En El Doncello, víctimas y exFarc hicieron las paces para superar la guerra
A casi cinco años de la firma del Acuerdo de Paz, este municipio de Caquetá se volvió un semillero de reconciliación, a pesar de que persiste la violencia. Una de los artífices de este logro es Ninfa Lozano, coordinadora de la Mesa de Víctimas local. Esta es la historia de cómo transformó, junto a su pueblo, centenares miedos y dolores en memoria y muestras genuinas de respeto por el prójimo.
Camilo Pardo Quintero
En la memoria de Ninfa Lozano, el año de 1996 se siente reciente. Por ese entonces, los guerrilleros del Bloque Sur de las antiguas Farc, comandados por Joaquín Gómez, mataron a su esposo en El Doncello (Caquetá), lugar en el que esta mujer nació, creció, vive y quiere morir. Tres meses antes, ese mismo grupo armado se tomó la base militar de Las Delicias, en Puerto Leguízamo (Putumayo), donde asesinaron a 26 uniformados.
Su dolor lo ha sabido manejar al lado de sus dos hijos. La forma en la que hace memoria es mediante la introspección: prefiere tener el recuerdo de su siempre amado para ella misma en el corazón, en lo que ella llama un baúl de los recuerdos que nadie se lo va a arrebatar.
“Desde mi corazón y los de mis hijos no existe rencor. Todo el mundo tiene sus causas para cometer acciones y no soy nadie para juzgar o reclamar, aunque debo admitir que sentí mucho miedo la primera vez que encaré a los asesinos de mi esposo cuando dejaron las armas. Al final de la guerra todos somos hermanos que cometimos actos malos, sin excepción, y veo a la sanación como un proceso con nosotros mismos. Eso me ha ayudado a perdonar y respetar a quienes me hicieron daño”, dice Ninfa.
En contra de su voluntad, tuvo que salir desplazada de El Doncello hacia Bogotá hace casi una década, porque los autores del crimen de su esposo la comenzaron a tener en la mira por sus labores sociales. Desde la Casa de la Justicia municipal fungía como una lideresa defensora acérrima de las mujeres que sufrieron la guerra. Regresó a Caquetá en 2014 para quedarse, ayudó a instalar la Mesa de Víctimas tras la firma del Acuerdo de Paz y a la fecha es la coordinadora de esa organización.
En esa zona al norte del departamento, las imágenes feroces de la guerra se pasean entre murales que homenajean a los que ya no están y otros tantos que piden vivir en paz. Algunos de estos fueron realizados por artistas nacionales y firmantes de paz en el marco del festival Caquetá se pinta de colores, llevado a cabo entre el 22 y 29 de agosto pasado.
Los habitantes de El Doncello vieron desfilar, masacrar y tomar el control territorial de su municipio durante años a paramilitares y guerrilleros. Sufrieron, lloraron a sus muertos y ahora no quieren más que recordarlos con dignidad, dejando atrás el dolor de una guerra que dejó, según datos oficiales, a más de 8.000 víctimas.
Entre 1992 y 2015, particularmente, fue el lapso en el que se presentaron los hechos de terror más recordados por los doncellences. Ahora, esos mismos episodios forman parte de la memoria colectiva del pueblo y, en buena parte, se debe a las gestiones articuladas entre una comunidad que Ninfa supo impulsar para vencer los temores, las autoridades locales y las entidades internacionales, como la Agencia de EE.UU. Para el Desarrollo (Usaid, por sus siglas en inglés).
Los recuerdos plasmados en placas conmemorativas que rodean a una fuente de agua en barro, ubicada en el parque principal, tuvieron como primer insumo los hechos del 27 de octubre de 1992. Los guerrilleros de los frentes 14 y 15 de las extintas Farc asesinaron a 10 militares y dos policías en zona rural del municipio. Ataques similares contra la fuerza pública se replicaron en 2010, 2013 y también están marcados en el monumento.
Las masacres y torturas que perpetraron los paramilitares entre 1996 y 2003 también forman parte del repertorio de memoria en El Doncello. A estos episodios se les suman momentos más puntuales como el asesinato de Luis Peralta, reconocido periodista local y director de la emisora Linda Estéreo, cometido el 15 de febrero de 2015, o el atentado con carro bomba a la fábrica de Nestlé en el municipio, el 17 de enero de 2007, que le quitó el empleo directo e indirecto a miles de doncellences y cortó el abasto de 70.000 litros diarios de leche para el pueblo en ese entonces.
Llegar a la “fuente de los recuerdos”, como la acuña Ninfa, es un ritual sagrado, porque es una muestra de respeto para aquellos que la guerra les destrozó la vida. “En las placas y en la fuente también recordamos a nuestros jóvenes que fueron reclutados forzosamente por las Farc; rendimos tributo a Fernando Ramírez, Rodrigo Alvis, Daniel Zambrano, Jaime Cerquera y a Libardo Echeverry, líderes sociales muy queridos que fueron masacrados por las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá el 1 de agosto de 1997; y no olvidamos a nuestros indígenas que el conflicto quiso borrar”, añade Ninfa.
El comienzo de este proceso de perdón, materializado en arte, comenzó en 2019 cuando desde la Mesa de Víctimas y la Alcaldía propusieron el encuentro “Abriendo puertas, sembrando paz”, un espacio para reunir a distintas partes del conflicto armado en el centro de El Doncello, al igual que para reconocer crímenes durante el conflicto, contar verdades, perdonarse colectivamente y materializar su memoria con una fuente y ocho placas con los hechos que más afectaron a los habitantes del municipio.
Fidel, conocido así en las filas del frente 49 de las Farc, donde estuvo por casi 20 años, dice que gracias a este tipo de iniciativas de diálogo y perdón entre actores de la guerra ahora puede tener una vida tranquila en la que no lo estigmatizan por su pasado. Ahora comparece en el Caso 01 de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), conocido como Toma de rehenes y otras privaciones graves de la libertad o secuestro, y forma parte de las etapas de reconciliación en El Doncello.
“Muchos compañeros firmantes también han querido resarcir a las comunidades que tanto afectaron. Sin embargo, en muy pocos lados son tan receptivos como acá a la hora de incluirnos a la vida civil sin rencillas o intimidaciones. Todos han hecho esfuerzos para que se nos abran las puertas y podamos comenzar una vida en favor de nuestra gente, a quienes jamás debimos dañar”, expresa el excombatiente.
John Javier Gutiérrez, uno de los voceros de la Casa de la Cultura en El Doncello, señala que los procesos de memoria como el de las placas, la fuente y los murales han impulsado al municipio a dejar atrás al pasado para dar segundas oportunidades: “Sabemos que la mayoría de los municipios en Caquetá le dijeron que no a la paz en el plebiscito de 2016, pero acá es otra cosa. Puede preguntarle a casi cualquiera y le va a decir que quieren pasar página y alentar a los reincorporados a que tengan una vida tranquila. Y ojo, estamos hablando de un pueblo que de sus 24.000 habitantes una tercera parte es acreditada como víctima ante el Registro Único de Víctimas (RUV)”.
Ninfa Lozano se sigue enfocando en mostrar las esferas de perdón en su municipio y en trabajar de la mano con mujeres, entre ellas firmantes de paz, para robustecer los procesos de enfoque de género en El Doncello. “Todas somos madres, valientes y fuimos o son esposas. Vamos para el mismo lado que es el de la no repetición y el perdón. Ahora desde la mesa soñamos trabajar con la institucionalidad, para seguir contando verdades y creemos, al igual que otros pueblos, que un siguiente paso importante, al menos desde la JEP, es el de contemplar un eventual caso por desapariciones forzadas. Estamos seguras de que aquí sufrimos eso y lo queremos mostrar”.
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En la memoria de Ninfa Lozano, el año de 1996 se siente reciente. Por ese entonces, los guerrilleros del Bloque Sur de las antiguas Farc, comandados por Joaquín Gómez, mataron a su esposo en El Doncello (Caquetá), lugar en el que esta mujer nació, creció, vive y quiere morir. Tres meses antes, ese mismo grupo armado se tomó la base militar de Las Delicias, en Puerto Leguízamo (Putumayo), donde asesinaron a 26 uniformados.
Su dolor lo ha sabido manejar al lado de sus dos hijos. La forma en la que hace memoria es mediante la introspección: prefiere tener el recuerdo de su siempre amado para ella misma en el corazón, en lo que ella llama un baúl de los recuerdos que nadie se lo va a arrebatar.
“Desde mi corazón y los de mis hijos no existe rencor. Todo el mundo tiene sus causas para cometer acciones y no soy nadie para juzgar o reclamar, aunque debo admitir que sentí mucho miedo la primera vez que encaré a los asesinos de mi esposo cuando dejaron las armas. Al final de la guerra todos somos hermanos que cometimos actos malos, sin excepción, y veo a la sanación como un proceso con nosotros mismos. Eso me ha ayudado a perdonar y respetar a quienes me hicieron daño”, dice Ninfa.
En contra de su voluntad, tuvo que salir desplazada de El Doncello hacia Bogotá hace casi una década, porque los autores del crimen de su esposo la comenzaron a tener en la mira por sus labores sociales. Desde la Casa de la Justicia municipal fungía como una lideresa defensora acérrima de las mujeres que sufrieron la guerra. Regresó a Caquetá en 2014 para quedarse, ayudó a instalar la Mesa de Víctimas tras la firma del Acuerdo de Paz y a la fecha es la coordinadora de esa organización.
En esa zona al norte del departamento, las imágenes feroces de la guerra se pasean entre murales que homenajean a los que ya no están y otros tantos que piden vivir en paz. Algunos de estos fueron realizados por artistas nacionales y firmantes de paz en el marco del festival Caquetá se pinta de colores, llevado a cabo entre el 22 y 29 de agosto pasado.
Los habitantes de El Doncello vieron desfilar, masacrar y tomar el control territorial de su municipio durante años a paramilitares y guerrilleros. Sufrieron, lloraron a sus muertos y ahora no quieren más que recordarlos con dignidad, dejando atrás el dolor de una guerra que dejó, según datos oficiales, a más de 8.000 víctimas.
Entre 1992 y 2015, particularmente, fue el lapso en el que se presentaron los hechos de terror más recordados por los doncellences. Ahora, esos mismos episodios forman parte de la memoria colectiva del pueblo y, en buena parte, se debe a las gestiones articuladas entre una comunidad que Ninfa supo impulsar para vencer los temores, las autoridades locales y las entidades internacionales, como la Agencia de EE.UU. Para el Desarrollo (Usaid, por sus siglas en inglés).
Los recuerdos plasmados en placas conmemorativas que rodean a una fuente de agua en barro, ubicada en el parque principal, tuvieron como primer insumo los hechos del 27 de octubre de 1992. Los guerrilleros de los frentes 14 y 15 de las extintas Farc asesinaron a 10 militares y dos policías en zona rural del municipio. Ataques similares contra la fuerza pública se replicaron en 2010, 2013 y también están marcados en el monumento.
Las masacres y torturas que perpetraron los paramilitares entre 1996 y 2003 también forman parte del repertorio de memoria en El Doncello. A estos episodios se les suman momentos más puntuales como el asesinato de Luis Peralta, reconocido periodista local y director de la emisora Linda Estéreo, cometido el 15 de febrero de 2015, o el atentado con carro bomba a la fábrica de Nestlé en el municipio, el 17 de enero de 2007, que le quitó el empleo directo e indirecto a miles de doncellences y cortó el abasto de 70.000 litros diarios de leche para el pueblo en ese entonces.
Llegar a la “fuente de los recuerdos”, como la acuña Ninfa, es un ritual sagrado, porque es una muestra de respeto para aquellos que la guerra les destrozó la vida. “En las placas y en la fuente también recordamos a nuestros jóvenes que fueron reclutados forzosamente por las Farc; rendimos tributo a Fernando Ramírez, Rodrigo Alvis, Daniel Zambrano, Jaime Cerquera y a Libardo Echeverry, líderes sociales muy queridos que fueron masacrados por las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá el 1 de agosto de 1997; y no olvidamos a nuestros indígenas que el conflicto quiso borrar”, añade Ninfa.
El comienzo de este proceso de perdón, materializado en arte, comenzó en 2019 cuando desde la Mesa de Víctimas y la Alcaldía propusieron el encuentro “Abriendo puertas, sembrando paz”, un espacio para reunir a distintas partes del conflicto armado en el centro de El Doncello, al igual que para reconocer crímenes durante el conflicto, contar verdades, perdonarse colectivamente y materializar su memoria con una fuente y ocho placas con los hechos que más afectaron a los habitantes del municipio.
Fidel, conocido así en las filas del frente 49 de las Farc, donde estuvo por casi 20 años, dice que gracias a este tipo de iniciativas de diálogo y perdón entre actores de la guerra ahora puede tener una vida tranquila en la que no lo estigmatizan por su pasado. Ahora comparece en el Caso 01 de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), conocido como Toma de rehenes y otras privaciones graves de la libertad o secuestro, y forma parte de las etapas de reconciliación en El Doncello.
“Muchos compañeros firmantes también han querido resarcir a las comunidades que tanto afectaron. Sin embargo, en muy pocos lados son tan receptivos como acá a la hora de incluirnos a la vida civil sin rencillas o intimidaciones. Todos han hecho esfuerzos para que se nos abran las puertas y podamos comenzar una vida en favor de nuestra gente, a quienes jamás debimos dañar”, expresa el excombatiente.
John Javier Gutiérrez, uno de los voceros de la Casa de la Cultura en El Doncello, señala que los procesos de memoria como el de las placas, la fuente y los murales han impulsado al municipio a dejar atrás al pasado para dar segundas oportunidades: “Sabemos que la mayoría de los municipios en Caquetá le dijeron que no a la paz en el plebiscito de 2016, pero acá es otra cosa. Puede preguntarle a casi cualquiera y le va a decir que quieren pasar página y alentar a los reincorporados a que tengan una vida tranquila. Y ojo, estamos hablando de un pueblo que de sus 24.000 habitantes una tercera parte es acreditada como víctima ante el Registro Único de Víctimas (RUV)”.
Ninfa Lozano se sigue enfocando en mostrar las esferas de perdón en su municipio y en trabajar de la mano con mujeres, entre ellas firmantes de paz, para robustecer los procesos de enfoque de género en El Doncello. “Todas somos madres, valientes y fuimos o son esposas. Vamos para el mismo lado que es el de la no repetición y el perdón. Ahora desde la mesa soñamos trabajar con la institucionalidad, para seguir contando verdades y creemos, al igual que otros pueblos, que un siguiente paso importante, al menos desde la JEP, es el de contemplar un eventual caso por desapariciones forzadas. Estamos seguras de que aquí sufrimos eso y lo queremos mostrar”.
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