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La historia de Pastor Alape, primer exjefe de las FARC que buscará ser alcalde

El exguerrillero, quien fue jefe del Bloque del Magdalena Medio y perteneció al exsecretariado de la extinta guerrilla, inscribió oficialmente su candidatura para ser alcalde de Puerto Berrío (Antioquia), su tierra natal. Su deseo es que su postulación sirva como una forma de reconciliación de su pueblo y reparación a las víctimas.

Cindy A. Morales Castillo y Enviada Especial Puerto Berrío (Antioquia)
02 de julio de 2023 - 02:56 p. m.
La inscripción estuvo llena de símbolos como la espera de sus partidarios en el puerto desde donde, en 1979, partió de su tierra rumbo a las filas de las FARC. / Cindy A. Morales
La inscripción estuvo llena de símbolos como la espera de sus partidarios en el puerto desde donde, en 1979, partió de su tierra rumbo a las filas de las FARC. / Cindy A. Morales

Pastor Alape se unió a las filas de la extinta guerrilla de las FARC por las aguas del río Magdalena. Lo hizo una tarde en la que salió del puerto de las velas, un pedazo barroso del malecón de Puerto Berrío (Antioquia), que hace las veces de estación de bienvenida de quienes vienen subiendo por el torrente.

El 17 de diciembre de 1979, según cuenta, cogió una pequeña embarcación y navegó por el Magdalena hasta donde pudo. Su primera parada fue Matarredonda, en Chaparral (Tolima), que por entonces ya empezaba a ser un fortín de esa guerrilla. Allí lo esperaron los contactos con los que ya había palabreado su entrada al grupo insurgente.

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Alape volvió a recorrer el viernes esas mismas aguas que abandonó hace unas décadas y han dejado en sus orillas cuerpos como prueba de los horrores de la guerra de todos los grupos armados. Las navegó, esta vez, para llegar a su pueblo e inscribir oficialmente su candidatura a la Alcaldía de Puerto Berrío con el sello del Partido Comunes (que surgió tras la firma del Acuerdo de Paz) y el aval del Pacto Histórico. También tiene el apoyo de colectividades más pequeñas.

Por el Magdalena, el mismo Pastor recogió los restos de su hermana Chavela y su sobrina Yolanda, ambas habitantes de Vuelta Acuña, en Cimitarra, apenas al otro lado de Puerto Berrío, en plena guerra contra y entre los carteles del narcotráfico de Medellín.

“Por este río salí a tratar de cambiar el país a punta de plomo y ahora vuelvo por él a ver si lo puedo cambiar con los votos”, le dijo Alape a Colombia+20.

A su llegada al puerto y bajo el indolente sol del nordeste antioqueño, lo esperaban habitantes del pueblo listos para una caminata hasta la Registraduría municipal. Llevaban pancartas magenta con la frase: “Ahora sí… #Llegónuestromomento”, que más que un eslogan parece encerrar la fe de varios, incluso de Alape, que sabe que no será fácil ganarse los votos de su tierra natal, que hasta 2022 tenía 33.163 personas habilitadas para votar, según la Registraduría.

Por eso nunca llama ajetreo al ritmo de estos días de campaña, le llama proceso. “Es que todos estamos en un paso a paso. Paso para pensar cómo hacíamos esto, paso para que la gente se siente a dialogar, incluso diría que un paso para que el tiempo decante las heridas. Aquí estamos todos metidos en este proceso. Por eso la segunda parte de esto es hacerle entender a la gente que el alcalde no es una persona, el alcalde somos todos”, dice Alape.

A él, según cuenta Saray Rúa, su gerente de campaña de apenas 21 años —y también la que pone a todos a marchar en la sede— no le gusta nada que ese proceso gire en torno a su figura y por eso le hace el quite a que su foto aparezca en los pendones, pancartas, pasacalles o cualquiera de las estrategias básicas de los entendidos en la política.

“¿No será que no le gusta su cara en los afiches porque usted ya es reconocido, pero de una manera no muy buena?”, le pregunto a Pastor. “Sí, es cierto, pero no es solo eso. Creo que volver todo alrededor de una persona dificulta el trabajo. Por eso nada de banderas, ni de fotos ni de arengas. Aquí lo que hemos intentado hacer es identificar para qué es buena la gente y que trabaje en ello; y al mismo tiempo ver quiénes van a suceder este proceso. Esto es entrenamiento y formación”, asegura Alape.

Saray, por su parte, dice que pelea con él por eso todo el tiempo. “Nos baja muchas de esas ideas que tenemos para darlo a conocer, pero debo reconocer que, por un lado, es un reto, y por el otro aprendemos un montón. Y sí, peleamos, pero la verdad es que muchas de esas peleas las gana él, y yo le gano otras por los laditos. Ya verá que la de la arenga la voy a ganar yo”, me dijo Saray hace unos días y, en efecto, esa pelea la ganó el viernes en el municipio.

Apenas Alape bajó de la embarcación en el puerto de las velas, los asistentes corearon: “Amigo, porteño, llegó nuestro momento. Alape, amigo, el pueblo está contigo”. Una victoria para Saray.

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A Puerto Berrío también vinieron a acompañarlo varios de los antiguos compañeros de guerrilla de Pastor. Entre la gente estuvieron Rodrigo Londoño y Rodrigo Granda, y los congresistas Luis Alberto Albán (Marcos Calarcá) y Pablo Catatumbo.

También estaba la embajadora de México en Colombia, Patricia Ruiz. “Me parece muy importante lo que está pasando aquí en Puerto Berrío y que Comunes y Pastor hayan tomado esta decisión de ser candidatos, que participen y que sepan lo que es la lucha política. Desde México apoyamos esto, somos país garante y esto es democracia”, dijo.

La noche anterior a su arribo a Puerto Berrío, Alape durmió en otro lugar simbólico para él: Puerto Murillo, un corregimiento de apenas 62 familias que, según cuenta, fue fundado por sus ancestros.

“Mis bisabuelos maternos fueron los primeros en llegar allí. Ellos eran negros de los palenques de Arenales, cimarrones de Arenales, que subieron río arriba cuando empezó la navegación a vapor. Parte de esa gente se quedó en Puerto Murillo, pero hicieron finca hacia Santander, que eran las tierras más productivas y otra parte cogió camino hacia Antioquia. De hecho, ese corregimiento es la cuna de Puerto Berrío, por eso es tan importante para mí ese vínculo”, afirma Pastor.

Su visita al lugar es recurrente. Hace menos de 15 días estuvo allí hablando sobre las mil y una necesidades que tiene ese enclave a orillas del río al que, por ahora, solo se puede llegar por lancha. La jornada fue para ir a contarle a “su gente”, como él la llama, que se iba a inscribir oficialmente para ser alcalde.

“Yo ya soy un viejo de 64 años y saben que cuando se propusieron los nombres para las curules del Congreso dije que no porque me daba pereza la política. Eso cambió y sí, me estoy metiendo en una vaca loca, pero siento que es distinto porque el ejercicio aquí es escuchar. Eso es lo que debería ser un alcalde. El diagnóstico está hecho por ustedes, aquí los escuchamos, ahora nos toca hacer”, les dijo a unos cuantos murilleros esa noche.

No todos, claro, estaban presentes. Algunos de los que fueron a la “conversa más sancocho”, como llamaron a ese encuentro, le dijeron que sus necesidades son las mismas, o incluso más, que les pidieron una y otra vez a los tres alcaldes anteriores. “Aquí cada cuatro años pasan a hacernos las mismas promesas, pero el pueblo no ha visto ni un centímetro de progreso; al contrario, aquí vas de pa’ atrás y de pa’ atrás. ¿Usted quiere solucionar algo? Las necesidades son muchas, pero empecemos por la carretera pa’ conectarnos y la escuela de los niños, donde no hay clase porque está a punto de caerse”, dice una mujer.

En efecto, la construcción de una carretera es el clamor de años de esta comunidad que, por ahora, solo se puede transportar en lancha. Apenas 17 kilómetros lo separan de Puerto Berrío y sí existe una carretera hasta Santa Cruz, a unos siete kilómetros del corregimiento, pero los dueños de haciendas dedicadas a la ganadería, que prácticamente han cercado a Puerto Murillo, impiden la construcción del camino. “Sabemos que hay vías exclusivas para esas fincas, pero las cercas para atravesarlas tienen llaves”, dice un habitante.

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La apuesta de Alape es alta y nada fácil porque le quiere quitar la alcaldía al Partido Conservador, que hoy tiene a Gustavo Medina en esa silla. Su principal contrincante es Jaime Cañas, exalcalde de Puerto Berrío entre 2015 y 2019, quien en 2018 fue capturado por la Policía por hacer tiros al aire mientras estaba borracho. El pueblo está lleno de pasacalles con su nombre. Los otros candidatos son Robinson Baena (Partido de la U), otro exalcalde entre 2011 y 2015. No hay ninguna mujer en la contienda.

“Yo le voy a decir por qué puedo ser un buen alcalde. Yo viví toda mi vida con dos pantalones, dos camisas, tres calzoncillos, dos pares de medias y dos bucitos. Eso era lo que tenía y con eso estoy bien. Entonces no tengo necesidad de robar ni ser corrupto. Eso fue lo que me mandó a la guerra, no voy a ir a hacer lo que yo mismo combatí”, dice a este diario.

Pero quizás el contrincante más fuerte que arrastra Pastor es su pasado. Su paso por la guerrilla y los múltiples crímenes que se le endilgan, que ha reconocido, son un sapo difícil de tragar en una región como esta, que ha sido azotada varias veces por múltiples actores armados y donde hoy están presentes algunas facciones del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el Clan del Golfo o AGC.

Su alzamiento en armas mantuvo a Pastor en la guerrilla durante 37 años. Se inició como guardia personal de Jacobo Arenas, uno de los fundadores de las antiguas FARC, pero luego ingresó “formalmente” al frente cuarto de la extinta guerrilla, que operaba en Cimitarra, Santander. Fue integrante del Bloque Oriental, la más grande estructura de esa guerrilla al mando del Mono Jojoy, responsable de varias tomas a poblaciones, entre ellas las de Miraflores y Mitú. Eso no quita que Alape no tenga en su espalda un prontuario largo que incluye secuestros, desaparición forzada y desplazamientos, entre otros delitos, todos investigados por la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y aceptados por él.

Desde 1993 fue el jefe del Bloque Magdalena Medio, donde “fue el encargado de contrarrestar y comandar la ofensiva contra grupos paramilitares”, según documentó la JEP. En 2010 fue miembro del último secretariado que tuvieron las FARC antes del Acuerdo de Paz de 2016 y también fue parte del equipo negociador de paz en La Habana (Cuba).

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Durante la caminata hacia la Registraduría de Puerto Berrío se escucharon varios gritos en su contra. “Terrorista”, “secuestrador”, “victimario” y otros pedidos más puntuales, como el que un hombre le gritó frente a esa oficina: “Señor Alape, antes que postularse, debería reparar a sus víctimas. Sin reparación y sin olvido”. La actitud de Pastor frente a esos casos parece serena. Mientras sus partidarios intentaron ahogar el pedido entre arengas, él le respondió directamente. “Al señor que hace el reclamo, lo único que le pido es que me escuche. Vamos y nos tomamos algo y conversamos, a lo mejor así podemos saber el uno del otro”, le dijo con pausa.

Estos últimos días han sido así de ajetreados. Aunque se retiró hace meses del Consejo Nacional de Reincorporación (CNR), sigue pendiente de sus antiguos compañeros y las dificultades que tienen en temas de seguridad y acceso a tierras.

Viaja constantemente con una escolta conformada en su mayoría por mujeres que “paladean al viejo”. Al único lugar al que por ahora no viaja es a zonas veredales de Yondó. “Allá me tienen amenazado las disidencias de las FARC del Estado Mayor Central. No he tenido intimidaciones de otros grupos. Así que, por ahora, no he podido ir allá y es una lástima porque con ese pueblo hay un vínculo muy fuerte con Puerto Berrío”, afirma.

Por ahora, concentra su campaña en todos los demás lugares. En solo un día pasó por Murillo, y otras pequeñas “islas” del río Magdalena como Manjarrés y El Aterrado. Por eso siempre tiene un bolso preparado con agua, frutas y una que otra medicina para “sus temblores”, porque tiene principios de párkinson.

“¿Y si le queda tiempo para el amor, Pastor?”, le pregunto. En voz baja y como buscando excusa dice que la mujer lo dejó. “No le gustaba el trajín. Yo de un lado para otro siempre. A veces con la misma camisa varias veces. Yo entiendo que no es fácil acoplarse”. Su círculo cercano, además de los escoltas que nunca lo desamparan, son los montones de primos que tiene en Puerto Berrío, sus dos hijas y cinco nietos, con los que está en proceso de reunificación familiar porque, por razones de la guerra, fueron criadas sin sus apellidos.

Sus aportes a la verdad y a la reparación de las víctimas

Tras el Acuerdo de Paz, Alape ha entregado testimonio ante la JEP, que lo imputó, entre otros, como coautor de crímenes de guerra como toma de rehenes, privaciones graves de la libertad, asesinato, desaparición, desplazamiento forzado, tortura y tratos crueles.

En noviembre de 2022, en su resolución de conclusiones, la JEP recomendó ocho años de sanciones para todos los miembros del antiguo secretariado —entre ellos Alape—. El hombre aceptó su responsabilidad en todos esos crímenes, excepto los de violencia sexual y esclavitud. “Alape Lascarro fue responsable de la toma de decisiones de la política de las FARC-EP dirigida a privar de la libertad a civiles para financiar sus operaciones a través del pago para obtener la libertad”, afirmó esa justicia transicional.

Para la Comisión Colombiana de Juristas, según la resolución de la JEP, Alape “aún debe entregar más información en materia de verdad, sobre todo en relación con la dimensión fáctica del reconocimiento por la participación de civiles en los secuestros cometidos en la región del Magdalena Medio”.

En ese mismo documento, se resalta su trabajo en la reincorporación a la vida civil: “La Sala ha logrado constatar que Pastor Alape ha venido cumpliendo con las obligaciones que le corresponden como firmante del Acuerdo de Paz”. Algunas de ellas han sido el lanzamiento de su cerveza AlaPaz, cuyas utilidades serán destinadas a llevar agua potable a la vereda Vuelta Acuña, donde creció. También la jornada de pavimentación en agosto de 2022 de una calle en el barrio El Oasis, de Puerto Berrío, en la que participaron otros excombatientes que hicieron la guerra en el Magdalena. Además, hasta hace unos meses era el vocero del Partido Comunes ante el CNR.

Alape dejó su labor en el CNR para dedicarse de lleno a su candidatura, aunque sabe que no la tiene fácil. “¿Qué pasa si pierde?”, le pregunto. Su respuesta parecería una contradicción, pero no es más que un hecho: “Si pierdo también ganamos. Es la democracia, y ahora estamos en el juego de la democracia”.

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¿En qué van los procesos de Alape en la JEP?

El caso 01 que investiga y juzga al antiguo secretariado de las FARC por secuestro y otros delitos ya pasó al Tribunal de Paz, que este año deberá imponer las primeras sanciones propias a quienes reconocieron su responsabilidad sobre estos hechos y, además, definir si los procesados podrán cumplirlas mientras participan en política. Pastor Alape dice que expresamente le pidió a la JEP que esas sanciones pueda cumplirlas en su pueblo, dado que ya había proyectado su postulación a la Alcaldía. Aunque una resolución recomendó “identificar a los comparecientes que han recuperado procesos de arraigo en sus lugares de nacimiento”, entre ellos a Alape, aclara que será el Tribunal de Paz el que decida sobre esa petición.

Por Cindy A. Morales Castillo

Periodista con posgrado en Estudios Internacionales. Actualmente es la editora de Colombia+20 de El Espectador y docente de Narrativas Digitales de la Universidad Javeriana.@cinmoralejacmorales@elespectador.com

Por Enviada Especial Puerto Berrío (Antioquia)

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Tanto que criticaron el proceso de paz con los narco paramilitares y ninguno de esos jefes participa en política como si lo hacen los narcoterroristas de las Farc. Para algunos idiotas hay mucha diferencia entre morir a manos de uno u otro criminal
Larsen(kw2m3)02 de julio de 2023 - 08:25 p. m.
Ejemplo de reincorporación a la vida civil, cumpliendo con las obligaciones que le corresponden como firmante del acuerdo de paz, evidencia es, el lanzamiento de la cerveza, Ala paz, cuyas utilidades serán para llevar agua a la vereda, Vuelta Acuña, además de su labor en el CNR. Una oportunidad de hacer parte de la democracia.
Julio(69508)02 de julio de 2023 - 01:04 p. m.
Los reinsertados de las Farc aùn no han hecho significativos aportes a la comunidad que les permitan aspirar a un cargo de elecciòn popular. Esos cargos hay que merecerlos.
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