a ser candidata por el partido FARC. Ella le mostró el mensaje a Rodolfo y él le dijo que renunciara, porque por esos días al espacio también había llegado el aviso de que matarían a un funcionario de la ARN. Por eso retiraron a varios civiles que trabajaban allá para esa entidad, pero no a Rodolfo, quien también era funcionario, dice Jessenia. Ella decidió no salir más de la ciudadela. El 24 de octubre, luego de una jornada de trabajo, de tomar café y de jugar su última partida de ajedrez con un muchacho que lo había retado, Alexánder fue soprendidó por un hombre que entró a su casa y le disparó seis veces.
Dos meses después, el 26 de diciembre, la Fiscalía capturó a cinco presuntos implicados en el asesinato, entre ellos, Jhon Jairo Giraldo Velásquez, el líder político del espacio territorial, señalado de ser autor intelectual del crimen. Sin embargo, el actual coordinador del lugar, Erminson Peña, dice que todo es confuso y que ellos creen que se trató de un ataque de las manos oscuras que no quieren la paz.
Hoy, en el espacio viven un promedio de 300 excombatientes que van y vienen, debido a la falta de oportunidades económicas y de tierra para trabajar. “A pesar de que eso repercutió en una imagen negativa hacia el espacio, hemos continuado trabajando. El compromiso de nosotros es aportarle a la paz, y de eso estamos convencidos”, dice Peña. El 23 de enero de este año, en una gallera del espacio de reincorporación, fue asesinado Dúber Esneider Solano Sánchez, otro excombatiente que, según la Fiscalía, fue asesinado por José Pastor Calderón, también exguerrillero e integrante de la Unidad Nacional de Protección (UNP). Días después, las autoridades allanaron varias casas del espacio.
Jessenia hoy vive lejos de lo que con su esposo ayudaron a construir. Aún le llegan amenazas contra ella y sus hijos. Hace ocho días le escribieron: “Rin, rin, Alexánder Parra”, “Rin, rin, Alexánder Parra”. Luego le enviaron una fotografía suya de cuando estaba más joven en la guerrilla. La imagen había sido editada y untada de sangre. También le llegaron fotos de tumbas. Ha denunciado estos hechos ante las autoridades que le asignaron un esquema de protección para ella y sus hijos. “A veces prefiero no tener estos escoltas, que fueron los que pedimos con Rodolfo y nunca llegaron, a cambio de tener vivo al viejo gordo, dice Jessenia.