El poder de la Anuc en el Cesar

Aunque disminuidos organizativamente los campesinos siguen luchando no solo por el acceso a la tierra, sino por el reconocimiento de sus derechos de propiedad y posesión.

Centro Nacional de Memoria Histórica*
25 de agosto de 2017 - 05:32 a. m.
Fotografía: Pablo Nieto para el CNMH. 2014
Fotografía: Pablo Nieto para el CNMH. 2014

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La colonización sentó las bases para la constitución del sujeto colectivo campesino. En relación con el Sujeto campesino constituido a lo largo de la trayectoria social, política, cultural y económica del campesinado, se destacan valores de orden moral y prácticas de solidaridad y cooperación que permitieron por una parte la configuración del campesinado como sujeto colectivo y su identificación – identidad, como el fortalecimiento de expresiones organizativas que representaban los intereses comunes de este sector social.

La búsqueda de lo común, permitió fundamentar la estructuración de lo comunal y su expresión en formas organizativas como las Juntas de Acción Comunal que, si bien fueron impulsadas por el Gobierno en los años 50, fueron también apropiadas y dotadas de contenido en la cotidianidad de la vida rural campesina. “Tocaba unirse para buscar un futuro mejor”. Se buscaba el desarrollo y el bienestar de la gente campesina a partir del trabajo mancomunado, de la pujanza de la gente. Esto iba acompañado de demandas de reconocimiento social y político, expresado en políticas públicas favorables para el campesinado.

Estos aspectos, permitieron la conformación de comunidades relativamente autosuficientes en lo productivo, pero a la vez articuladas con mercados externos de orden local y regional, así como con entidades públicas y privadas en distintos niveles. En cualquier caso, se “tenía calidad de vida.” Al relacionarse esto con el proceso cultural e identitario, así como con la consolidación de los asentamientos (a partir de la parcelación – titulación – adjudicación de tierras colonizadas y/o recuperadas), se fueron conformando comunidades campesinas, muchas de las cuáles consolidaron su estructuración a partir de la fundación de cooperativas, tiendas comunitarias, droguerías entre otras, principalmente en la zona de la serranía del Perijá, aunque no exclusivamente.

Otro de los aspectos destacados en el proceso de recordar, fue el de la autoregulación de la vida social y comunitaria del campesinado, a partir de la construcción de normas y reglamentos fundados en el trabajo común, la solidaridad y el apoyo mutuo. Organizarse en la JAC o en otra forma de asociación, aportaba otros aspectos fundamentales en la configuración del sujeto colectivo campesino: la necesidad de representarse políticamente ante otros para resolver sus necesidades y la integración entre comunidades en distintos planos. En este sentido, lo comunal permitió agenciar la integración.

Acta de posesión de un campesino del municipio de Astrea (Cesar).

A través de la organización comunitaria se promovían distintas actividades de carácter económico y cultural que a su vez se convertían en vehículo de integración entre asentamientos – parcelaciones y recuperaciones de tierras, contribuyendo a la formación de comunidades ampliadas compartiendo vivencias comunes y particulares. Pertenecer a la organización como campesino y compartir los intereses y objetivos de la gente asociada, lo hacían parte de esa comunidad. La organización comunal conformada, debía permitir que la comunidad surgiera, saliera adelante. 

En esta perspectiva, la articulación de múltiples dinámicas – procesos permitían a la vez fortalecer e impulsar La toma de tierras. Esta se constituyó históricamente en un elemento de referencia identitaria para el campesinado, pues hacia parte de la lucha a favor del campesinado; de la lucha por la tierra, a partir de la cual, mejoraron sus condiciones de vida y ganaron reconocimiento social y político (parcial) en algún momento de la historia, por lo menos en lo que compete al campesinado organizado.

Los campesinos que participaron de esta lucha por lo general, accedieron a la tierra de forma permanente o transitoria, así en la actualidad algunas familias sigan pendientes de la formalización de sus parcelas y miles de ellas hayan sido víctimas de desplazamiento forzado y del despojo de tierras entre otros hechos victimizantes. Sin embargo, a partir de la década del 90 hacia adelante, los hijos de los colonos, y a la vez los hijos de estos, ya no tuvieron siquiera la oportunidad de luchar por la tierra: la agudización de la violencia contra el campesinado, el desvertebramiento y/o transformación de sus organizaciones y las disputas internas del campesinado, sumadas a las políticas públicas “anticampensinas”, minaron esta posibilidad y anularon en la práctica este derecho.

Otros campesinos que habían accedido a la tierra mediante la lucha social y política, vendieron sus parcelas por “voluntad propia”, bien fuera en virtud de malas orientaciones dadas por los funcionarios del Incora o por directivos de la organización campesina; bien fuera por la crisis económica derivada de la mala calidad de las tierras adjudicadas y tituladas. En síntesis, vendieron sus tierras.

Campesinos pertenecientes a la Mesa Regional Campesina del Perijá (MRCP), la Asociación Campesina de la Serranía del Perijá Norte (ASOPERIJÁ) y el Movimiento Fuerza Unitaria de Territorios Unidos y Regiones Organizadas (FUTURO) participantes en la marcha realizada el 12 de octubre de 2016 en favor del Acuerdo de La Habana. Fotografía: Juan Carlos Gamboa Martínez.

Acceder a la tierra para el campesinado, significaba escapar al control del terrateniente en varios sentidos: político, económico y cultural. En otras palaras los hijos que no lograron acceder a la tierra, siguen sometidos en la actualidad a un régimen que ellos, los padres, rechazaron y combatieron. Estos logros, conseguidos con dificultad y no exentos de conflictos intra organizacionales, posibilitaron otro aspecto importante de esta lucha: el reconocimiento de las organizaciones campesinas por parte de autoridades públicas, propietarios de la tierra y necesariamente, actores armados de derecha y extrema izquierda.

En términos generales, la organización campesina comunitaria expresada en las Juntas de Acción Comunal JAC y su expresión política, gremial para unos y clasista para otros, la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos ANUC – Línea Sincelejo, como de los otros sectores visibles luego de la fractura de esta expresión organizativa. Los líderes campesinos eran respetados y atendidos en entidades públicas, en no pocos casos, eran consultados por los propietarios de tierras para la adquisición de las mismas. Tanto alcaldes como gobernadores de la misma forma que actuaban contra ellos, los atendían en los despachos de gobierno. Esta situación cambio en la medida en que la violencia social y política se fue agudizando contra el campesinado como comunidad social y cultural y como comunidad política.

Por Centro Nacional de Memoria Histórica*

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