El experimento social que demuestra que el machismo es silencioso

“Es violencia”, así se titula el video que muestra los resultados del estudio “Rompiendo Moldes” con el que la organización internacional Oxfam busca visibilizar los comportamientos violentos contra las mujeres, naturalizados en nuestra sociedad. Colombia es uno de los países que tristemente puntea en este estudio.

Natalia Tamayo Gaviria - @nataliatg13
20 de diciembre de 2018 - 04:49 p. m.
Pieza de campaña contra la naturalización de la violencia machista de la organización Oxfam en Colombia.
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Leer las cifras y porcentajes de los estudios sobre cómo la violencia contra las mujeres va en aumento en la sociedad no despierta la misma preocupación ni indignación que padecer estos hechos o ser testigo de ellos. Pasar de los números a la realidad fue la estrategia que utilizó Oxfam Latinoamérica para ilustrar su investigación “Rompiendo Moldes”, aplicada en ocho países de la región, entre ellos Colombia, en los que encontraron un alto nivel de normalización de comportamientos violentos con las mujeres.

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La investigación “Rompiendo Moldes” tuvo como objeto encontrar si se evidencian prácticas violentas contras las mujeres que estén naturalizadas en el discurso y comportamiento de la sociedad. En Bolivia, Colombia, Cuba, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y República Dominicana, países donde se aplicó el estudio, hallaron que, efectivamente, sí existe un control sobre el cuerpo y la vida de las mujeres.

Lo preocupante es que mujeres y hombres jóvenes han interiorizado y normalizado diferentes tipos de violencias contra las mujeres, como: el acoso callejero, revisar el celular, censurar sus fotos en las redes sociales, exigir su ubicación y contraseñas personales, o culpabilizarlas por su forma de vestir.

“América Latina y el Caribe es la región más violenta del mundo, además es la más violenta con las mujeres. Entre los 25 países con mayores tasas de feminicidio, 14 están en esta zona. En 2016, un total de 1.831 mujeres fueron asesinadas y en 2015 se reportaron 1.661 casos”, se lee como preámbulo del informe.

La palabra “normal” atraviesa esta investigación de Oxfam y es, sin duda, uno de los principales problemas. “La normalización de la violencia empapa nuestros discursos, conversaciones, formas de relacionamientos, pero también las fuentes de conocimiento masivo y las políticas públicas. Este fenómeno, alimentado por creencias y comportamientos, está fuertemente arraigado, no solamente entre la juventud, sino también, en las instituciones públicas y en nuestros círculos familiares y sociales, y se refuerza desde nuestras prácticas cotidianas”, explica el informe.

A la pregunta ¿cree que es normal que un hombre haga piropos a una mujer en la calle?, el 95% de los hombres y el 94% de las mujeres entre 15 y 19 años, consideran que es normal. Por otro lado, el 80% de los hombres y el 76% de las mujeres jóvenes, piensan que las mujeres necesitan que los hombres las protejan. Sin embargo, en más del 70% de los casos de violencia denunciados el agresor es un humbre cercano a ellas. Adicionalmente, el 59% de los hombres y el 70% de las mujeres jóvenes piensan que todas las mujeres deberían ser madres.

El panorama general de América Latina es preocupante y Colombia no es la excepción. "Colombia puntea de primera en algunos de los indicadores”, advierte Aída Pesquera, directora de Oxfam Colombia. El 80% de los hombres creen que no es violencia revisar y controlar las redes sociales de sus parejas mujeres y el 91% de las mujeres jóvenes colombianas no perciben este comportamiento como violento. “Ellos consideran que asuntos como pedir las claves, controlar a quién le da likes en Facebook, quién le pone corazón de ‘me gusta’, pedir pruebas de ubicación para saber qué hacen, dónde están y con quién se relacionan las mujeres, como prueba de fidelidad. Eso constituye a la violencia”, precisa Pesquera.

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Además del control digital, Colombia registra que el 95% de los hombres creen que está bien lanzarles piropos a las mujeres en la calle y el 94% de ellas ven normal este comportamiento. Porcentajes como estos son los que se observan materializados en el experimento social al que llamaron “Es Violencia”. A través de este video, Oxfam quiso demostrar que las estadísticas halladas en “Rompiendo Moldes” son evidentes en el imperativo colectivo de los discursos de las personas. Para esta pregunta puntual, la mayoría de los participantes masculinos coincidieron en que ellos nunca han recibido un halago en espacios públicos, mientras que las jóvenes que intervinieron apuntaron que sí han sido objeto de estos. Y los describieron como situaciones incómodas, violentas, que “lo desintegran a uno como mujer”.

“Fue muy especial este tipo de actividad, en la que metimos a hombres y mujeres, desconocidos entre sí, en una habitación para ver su reacción inmediata a determinadas preguntas de estereotipos y normas sociales. Cuando vi el borrador de la primera versión pensé que había cierto arreglo. Me aseguraron que las respuestas fueron totalmente naturales. Es verdad que las cifras ilustran, pero cuando se ven en el lenguaje verbal y no verbal de los participantes del video uno siente que está muy extendida la normalización de la violencia contra las mujeres”, expresó Pesquera.

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Oxfam, desde 2017, ha avanzado en su objetivo de ir más allá de la financiación de campañas contra la violencia de las mujeres para poner foco sobre la problemática con iniciativas contundentes. Para esto, como en esta campaña, se ha unido a otras organizaciones como Casa de la Mujer, Centro de Formación y Empoderamiento Ambulua, Centro de Promoción y Cultura CPC, Corporación Con-Vivamos, Corporación de Mujeres Eco-feministas Comunitar, Fondo Lunaria Mujer y Funsarep.

“Rompiendo Moldes” y “Es Violencia” son un ejemplo claro de sus propósitos de generar impacto, de no reducir los esfuerzos a las meras estadísticas, de demostrar que las personas de todos los estratos socioeconómicos, de todos los niveles de educación, de todas las condiciones étnicas han adoptado comportamientos que perjudican y acentúan las dinámicas machistas que no permiten que las mujeres tengan vidas traquilas, autónomas y plenas, donde no pierdan el control sobre sus cuerpos. 

Por Natalia Tamayo Gaviria - @nataliatg13

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