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                                                                                                                                El Mochuelo, un museo que da lecciones de memoria desde los Montes de María

                                                                                                                                El Museo Itinerante de la Memoria y la Identidad de esta región del Caribe cumple un año de andar rodando por varios municipios de esa zona del país. Un esfuerzo que documentó 104 masacres y más de 1.800 víctimas mortales del conflicto armado, que se levanta a nivel local en medio de lo que algunos han llamado una disputa por la memoria.

                                                                                                                                Sebastián Forero Rueda / @SebastianForerr

                                                                                                                                Desde que se inauguró, en marzo de 2019, El Mochuelo ha estado en El Carmen de Bolívar, Córdoba, San Juan Nepomuceno y San Jacinto. Próximamente se instalará en Morroa. / Cortesía Colectivo de Comunicaciones Montes de María Línea 21
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                (Especial: Masacre de El Salado: ¿qué ha pasado 20 años después?)

                                                                                                                                Hacia 2008, el Colectivo de Comunicaciones Montes de María Línea 21, que ya se había ganado el Premio Nacional de Paz en 2003, andaba por los quince municipios de esta región tratando de que sus habitantes volvieran a encontrarse, luego de que a la zona la resquebrajara el paso de los frentes 35 y 37 de las Farc y el Bloque Montes de María de las AUC. “Haciendo todo ese trabajo cultural recopilamos mucha información y nos dimos cuenta de que había que devolverla al territorio, a las comunidades”, dice Julio García Montes, quien hace 16 años integra el colectivo y es el coordinador en terreno del Mochuelo.

                                                                                                                                “Empezamos a pensar qué hacer con toda la información que habíamos recopilado. Ya teníamos cine, ya teníamos exposiciones fotográficas, ya teníamos radio, y ahí fue cuando nos pensamos hacer el museo” explicó. Así, en este rincón del Caribe colombiano empezaban a hablar de memoria cuando en el país todavía no existía un centro nacional para ese fin. Pero aún más subversivo fue el hecho de que no decidieron construirlo en ninguno de los municipios de la zona, sino que decidieron que sería itinerante: andaría por todos los municipios montemarianos. Entonces, en medio de la planeación, a un campesino se le ocurrió que el museo fuera un pájaro que volara por la región y a otros que fuera un mochuelo, ave emblemática de la zona.

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                                                                                                                                (Lea también: “El museo no exaltará a ningún combatiente”: nuevo director del Museo de Memoria)

                                                                                                                                Así, vereda por vereda, documentaron 104 masacres ocurridas en los Montes de María desde la década de 1990 y un total de 1.850 personas (civiles) que fueron asesinadas en medio de la violencia. En honor a estas últimas, en todo el centro del museo se levanta el árbol de la vida – o árbol de los ausentes – en cuyas hojas (actualmente tiene 750) está escrito el nombre de cada víctima con la fecha y el lugar en donde murió.

                                                                                                                                Pero quienes levantaron el museo tienen la firme convicción de que la historia de esta región es una historia de resistencia. Por eso, además de documentar las afectaciones que les dejó la guerra, en la línea de tiempo del museo, que inicia en 1900, también contaron las luchas de este pueblo campesino. Por ejemplo, las luchas por la tierra que aquí dieron los líderes de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC), que consiguieron parcelaciones para campesinos sin tierra. Por eso, el museo incluye parte del archivo de Jesús María Pérez, el emblemático líder de la ANUC que fue el guardián de esa información y que se la entregó al CNMH.

                                                                                                                                (Lea: Las memorias que guardó Jesús María Pérez)

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Después de que El Mochuelo se instalara en El Carmen y durara allí unos dos meses, emprendió vuelo hacia Córdoba (Bolívar) y luego se fue a San Juan Nepomuceno. Allí acompañó la conmemoración de los 17 años de la masacre de los Guáimaros, donde fueron asesinados 15 campesinos, en agosto de 2002. Y de allí voló a San Jacinto, donde actualmente está instalado y donde permanecerá hasta la próxima semana, antes de partir para Morroa (Sucre). En cada municipio dura unos dos meses y medio, desde el momento en que empieza a armarse – que tarda unas dos o tres semanas – hasta que se desarma por completo.  A donde llega, el museo recluta sus propios ‘mochuelos cantores’, o guías, como se les llama en el lenguaje museográfico tradicional. Voluntarios – en su mayoría jóvenes – que luego de recibir la capacitación y conocer el museo, llevan a otros a través de él.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                “Cada nombre que está en ese árbol es para el buen nombre de la persona que murió, que de pronto en algún momento fue estigmatizado o fue señalado de uno u otro bando, pero para los familiares verlo allí es de una dignidad enorme”, explica Soraya Bayuelo, directora del colectivo de comunicaciones.

                                                                                                                                Para ella, durante este año ha sido impresionante que muchos de los visitantes del museo se terminan preguntando ¿cómo pasó todo esto?, ¿En qué momento nos pasó todo lo que nos pasó? “Nosotros trabajamos para que no se borre de la memoria ni de la historia lo que pasó, no para decirnos ‘ay, pobrecitos’ y que volvamos otra vez a recordarlo para torturarnos, sino como una garantía que debemos tener quienes sufrimos el conflicto armado de que esto no se vuelva a repetir”, sostiene Soraya.
                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                (Le puede interesar: Museo de Memoria: su primera piedra fue puesta en medio de críticas y protestas)

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Aún sin el apoyo del CNHM, el Centro Internacional para la Promoción de los Derechos Humanos (CIPDH), adscrito a la Unesco, incluyó al Mochuelo en su mapa interactivo sobre iniciativas que hacen memoria sobre graves violaciones de derechos humanos alrededor del mundo. Es la única iniciativa colombiana en ese mapa.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Desde que se inauguró, en marzo de 2019, El Mochuelo ha estado en El Carmen de Bolívar, Córdoba, San Juan Nepomuceno y San Jacinto. Próximamente se instalará en Morroa. / Cortesía Colectivo de Comunicaciones Montes de María Línea 21
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                (Especial: Masacre de El Salado: ¿qué ha pasado 20 años después?)

                                                                                                                                Hacia 2008, el Colectivo de Comunicaciones Montes de María Línea 21, que ya se había ganado el Premio Nacional de Paz en 2003, andaba por los quince municipios de esta región tratando de que sus habitantes volvieran a encontrarse, luego de que a la zona la resquebrajara el paso de los frentes 35 y 37 de las Farc y el Bloque Montes de María de las AUC. “Haciendo todo ese trabajo cultural recopilamos mucha información y nos dimos cuenta de que había que devolverla al territorio, a las comunidades”, dice Julio García Montes, quien hace 16 años integra el colectivo y es el coordinador en terreno del Mochuelo.

                                                                                                                                “Empezamos a pensar qué hacer con toda la información que habíamos recopilado. Ya teníamos cine, ya teníamos exposiciones fotográficas, ya teníamos radio, y ahí fue cuando nos pensamos hacer el museo” explicó. Así, en este rincón del Caribe colombiano empezaban a hablar de memoria cuando en el país todavía no existía un centro nacional para ese fin. Pero aún más subversivo fue el hecho de que no decidieron construirlo en ninguno de los municipios de la zona, sino que decidieron que sería itinerante: andaría por todos los municipios montemarianos. Entonces, en medio de la planeación, a un campesino se le ocurrió que el museo fuera un pájaro que volara por la región y a otros que fuera un mochuelo, ave emblemática de la zona.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                (Lea también: “El museo no exaltará a ningún combatiente”: nuevo director del Museo de Memoria)

                                                                                                                                Así, vereda por vereda, documentaron 104 masacres ocurridas en los Montes de María desde la década de 1990 y un total de 1.850 personas (civiles) que fueron asesinadas en medio de la violencia. En honor a estas últimas, en todo el centro del museo se levanta el árbol de la vida – o árbol de los ausentes – en cuyas hojas (actualmente tiene 750) está escrito el nombre de cada víctima con la fecha y el lugar en donde murió.

                                                                                                                                Pero quienes levantaron el museo tienen la firme convicción de que la historia de esta región es una historia de resistencia. Por eso, además de documentar las afectaciones que les dejó la guerra, en la línea de tiempo del museo, que inicia en 1900, también contaron las luchas de este pueblo campesino. Por ejemplo, las luchas por la tierra que aquí dieron los líderes de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC), que consiguieron parcelaciones para campesinos sin tierra. Por eso, el museo incluye parte del archivo de Jesús María Pérez, el emblemático líder de la ANUC que fue el guardián de esa información y que se la entregó al CNMH.

                                                                                                                                (Lea: Las memorias que guardó Jesús María Pérez)

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Explore el museo a través de este recorrido en 360º:

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Después de que El Mochuelo se instalara en El Carmen y durara allí unos dos meses, emprendió vuelo hacia Córdoba (Bolívar) y luego se fue a San Juan Nepomuceno. Allí acompañó la conmemoración de los 17 años de la masacre de los Guáimaros, donde fueron asesinados 15 campesinos, en agosto de 2002. Y de allí voló a San Jacinto, donde actualmente está instalado y donde permanecerá hasta la próxima semana, antes de partir para Morroa (Sucre). En cada municipio dura unos dos meses y medio, desde el momento en que empieza a armarse – que tarda unas dos o tres semanas – hasta que se desarma por completo.  A donde llega, el museo recluta sus propios ‘mochuelos cantores’, o guías, como se les llama en el lenguaje museográfico tradicional. Voluntarios – en su mayoría jóvenes – que luego de recibir la capacitación y conocer el museo, llevan a otros a través de él.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Durante este primer año han tenido experiencias que les han reafirmado el valor del museo. Durante los dos meses que estuvo en Córdoba, todos los días llegaba un joven, de unos 26 años, y se detenía frente al árbol de la vida. Allí se quedaba contemplándolo y en particular mirando siempre una misma hoja. Al cabo de unas semanas, a través de lenguaje de señas pues tenía discapacidad auditiva, dio a entender que quien aparecía allí reseñado era su papá, asesinado en la masacre de 2000 de Capaca (Bolívar). Él tenía el dolor guardado y ver ese nombre en el museo para él tenía una importancia monumental.

                                                                                                                                “Cada nombre que está en ese árbol es para el buen nombre de la persona que murió, que de pronto en algún momento fue estigmatizado o fue señalado de uno u otro bando, pero para los familiares verlo allí es de una dignidad enorme”, explica Soraya Bayuelo, directora del colectivo de comunicaciones.

                                                                                                                                Para ella, durante este año ha sido impresionante que muchos de los visitantes del museo se terminan preguntando ¿cómo pasó todo esto?, ¿En qué momento nos pasó todo lo que nos pasó? “Nosotros trabajamos para que no se borre de la memoria ni de la historia lo que pasó, no para decirnos ‘ay, pobrecitos’ y que volvamos otra vez a recordarlo para torturarnos, sino como una garantía que debemos tener quienes sufrimos el conflicto armado de que esto no se vuelva a repetir”, sostiene Soraya.
                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Cuando se creó en el país el Centro Nacional de Memoria Histórica y llegó a su dirección Gonzálo Sánchez, esa entidad empezó a trabajar de la mano con el colectivo de comunicaciones Montes de María y fue a través de ese centro que se gestionaron los recursos de la embajada de Francia que hicieron posible la realización de El Mochuelo. Sin embargo, ya para su inauguración el CNMH estaba en cabeza de Darío Acevedo, quien asistió a ese evento en El Carmen de Bolívar y “lo que vino a decir aquí es que ya las historias de las víctimas están supremamente contadas y que en adelante le iba a dar más apoyo a las memorias de los militares”, cuenta Soraya.

                                                                                                                                (Le puede interesar: Museo de Memoria: su primera piedra fue puesta en medio de críticas y protestas)

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Desde entonces, la relación de El Mochuelo con el CNMH se rompió y no ha habido nuevos contactos. “En este momento histórico el CNMH niega la memoria, niega el conflicto, y nosotros estamos justamente diciendo lo contrario. Por eso ahora no contamos con ese centro para nada, ni tampoco queremos contar”, puntualiza.

                                                                                                                                Aún sin el apoyo del CNHM, el Centro Internacional para la Promoción de los Derechos Humanos (CIPDH), adscrito a la Unesco, incluyó al Mochuelo en su mapa interactivo sobre iniciativas que hacen memoria sobre graves violaciones de derechos humanos alrededor del mundo. Es la única iniciativa colombiana en ese mapa.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                “Hoy, ante una negación del conflicto, una política de Gobierno dirigida a la negación de la memoria, nosotros estamos tratando de levantar este museo como un estandarte que dice que aquí hay otros relatos, más allá del relato oficial. Uno que sale desde las entrañas, desde el sentir, el duelo, el sufrimiento y la resistencia de las víctimas del conflicto armado”, sentencia Soraya Bayuelo.

                                                                                                                                Por Sebastián Forero Rueda / @SebastianForerr

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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